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viernes, 8 de abril de 2011

Azulejería de la Capilla del Espíritu Santo, en Olivenza. Parte 1ª.


Arriba: Jesús curando a un paralítico, bello detalle de la azulejería que desde la primera mitad del siglo XVIII decora el interior de la capilla oliventina del Espíritu Santo.

Siempre que los extremeños queremos recordar el origen y pasado de nuestra gente, generalizando y manteniendo al margen las peculiaridades de cada familia y persona, volvemos la vista atrás y miramos hacia la historia para rescatar la presencia en estas tierras de pueblos de cultura celta, romanos y visigodos, andalusíes y sefardíes, que mezclados con el paso del tiempo y bajo la religión católica, ocuparon tras la Reconquista y las conversiones religiosas esta tierra en una simbiosis paralela a la que sufrían el resto de las regiones de España. Sin embargo, olvidamos en la mayoría de las ocasiones que un porcentaje de extremeños suman a este pasado un origen más, hermano del resultado anterior, pero enriquecido con una cultura propia: el origen portugués.


Arriba: vista general de la fachada de la Capilla del Espíritu Santo, dependiente del histórico Hospital o Santa Casa de Misericordia, en pleno corazón de Olivenza.

Fue el 6 de junio de 1.801 cuando, bajo el reinado en España de Carlos IV, y siendo regente de Portugal el príncipe D. Juan, más tarde coronado como Juan VI, se firmaba en Badajoz el Tratado que llevaría el nombre de esta ciudad, poniendo fin ambos países a una corta pero decisiva guerra llamada "de las Naranjas", inspirada por una Francia Napoleónica que comenzaba a preparar a su conveniencia el campo de batalla que más tarde sería Europa.  Manuel Godoy, hijo de la capital pacense y Secretario General del Estado, elevado ya por entonces a Generalísimo de España, conseguía no sólo una paz en favor de nuestro país, sino además una pequeña serie de beneficios entre los que se incluía el traspaso de Olivenza y sus contornos al Estado español y, por ende, a la región de Extremadura.


Arriba: interior de la Capilla del Espíritu Santo, con el altar y retablo mayor en la cabecera, donde la tenue luz, las obras de arte y una inmensa calma, invitan a la oración para la que fue consagrada.
Abajo: desde una de las esquinas de la cabecera se puede observar, a los pies de la capilla, el coro y la puerta de entrada, cerrando la nave y la serie de azulejos que plenamente la decoran.


Con la cesión del municipio oliventino a la geografía política española, Extremadura no sólo adquiría nuevas tierras con que ampliar sus contornos. Sometidos sus habitantes a la nueva Corona, pasaban a este lado de la frontera otras costumbres, habla, tradiciones y cultura, acompañadas de un legado artístico de raíces portuguesas que no encontraría par idéntico a lo largo de toda la Raya. Ejemplos artísticos particulares y peculiares de Portugal engrosaban y enriquecían el patrimonio extremeño a través del Gótico manuelino, los retablos eucarísticos o la azulejería blanquiazul, patrimonio este último cada vez más valorado y protegido en el país vecino.


Arriba: vista general del tramo que en el lado del evangelio aparece junto a la cabecera del templo, con el acceso a la sacristía a sus pies.

Mucho menos conocida que la iglesia de Santa María del Castillo o la parroquia de Santa María Magdalena, encontramos en pleno centro histórico de Olivenza, frente a una de las puertas de la antigua ciudadela medieval, más conocida como Puerta de los Ángeles, la Capilla del Espíritu Santo. Declarada en 1.992 como Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura con categoría de Monumento, según Decreto de 10 de marzo, el templo es también conocido como Capilla del Hospital de Caridad o Casa de Misericordia, por pertenecer el monumento a este otro conjunto, ubicado al lado izquierdo de la misma. Fue el Hospital o Santa Casa de Misericordia el edificio levantado en este municipio por la Cofradía de la Misericordia, fundada ésta en 1.501 con la aprobación del rey portugués  Manuel I, siguiendo los deseos de su hermana y esposa de su antecesor Juan II, Dña. Leonor de Viseu. Bajo la advocación de la Virgen de la Misericordia, el fin de la cofradía era cuidar de enfermos, huérfanos y pobres, menester que lleva ejerciendo hasta la actualidad, siendo hoy en día un asilo de ancianos al cuidado de las Hijas de San Vicente de Paúl.


Arriba y abajo: a ambos lados del ventanal izquierdo de la cabecera del templo, dos paneles de azulejos nos muestran dos diferentes ejemplos bíblicos de obras de misericordia: Ocozías visitando a Joram enfermo y la parábola del buen samaritano, respectivamente.


Gracias a la generosa donación que el presbítero Fernando Alfonso Durao regala a la Cofradía en 1.511, comienza a erigirse el actual conjunto de hospital y capilla en 1.548, tras haberse trasladado en 1.520  los hermanos al lugar donde ya se hallaba la ermita del Espíritu Santo, hecho por el que toma el templo este nombre. No finalizándose las obras de éste hasta 1.732, presenta así un estilo barroco con elementos heredados de movimientos artísticos anteriores, tanto renacentistas como gótico-manuelinos. De sencilla portada exterior, en el interior nos aguarda una sola nave cubierta con bóveda de cañón, bajo la que descansan multitud de personajes relevantes de la Cofradía y del pasado oliventino.


Arriba: bajo el vano que en el lado del evangelio y a la izquierda del altar se abre en el muro, un zócalo de azulejos remata la pared, con una pareja de ángeles sosteniendo un medallón en el que apreciamos una nueva obra de misericordia: Rebeca dando de beber al mensajero de Abraham(detallada en la imagen inferior).


A los pies de la capilla, sostenido por una arquería y columnas marmóreas de capiteles jónicos, tenemos el coro. Frente al mismo, rematado con un retablo de tipo eucarístico que guarda a la Virgen de Loreto y embellecido con columnas salomónicas, vemos la cabecera y el altar elevados del resto del edificio por tres escalones. Otros dos retablos, siguiendo las trazas del mayor e idénticos entre sí salvo en la policromía ausente del derecho, decoran respectivamente los lados de la epístola y del evangelio con relieves de la Virgen de la Misericordia y el Pentecostés, respectivamente. Junto a este último, un púlpito de pared con marmórea balaustrada finaliza la distribución del templo.


Arriba: a la derecha del medallón ubicado bajo el ventanal izquierdo de la capilla, una bella escena bucólica.
Abajo: sobre la puerta de la sacristía, abierta junto a los escalones de acceso al altar y en el lado del evangelio, aparece un mosaico de azulejos con diferentes aves, cestas o flores en cada una de las piezas cerámicas.


Sin embargo, y a pesar de la belleza que aportan al templo estos tres retablos de típico corte barroco luso, lo más llamativo del conjunto es la azulejería que, alicatando la práctica totalidad de los muros de la capilla, decora las paredes de sendos lados del evangelio y la epístola, más los bordes interiores de la portada de acceso y el exterior de la arquería del coro. Partiendo del suelo de la nave, y hasta el arranque de la bóveda y techos, toda una serie de paneles, zócalos y grecas creados en tono blanquiazul acompañan al visitante desde que se adentra en el templo, llamando su atención a través de sus bellas formas para así hacerle partícipe de las historias sagradas que relatan, instruyéndole sobre la tradición religiosa judeo-cristiana y acercándole la religión católica.


Arriba: vista general del gran panel de azulejos que decora la parte media del lado del evangelio, junto al púlpito.


Arriba y abajo: detalles de dos de los tres conjuntos que forman el zócalo que, bajo el panel de la imagen precedente, discurre entre la arquería del coro y el retablo del lado del evangelio, en este muro izquierdo del templo.


Importándose los primeros azulejos al país vecino desde Sevilla, donde los moriscos de comienzos del siglo XVI conservaban las técnicas que sus antepasados usaban para la fabricación y creación de estas decoradas placas de cerámica, Portugal pronto aprendió a crear sus propios azulejos, entroncándolos con esta tradición arábiga pero abriendo una nueva página en la historia de este arte al impregnarle de su propio gusto. Influenciados posteriormente por los ceramistas de Italia y Flandes, que aportan temas clásicos a los paneles, los artistas portugueses comienzan a componer series donde la anterior decoración geométrica o vegetal se ve acompañada y enriquecida por temas históricos o religiosos, de sumo gusto por sus clientes más habituales. Son los nobles y la Iglesia los mayores mecenas de este arte en el país vecino, unos por encontrar en él una manera barata de decorar los muros de sus palacios, y los otros por descubrir una forma de llamar la atención de los feligreses y así lograr educarles en la religión que practican.


Arriba: en el gran panel del lado del evangelio vemos a Daniel, en el foso babilónico de los leones, recibiendo alimento por parte de Habacuc, llevado allí por un ángel del Señor.
Abajo: detalle de varios de los leones del panel al que nos hemos referido anteriormente.


Abajo: el artista aprovecha la historia bíblica, que nos indica que Habacuc preparaba comida para los segadores, para mostrar a los mismos en una escena costumbrista propia del siglo en que los azulejos fueron pintados.


Con la llegada del siglo XVIII la historia del azulejo portugués verá cómo se escribe el mejor de sus capítulos. Es la época del "Ciclo de los Maestros", una etapa áurea en la que destacados y reconocidos artistas crean los considerados mejores ejemplos de azulejería portuguesa, bajo el ya típicamente luso estilo blanquiazul. Los azulejos de la Capilla del Espíritu Santo de Olivenza son uno de ellos.

(La descripción de la azulejería, así como los pasos para llegar al templo y las imágenes restantes sobre los paneles del lado de la epístola  y pie de la nave aparecerán en una nueva entrada, continuación o parte 2ª de ésta).


Arriba: visión general del panel ubicado junto al pie de la capilla, en el lado del evangelio, donde se describe con imágenes la curación de un paralítico por Jesús, según San Juan.

2 comentarios:

  1. Hombre!! Esto sí que lo conozco en persona!!! Hace unos años tuve la suerte de visitar distintas cosas de Olivenza con un guía muy bueno… De todos modos muchas gracias por las estupendas explicaciones y los pequeños detalles. Buen trabajo!

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  2. Hola Isaac! Sabía que esta entrada te iba a gustar! Creía recordar que me comentaste que ya habías estado en Olivenza, y supuse que habrías entrado en la capilla. Veo que estaba en lo cierto. Personalmente, es un punto indispensable de visita si se está de paso por este bello pueblo. Ahora me queda publicar la 2ª parte, que espero que también te agrade. Muchas gracias como siempre por la visita y el comentario!

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