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sábado, 30 de junio de 2012

Tesoros del camino: portada manuelina del Ayuntamiento de Olivenza


Arriba: utilizada hoy en día como entrada al actual Ayuntamiento de Olivenza, como ya se hiciera seis siglos atrás como acceso a las Casas Consistoriales del municipio, la portada manuelina oliventina se muestra como bello ejemplo del arte gótico manuelino, herencia del pasado portugués de la localidad, símbolo del pueblo y única muestra civil enmarcada plenamente en esta tendencia artística del país vecino dentro de nuestras actuales fronteras españolas.

Como si de la evolución vital de una persona se tratase, también la mayoría de los movimientos artísticos que se han desarrollado a lo largo de la historia occidental han conocido diversas etapas dentro de su periodo de existencia, a través de las cuales el mismo ha surgido, ha madurado, se ha consolidado y finalmente ha culminado surgiendo de él el germen de un nuevo estilo. Pero, a diferencia de la vida natural, en el arte la última de las etapas de un movimiento artístico no conlleva necesariamente la decadencia del mismo, sino contrariamente el auge máximo y más rico en ornato de su expresión cuyo barroquismo final, aunque presenta generalmente un distanciamiento con el ideal más puro del estilo, ofrece el surgimiento de obras donde la expresión y la decoración se ven superadas a sí mismas.

Si bien el estilo gótico surgió como respuesta a un abarrocado Románico, en cuya última fase la decoración y la riqueza artística traducida en bellos acabados había supuestamente anulado el sentido religioso que daba pie a la creación artística, su estilo sucesor no fue inmune a semejante devenir y, aunque en sus orígenes se estableció como una respuesta espiritual, un estilo que reflejase la búsqueda de la libertad del espíritu frente a lo terrenal, el paso de los siglos y la maduración del movimiento artístico terminó desembocando nuevamente en un estilo ricamente ornamentado cuyo mayor barroquismo se reflejó en las obras nacidas a finales del siglo XV en la Península Ibérica, preámbulo de un también ornamentado primer periodo del Renacimiento ibérico, y reflejo no sólo de la humanización y urbanización de la sociedad y mentalidad de finales del Medievo, sino sobre todo y en los casos de los reinos hispanos, muestra del poder que Castilla y Portugal comenzaban a adquirir en pleno traspaso entre las Edades Media y Moderna, fruto fundamentalmente de sus aventuras y expediciones ultramarinas.



Arriba: llama la atención entre la decoración que compone la portada del edificio del Concejo oliventino la coronación del arco que sustenta la misma, compuesta por cuatro flameros oblicuos entre los que sobresale una quinta vara culminada con la cruz de la Orden de Cristo, entremezclándose entre sus detalles elementos ornamentales propios del gótico general, así como figuras decorativas particulares del estilo manuelino más puro.


Coincidiendo en Castilla y Portugal respectivamente con los reinados de Isabel I de Castilla, más conocida popularmente como Isabel la Católica, y de Manuel I de Avís, bautizado por el pueblo portugués como el Afortunado, la fase final del Gótico, denominado Gótico flamígero o florido a nivel general europeo, será conocida como Gótico isabelino en tierras castellanas, así como Gótico manuelino dentro de las fronteras del país vecino, término este último acuñado en 1.842 por el erudito brasileño Francisco Adolfo Varnhagen. Se rememoraba así, en el caso portugués, el periodo de gobierno del monarca bajo cuyo reinado, englobado entre 1.495 y 1.521, se dio fundamentalmente este estilo a la par que se potenciaban las exploraciones portuguesas en los Océanos Atlántico e Índico, con gran éxito en los viajes de Vasco de Gama, se descubre Brasil, se establece el monopolio de las rutas marítimas desde Occidente hasta Oriente bordeando el continente africano, se forjaron tratados con Persia y China y, en definitiva, se convirtió al país luso en una de las naciones más ricas de momento.

Enriquecido el país gracias a las conquistas realizadas a lo largo de las costas africana y asiática, incluyendo la ocupación de Brasil en el continente americano, y fundamentalmente a las gestiones comerciales entabladas con los reinos orientales y el progreso del comercio marítimo e importación a Europa de especias y materiales originarios de Oriente, Portugal no sólo vive una época dorada en el terreno económico, sino además una especie de Siglo de Oro en lo cultural apoyado por el impulso financiero del país y el orgullo popular por pertenecer a una nación cuyo presente confirmaba la relevancia portuguesa en el momento y en la historia europea. Coincidiendo con la llegada a la cúspide del movimiento gótico, este estilo conocerá en Portugal una última etapa donde la riqueza decorativa común al estilo en los países occidentales que conocen del mismo se verá enriquecida por diversas soluciones ornamentales y motivos decorativos inspirados en el auge de las empresas marítimas lusas y de la nación portuguesa en general.



Arriba: centrando el conjunto se ubica sobre la clave del arco un tondo que guarda en su interior el escudo propio de la localidad de Olivenza, rodeado a su vez de tres escudos nacionales lusos, uno a cada lado del castillo que presenta el blasón oliventino, más otro de mayores dimensiones y con corona real sobre el mismo.


Se expande el estilo manuelino desde su foco de creación en Belém y Lisboa por todos los rincones del país vecino, alcanzando la frontera con España donde el mismo influirá, en mayor o menor medida, en la construcción y diseño de algunos de los monumentos erigidos durante aquella misma época en localidades cercanas a la línea fronteriza. No podemos hablar, sin embargo, de edificios o monumentos plenamente manuelinos o que reúnan en su totalidad las líneas decorativas dictadas por esta moda fabricados en tierras de Castilla durante el auge de este estilo de impronta lusa. Pero, como resultado del devenir de la historia, sí cuenta España con monumentos no influenciados, sino plenamente diseñados y desarrollados siguiendo las pautas del Gótico manuelino más puro. Hablaríamos de aquellos ejemplos artísticos conservados en la localidad fronteriza de Olivenza, municipio luso desde su unión a la corona portuguesa a raíz del Tratado de Alcañices (1.297), hasta su vuelta a España más de cinco siglos después, resultado de la victoria española sobre Portugal durante la Guerra de las Naranjas en 1.801, cedida mediante los Tratados de Badajoz  y Madrid firmados ese mismo año. Convertida la original aldea castellana en villa por el rey Don Dinis, una vez bajo dominio luso, conoció progresivamente esta localidad fronteriza el auge y crecimiento del municipio, reflejado no sólo en un aumento demográfico y el desarrollo económico del mismo, sino además en la expansión de su casco urbano y elevación de diversos monumentos, fundamentalmente durante el siglo XV y espectacularmente bajo el reinado de Manuel I. Fue entonces cuando, aprovechando las piedras y sillares de la segunda muralla, levantada un siglo antes, se ejecuta una tercera barrera defensiva de la ciudad, de la que hoy en día tampoco quedan vestigios, pero que permitió ampliar fuera del primitivo recinto del Alcázar o Ciudadela el espacio urbano defendido por la nueva muralla, construyéndose en esa terreno añadido entre otros edificios la Iglesia de la Magdalena o las Casas Consistoriales, conocidas en lengua portuguesa como Casas da Câmara, sede del Concejo o Ayuntamiento local.



Arriba: además de la presencia del escudo nacional portugués, así como de la Cruz de la Orden de los Caballeros de Cristo, destaca entre los elementos ornamentales propios del gótico manuelino y en clara relación con su orgullo patrio y las expediciones marinas que en aquella época forjaron la Portugal ultramarina, la esfera armilar, astrolabio esférico usado por los marineros lusos en su era de los descubrimientos.

Abajo: cuentan los cuatro flameros diagonales que culminan la portada oliventina con un cogollo vegetal como corona, así como una base decorada con motivos vegetales en los externos, o bestias propias de la imaginería medieval en los internos, observándose entre estas últimas criaturas híbridas de diversa naturaleza, tales como la arpía o sirena con cabeza femenina y cuerpo animal que aparece en el flamero 2º.




Fue construida esta última durante los últimos años del siglo XV apoyada sobre la muralla medieval de la Ciudadela en la zona occidental del municipio, ubicándose entre la Puerta de Gracia, una de las cinco que daban acceso al primitivo recinto fortificado, y la Torre del Reloj, erigida esta última pocos años antes, en 1.460, sobre la torre defensiva de la esquina noroeste de la ciudadela. Conocida también como Palacio de los Duques de Cadaval, no por ser vivienda ni inmueble de los mismos, sino por haber poseído esta familia el cargo de Alcalde Mayor de la localidad durante varias legislaturas, las Casas Consistoriales de Olivenza han conocido diversas remodelaciones a lo largo de su historia, figurando hoy en día nuevamente como sede del Ayuntamiento oliventino, tras ser edificio público abierto como biblioteca municipal.

Como ya estaba ocurriendo en otros puntos de Europa o, dentro de la misma Península Ibérica, principalmente en enclaves señalados de la Corona de Aragón, el arte gótico presentó entre una de sus características particulares la apertura del mismo hacia la construcción de edificios y monumentos destinados al uso público y gubernamental, y no sólo orientado a lo religioso. Con bellos ejemplos españoles en las lonjas valenciana y palmesana, o en diversos palacios de uso civil como el de la Generalidad de Cataluña en Barcelona, también Portugal se sumó a la lista de destinos donde el arte de finales del Medievo se destinaba a lo urbano, con muestras claves dentro del arte del país vecino tales como la Torre de Belém, construida sobre el estuario del río Tajo para vigilancia del mismo y de la capital lusa. Este uso urbano del arte no era sino reflejo del cambio de mentalidad de la Europa Occidental durante la Baja Edad Media, recuperándose la idea que posicionaba al ser humano como centro del universo frente al teocentrismo previo, anticipo del posterior Humanismo que inundó Europa y que facilitó el surgimiento del Renacimiento en Occidente.

Las Casas Consistoriales de Olivenza presentan hoy en día dentro de la mitad occidental española peninsular, donde la arquitectura gótica civil, a excepción de diversos palacios particulares, castillos o infraestructuras, tuvo poca relevancia en pro de la arquitectura religiosa, no sólo un ejemplo de arte pleno manuelino dentro de nuestras fronteras, sino uno de los pocos ejemplos del uso de esta tendencia artística destinado a edificios civiles y de uso público. Si bien la estructura del edificio en sí no presenta un diseño artístico de importancia, destaca por el contrario la portada manuelina que desde la Plaza de la Constitución da acceso al mismo, todo un compendio de las líneas, directrices y elementos ornamentales propios y característicos del movimiento artístico luso que conjuga junto al arco de entrada al inmueble decoración de tipo naturalista entremezclada con elementos fantásticos e iconografía religiosa, destacando entre todos ellos la simbología nacional y los motivos basados en la era de los descubrimientos.

 

Arriba: muestra la clave del arco en su relieve una monstruosa cabeza demoniaca de la que nacen sendas alas, como si de un querubín infernal se tratase, del que parten a su vez dos maduros racimos de uvas que, junto a la hoja de la parra, se repartirán a lo largo de todo el espacio interno surgido de entre los baquetones de la portada, símbolo eucarístico habitual en la decoración gótica general así como en la manuelina en particular.


 Consta esta portada gótica de un arco complejo presentando, como es habitual en el arte gótico manuelino y gótico flamígero general, una hibridez entre diversos tipos de diseños curvos, figurando en este caso el arco polilobulado junto al arco conopial, resultando un bello arco mixtilíneo de doble columna o baquetón. Cuatro flameros diagonales rematados en cogollos culminan las cuatro escotaduras resultantes de los cuatro vértices conopiales que figuran en el arco de la portada. Presentan estas ramas a su vez, y en su base o punto de unión con el saliente conopial, motivos decorativos propios de la imaginería gótica, con hojarasca y decoración vegetal en los flameros externos, y animales y seres propios del bestiario medieval en los internos. Los tres espacios resultantes entre estos brazos son ocupados a su vez por los elementos ornamentales plenamente manuelinos resultantes del reflejo de la realidad vivida en la época y mentalidad derivada de las expediciones y conquistas ultramarinas lusas que generaron por todo el país vecino un intenso sentimiento de orgullo patrio. Basados en este logro y progreso socio-económico portugués surge como ornamentación unida a la historia del país la esfera armilar, representación de la aventura marina portuguesa que tuvo lugar a lo largo del siglo XV y cuya puesta en escena se vio impulsada por el uso de nuevos instrumentos aptos para la navegación, como este astrolabio esférico, ubicado en la portada oliventina entre los ramales 1º y 2º, y 3º y 4º. El espacio restante, central y existente entre los ramales 2º y 3º, es el que sin embargo muestra la mayor decoración y de simbología más patriótica, al ubicarse en este punto un tondo que encierra en su interior el blasón de la localidad oliventina, consistente en una torre anticipada por un lienzo de muralla, de cuyos pies y zona intermedia surge un olivo. Tres escudos nacionales portugueses lo circundan a su vez, dos de ellos repartidos a cada lado de la torre señalada, y un tercero, de mayor tamaño, colocado sobre el mismo, culminado a su vez con corona real. Parte de dicha corona un quinto y último flamero con decoración vegetal en su base y cruz de Cristo, o de la Orden de los Caballeros de Cristo, en su terminación superior, igualmente el culmen de todo el conjunto de la portada en sí, símbolo que hace referencia a mencionada Orden militar propiamente lusa que la heredó del mundo templario, escribiendo sendas congregaciones relevantes capítulos en la historia medieval de Portugal, contando la Orden de Cristo con un papel destacable en la era de los descubridores del país vecino.



Arriba: vista general de la jamba izquierda de la portada manuelina oliventina, compendio de elementos decorativos propios del gótico florido y comunes en el estilo manuelino entre los que encontramos ornamentos de inspiración cristiana, como lo es el fruto de la vid, entremezclado con animales y seres fantásticos tales como el búho que se apoya sobre la basa final, o elementos de corte más naturalista entre los que destaca el putti o infante desnudo que figura en su zona central (imagen inferior), avisando de la llegada de movimientos artísticos basados en corrientes más clásicas que ya están expandiéndose por la Europa del Renacimiento.




Componen el resto de la portada las jambas que sustentan el arco de entrada, apoyadas sobre basas y unidas decorativamente al resto del conjunto gracias a los baquetones que perfilan el arco de acceso y la entrada en general. El espacio intermedio entre ambas molduras se presenta bella y ricamente decorado haciendo uso para ello de los elementos ornamentales tradicionales y propios del gótico florido común entre los que hallamos muestras tomadas del animalario y del bestiario medieval, elementos vegetales  y naturalistas acompañados de relieves de corte más clásico que nos anticipa la llegada del Renacimiento, sin faltar otra serie de decoración geométrica más sencilla y propia del gótico peninsular, como son las bandas de bolas o perlas, ubicadas estas mismas en las basas que sustentan el conjunto artístico. Entre los animales y bestias imaginarias que figuran en la portada manuelina oliventina podemos señalar la presencia de varias aves, como puede ser el búho que se sostiene sobre la basa izquierda, o mamíferos de pequeño tamaño tallados en el mármol y erosionados en parte por el paso de los años que caminan frente a esta puerta. La clave del arco está destinada a su vez a cobijar la cabeza de un monstruo alado del que parten sendos racimos de uvas, fruta ésta que cae por el resto del arco, capiteles de los baquetones y jambas de la portada y que, aunque su significado religioso está presente en referencia a la Eucaristía cristiana triunfante frente a las bestias y pecados simbolizados en el bestiario, mantiene amplia relación con los cultivos vinícolas de la época, ampliamente repartidos por la Iberia mediterránea de entonces, como lo siguen siendo en la Extremadura y el Alentejo de hoy en día. Dos pequeños infantes desnudos o puttis, únicas figuras humanas que tienen presencia en la obra manuelina, aparecen en la zona media de cada una de las jambas, sorprendiendo al espectador que toma su tiempo para saborear cada detalle de este monumento y que no dejará de comprobar, detalle a detalle, que este ejemplo de arte manuelino en Extremadura no es sólo una bella muestra del buen gusto y del buen hacer, una guinda artística que encierra en sí un capítulo de la historia y del ayer de nuestra región, sino además todo un tesoro en el camino.



Arriba: aspecto general que presenta la jamba derecha del conjunto artístico manuelino donde se aprecia el espacio intermedio comprendido entre ambas columnas o baquetones ricamente decorado, cuya ornamentación medieval, de igual tinte y continuidad que en su paralelo izquierdo, también guarda un putti en su zona central (imagen inferior), unido a una especie de cinta que recorre todo el conjunto entrelazando los elementos decorativos que allí tienen cabida.