Arriba y abajo: visto desde su flanco oriental (arriba), meridional (abajo), así como norteño y de poniente (abajo, siguiente), para la confección del menhir de La Cardenchosa fue utilizada una gran laja de pizarra negra que ronda los 2,5 metros de longitud, llamativa, más que por sus dimensiones, por su propia naturaleza, poco común la pizarra entre los piezas pétreas y ortostatos que componen los monumentos megalíticos enclavados tanto dentro de nuestra región como en el marco peninsular en el que se enclavan, frente a una preponderancia del granito que, sin embargo, no impide el poder descubrir el empleo de esta tipología rocosa en yacimientos contemporáneos al azuagueño, así en los dólmenes de Lagunita, en las cercanías de Santiago de Alcántara, o en otros muchos de estos prehistóricos panteones inscritos igualmente en la vertiente sureña del valle del río Tajo, apreciándose en la lasca usada en la Campiña Sur, componente del único menhir conocido dentro de tal comarca del Sureste pacense, las características alineaciones que ofrece habitualmente esta roca metamórfica, permitiendo tal esquistosidad el poder observar en el extremo superior de la cara levantina de la pieza (abajo, imagen tercera), lo que algunos autores han considerado una representación esquemática y en relieve de lo que pudiera ser un reptil de tipo latercilio, mayoritariamente considerado sin embargo un simple capricho de la piedra sin que, por el contrario, fuese extraordinario el descubrir dibujos o incisiones labradas entre las caras y flancos de un menhir, tal y como puede apreciarse en el ejemplar del Cabezo, levantado en las cercanías de Alcántara, o en piezas megalíticas utilizadas entre diversos edificios dolménicos, observándose grabados en el interior del dolmen de Magacela, figuras rupestres en el dolmen de Sierra Gorda, en la proximidades de Valle de la Serena, o lo que también algunos han creído ver como un reptil, concretamente un ofidio, en el dolmen de Guadalperal, dentro del término de El Gordo, si bien esta última representación ha sido tomada por diversos autores no como un animal sino como simbología del inmediato cauce fluvial, hoy responsable del nutrir del embalse de Valdecañas, cuyas aguas mantienen habitualmente sepultada la propia construcción prehistórica.
Arriba y abajo: no figura el menhir de La Cardenchosa aislado en su enclave, sino acompañado de dos grandes moles de naturaleza granítica que, al parecer, permanecían ya en tal lugar al igual que la pieza pizarrosa antes de darse la expansión urbanística que ha terminado por absorberlos, considerados por tal motivo como compañeros del menhir que, junto a éste, pudieron formar parte de primitivos menhires hermanos posteriormente fragmentados, o ser ellos mismos piezas megalíticas usadas como tal junto al ejemplar de pizarra, integrantes de una alineación circular o elíptica que constituyese lo que se conoce como crómlech, conformando de ser cierto un caso extraordinario en las tierras que hoy suponen la región extremeña, barajada la posibilidad de darse otra construcción de tal envergadura junto al menhir del Rábano, en las cercanías de Valencia del Ventoso, no faltando por el contrario ejemplos reconocidos de este tipo de diseño prehistórico en la vertiente atlántica de la Península Ibérica, así en las proximidades de Évora, con el Crómlech de los Almendros, conocido como Crómlech de Xerez el visto en las cercanías de Monsaraz, ambos en el interior del país luso, dándose el Crómlech de La Pasada del Abad a las afueras del municipio onubense de Rosal de la Frontera, donde curiosamente se alternan los menhires de naturaleza pizarrosa con las piezas graníticas, siguiendo una tendencia que pudiera haber sido la ejecutada en el ejemplar inscrito en la pedanía azuagueña.