Arriba y abajo: erigido sobre un altozano inscrito en el flanco sureño de la población, el torreón de Puebla del Maestre destaca aún sobre la silueta del caserío pese a haberse visto despojada la obra arquitectónica del resto de paredones y elementos edilicios contiguos con que cumplimentase éste la fortaleza que en el lugar constituyese todo un castillo de supuesta planta cuadrangular, planimetría hermanada quizás con la vista en algunas de las fortificaciones erigidas en varias de entre las diversas localidades que conformaron el Señorío de Feria, ocupando la torre preservada la esquina suroccidental del mismo, convertida, según algunos autores, en torre del homenaje cuya vertiente meridional (arriba), dirigida al exterior del inmueble castrense capitaneando el frente sur de la población, ofreciese una robustez apenas rota, tras el posible tapiado de un presunto ventanal original abierto en la zona occidental superior -vestigio quizás de un almenado primigenio sobre el que posteriormente se prolongase el inmueble, o verificación de la remodelación de la torre una vez derrumbado el tercer cuerpo que al parecer prolongaba inicialmente su altura-, por alguna aspillera de naturaleza latericia (abajo y siguiente), así como un matacán inscrito en el segundo cuerpo de la obra del que restan aún hoy en día tres pétreas ménsulas de sujección (abajo, tercera imagen), verificando el carácter militar del monumento.
Arriba y abajo: prácticamente similar en aspecto el flanco occidental del torreón puebleño a su hermano meridional, muestra éste sin embargo en el segundo cuerpo de los dos que componen la obra torreña (arriba), fabricada en su práctica totalidad fundamentalmente a base de mampostería y cierto sillarejo en sus 25 metros de altitud, un ventanal abierto (abajo) tras superarse la línea de separación entre el cuerpo base, de 12 metros de anchura correspondientes a cada uno de los laterales del cuadrado que conforma el plano del mismo, y el cuerpo superior, de esquinas recortadas o achaflanadas entre murales exteriores (abajo, siguiente), bordeado el vano, al igual que la aspillera inferior a éste así como restantes saeteras del edificio, de un marco latericio cuyo material complementa la fábrica pétrea del monumento, constituyendo las sucesivas líneas ornamentales que discurren horizontalmente a lo largo de toda la atalaya a modo de verdugado, triplicado en el cuerpo inferior, doble en el superior, a los que se sumaría el dispuesto como frontera entre ambos cubos, rehabilitado el remate edilicio del supremo, antes desmochado, tras la última obra de restauración ejecutada sobre el bien pocos años atrás.
Arriba y abajo: si bien algunos autores barajan como fecha de construcción de la primitiva fortaleza de Puebla del Maestre la franja cronológica comprendida entre finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV, adquirida, y no edificada, la mole castrense por D. Alonso de Cárdenas en 1.475 a la Orden Militar de la que el mismo fuese último maestre, entre los flancos norteño (arriba) y oriental (abajo), sobreviven partiendo de los puntos de unión de cada uno de estos laterales con el chaflán que recorta la totalidad del ángulo formado entre los mismos, vestigios de los paredones que a modo de muralla unirían la torre con el resto del castillo (abajo, siguiente), supeditados por sendos contrafuertes (abajo, imagen tercera) a modo de refuerzo tanto edilicio como defensivo en este enclave de la obra.
Abajo: custodiado por un matacán del que se ha logrado conservar cuatro ménsulas de sujección, perdidas casi la totalidad de éstas en el flanco oriental -desaparecidos los posibles matacanes hermanos dibujados sobre los bordes supremos de los laterales occidental y septentrional-, el chaflán recortado entre los muros de levante y norteño, inscrito primitivamente en el interior del recinto militar, ofrece a cierta altura del nivel del suelo la que pudo ser portada de entrada original al superviviente torreón (abajo), conservados los quicios pétreos que bajo el dintel latericio de acceso sirviese al engranaje de las puertas de cierre de la misma, tapiada en la base del muro de naciente la abertura que, tras el abandono y demolición de la fortaleza, permitiera la subida a la atalaya preservada, tal y como pudo llevar a cabo D. José Ramón Mélida a comienzos del siglo pasado, verificando la división del interior torreño en tres niveles, espacioso el inferior a fin de poder ser presuntamente utilizado como mazmorra o almacén, abovedado el segundo, con acceso mediante escalera de caracol a la techumbre y terraza de coronamiento, abiertos a la zona central los vanos atisbados desde el exterior de la obra, así en el flanco occidental como en el muro del Este (abajo, siguiente), o en la propia ochava nororiental (abajo, tercera imagen), conservados en todos ellos los quicios, bordeada esta última de una serie de alfices latericios en abocinamiento del ventanal, muestra y verificación de la intervención de mano mudéjar en el monumento.