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jueves, 31 de diciembre de 2020

Tiempo

 

 Tiempo.

 

Cuán veloz, fingiéndote lento.

Fingiendo ser atento,

no atiendes a lamento

alguno. Sin bondad,

te ofreces impertérrito.

 

Tiempo.

 

Eres viento.

Tu inflexible soplo levará

todo ser. Todo elemento.

Erosionas hasta mecer

pavesas del creído recio.

 

Tiempo.

 

Inerme ante ti,

permíteme al menos

surcar tu regazo

junto a mis recuerdos.

 

Que el tiempo nos permita poder disfrutar juntos, descubriendo y saboreando nuestra región, un año más.

¡Feliz 2.021!

 

Samuel R.C.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Imagen del mes: Portada de la Casa del Patio, en Talarrubias

 

Destacando sobre el desnudo encalado que luce el resto de la fachada, una portada de factura barroca protagoniza el frontal de la conocida como Casa del Patio, abierta sobre la céntrica avenida de Extremadura dentro del corazón poblacional talarrubiano, hoy propiedad consistorial, antaño presunto convento franciscano cuyo emblema monástico centra el panel cerámico que corona el dintel de la puerta de entrada,  superpuesto sobre éste a su vez un pequeño retablo en azulejos protagonizado por la Virgen María en su acepción como Inmaculada Concepción, eje de una composición arquitectónico-ornamental donde la azulejería es protagonista, usada igualmente ésta en los dos escudos que cierran en sendas esquinas supremas el diseño, así como sobre la cornisa y dentro de los tímpanos del frontón bipartido que sobre pilastras istriadas enmarcan el portón, siguiendo un dibujo donde la simbiosis entre la riqueza compositiva, la evolución de las formas clásicas, el triunfo del catolicismo contrarreformista y la publicidad nobiliaria, junto al empleo de un material económico, recuerda el gusto y el desarrollo del arte Barroco en la España post-imperial.

Talarrubias (Badajoz). Siglo XVIII; arte barroco. 

 

Arriba y abajo: siguiendo modelos ofrecidos en otras muchas portadas edilicias religiosas de la época, la Casa del Patio talarrubiana, presuntamente primitivo convento franciscano inserto dentro del casco urbano de tal población siberiana, llamado popularmente bajo esta nomenclatura por dar acceso su fachada a un patio interior, posible antiguo claustro del monumento, retoma aquella idea arquitectónica que presenta el inmueble conventual enmarcado entre columnas (arriba), pilastras en realidad, bases de un fingido entablamento sobre el que quedaría supeditado un frontón partido, abierto en pos del alojamiento de un también simulado híbrido entre espadaña y hornacina, sede de un pequeño retablo cerámico mariano compuesto de piezas cuadrangulares de 14cms. por lado, coronado con arco escarzano sobre el que descansan sendos pináculos laterales y céntrica cruz latina, rezando bajo él la epigrafía que ilustra al espectador, viandante o visitante sobre la compañía que regenta el lugar, Hermandad General del Reverendo Padre San Francisco, cumplimentada con sendos escudos de la orden monástica franciscana, figurando dentro del mismo epígrafe el blasón de las cinco llagas o heridas sangrantes de Cristo, así como bajo él, inserto en un gran panel cuadrilobulado enmarcado entre molduras y volutas (abajo), la divisa donde el brazo del santo fundador se entrecruza con el de Cristo,  compartiendo estigmas frente a la cruz los considerados primer y segundo Jesucristos, coronado el distintivo y bordeado con cordón franciscano, ocupando un espacio rectangular bordeado a la par por una serie de angelotes así como representaciones florales, lirios y azucenas, donde, sin olvidar la simbología mariana que ofrecen éstos, los tonos amarillos, verdosos, azulados y ocres permiten resaltar la labor ceramista por su colorido frente al blanco inmaculado del frontal del vetusto cenobio.

Abajo: repitiéndose dentro del panel cerámico la misma arquitectura, a base de pilastras y arco depositado sobre ellas, que en el exterior encuadra la obra pictórica, aparece centrando la ornamentación que presenta la talarrubiana Casa del Patio una imagen de María como Inmaculada Concepción ascendiendo a los cielos supeditada por el Espíritu Santo en forma de paloma blanca, acompañada de una corte celestial conformada por angelores y querubines, ofreciéndose, tal y como se creyó era descrita en el versículo 1º del duodécimo capítulo del Apocalipsis de San Juan, con la luna bajo sus pies e investida con aureola de estrellas, vestida a su vez con los tonos azulado y blanco que harían referencia respectivamente a su pureza y eternidad, rodeada la que fuese tomada como patrona por la orden franciscana en 1.621, de diversos elementos y simbología o armas marianas, nacidos fundamentalmente de las letanías o rogativas a la Madre de Dios, tales como la palmera -pináculo izquierdo-, la ciudad -base de la cruz de coronamiento-, la nave del mar  -pináculo derecho-, sol y luna - bases de las pilastras-, dispersos otros muchos de éstos entre la serie cerámica del entablamento y los paneles de azulejería que cumplimentan los espacios internos del partido frontón (abajo, siguientes), adivinándose en el friso, a la izquierda de la epigrafía de presentación de la casa, la fuente, la luna, el lirio y la estrella, con el pozo, el árbol, el ciprés, la rosa, la escalera de Jacob y nuevamente el sol, la ciudad y la nave del mar en la porción de tímpano que supedita este enclave de la portada (abajo, imagen tercera), observándose en el espacio paralelo el espejo, nuevos pozo, fuente y luna, o sendos huertos o jardines cerrados que, junto a la torre y la puerta o puente figuran por duplicado (abajo, imágenes cuarta y quinta), claro ejemplo de la amplia publicidad y férrea defensa de la advocación concepcionista llevada a cabo por los seguidores de San Francisco de Asís a través de su prédica, ya fuese haciendo uso para ello, como en el caso de Talarrubias, del arte depositado sobre la portada de su propia casa.

 

 

Arriba y abajo: cumplimentando el diseño arquitectónico, siguiendo el paralelismo que a partir de la puerta de acceso se da en todo el frente de la obra, además de los elementos que constituyen la composición clásica, como el pareado de columnas o las volutas sobre régula y gotas que las superponen, o los vanos abiertos al espacio público ofrecidos también en dúo y práctica simetría, así en ojos de buey junto al frontón, ventanales rectangulares enrejados cercanos al pie de calle, destacan hermanados en sendas esquinas superiores dos marcos cuyos interiores albergan llamativos ejemplares heráldicos timbrados con cascos (arriba), nuevamente en coloridos paneles cerámicos atribuidos, como el resto de obra en azulejería, a algunos de los talleres que dedicados a esta industria artesana se enclavasen en la Sevilla barroca dentro del barrio de Triana, próximo según diversos autores al artista ceramista bautizado como Maestro de Palma Gallarda, bien proviniendo de su mismo alfar o de alguno relativo a su círculo creativo alrededor de los años 20 del siglo XVIII, fecha en que se eregiría la casa para la que la obra pictórica fuese destinada, bajo posible mecenazgo de las familias nobles allí mismo representadas, correspondiendo el blasón sito a la izquierda del espectador a la familia Arias Ribadeneira Zúñiga, asentada por tal fecha en la localidad talarrubiana, siendo D. Sebastián de Arias Ribadeneyra nombrado capellán del Duque de Béjar, señor éste, poseedor a su vez del título de Vizconde de Puebla de Alcocer, del lugar, dándose así una relación señorial entre ambas localidades que muy posiblemente también se ejerciese en lo religioso, levantado en el siglo XVI en la Puebla un convento franciscano bajo la advocación de Santa María de la Paz, más conocido como de San Francisco, dependiente de la Provincia de los Ángeles que fundase a fines del siglo XV Fray Juan de la Puebla, vinculada fundamentalmente con localidades del Norte de las provincias de Córdoba y Sevilla cercanas a Belalcázar, de donde el reformador llegase a poseer antes de su conversión monacal la propiedad del título condal, pudiendo depender el inmueble monacal talarrubiano del convento alcocereño, quizás abierto más el primero como casa-enfermería franciscana que como propio cenobio de la orden en sí, llamando la atención, además de la no constatación de fundación franciscana en el lugar, la respuesta remitida desde la localidad talarrubiana ante el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1.791, negando la existencia de convento alguno en la población, confirmando sin embargo la presencia de un hospital, corriendo quizás finalmente la Casa del Patio la misma suerte que el convento de la Puebla, víctima del proceso desamortizador que acabaría en el siglo XIX con la práctica totalidad de inmuebles monacales a nivel tanto regional como nacional.

Abajo: si bien el uso de la azulejería en portadas y exteriores de edificios erigidos bajo las directrices del arte Barroco es ampliamente empleado, dentro de la Península Ibérica, en tierras portuguesas, despuntando en España en zonas como la andaluza, aunque no sea Extremadura una región que destaque en este respecto en el panorama nacional, ejemplares como el preservado en la Casa del Patio talarrubiana permiten poder saborear dentro de nuestra comunidad una extraordinaria pieza sin que el muestrario, sin embargo, se quede en Talarrubias, pudiéndose descubrir la utilización de azulejería y paneles cerámicos en diversas portadas barrocas instaladas a lo largo de nuestra geografía, vinculadas tanto a edificios civiles o palaciegos, como a otros de variado uso religioso, observándose en la misma comarca de La Siberia e inmediata localidad de Puebla de Alcocer el empleo del azulejo como ornamentación en dos obras edilicias fechadas entre los siglos XVII y XVIII, conocidas como casas de los Arévalo y de los Chacones (abajo, y siguiente), sitas en las calles San Francisco y Pedregosa respectivamente, repitiéndose el uso del frontón partido sobre entablamento y pilastras visto en el primitivo cenobio talarrubiano, también dado en la igualmente Casa de los Chacones, o popularmente del Conco, dentro del casco histórico de Herrera del Duque (abajo, imagen tercera), ubicada en la calle de San Juan y vinculada con la Encomienda de Alcántara, coronada su fachada con dos azulejos heráldicos, pertenecientes respectivamente a la Orden franciscana -simbiosis entre sus dos blasones- y al Santo Tribunal de la Inquisición -sobre cruz dominica-, custodiando éstos un retablo cerámico dedicado, tal y como se hace mención en el mismo, a la Virgen del Rosario -Regina Sacratissimi Rosari ora pronobis-, representada María como Theotokos acompañada de Santo Domingo de Guzmán y un orante -posible mecenas de la obra-, observándose no lejos de allí, en la herrereña calle Convento y portada abierta a los pies de la antigua iglesia del que fuese Convento franciscano de la Purísima Concepción, dos paneles de azulejería barroca más (abajo, imagen cuarta), centrados respectivamente cada uno por sendos emblemas representativos de la Orden fundada por el santo de Asís.



Abajo: permitiendo los modelos de Talarrubias, Puebla de Alcocer y Herrera del Duque situar La Siberia extremeña en cabeza a la hora de examinar el uso de la azulejería como ornamentación entre las portadas diseñadas o cumplimentadas bajo las directrices del arte Barroco de nuestra región, el resto de ejemplares, sin que falten muestras en la provincia de Cáceres, así en la ermita de San Antonio de la Quebrada, reformada a partir del siglo XVII e inscrita dentro del primitivo barrio judío intramuros de la capital provincial (abajo), florecen progresivamente según se acorta la distancia con la frontera andaluza, siendo posible contemplar en la calle Mesones de Azuaga, sin olvidar la estrella y el panel que en el nº 59 de igual vía luce blasón ocupado por la cruz de la Orden de Predicadores o dominica, una reseñable muestra del uso del azulejo barroco en la fachada numerada con el número 55 (abajo, siguiente), donde el arte de algún posible alfar trianero se exhibe no sólo en el zócalo a pie de calle o en aquél friso inscrito en la cenefa ubicada bajo la cornisa que corona el frontal, sino fundamentalmente en dos retablos cerámicos que culminan la puerta de acceso a la casona, ocupado con elaborada heráldica el izquierdo, mostrando el derecho nuevo escudo familiar junto a la representación de María entronizada, siendo Santo Domingo de Guzmán quien, también dentro de la Campiña Sur, portando libro, azucenas y báculo con estandarte, acompañado de perro con antorcha encendida en su boca, ocupe la hornacina que dentro de un frontón partido y bajo la espadaña del lugar, centre la portada barroca de acceso a la ermita dedicada a tal santo burgalés en la localidad de Berlanga (abajo, imagen tercera), si bien será en Jerez de los Caballeros, cuyo antiguo Hospital de enfermos pobres luce sobre su dintel un azulejo, atribuido como la obra talarrubiana al círculo del trianero Maestro de Palma Gallarda, dedicado a San Miguel Arcángel triunfante sobre el maligno (abajo, imagen cuarta), donde podamos apreciar el que es posiblemente mejor ejemplo de contribución del azulejo a la portada barroca en Extremadura, llamando la atención dentro del retablo que presenta el acceso a la parroquia de San Bartolomé (abajo, imágenes quinta a séptima), los cuatro grandes paneles cerámicos que, como en Sevilla pudiera verse en el frente de la iglesia del Hospital de la Caridad, destacan por su dibujo azulado sobre fondo blanquecino mostrando, de izquierda a derecha y arriba a abajo, a San Antonio Abad, San Diego de Alcalá, San Antonio de Padua y San Francisco de Asís, sin que falten otras representaciones religiosas cerámicas cumplimentando el diseño arquitectónico, advirtiéndose entre baldosines ocupados por aves, flores, astros, cabezas femeninas o escenas que recuerdan a aquéllas llamadas de género, dos estampas de San José con el Niño, así como de la Virgen de la Candelaria, figurando el corazón agustiniano sobre el pétreo angelote que, labrado en el dintel de entrada, saluda al feligrés que dirige sus pasos hacia el interior de uno de los principales templos de la localidad.