Arriba: labradas en bronce a finales del siglo XIV por el maestro Pablo de Colonia, las puertas que vigilan el acceso a la basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe desde la plaza dedicada a la patrona extremeña en la localidad homónima, muestran diversas escenas de la vida de Cristo y de la Virgen María, destacando entre ellas una sencilla Natividad (las actuales hojas son réplicas de las originales, conservadas en el interior del monasterio).
Si tuviéramos que señalar un elemento externo a los hombres que marcase más que ningún otro el devenir del camino por el que marchamos en nuestra vida, esa es sin duda la propia naturaleza en sí. Como hijos que somos de ella, sus caprichos nos influyen en nuestra personalidad, sus características regionales moldean nuestro carácter grupal e incluso sus alteraciones anuales guían nuestra cultura, de tal manera que en infinidad de ocasiones, aunque sea de manera involuntaria o inconsciente, aceptamos su superioridad festejando la llegada de periodos, espacios temporales y fechas destacadas como es, por ejemplo, el solsticio de invierno.
Bien como la romana festividad de la Saturnalia basada en el nacimiento del Sol Invicto, como la pagana festividad de Yule o la cristiana Navidad forjada sobre el contexto de la llegada al mundo del Redentor, el solsticio de invierno no se ha dejado de observar y festejar desde hace miles de años por diversas culturas de la humanidad, que renuevan de este modo su identidad como pueblo, así como su fascinación y respeto por la fuerza que marca sus calendarios y guía sus destinos.
Desde Extremadura: caminos de cultura os deseo a todos los lectores, seguidores, visitantes y amigos del blog mis mejores deseos para estas fechas, una feliz Navidad y un próspero 2.013, y en definitiva una espléndida nueva vuelta alrededor del sol que nos permita seguir adelante con nuestras ilusiones, nuestras expectativas y sobre todo, con nuestro camino.