Tildadas popularmente como romanas, consideradas obras bajomedievales por diversos autores, las denominadas fuentes romanas de Zarza de Granadilla y de Montehermoso, bautizada esta última como del Ronco, ofrecen en todo caso un peculiar diseño, sencillo pero eficaz, basado en la cobertura del manantío por un arco de medio punto, formado por sillares graníticos que arrancan prácticamente a nivel del suelo, repitiendo una tendencia constructiva vista en otros puntos del centro peninsular que hace de estas obras, fuera cual fuese su origen, un elemento edilicio particular, viniendo a enriquecer el legado etnográfico extremeño así como el patrimonio heredado por las poblaciones donde se ubica.
Zarza de Granadilla y Montehermoso (Cáceres). Época romana, visigoda o bajomedieval.
Abajo: inscrita fuera del casco urbano, llegando a ella si partimos desde el extremo nororiental del municipio montehermoseño a través de la calle Bravo Murillo, la bautizada como fuente del Ronco repite un sistema constructivo basado fundamental y sencillamente en la protección edilicia del manantío del que brotan sus aguas, selladas las paredes del pozo cuadrilátero con sillares graníticos (abajo, imagen cuarta), cubierto a su llegada al exterior por un arco de medio punto de hasta tres hiladas de dovelas (abajo, imagen tercera), apoyadas sobre dos líneas de impostas creadas con similar fábrica pétrea a nivel del suelo -partiendo de ellas, hacia el levante, dos alargadas piezas a modo de bancadas-, llamando la atención frente al resto de fuentes que guardan similar modelo edilicio el acceso hacia las aguas por sendos frentes de la bóveda, sin quedar cerrado o tapiado ninguno de ellos, así como el resalto que ofrecen por ambas caras las dovelas que hacen de clave del arco (abajo: frente oriental; abajo, siguiente: frente occidental), ofreciendo un pequeño detalle ornamental que, a su vez, recuerda el almohadillado propio de las obras de ingeniería romanas en un inmueble que pudiera conservarse de aquella época, o haberse visto restaurado o reconstruido en tiempos medievales o modernos reutilizando piezas propias de la construcción original, de igual manera que en muchos puentes tanto de la región como de fuera de ella, tradicionalmente considerados de factura latina, vendrían a insertarse durante los trabajos de reedificación de unas obras venidas a la ruina con el paso de los siglos, los sillares que pudieran provenir de los viaductos a los que vinieran posteriormente a sustituir, reaprovechando el material sin dejar, a la par, de vincular una etapa histórica con otra, sintiéndose así los pueblos conectados con un pasado clásico del que se consideraban herederos, tras el paréntesis que supuso la llegada del Islam a la Península Ibérica.