El pasado día 24 de octubre tuvo lugar en el Convento de la Coria de Trujillo, sede de la Fundación Xavier de Salas, la celebración del VI Encuentro de Blogueros de Extremadura. En esta ocasión, la temática sobre la que versaba la jornada era "Rutas para descubrir Extremadura".
Un año más finalizó el evento con la presentación de un libro repleto de artículos, rutas para ser más exactos, elaboradas mayoritariamente por blogueros extremeños, o bien relacionados con la región o asentados en Extremadura, que han querido dar a conocer a través de infinidad de circuitos dibujados dentro de la geografía regional, el inmenso y rico patrimonio natural, histórico, artístico y cultural de nuestra Comunidad. Extremadura: caminos de cultura quiso sumarse a la publicación, elaborando dos rutas con las que poder conocer mejor dos aspectos muy concretos de la región. La primera lleva por título "El mudéjar pacense en sus torres-fachada más destacadas". El segundo, por su parte, está dedicado a "Dos conventos franciscanos en ruinas de La Raya: Madre de Dios y Moncarche".
Para todos aquellos que no pudisteis acudir al evento ni contáis con un ejemplar de la nueva publicación, os dejo a continuación la primera de las rutas, publicando la segunda en semanas próximas, para que así también vosotros, visitantes y seguidores del blog, podáis conocer mejor nuestra región, en esta ocasión a través del mudéjar pacense en sus torres-fachada. Espero que os guste.
EL MUDÉJAR PACENSE EN SUS TORRES-FACHADA MÁS DESTACADAS
Cuando, a partir de 1.609, se decreta la expulsión de
los moriscos de las tierras de España, no todos los descendientes de
musulmanes andalusíes fueron, al contrario de lo que la cultura
popular indica, exiliados del país. La expulsión, dividida en
cuatro fases temporales que intentaban hacer más fácil la
deportación previniendo una posible resistencia, enfocadas hacia los
diversos grupos moriscos asentados en desigual porcentaje en los
diferentes reinos, regiones y localidades del país, eximía a los
niños menores de cuatro años y sus ascendientes, a los menores de
seis y a ambos padres, en caso de ser hijos de cristiano viejo y
morisca, así como a las familias cuya sincera conversión pudiera
ser demostrada. A esto habría que sumar el arropo hacia múltiples
moriscos que, residiendo en poblaciones de escasa identidad
musulmana, eran respetados por vecinos y concejos, incluso por
eclesiásticos relevantes, que al no ver peligro religioso en ellos y
sí un menoscabo en la economía local con su partida, hicieron caso
omiso de los decretos de expulsión y de sus continuas prórrogas,
hasta que, consciente el gobierno de lo inútil que sería seguir
exigiendo el cumplimiento total del proyecto, daría en 1.614 por
finalizada la obra.
Sin embargo, sí hubo algo que sufrió un revés
irreversible en la España del momento. Si bien el programa de
expulsión morisca no logró deportar a toda la población de origen
musulmán, sí se logró el fin definitivo de la práctica y uso de
directrices islámicas, afectando no sólo a leyes, ritos y
costumbres, sino inclusive a una tendencia artística considerada
plenamente ibérica y nacida, siglos atrás, fruto de la convivencia
pacífica que musulmanes y cristianos supieron forjar bebiendo del
saber andalusí bajo el mandato de los reyes cristianos. El bautizado
como arte mudéjar, caracterizado por ser herencia del arte
hispano-musulmán al servicio del mundo cristiano, quedaría
extinguido con la supresión total y absoluta del ejercicio de toda
herencia cultural islámica. Afortunadamente, durante los varios
siglos previos en que los alarifes y albañiles mudéjares y moriscos
estuvieron en activo, supieron éstos embellecer y enriquecer pueblos
y ciudades a lo largo y ancho de toda Castilla y Aragón, Portugal en
menor medida, requeridos por nobles y monarcas, religiosos y laicos,
admiradores de su arte y de sus inconfundibles construcciones que
quedarían englobadas en famosas escuelas y focos como la toledana,
con ejemplos formidables en Toledo o Guadalupe, la aragonesa,
reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, o la
andaluza, con el palacio de Pedro I en el Alcázar sevillano como
muestra capital.
Arriba y abajo: destacan dentro de Tierra de Barros las mudéjares torres-fachada de las parroquias de Santa María de Gracia, en Palomas (arriba), y de Santa Olalla, en Puebla de la Reina (abajo), erigidas siguiendo los cánones más característicos del mudéjar pacense, exultante en una generosa decoración a base de arcos polilobulados, frisos cerámicos, series de arquillos ciegos y almenas de grada, que hacen de este par de torres-fachada hermanas dos de los ejemplos más hermosos de la región.
Extremadura no quedaría exenta de la influencia
artística de los mudéjares, y a Guadalupe habría que sumar un
destacado número de relevantes obras religiosas, como el ábside
románico-mudéjar de Galisteo, la ermita del Salor en Torrequemada o
el Convento de Tentudía en Calera de León, un sinfín de ricos
artesonados en palacios y parroquias, o humildes casas de arcos de
ladrillo y ventanas geminadas, como las enclavadas en los casos
antiguos de Cáceres o de Badajoz. Sin embargo, despuntarían en la
región los artesanos y arquitectos mudéjares y moriscos del centro
y sur de la provincia de Badajoz, tierra que, cercana a Andalucía,
acogería a un mayor número de herederos islámicos frente a una más
castellana Alta Extremadura, con Hornachos como núcleo capital, e
importantes comunidades en Benquerencia o Magacela, vigiladas de
cerca por el Tribunal inquisitorial asentado en Llerena. El mudéjar
extremeño bebería del toledano y del andaluz, pero, a su vez, en su
desarrollo y madurez ofrecería características y soluciones propias
que desembocarían en una peculiaridad arquitectónica particular y
ampliamente compartida entre las parroquias pacenses sobre las que
se vertió este estilo entre los siglos XV y XVI, conjugado muchas
veces con el gótico tardío: las torres-fachada.
Desde Alange hasta Llerena, de La Morera hasta Casas de
Don Pedro, las torres-fachada se expandieron principalmente a lo
largo y ancho de la mitad oriental de la actual provincia de Badajoz,
con aglomeración de ellas en comarcas como Tierra de Barros o la
Campiña Sur. Sobre los pies de los templos parroquiales y de los
edificios religiosos principales, se erigían campanarios en elevados
torreones que simulaban proteger la puerta, habitualmente bajo arco
conopial o directrices propias del gótico isabelino, abierta para
entrada de los fieles al interior del santuario, al cual y desde
ellas habían sido llamados los mismos a fin de celebrar los oficios
religiosos que iban a tener lugar en su interior. El ladrillo,
ayudado de la mampostería sin que faltase el sillar, sostenía obras
donde un generoso número de ventanales miraban al exterior desde sus
cuerpos superiores, coronados con ornamentales almenas de grada,
decorados en pisos más bajos con azulejería, arquerías ciegas y
dibujos geométricos en relieves de claro sabor exótico y gusto
musulmán sometidos a la más básica labor eclesiástica católica,
en una hibridez artística heredada de una convivencia medieval que
supo perdurar tardíamente entre el pueblo español en general, y
extremeño en particular, en una simbiosis que, si bien declara el
sometimiento de una cultura a otra, también demuestra la admiración
hacia el saber de la minoría, mostrándonos las bases de nuestra
historia y de nuestra cultura.
Arriba y abajo: cercana a Palomas y Puebla de la Reina se ubica la localidad de Hornachos, conocida antaño como el pueblo de los moriscos por el altísimo porcentaje que de éstos vivían en el municipio, origen muy posible de la mayoría de alarifes y albañiles que con sus manos construyeron las torres-fachada cercanas según el arte heredado de sus antecesores, de los que recibieron también el enclave donde nacieron, construido en plena sierra homónima a la población, rica en fuentes y cultivos y apta para la observación del gran número de aves que anidan entre sus roquedos.
Abajo: Hinojosa del Valle, a camino entre Hornachos y Zafra, conserva una torre-fachada mudéjar en su parroquia de la Asunción, recortada en altura a raíz de un terremoto, luciendo una austeridad que la acerca morfológicamente a sus hermanas de Fuente del Maestre y Puebla de Sancho Pérez.
La ruta que ofrecemos, a realizar en vehículo y a
llevar a cabo durante dos jornadas completas, bien consecutivas o
salteadas en el tiempo, intentará acercarnos al mudéjar pacense a
través de sus torres-fachada más destacadas, acercándonos a once
de los más de quince ejemplos que de las mismas sobreviven en
nuestra región, recorriendo para ello amplias zonas de las comarcas
de Tierra de Barros, Zafra-Río Bodión y Campiña Sur, atravesando
en nuestro viaje parajes de inconfundible sabor extremeño cuyos
paisajes podemos disfrutar hoy en día bajo horizontes muy semejantes
a los que pudieron vislumbrar los mudéjares y moriscos que tuvieron
en nuestra región su lugar de nacimiento y hogar, residiendo en
apacibles zonas de riqueza acuífera, como la Sierra Grande de
Hornachos, o llanuras donde la dehesa desemboca en inmensos campos de
olivares y cereales, regados por incesantes regatos nacidos a los
pies de las estribaciones norteñas de Sierra Morena, junto a Reina y
Fuente del Arco.
Comenzará nuestro viaje y primera jornada en la
localidad de Palomas, por ser ésta de las varias que vamos a visitar
la más cercana al centro regional, así como a la capital regional o
inclusive núcleos destacados como Almendralejo. Palomas queda unida
a la ciudad del vino a través de la carretera regional EX-212, de la
que dista 27 kms. La silueta de su alta torre-fachada sobresaliendo
de entre el caserío nos dará la bienvenida ya desde la distancia,
antojándosenos parecerse más un alminar que el campanario cristiano
de la iglesia de Santa María de Gracia. Sus cuerpos reúnen las
características arquitectónicas y decorativas propias del mudéjar
pacense, ofreciéndose, junto a la cercana torre-fachada de Puebla de
la Reina, con la que comparte dimensiones, directrices y
ornamentación, como dos de las torres-fachada mudéjares más puras,
elaboradas y hermosas de aquéllas con que cuenta Badajoz, donde los
arcos conopiales y las arquivoltas de ladrillo que marcan sus
portadas, son custodiadas por pilastras cilíndricas laterales que,
en su elevación, se acercan a los arcos polilobulados que conforman
los vanos de la torre, ciegos en el cuerpo medio y abiertos en el
superior. A Puebla de la Reina y su Parroquia de Santa Olalla se
llegará desde Palomas siguiendo el trazado de la carretera regional
EX-210, con apenas 5 kms de separación.
Arriba y abajo: Fuente del Maestre y Puebla de Sancho Pérez, enclavadas ambas en las proximidades de Zafra, comparten la característica de lucir torres-fachada en sus parroquias respectivas, de un solo cuerpo de campanas la primera, y doble en la segunda, pero ambas erigidas sobre una sobria base de mampostería sin destacada ornamentación, que sí figura en la cúspide, a base de arcos polilobulados, arquillos ciegos y almenas de grada.
Bajando 14 kms hacia el Sur por la EX-344, atravesaremos
parte de la Sierra Grande de Hornachos, declarada Zona de Interés
Regional, en cuya falda suroccidental se enclava el municipio que le
da nombre, conocido popularmente como el pueblo de los moriscos por
haberse reunido allí antaño la mayor comunidad que de éstos había
en Extremadura, cuna de la mayoría de los alarifes y albañiles que
diseñaron y levantaron las obras mudéjares de esta zona de la
región. Su parroquia de la Virgen de la Concepción se ofrece como
obra cumbre en el arte mudéjar regional, siendo paradójicamente su
torre-fachada elevada en el siglo XVII, en un estilo barroco que
rescata, sin embargo, directrices de cercanas torres mudéjares. La
parada en la localidad nos permitirá, por otro lado, no sólo pasear
por las mismas calles que deambularan los moriscos que forjaran la
República de Salé, sino también acercarnos a través de la llamada
senda moruna, a realizar a pie y de dificultad media, a su castillo
árabe, desde cuyas ruinas podremos obtener vistas inmejorables de la
población y de la comarca, así como de la Sierra Grande y de las
múltiples fuentes que nacen de entre sus valles, alimentando, aún
hoy en día y como lo hicieran desde tiempos andalusíes, los huertos
y cultivos del lugar, enclavados entre riscos y roquedos que los
buitres leonados toman como base donde anidar, sin que falten
rapaces, como el águila perdicera, que nos sobrevuelen.
Acercándose el mediodía, dejaremos Tierra de Barros
para dirigirnos hasta Zafra, conduciendo para ello por la carretera
BA-079 para así atravesar no sólo Hinojosa del Valle, a 14 kms
desde Hornachos, y conocer la torre-fachada mudéjar de su parroquia
de la Asunción, más sencilla, austera y baja que sus hermanas de
comarca, debido esto último a un antiguo terremoto, sino también
para circular junto a la presa que sustenta las aguas del río
Matachel, donde no faltan aves acuáticas, como las anátidas o las
garcillas, que ver nadar o repostar, recorriendo seguidamente amplios
campos de suaves colinas cuajadas de olivares y viñedos, que harán
recordar al viajero sin envidiar semejantes parajes andaluces más
renombrados.
Arriba y abajo: una de las más esbeltas, altas y conocidas torre-fachada de la región es, sin duda, la que sobresale en la parroquia de Nuestra Señora de la Granada de Llerena (arriba), resultado arquitectónico de la simbiosis entre los estilos gótico, mudéjar y renacentista cuya comunión artística es asimilada también en otros ejemplos comarcales, como puede observarse en la parroquia de Santiago, de Casas de Reina (abajo).
Abajo: en las cercanías de la localidad de Fuente del Arco, fronteriza con la provincia sevillana, se ubica la Ermita de la Virgen del Ara, "Capilla Sixtina extremeña" abierta desde su galería de arcos mudéjares a las estribaciones norteñas de Sierra Morena, en un bello paisaje serrano que cierra la Campiña Sur en su flanco meridional.
Tras desembocar en la carretera nacional N-630 y
meternos, orientándonos hacia el sur, en la vía N-432 en dirección
a Zafra, alcanzaremos la conocida como “Sevilla la Chica” tras
conducir 30 kms desde Hinojosa. Zafra no nos puede ofrecer
torre-fachada mudéjar, pero sí una interesante muestra de este arte
repartido entre las calles de su casco antiguo, sobresaliendo las
arcadas de sus plazas Grande y Chica, así como varias ventanas
geminadas, frisos de arquillos ciegos y otras ornamentadas portadas,
entre las que destacaríamos la de la Casa del Ajimez. Es también un
buen lugar donde descansar mientras disfrutamos de la cocina más
regional para después, una vez recuperados, continuar la jornada
visitando dos localidades muy cercanas a ésta, custodias de dos de
las torres-fachada con que cuenta la comarca de Zafra-Río Bodión.
Una de ellas será Fuente del Maestre, a 14 kms de Zafra siguiendo el
trazado hacia Badajoz de la N-432 y desviándonos por la carretera
EX-362. La otra, Puebla de Sancho Pérez, a tan sólo 2 kms, por la
vía BA-160, de la capital comarcal. Sendas torres-fachada, de la
iglesia de la Candelaria y de la parroquia de Santa Lucía,
respectivamente, se ofrecen, al igual que la de Hinojosa, austeras en
sus mampuestos cuerpos inferiores, más ornamentadas en sus
enladrillada parte superior, donde no faltan, en sendos ejemplos,
hiladas de arquillos ciegos coronadas con almenas en grada.
Hay de Zafra a Llerena, viajando por la N-432, 43 kms de
distancia que recorreríamos para visitar el último municipio de
esta primera jornada, o primero de la segunda si deseamos realizar la
ruta en días alternos. Llerena nos espera, como Zafra, repleta de
ejemplos mudéjares a descubrir deambulando por sus encaladas calles
sureñas, con arcos de ladrillo en el lateral norte de su Plaza de
España, y un sinfín de enladrillados dinteles y diversas ventanas
geminadas. Sin embargo, sobre el caserío, así dentro del pueblo
como en la distancia, sobresale por su grandiosidad métrica y su
majestuosidad artística la torre-fachada de su parroquia de Nuestra
Señora de la Granada, tesoro monumental y acertada comunión
gótica, mudéjar y renacentista, que sorprende al visitante junto a
la balconada que desde el templo mira hacia la Plaza Mayor, asientos
y mirador del Santo Oficio durante los autos de fe levantados bajo
el arte ejecutado por los mismos que más tarde serían vigilados por
semejante tribunal.
Arriba y abajo: la torre-fachada de la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Valverde de Llerena (arriba), fue, al parecer, un ensayo previo a la construcción simbiótica en estilos de su hermana llerenense, mientras que en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, de Ahillones (abajo), triunfa fundamentalmente el arte renacentista, sin que por ello dejen de descubrirse influencias mudéjares en lobulados arcos y magistral uso del ladrillo.
Casas de Reina, a 6 kms de Llerena, surge junto a la
carretera EX-200, a poca distancia del castillo de Reina, auténtica
atalaya desde la cual contemplar tanto las ruinas romanas de Regina,
como las llanuras cerealísticas que inundan la Campiña Sur en su
vertiente norte. Sobre el pueblo, la torre-fachada de su templo de
Santiago se presenta, como en Llerena, a modo de simbiosis, con una
marcada influencia mudéjar en sus cuerpos inferiores y su portada
rematada en perfilado arco conopial bajo alfiz. También híbrida
será la torre-fachada de Valverde Llerena, población a la que habrá
que llegar pasando antes por Fuente del Arco, que dista 9 kms de
Casas de Reina. Es muy recomendable desviarnos en esta población por
el camino que conduce hacia la Mina la Jayona, declarada Monumento
Natural. Poco antes de alcanzar tal paraje, un sendero acerca al
visitante a la Ermita del Ara, a 7 kms del municipio fuentelarqueño,
donde una bella arcada mudéjar antecede el acceso a la “Capilla
Sixtina extremeña”, en un enclave que legendariamente antaño
habitaran el rey Jayón y su hija Erminda, y que hoy se ofrece como
joya natural donde disfrutar, entre olivares y dehesas, de un
paisaje serrano fronterizo con la vecina Sevilla.
De Fuente del Arco a Valverde de Llerena distan 10 kms,
a recorrer bajando las estribaciones de Sierra Morena hacia las
llanuras de la Campiña Sur por la carretera BA-149. La torre-fachada
de su parroquia de la Inmaculada Concepción fue, al parecer, un
ensayo previo a la construcción de su vecina llerenense.
Gótico-mudéjar en su parte inferior, con portada y coronamiento
renacentistas, recuerda con su ojo de buey en estrella de ocho puntas
y sus pilastras redondeadas, otros ejemplos hermanos de Tierra de
Barros. No ocurre así con la torre-fachada de Ahillones, a 7 kms de
Valverde, unida con ésta por la carretera BA-148. Es el estilo
renacentista el que se descubre mayoritariamente en la torre de su
iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, sin que sea difícil
tampoco adivinar la influencia mudéjar, no sólo por el magistral
uso del ladrillo en ella, sino también por el uso de lobulados arcos
de herradura abiertos en su campanario.
Arriba y abajo: enclavada al norte de Llerena, Valencia de las Torres conserva la torre-fachada gótico-mudéjar de su parroquia de la Asunción (arriba), a la que podremos llegar tras atravesar los inmensos campos cerealísticos que nutren una gran parte de la Campiña Sur, enmarcados por los horizontes serranos que recortan las siluetas de la Sierra Grande de Hornachos, en las estribaciones norte de la comarca, o la propia Sierra Morena, cerrándola al Sur.
Llegados a la carretera nacional N-432, el viajero podrá
optar por descansar y degustar las viandas de la comarca y región
nuevamente en Llerena, distante 14 kms de Ahillones, para después
acercarse a Valencia de las Torres, o continuar el sentido hacia
Córdoba y parar en Azuaga, desde cuyo Castillo árabe de Miramontes
poder observar la Campiña y las montañas fronterizas de Sierra
Morena, o bien visitar la soberbia torre-fachada de su iglesia de la
Consolación, que si bien no es mudéjar, se presenta como uno de los
más bellos ejemplos del gótico tardío de la región. Valencia de
las Torres se ubica al Norte de Llerena, a 22 kms de distancia,
alineada con ésta por la vía EX-103. Los campos que la envuelven,
llanuras cerealísticas salpicadas de olivares y algún encinar,
quedan enmarcadas septentrionalmente por la silueta de la Sierra
Grande de Hornachos, no siendo difícil al atravesar estos campos
observar la más común fauna ornitológica de la zona, encabezada
por la avutarda. La torre-fachada de la iglesia de la Asunción nos
recordará a los humildes ejemplos de Hinojosa o de la comarca de
Zafra-Rió Bodión, donde una gran mole de mampostería, rota por una
ventana apuntada bajo alfiz, y otra geninada, culminará en un cuerpo
enladrillado donde una doble fila de vanos comunican el campanario
con el exterior.
De Llerena a Azuaga, por la N-432, hay 30 kms de
distancia, mientras que de Azuaga a Granja de Torrehermosa, última
localidad a visitar en nuestra ruta, distan 11 kms, por similar vía
de comunicación. La torre-fachada de su iglesia de la Concepción,
declarada Monumento Histórico-Artístico de España, da
acertadamente nombre a la población. Del arco apuntado rematado en
conopial que conforma su portada delantera, surge toda una enredadera
de labor mudéjar sobre diseño gótico, compuesta por una serie de
gabletes o cuerpos triangulares sobrepuestos en calles y filas que
elevan la mirada hacia el doble campanario que cierra la composición,
en tan elevada altura que, sin conocerse aún los motivos que
llevaron a erigir un templo de tal grandiosidad en población tan
menuda, no permite generar dudas en cuanto a clasificar la obra como
una de las magistrales dentro del mudéjar tanto pacense como
español.
Arriba: antes de abandonar Extremadura en su frontera con Córdoba, Granja de Torrehermosa ofrece al visitante el porqué de su curiosa nomenclatura, acertada tras observar frente a nosotros la inmensa y extraordinaria mole de la torre-fachada gótico-mudéjar que se eleva altiva al frente de la parroquia de la Concepción, declarada Monumento de interés Histórico-Artístico de España en 1.931.