Páginas

lunes, 28 de febrero de 2022

Imagen del mes: portada renacentista de la iglesia de San Andrés Apóstol, en Almaraz

 

Destacando sobre la recia fábrica de mampostería reforzada con sillares de que consta la constitución fundamental de la iglesia parroquial almaraceña de San Andrés, se abre en su lado de la epístola la única portada de acceso al templo, diseñada bajo un gusto renacentista que rescata el clasicismo de las formas frente a la sobriedad que presentan los tintes góticos del resto de la construcción, ofreciendo al viajero que, siguiendo el Camino Real de Extremadura, llevara sus pasos a este pequeño caserío del noreste de la región, una obra de buen gusto en plena tierra extremeña, así como al pueblo donde se alza, un vínculo atemporal con uno de los personajes más relevantes del Renacimiento español: el obispo de Plasencia D. Gutierre de Vargas Carvajal.

Almaraz (Cáceres). Siglo XVI; arte renacentista.

Arriba y abajo: llamando la atención desde el exterior del monumento tanto la diferencia de altura entre nave y cabecero, como la inacabada prolongación de los muros del evangelio y epístola a los pies del templo (arriba), sendos rasgos constructivos nos hablan de una inconclusa historia arquitectónica del inmueble, iniciada en el siglo XVI por orden del que fuese entre 1.524 y 1.559 obispo de Plasencia, D. Gutierre de Vargas Carvajal, respondiendo esta obra, como otras muchas repartidas por la diócesis placentina -así las parroquias de Jaraicejo, Garciaz, Berzocana o Guareña-, a la inquietud cultural y artística del teólogo madrileño que decidiría levantar, quizás sobre algún templo anterior, una nueva parroquia donde el gusto gótico se conjugase con el renacentista, latente tal simbiosis en la única nave de que consta el monumento, mostrando este enclave primitivo de la parroquia -retocado el cabecero a fin de ampliar el edificio un siglo después-, una comunión entre el arte gótico, presente en la bóveda de crucería estrellada de su cubierta donde luce el escudo del mecenas, y el triunfante Renacimiento, ofrecido éste fundamentalmente en la portada del edificio (abajo), cuya realización se debe, al parecer, al arquitecto Juan Álvarez.

 

 
Arriba y abajo: nacido presuntamente en 1.544, diversas vicisitudes, principalmente el fallecimiento en 1.561 de su maestro Pedro Ezquerra de Rozas, llevarían a Juan Álvarez a hacerse cargo de varias de las obras que éste había dejado a su muerte inconclusas dentro de la diócesis placentina, así la iglesia de San Juan Bautista de Malpartida de Plasencia, o la de Santiago Apóstol de Miajadas, englobándose dentro de este listado, al parecer, la parroquia almaraceña donde el maestro cantero dejara su huella en la portada renacentista del templo, posiblemente siguiendo trazas previas aprobadas por el obispo D. Gutierre antes del óbito de éste, acaecido en Jaraicejo en 1.559, constando ésta, elaborada en su totalidad por piedra berroqueña y centrada por un arco de medio punto enmarcado en una cenefa que simula un rehundido, de dos pares de columnas acanaladas de orden jónico sobre basamento, semejantes a los vistos en la también renacentista portada de la cercana parroquia de San Ildefonso de Serrejón -igualmente edificada bajo similar mecenazgo episcopal-, sosteniendo las mismas (arriba) un entablamento con cornisa sobre taqueado que, superando la puerta de acceso, sirve como base de un ático en cuyas esquinas, coincidiendo con la vertical de tales pilares, dos pirámides rematadas en bola culminan la obra ornamental que iniciasen los primeros, mientras que sobre el propio arco es una hornacina (abajo), rematada en cruz, la que bajo venera acoge una imagen granítica y en bulto redondo del santo titular del templo, San Andrés, acompañado éste de la cruz aspada, emblema del apóstol y signo de su martirio, mientras el santo mira a la plaza que lleva su nombre en la zona noroccidental del pueblo y corazon del Almaraz histórico, cuyo caserío aún corona hoy en día, como siglos atrás, la silueta de la parroquia que un día quiso concederle uno de los más destacados mecenas del Renacimiento extremeño.

 

viernes, 25 de febrero de 2022

Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: Las troneras de cruz y orbe en los escudos de Trujillo, en Extremos del Duero

 

Tiempo atrás, mi amigo y colega bloguero Jesús López, administrador del blog Extremos del Duero, compartió conmigo una imagen tomada en Trujillo de la portada de la que fuera dehesa de los caballos de la ciudad, en la que se podía apreciar el blasón municipal, observándose curiosamente una versión mariana en la cual la Madre de Dios parece figurar dándole el pecho al Niño. Iconografía, si bien no extraordinaria, sí poco común, que en Extremadura puede admirarse, por ejemplo, en la escultura ofrecida como patrona de la ciudad de Plasencia, bajo el título de Nuestra Señor del Puerto, o en el lienzo que representando a la Virgen de la Leche se conserva en el interior de la iglesia parroquial de la Consolación, en Arroyomolinos, tal y como ofrecimos en agosto de 2.012 desde este mismo blog.

Paseando recientemente por las calles trujillanas, caí en la cuenta del generoso número de escudos municipales que pueden apreciarse entre las vías y rincones de Trujillo, pareciéndose adivinar dentro de unos de estos blasones otro relieve mariano basado en el amamantamiento de Jesús sobre los muros de la iglesia de San Pedro, observación que quise compartir con mi colega. Verificada finalmente la inexistencia de tal expresión artística en mencionada obra,  aprovecharía la ocasión para compartir con él la pequeña colección fotográfica que pude formar basada en tales emblemas municipales, sumando ocho más a la serie iniciada por Jesús con el ejemplar de mencionada dehesa comunal, revelándose el casco urbano trujillano como uno de los enclaves municipales extremeños de los que entre sus rincones más ejemplares de escudos locales históricos pueden descubrirse.

Ojeando las imágenes, Jesús caería sin embargo en un detalle nuevo: la amplia figuración de troneras de cruz y orbe en muchos de los relieves donde, figuradamente, se representa la plaza fuerte trujillana supeditada por la Virgen que, legendariamente, apareciese milagrosamente sobre los contornos de la población en el momento de su reconquista definitiva en 1.233, a manera de auxilio hacia las tropas cristianas de Fernando III de Castilla. Bautizada así como Virgen de la Victoria, sería ésta el posterior germen de la advocación mariana tomada como patrona del lugar. Troneras de cruz y orbe de las que nos hablará Jesús a través de un reciente artículo que os invito a descubrir, mientras os dejo con la pequeña colección de escudos de la ciudad que pueden fácilmente atisbarse mientras se pasea por entre las calles y contornos de esta joya urbana extremeña, acertadamente declarada Conjunto Histórico-Artístico mediante decreto 2223/1962, de 5 de septiembre de mencionado año.

http://extremosdelduero.blogspot.com/2022/02/las-troneras-de-cruz-y-orbe-en-los.html

Arriba y abajo: ocurrido el milagroso suceso, al parecer, sobre la portada conocida hoy como del Triunfo (arriba), donde la legendaria intervención mariana ayudase a las tropas cristianas, como la nomenclatura indica, a tomar definitivamente la ciudad frente a los musulmanes el 25 de enero de 1.233, se conserva en la cara interna del posterior arco gótico de acceso una hornacina ocupada por una escultura labrada en la segunda mitad del siglo pasado de la que fuese bautizada como Virgen de la Victoria, advocación mariana que en Trujillo se forjase a raíz de tal presunto acontecimiento vinculado con este punto del entramado urbano trujillano, instalado primitivamente un lienzo que a partir del siglo XVI reflejase una iconografía ya dispersa por la ciudad a través del blasón que se diseñase como escudo de armas de la ciudad, conservado el más antiguo de entre los múltiples blasones municipales que campan entre las calles y recovecos de la población en la cara intramuros del denominado como arco de Santiago (abajo), por su conexión con la iglesia dedicada a tal apóstol, adivinándose en éste, fechado en el siglo XIV, una esquemática imagen mariana dentro de lo que fuese una estructura castrense, observándose por el contrario sobre la portada inscrita a los pies del templo de románicos inicios anexo, en el considerado segundo más antiguo escudo municipal, la ya característica simbiosis entre María y la ciudad fortificada (abajo, siguiente), con la Madre de Dios centrando el relieve, elevadada sobre un recinto amurallado y abrazada por dos altos torreones.


Abajo: fuera del recinto amurallado, en la neurálgica Plaza Mayor de la ciudad, puede observarse sobre la portada principal de la emblemática iglesia de San Martín el primero de los variados escudos municipales que podremos apreciar paseando entre las vías históricas de la ciudad extramuros, apareciendo enmarcada por un alfiz y sobre el escudo del obispo Pedro Ponce de León inscrito en la portada renacentista de los pies de mencionado templo, el blasón cuyo flanco inferior queda oculto bajo el remate circular que corona el frontón que supedita la puerta de mediodía del monumento (abajo), inscrito también dentro del alfiz que circunda la portada de entrada al templo dependiente del convento de San Pedro un nuevo ejemplar heráldico (abajo, siguiente), en el lateral de la epístola de tal capilla datada en el siglo XVI, dando por su parte a la cercana calleja de San Gregorio, en su apertura hacia la plazuela del Prior de Quiroga, un nuevo escudo municipal coronado con remate pétreo, inmerso en los muros del que fuese convento de Santa Clara, fundado en 1.533 y hoy Parador de Turismo, en la unión de éste con la que fuera iglesia del cenobio y templo de San Clemente (abajo, tercera imagen).


Abajo: dirigiéndonos hacia el Sur de la población, consta la portada de la iglesia adscrita al que fuera convento de San Francisco, abierta a los pies del templo, de una cuidada decoración de base renacentista donde destacan, enmarcados por un alfiz y en derredor de una hornacina ocupada por la escultura del santo titular, los escudos imperial y de la ciudad, siendo este segundo (abajo), posiblemente, el ejemplar más rico en cuanto a ornamentación de los conservados dentro de la localidad, destacando en derredor de las figuras de que se compone el mismo, un acompañamiento coronado por un querubín, sitos seres mitológicos propios del plateresco entre las esquinas, labrado un mascarón bajo las murallas de la ciudad, descubriéndose a no mucha distancia, sobre la portada de acceso al actual edificio consistorial trujillano, antigua alhóndiga del lugar, el escudo que a partir de 1.566 diera la bienvenida al pósito de la localidad (abajo, siguiente), desde 1.888 al palacio concejil, elaborado en un estilo renacentista mucho más sobrio que el expuesto en el ejemplar anterior.


Abajo: abandonando el centro histórico trujillano, inscritas en los derredores del mismo quedaban las conocidas como Dehesas de los Caballos y de las Yeguas, sita la primera junto a la carretera de Madrid, abierta la segunda en las inmediaciones de la carretera de Cáceres, dotadas ambas de portadas aún conservadas en cuyos frentes figurarían, en sendos casos, el escudo municipal junto al real del momento de edificación, imperial de Carlos I en el caso de la Dehesa de los Caballos, fechado en 1.535 y colocado entre los blasones del municipio y de los Vázquez de Cepeda (abajo), figurando en el edificio de la Dehesa de las Yeguas el escudo de Felipe II a la siniestra, el municipal a la diestra (abajo, siguiente), datados en 1.576 y formando parte de un excelente diseño renacentista que acoge el posiblemente más alejado de los ejemplares de armas del concejo trujillano que pueden atisbarse dentro del casco urbano de la localidad, si bien a varios kilómetros de distancia hacia el Noreste, sobre el río Almonte y actual límite fronterizo entre los términos municipales de Torrecillas de la Tiesa y Jaraicejo, sorprende sobre el conocido como Puente del Cardenal, en el templete erigido frente a la rampa destinada a uso ganadero y punto de unión entre las dos fases constructivas del bien (abajo, tercera imagen), un nuevo ejemplar de armas trujillano fechado en el siglo XV y cumplimentado con el real de Felipe IV en el siglo XVII sobre él, hablándonos de la vinculación del inmueble con el concejo trujillano, comprometido con su construcción mediante escrito fechado en 1.460, dependiendo del viaducto para su conexión con Castilla y Madrid, declarado recientemente, en 2.019, Bien de Interés Cultural mediante Decreto 172/2019, de 5 de noviembre.