Aunque durante los últimos siglos, y prácticamente hasta la llegada de la actual democracia a España, la región extremeña venía sufriendo de un considerable aislamiento diverso, tanto geográfico y económico como socio-cultural, no siempre fue así. Ya en la Edad Antigua, cuando las civilizaciones mediterráneas atracaban en las costas de Iberia, y en los mismos suelos de la Península se desarrollaban reinos legendarios que escribían las primeras páginas de nuestra historia, las comarcas extremeñas recibían influjos culturales llegados desde países lejanos, principalmente a través de un comercio que en aquellos días supo ver las riquezas de nuestras tierras. Objetos traídos del mismo Egipto, cerámica helenística o tesoros con influencias orientales encauzadas por Tartessos pueden ser hoy en día vistos en las vitrinas de nuestros museos, o incluso destacándose entre las piezas de más valor del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Arriba: el dystilo de Zalamea de la Serena en su cara sur, visto desde la plaza de la Constitución, enclave de la localidad donde se asienta el monumento.
Con la llegada de Roma, la conexión entre las tierras extremeñas con otras regiones remotas no hizo sino aumentar y reforzarse. Comprendidas nuestras actuales comarcas entre las provincias de Lusitania y Baetica, y con Emérita Augusta como capital de provincia y siendo una de las ciudades más destacadas dentro del Imperio Romano, nuestra región disfrutaba de una importancia económica y estratégica que le permitió abrirse a otras culturas integrantes del mismo Imperio al que habían sido sometidas. Los viejos caminos y nuevas vías abiertas a lo largo y ancho de todo el mundo romano ofrecieron una posibilidad única de acercar conocimientos de los más diversos estilos y procedencias entre sí, comunicándose Oriente y Occidente como nunca antes lo habían hecho. Uno de las más importantes ejemplos de esa importación y mestizaje del saber lo tenemos en Extremadura, muestra del alcance que un día tuvo el acercamiento de culturas en el mundo romano, que llegó a aproximar las regiones del occidente hispánico con las orientales tierras sirias. Es el dystilo o dístylo romano de Zalamea de la Serena.
Arriba: cara norte del dystilo de Zalamea de la Serena, menos conocida que la cara frontal sur del mismo monumento.
Fue Zalamea de la Serena la Iulipa romana, urbe fundada según Tito Livio, historiador romano del siglo I d. C., hacia el año 300 a. C., posiblemente en una zona con asentamientos humanos anteriores ya establecidos y que disfrutaron de una gran importancia tartésica en siglos previos, como demuestran los relevantes yacimientos de Cancho Roano, o el santuario de la Cueva del Valle, en las cercanías de la localidad. Su declaración en época de Vespasiano (año 74 d. C.) como municipio avalaría esta teoría, al ser esta denominación la dada a ciudades de segunda categoría jurídica con habitual origen preexistente, diferenciándolas así de las colonias, creadas por la misma Roma. De esta época sin embargo, y a excepción del dystilo o monumento funerario, se conservan escasos vestigios, contando entre los más destacados con una cisterna hallada en el corral de una vivienda del pueblo, o una lápida funeraria encontrada a pocos kilómetros del municipio y depositada actualmente en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.
Arriba: imagen del lado oriental del monumento funerario donde se aprecian en primer término los restos decorativos del basamento del dystilo, a base de pilastras estriadas.
La importancia de la Iulipa romana se basó seguramente en la riqueza de sus tierras, propicias para el cultivo cerealístico, lo que potenciaría un próspero comercio apoyado por una cada vez más creciente red viaria, ubicándose el municipio como conexión entre Emérita Augusta y Córduba, capitales de peso en la Hispania romana. Gracias a este enlace económico sería posible la llegada a la urbe de mercaderes de lejanos lugares, o comerciantes de orígenes más cercanos que tuvieran relaciones con mercados orientales, trayendo consigo no sólo exóticas mercancías o géneros que no habían sido antes vistos por la zona, sino además nuevos conocimientos que pronto los lugareños pudieron apreciar y utilizar. Éste podría ser uno de los dos orígenes cotejados para la construcción del dystilo de Zalamea de la Serena, emparentado estilísticamente con los monumentos funerarios del norte de Siria, a donde pasaron traídos por Alejandro Magno desde Grecia. La otra hipótesis partiría de una inscripción latina conservada en la contigua Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Milagros, perteneciente posiblemente al monumento y en el que se lee una dedicatoria del pueblo de Iulia al Emperador Trajano, cuyo padre, Marco Ulpio Trajano, actuó como gobernador tanto en la Baetica como en Siria, de donde importaría la técnica arquitectónica a esta zona de Hispania.
Arriba: detalle del podio sobre el que se levanta el dystilo, colocado directamente y sin cimentación sobre la roca, y rematado con una moldura que le sirve a la par como decoración. Sobre ella, restos del plinto corrido sobre el que se sustentan las pilastras del basamento.
Con 23,23 metros de altura, el dystilo romano de Zalamea de la Serena se levanta directamente sobre la roca, sin cimentación ni argamasa en su estructura, edificado a base de sillares y moles graníticos. En su estructura podemos diferenciar dos tramos, siendo éstos la base en sí del monumento y las dos columnas que lo coronan, estando a su vez el primero dividido en tres partes que nombraríamos como el podio, el basamento y el entablamento. El podium alcanzaría 1,37 metros de altura, compuesto por tres filas de sillares similares que dibujan la planta rectangular del monumento, con las caras más alargadas apuntadas hacia el norte y sur respectivamente. Una moldura remata las hiladas, partiendo de ella el basamento, de 6,34 metros de altura. Se encuentra éste decorado con pilastras estriadas en sus dos terceras partes superiores, con cuatro en las caras frontales y tres en cada una de las laterales. Un plinto corrido las sostiene, habiendo desaparecido la mayoría de los capiteles que las culminaban. Por último, el entablamento aparece dividido en arquitrabe, de 73 cms de altura, friso, de 60 cms y cornisa, de 45 cms, no conservándose la posible decoración en el mismo. Como culminación, dos columnas de fustes estriados se elevan sobre dos basas, y éstas sobre un ático liso de 65 cms de altura, conservándose 8 metros de las mismas y restaurándose hasta los 10,40 metros la más occidental, rematada con capitel corintio y dintel.
Arriba y abajo: imágenes detalladas de las caras norte y este, respectivamente, del basamento del monumento, donde se aprecian las pilastras estriadas que lo decoran y dan forma: cuatro en las caras frontales y tres en las laterales.
Levantado en el siglo II d. C. (año 102 d.C.) en lo que entonces eran las afueras del municipio iulipense, algo habitual en los monumentos funerarios de la época, el dystilo se erigió como conmemoración funeraria, no conservándose sin embargo la cámara funeraria del mismo, que pudo ser hipogea o subterránea. Posteriormente, con la ampliación de la población y tras la Reconquista cristiana, el monumento se endosó a la parroquia contigua, sirviendo como base de la torre o campanario de la iglesia hasta que, en 1.962, se decidió su recuperación y restauración, llevada a cabo por Menéndez Pidal. Se recuperaba así no sólo un edificio singular del municipio, sino además un monumento único en Europa Occidental, al ser el monumento funerario de este estilo, rematado por columnas, mejor conservado del viejo continente, y de mayor monumentalidad y antigüedad de los existentes en el mundo. Toda una joya arqueológica que fue declarada en 1.931 Monumento Histórico-Artístico, según Decreto de 3 de junio de 1.931 (Gaceta de Madrid nº 155).
Cómo llegar:
Arriba: el dystilo o dístylo romano aparece junto a la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Milagros, templo al que estuvo unido durante varios siglos como base de su campanario.
Zalamea de la Serena, como su nombre indica, se enclava dentro de la comarca que con este nombre encontramos al noreste de la provincia de Badajoz. Para llegar al municipio contamos con diversos enlaces que lo comunican con las diversas poblaciones de los alrededores, estando unida a la localidad de Quintana de la Serena a través de la carretera autonómica EX-114, y ésta a su vez con Don Benito por la EX-346.
Entrando de esta manera en el pueblo desde el norte, por la calle de la Fuente, llegaremos directamente a la plaza de Calderón de la Barca, punto donde podremos aparcar y donde encontraremos el Ayuntamiento de la localidad. Desde allí, y siguiendo por la calle de San Francisco y Cuartel, orientándonos hacia el sur, llegaremos a la plaza de la Constitución, hogar del dystilo romano.
Arriba: además del monumento funerario de estilo oriental, en las inmediaciones de Zalamea de la Serena se halló otra lápida funeraria de gran importancia y datada en fechas cercanas a las del dystilo, depositada actualmente en el acceso a las salas dedicadas a Roma del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Dos excelentes ejemplos de las artes funerarias romanas en nuestra comunidad, y muestras de la importancia, desarrollo y prosperidad que en la época el municipio y la región alcanzaron.