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miércoles, 23 de febrero de 2011

Miliarios XXVII y XXVIII de la Vía de la Plata


Arriba: atardecer sobre la Vía de la Plata, a su paso por Extremadura.

Desde la Península Ibérica al mar Caspio, de los límites de Britania con la antigua Caledonia, los ríos Rin y Danubio,  hasta el desierto del Sáhara y el Golfo Pérsico, la antigua Roma llegó a expandirse desde la Península Itálica y a lo largo de sus cerca de 1.300 años de historia  por amplios territorios de los continentes europeo, asiático y africano, alcanzando en su máximo apogeo  más de 6,5 millones de km2, convirtiéndose así en uno de los mayores y más importantes imperios que ha conocido la historia occidental y universal.

Tras conquistar cada región con la ayuda de las armas, Roma sometía después los nuevos territorios bajo su poder, imponiendo sus leyes, su lengua o su religión, pero respetando la cultura de los pueblos sometidos. Sabía que era una ardua tarea dirigir y controlar tan basto territorio, donde las revueltas y levantamientos de tribus y reinos que querían recobrar su independencia y libertad eran más habituales de lo que Roma deseaba.


Arriba: desde la Vía de la Plata observamos el miliario XXVII, engastado desde hace años entre las piedras de una cerca levantada junto al milenario camino.

En su intento por controlar y equiparar todas las regiones que componían sus extensas posesiones, Roma dividió el territorio en hasta 117 provincias administrativas, y potenció una inteligente campaña de comunicación de las mismas con la capital, basada fundamentalmente en la construcción de una serie de rutas y caminos que recorriesen todas las comarcas, uniendo las principales urbes de las mismas entre sí, así como  éstas con otras ciudades de provincias cercanas, logrando establecer y escribir todo un mapa de vías a lo largo de la totalidad  del Imperio, que alcanzó en su momento álgido los más de 100.000 kms de red viaria. Roma vertebraba así su territorio cumpliendo tres objetivos fundamentales para sustentar en el tiempo los logros de su conquista: una red que permitiera a su ejército moverse con rapidez y facilidad en caso de alzamientos, un vial por el cual expandir su cultura desde la capital hasta el rincón más alejado del Imperio, y una imprescindible ayuda al comercio y a la economía.


Arriba: el miliario XXVII, como muchos otros de la región, ve pasar el tiempo entre alcornoques y encinas.

La Hispania romana, como el resto de regiones conquistadas, fue sometida a un amplio programa de ínfraestructuras viarias, con la idea de comunicar entre sí las capitales de las provincias que en la Península Ibérica se habían fundado, incluyendo en la red la conexión con otras muchas urbes de importancia económico-administrativa. Así, cuatro vías consideradas principales unían todo el territorio, partiendo de éstas otras cuantas secundarias que acababan por unificar las comarcas. La Vía Atántica recorría la costa oeste de Norte a Sur, mientras que la Vía Augusta, Hercúlea o Heráclea unía Gades con el Levante, llegando hasta Emporiom. En el centro peninsular, la Vía de la Plata atravesaba la meseta y las cuencas del Tajo y del Guadiana desde Astúrica Augusta hasta Híspalis, mientras que la Vía Norte partía de este vial hasta Tarraco recorriendo el norte peninsular.



Arriba y abajo: vista general y actual del miliario XXVII, que en sus orígenes señalizaba la Vía de la Plata.



Llamada en un principio "Iter ab Emerita Asturicam", la Vía de la Plata toma presuntamente su nombre actual de una castellanización del nombre que los andalusíes dieron siglos más tarde a este vial, al que denominaron "al-Balat" (el camino). Aunque se considera que el origen de esta ruta es anterior a la llegada de Roma a la Península,  es en época de Augusto cuando el camino se somete a su verdadera consolidación, terminándose las obras de la calzada durante el siglo II d. C., bajo los mandatos de los emperadores Trajano y Adriano. Fue tal el auge de la misma, que los cerca de 470 kilómetros iniciales que unían Astúrica Augusta (Astorga) con Emérita Augusta (Mérida), se ampliaron con el tiempo hacia el Sur,  llegando hasta Itálica e Hispalis (Sevilla) a través de la "Iter ab Hostio Emeritam Uxue Fluminis Anae", mientras que por el Norte, a su vez, la denominada Vía Carisa enlazaba Astúrica Augusta con Gigia (Gijón). Es así como las tierras que más tarde toman el nombre de Extremadura se ven recorridas de Norte a Sur por un camino que une sus comarcas con las regiones vecinas, a la par que permite que sus tierras interiores se hermanen enlazadas a través de una ruta que se convierte en su espina dorsal.



Arriba: el miliario XXVIII, más conocido como el "miliario correo", permanece in situ junto a la vía para la cual se erigió.

Entre la larga lista de elementos y construcciones con la que los emperadores decidieron equipar las vías del Imperio Romano se encontraban, junto a puentes y mansios, los conocidos como miliarii o miliarios, hitos pétreos y cilíndricos colocados junto al camino cada 1.000 pasos romanos ó 5.000 pies:  una milla romana (entre 1.468 y 1.480 m). La Vía de la Plata contaba con 313 millas romanas desde su origen en Emérita Augusta, hasta Astúrica Augusta, con miliarios que señalaban estas distancias a lo largo de todo el camino. Por desgracia, muchos de ellos han desaparecido o se encuentran abandonados, mientras que otros se conservan in situ o han sido reutilizados con el tiempo. Un ejemplo de estos dos últimos casos lo encontramos en uno de los tramos de la Vía de la Plata a su paso por Extremadura mejor conservados: el trayecto entre Casas de Don Antonio y Aldea del Cano, en la provincia cacereña. Justamente en este enclave se ha localizado una de las mansio romanas que servían para descanso del caminante. Bajo el nombre de Ad Sorores, se trataría de la primera del camino tras salir de Emérita hacia el Norte, a 26 millas romanas de la que fue capital de la Lusitania.



Arriba: el miliario XXVIII se mantiene en pie junto a la calzada romana, cercano a la casa fuerte de Santiago de Bencáliz.

Tras cruzar el río Ayuela y salir de Casas de Don Antonio orientando nuestros pasos hacia el Norte, podemos ver un ejemplo de miliario reutilizado. En este caso, el hito romano se sacó de la vía para ser incorporado a un muro de piedras que delimita justamente los terrenos de una dehesa con el trazado público de la antigua calzada. Se trata del miliario XXVII que, a pesar de haber prácticamente perdido la inscripción que le daba el nombre, conserva su majestuosidad con sus cerca de dos metros de altura e indudable robustez.

Partiendo de este punto y siguiendo de nuevo el trazado de la vía , tras superar los límites de la dehesa anterior y una vez alcanzados los terrenos que comprenden la finca de Santiago de Bencáliz, nos topamos con el siguiente miliario o miliario XXVIII, de similares características al anterior pero más estudiado al haber permanecido con los años en el mismo enclave donde fue colocado por primera vez, facilitando así la labor a los investigadores que intentan trazar sobre el mapa actual los itinerarios descritos por los historiadores y viajeros contemporáneos a la Antigua Roma, para poder localizar nuevos yacimientos o dar nombre a los que ya se conocían. Justamente cerca del mismo, en la dehesa de Santiago de Bencáliz, se encontraron vestigios de una antigua villa romana. Pero el vínculo de este miliario con la vecina dehesa no termina aquí, pues un hueco en la cara oeste del mismo fue mandado horadar por los señores de mencionada casa-fuerte, donde depositar el correo de la finca. Es por esto por lo que popularmente se denomina a este hito como "miliario correo" o "miliario del cartero". Otra hipótesis, defendida por el profesor Juan Gil Montes daría otra explicación a la aparición de este hueco en la piedra. Podríamos estar ante una antigua y posible hornacina dedicada al culto de la Virgen María, desprendiéndose esta idea de las inscripciones tardías que se hallan en el mismo, donde se puede aún leer claramente la palabra "Santa" en la misma cara que el hueco, o incluso una cruz en la cara norte del hito.


Arriba y abajo: vistas respectivas de los lados oeste y sur del miliario XXVIII al atardecer. Se pueden observar perfectamente tanto la hornacina o hueco destinado a la correspondencia del cercano cortijo de Santiago de Bencáliz, así como las diversas inscripciones que aparecen alrededor de la misma. El pie del mismo, por su parte, muestra una coloración más clara, al haber sido recuperado tras las últimas excavaciones realizadas en la vía siguiendo las directrices del proyecto Alba Plata.


Cómo llegar:

Al igual que la mayor parte del resto del trazado de la Vía de la Plata, la carretera nacional N-630 sigue el mismo trayecto que ésta, con algunos tramos totalmente paralelos a la misma. En este caso, el tramo existente entre Casas de Don Antonio y Aldea del Cano mantiene esta característica, viéndose el camino desde la carretera prácticamente desde que salimos del primero de estos núcleos de población, hasta las cercanías del segundo. Subiendo desde Mérida hacia el Norte, y una vez atravesado el río Ayuela, aparece la calzada a la derecha de la carretera, manteniéndose así hasta que sobrepasamos los miliarios mencionados y el puente de Santiago, levantando sobre el arroyo del mismo nombre. A la altura del kilómetro 580 encontraremos una entrada a la finca de Santiago de Bencáliz, que podremos tomar para dejar el coche y visitar los miliarios a pie. Si retomamos el camino hacia el sur andando por la vía, veremos poco después el miliario XXVII una vez alcanzada la dehesa cercada por un muro a base de mampostería, debidamente señalizado por un nuevo hito, fruto del proyecto de recuperación de la calzada en Extremadura llamado Alba Plata. Si por el contrario seguimos hacia el Norte desde la entrada a la dehesa de Santiago de Bencáliz, el miliario XXVIII nos espera pocos metros más adelante, igualmente indicado de la misma manera que el anterior.

Abajo: el miliario XXVIII, de espaldas a la calzada romana, mira hacia las nuevas vías de comunicación que se levantaron junto a él, observando tanto de cerca como a lo lejos el  sinfín de viajeros que a lo largo de los siglos han recorrido este trayecto, marcando con sus pasos y sin saberlo otro trayecto más importante: el de la historia.

2 comentarios:

  1. Y yo me pregunto...¿cómo sabías que el miliario 37 era ese? yo llego a pasar por ahí y no me doy ni cuenta... Como siempre, muy interesante tu entrada y ya veo que te la has preparado a conciencia... jejejjee. Enhorabuena.

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  2. Hola Isaac! Muchas gracias como siempre por el comentario! Me alegra que te haya gustado. Como bien dices, me preparé la entrada a conciencia. En principio iba a escribirla sólo sobre el miliario XXVIII, pero como leí que cerca estaba el XXVII, pues cogí la cámara y el coche, y para allá me fui! Sólo había que seguir el camino en dirección a Mérida, y fijarse mucho en el muro cercano al mismo. De todos modos, ya etá señalizado con un hito del programa Alba Plata, así que no hay pérdida ; ) Un saludo!

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