Oculto entre vetustas encinas y centenarios alcornoques, como si del paso del tiempo quisiera esconderse asentado sobre una recóndita colina inmersa en la plenitud de la Sierra de San Pedro, el Castillo de Castellanos, también conocido como de Mohedano o de Moheda, sobrevive junto al pico Morrón de Estena, en la serranía homónima, irguiéndose en su ancianidad despidiendo, en la zona más meridional de la provincia cacereña, el término municipal de la otrora villa y actual capital provincial, limítrofe con las tierras pacenses más norteñas y los territorios de la cercana localidad de Cordobilla de Lácara. El Castillo de Castellanos, apenas conocido por el público y del que poca documentación, en comparación con otras fortalezas, se conserva, se mantiene en ruina progresiva, lo que ha llevado a su inclusión dentro de la Lista Roja del Patrimonio, elaborada por la asociación Hispania Nostra, adalid en la defensa, salvaguarda y puesta en valor del patrimonio cultural de nuestro país. Extremadura: caminos de cultura ha tenido una vez más el honor de poder participar con la misma, en auxilio y promoción de este ignorado monumento que descansa en un paraje donde naturaleza y patrimonio se conjugan, abrigado de una de las más extremeñizadas de nuestras dehesas.
Seguidamente, os dejo el enlace a la ficha que sobre este bien figura en la Lista Roja del Patrimonio publicada dentro de la web de Hispania Nostra. Tras él, y acompañado de imágenes y vídeos tomados in situ del inmueble, hallaréis una breve descripción del monumento, así como los datos para poder llegar al mismo, en caso de desear conocerlo en persona en una más que recomendada visita lanzada desde este blog.
Arriba y abajo: se compone fundamentalmente el Castillo de Castellanos de dos cuerpos, diseñado el segundo o inferior en defensa del primero, compuesto para ello de un cinturón amurallado que circunda la llanura sur que caía a los pies de la torre inicial de la que nació la fortaleza, fabricado con mampostería y sillarejo tanto en los lienzos como en las tres torres que hacen de sendas esquinas sur de este cuerpo (arriba: torre suroriental), y defensa central del lado meridional del mismo (abajo).
Arriba y abajo: la torre defensiva suroccidental (arriba), de planta circular como sus compañeras, custodia no sólo los flancos sur y oeste del segundo cuerpo del castillo, sino también el acceso al mismo, ubicada la entrada a la fortaleza bordeando la esquina noroccidental (abajo) de este cuerpo inferior, tras recorrer un estrecho camino que, sobre la pendiente, se acerca al punto de unión entre cuerpo segundo con el principal, enclavada la torre inicial sobre un elevado berrueco que corona un pronunciado desnivel en la ladera norte de la colina (abajo, siguiente).
- Historia/descripción del bien:
El Castillo de Castellanos, también conocido como de Mohedano o de Moheda, sigue irguiéndose en su ruian en plena Sierra de San Pedro, junto al pico Morrón de Estena o Sierra de Estena, dentro del término municipal de Cáceres, en el extremo más meridional y fronterizo con la provincia pacense de los territorios de la otrora villa, con la que mantuvo el castillo directa relación histórica, formando parte del grupo de castillos y casas-fuertes que poblaron el sur de la urbe en defensa de las fincas, dehesas y cotos que surgieron tras la reconquista cristiana definitiva del lugar en el siglo XIII. Fueron estos territorios donados como recompensa real a la familia Valverde, en agradecimiento a la labor ejecutada por los mismos durante el asedio a la ciudad que puso fin al dominio andalusí sobre la misma. Había sido el capitán Ruy González de Valverde incluido en las tropas leonesas cedido por el rey castellano Fernando III como auxilio a su padre Alfonso IX de León en tal empresa bélica y toma de las tierras ubicadas entre el Tajo y el Guadiana. Esta destacada figura militar fue condecorada con el título de Señor de Castellanos, nombre que pasó a bautizar también el castillo de su propiedad. El arroyo que discurría a sus pies se denominó igualmente del Castillo, pero también como de la Alcazaba, por lo que pudiera pensarse en la posibilidad de la existencia de una previa alcazaba musulmana de la que naciese el castillo cristiano, defensiva de la sierra y de las cercanas localidades de Cordobilla de Lácara y Carmonita, fundadas en el siglo IX por los colonos andalusíes cordobeses y carmonenses respectivamente. Fernán Gutiérrez de Valverde, IX Señor de Castellanos, mantenía la propiedad de la Torre y Dehesa de Castellanos en 1.385, año en que es tomado como rehén durante la invasión portuguesa de Extremadura establecida por Juan I de Portugal antes de finalizar la guerra entre él y Juan I de Castilla por la posesión del trono del vecino reino. A comienzos del siglo XV sin embargo se afianza el monumento en manos del Mariscal García González de Herrera, que lo había recibido a través de vínculo matrimoniales, disponiendo de éste y otros muchos castillos y señoríos en la región. En 1.477 pasará a ser propiedad particular de D. Alonso de Cárdenas, Maestre de Santiago, Orden Militar que gobernaba la ciudad de Mérida así como las aldeas dependientes de la misma, entre las que se encontraba la cercana al castillo Cordobilla de Lácara.
Abajo: diversas troneras y aspilleras se suceden a lo largo y ancho de los lienzos y cubos que conforman el cuerpo inferior o segundo del castillo, posiblemente añadidas como defensa de la fortaleza una vez ésta en manos del Maestre de la Orden de Santiago, D. Alonso de Cárdenas, destacando en su parte inferior el orbe granítico que las culmina.
El castillo, de tipo roquero por asentarse el núcleo del que parte sobre un afloramiento rocoso, se divide en dos zonas, correnpondiendo la primitiva y principal a la torre ocupada por las estancias señoriales que se ubicó, en la zona más septentrional, sobre la propia roca, abriéndose un alto desnivel a los pies norteños de la misma. Una sueva loma, sin embargo, se expandía al sur de la inicial construcción, por lo que, en el siglo XV, se amplía el inmueble dotándolo de un recinto amurallado rectangular que adelantase las estancias primeras protegiéndolo en la zona meridional donde las defensas naturales no exitían. A los muros, de fuerte mampostería y sillarejo con ligera añadidura de ladrillo, se le añadieron tres cubos cilíndricos, repartidos entre las dos esquinas del muro más sureño, y el punto central del mismo. Los cubos, así como los lienzos del castillo, contaron con diversas troneras y aspilleras, algunas de ellas rematadas en orbe granítica en su parte inferior, mientras que la totalidad del castillo estuvo rodeada de adarves y posible almenado, hoy desaparecidos.
Arriba y abajo: adentrados en el interior del castillo, sorprende la inmensidad del patio que centra el cuerpo inferior, hoy cubierto de abundante vegetación (arriba), desde donde podemos acceder no sólo a las entrañas de los cubos defensivos (abajo), sino también a la torre primitiva o cuerpo superior o principal, encaramado en la zona septentrional sobre un afloramiento rocoso de cierta relevancia (abajo, siguiente).
Arriba y abajo: asomado sobre una elevada pendiente que se abre a sus pies, la cual domina desde el lado norte de la colina sobre la que se asienta, el cuerpo principal o superior del Castillo de Castellanos se compone de la torre o recinto primitivo, defendido por gruesos muros de recio sillarejo alternado con mampostería (arriba), en cuyo interior se conservan algunas de las dependencias posiblemente residenciales con que se dotó el inmueble (abajo), donde aún pueden apreciarse vestigios de las escaleras que permitían el paso a los adarves que antiguamente bordeaban no sólo este cuerpo, sino seguramente la totalidad del amurallamiento de la fortaleza.
Abajo: vídeos detallados con los que poder apreciar tanto el enclave donde se asienta el Castillo de Castellanos, sumergido en plena Sierra de Estena y envuelto entre figuras y vegetación propia de la dehesa extremeña, como el interior del patio que centra la fortaleza, seguido de las vistas que, desde lo alto de su muralla norte, se pueden otear, adivinándose los embalses de Horno Tejero o del Boquerón, las siluetas de la pacense Carmonita y de la pedanía cacereña de Rincón de Ballesteros, sin olvidar los cortijos de la zona, saboreándose sobre todo la esencia de la Sierra de San Pedro, corazón de Extremadura, en un marco donde se desdibuja la linde entre las dos provincias que conforman nuestra región.
- Cómo llegar:
A pesar de mantenerse dentro del extenso término municipal de Cáceres, el Castillo de Castellanos ofrece su más fácil acceso desde la provincia de Badajoz, ubicándose a poca distancia de él el límite entre las dos provincias extremeñas, en el punto central de la región. Será Cordobilla de Lácara la localidad más cercana al monumento, a la que podemos acercarnos, en caso de dirigirnos a la zona desde Cáceres, alcanzando previamente el municipio de Carmonita, ubicado a la derecha de la autovía A-66 en sentido hacia Mérida (o viceversa, si es desde la capital autonómica desde la que hemos partido). Si por el contrario nace nuestro viaje en Badajoz, sería conveniente acercarnos a La Nava de Santiago, conduciendo en primer lugar por la carretera autonómica EX-100 hasta La Roca de la Sierra, tomando aquí el cruce hacia La Nava de Santiago (o Aljucén), convertido en carretera autonómica EX-214 (BA-5032). Esta opción también es apta si partimos desde Mérida, tomando la misma vía a la altura de Aljucén, si subimos por la A-66 sin tener que alcanzar Carmonita. La carretera BA-99 es aquélla que enlaza Carmonita con La Nava de Santiago, apareciendo Cordobilla de Lácara entre ambos municipios. Esta calzada, que sobrepasa el pueblo cordobillano por su lado norte, fija su dibujo sobre la presa que sostiene el agua del embalse de Horno Tejero. Justo en el lateral izquierdo de la misma deberemos desviarnos para bordear el pantano a través de un sendero que circunda la orilla derecha del mismo.
Tras viajar hacia el Norte, con las aguas de Horno Tejero a nuestro lado derecho, y acompañados de los eucaliptos que pueblan las orillas del pantano, conduciremos varios minutos hasta encontrar el primer desvío a mano izquierda, por un camino que, atravesando varias fincas privadas, permite el acercamiento a la Sierra de Estena gracias a la servidumbre que pesa sobre este sendero. Varios pasos canadienses deberemos atravesar hasta alcanzar un blanco cortijo, enclavado a pocos metros de un cruce de caminos. Tomando el ramal izquierdo del mismo, pasaremos por delante de la puerta de entrada a la villa, orientándose el resto del sendero después hacia el Pico de Estena, que ya podremos observar delante nuestra, tras haber dibujado el camino una curva en su trazado. Sobre la Sierra de Estena, y tras dejar a nuestras espaldas el cortijo, las pilas de corcho custodiadas en el mismo, así como el ramal que, desde este enclave, acerca a la carretera EX-100 cerca de Puebla de Ovando, la silueta del Castillo de Castellanos nos sorprenderá sobre el horizonte, asomándose entre la espesa vegetación que puebla este rincón de la Sierra de San Pedro.
Con el Pico Morrón de Estena frente a nosotros, y la colina sobre la que se asienta el Castillo de Castellanos a nuestra derecha, alcanzaremos un nuevo paso canadiense a cuyo lado oriental se abre uno de los accesos a la finca donde se guarda la fortaleza a visitar. Este lugar es ideal para poder dejar nuestro vehículo aparcado, bajo la sombra de alguna de las espléndidas encinas, o impresionantes alcornoques que nos sorprenderán en la zona. Siguiendo el camino que alcanza la colina, dejaremos que el mismo gire hacia la izquierda para continuar nosotros de frente, o bordeando la sierra por su lado derecho, encontrándonos poco después con las ruinas del medieval inmueble, que nos aguarda silencioso para desvelarnos, una vez en su interior, los secretos de un tiempo pasado donde él fue protagonista de un capítulo más de la historia de nuestra región.
El Castillo de Castellanos, de propiedad privada, se ubica en el interior de una finca particular. En caso de desear visitar el monumento, lanzamos desde este blog una serie de recomendaciones a tener en todo momento en cuenta:
1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3)
Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso
de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los
mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5)
Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los
propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra
intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso
de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.