Arriba: vista general de las ruinas de la basílica visigoda de Trujillo, reposando en el Berrocal y a los pies de su villa medieval, con la silueta del castillo como telón de fondo.
Si hay algo que destaque en cuanto a la ubicación de Trujillo sería, sin dudas, su asentamiento sobre un considerable batolito granítico que en medio de una llanura domina la comarca, y desde el que se pueden divisar fácilmente los contornos de todo el rededor, vislumbrándose en días clareados la cercana Sierra de Santa Cruz, pero también la cacereña Sierra de la Mosca, las montañas de las Villuercas, o incluso los picos nevados del Sistema Central. Tal situación privilegiada supieron aprovecharla desde un comienzo los primeros pueblos que ocuparon la región, apareciendo ya en época neolítica los primeros castros en este rocoso enclave, donde los pobladores iniciales podían conseguir buen material para la construcción de sus viviendas, utilizar las oquedades que la misma naturaleza les ofrecía, y sobre todo, disfrutar de un mirador que era utilizado, más que para saborear el paisaje, como elemento a favor en cuanto a la defensa del clan y la continuación de la estirpe.
Arriba: de la basílica visigoda de Trujillo apenas quedan actualmente restos, invadidos por la naturaleza y olvidados por el ser humano, destacando y conservándose sin embargo un pequeño ábside en herradura.
Arriba: detalle de los sillares que conforman el ábside de la basílica trujillana, donde podemos apreciar el tallado del que hace de esquina derecha, acabado en ángulo agudo.
Abajo: vista del ábside desde la parte trasera del mismo, con los sillares reutilizados como cercado e incrustados en el terreno.
Al igual que los pobladores prerromanos, Roma supo ver el potencial estratégico del enclave trujillano. Cercana a Norba Caesarina, colonia germen de la actual Cáceres, en la zona se crearía una ciudad tributaria de ésta. Turgalium, nombre de raíz celta que nos recordaría su origen previo como castro indígena, se llamaría también y más tarde Castra Juliae, de la que prácticamente no quedan restos urbanos pero sí numerosas estelas funerarias y restos de villas y minas por la periferia, que dan a entender la importancia económica que llegó a alcanzar la urbe, convertida en una zona de paso entre Emérita Augusta y Caesar Augusta, y parada de importancia en el camino Iter ab Emerita Caesaraugusta, que enlazaba Mérida con Zaragoza, a través de Toledo, ciudades de capital importancia en la Hispania de comienzos de nuestra era.
Este mismo itinerario romano vuelve a describirse varios siglos después, apareciendo en el Anónimo de Rávena, una compilación realizada en el siglo VII d. C. por un cosmógrafo cristiano donde se detallan las calzadas e itinerarios romanos anteriores y en vigor en la época. Ahora nombrada como Turcalion, el antiguo Trujillo seguía siendo un punto relevante en la comarca como nexo de unión y parada previa a Augustóbriga (Talavera la Vieja) entre Emérita y Caesaraugusta, ciudades todas que habían sabido conservar su peso en el mundo visigodo.
Arriba: ubicada frente al ábside, y en perfecta perpendicular con el mismo, una cavidad delimitada con sillares aflora en el terreno, posible más que enterramiento pila bautismal de inmersión.
Abajo: detalle de la posible piscina bautismal en la que se practicaría el principal Sacramento cristiano a través de uno de los más primitivos ritos visigodos.
La pequeña mención de Turcalion en el Anónimo de Rávena cobra gran importancia al vislumbrar con ello la supervivencia de la ciudad en época visigoda, así como la continuación de su funcionalidad económica y urbana siglos después de su fundación y en una época previa a la llegada de los musulmanes. Pocos vestigios permanecen de la época, como ocurriera con aquéllos derivados de la presencia romana. Sin embargo y frente a la total inexistencia de restos urbanos latinos, se conservan una ruinas que confirmarían la continuidad de la urbe durante el reinado visigodo y que supondría un permanencia urbanística de la misma en mencionado periodo. Hablamos de la basílica visigoda de Trujillo, ruinas totalmente abandonadas, semienterradas e invadidas por la vegetación, aunque sí catalogadas por D. Alfonso Naharro i Riera, defensor de su estudio, recuperación y consolidación como patrimonio histórico de destacada importancia para la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Trujillo.
Como resultado de su abandono, así como de la práctica inexistencia de su estudio, investigación o excavación, unido a la falta de documentos que nos arrojen luz sobre la misma, poco se sabe de este yacimiento no sólo en lo referente a su fecha de construcción o consagración de la misma, sino además de las dimensiones originales del edificio y relevancia de su magisterio en la ciudad. A pesar de haberse reutilizado muchos de sus sillares graníticos en los cercanos vallados y construcciones inmediatas, ha podido sobrevivir hasta nuestros días el ábside en herradura, orientado hacia el Este y posiblemente lugar que ocupara el altar del templo a falta de restos de otras naves, apoyada la hipótesis por la ubicación de una posible piscina bautismal en perfecto perpendicular con la misma. Su diseño en herradura enlazaría con la tradición constructiva visigoda, que impulsó este tipo de arco en los edificios hispanos y en el arte europeo, copiado más tarde por los andalusíes, de los que pasó por África hasta Asia. La piscina o pila bautismal engarzaría igualmente con el ritual sacramental visigodo, donde el Bautismo era realizado mayoritariamente a través de la inmersión y no de la aspersión, introduciéndose el gentil parcialmente en las aguas de una pequeña piscina para convertirse, donde era bautizado al mismo modo que empleara San Juan Bautista en el río Jordán.
Arriba: varios sillares pertenecientes a la basílica aparecen desperdigados por los alrededores de la misma, reutilizados otros para la construcción de muros y cercas, sobreviviendo apenas varios de ellos semienterrados en el terreno en lo que seguramente fueron los muros del templo.
Abajo: detalle de algunos de los sillares de lo que posiblemente fue el muro de la epístola de la basílica visigoda trujillana.
Construida junto a la calzada que unía Turgalium con Caurium (nombre que los romanos dieron a la antigua Coria), vía con parada en la mansio Túrmulus, donde enlazaba con la Vía de la Plata a la altura del río Tajo, del resto del edificio que pudo ser la basílica prácticamente no se conserva nada. Muchos de los sillares nos sorprenden dispersos por las cercanías, apareciendo escasos restos de lo que posiblemente fueran los muros de la basílica tanto a derecha como a izquierda del ábside, incrustados en el terreno y dejando la zona central como enclave para la piscina bautismal., de la misma manera que aparece en otros templos de la época. De los pies de la nave o portada es difícil actualmente distinguir nada, no preservándose restos de la misma o bien encontrándose enterrados en el terreno, esperando su resurgimiento de la mano de una profunda excavación que recobrase para el presente este yacimiento del pasado.
Cómo llegar:
Arriba: aspecto que presenta uno de los pocos tramos conservados de la vía romana que, partiendo de Turgalium, llevaba al caminante hasta Caurium, pasando nada más salir del antiguo enclave trujillano junto a la basílica visigoda de la ciudad.
La ciudad de Trujillo se encuentra muy bien comunicada con el resto de la región, e incluso a nivel nacional, al ubicarse junto a la autovía nacional N-V, que comunica Madrid con la frontera portuguesa de Badajoz. Igualmente otra autovía, con el nombre de A-58, enlaza Trujillo con la capital provincial. Tanto desde un acceso como desde el otro podremos apreciar la silueta de su villa medieval y su castillo, enclavados en la zona más alta del batolito granítico en que se asienta el municipio, y a cuyos pies se construyó también la basílica visigoda.
Para acceder a las ruinas del templo visigodo tendremos que subir a la villa medieval, y dirigirnos hasta la Puerta de Coria, una de las entradas al casco antiguo que recibe tal nombre por partir de allí el antiguo camino que unía esta plaza con la cauriense. Mencionada calzada la encontraremos nada más cruzar la puerta y a mano izquierda, conservándose algunos retazos del antiguo pavimentado romano, que sirve actualmente como acceso a las fincas que ocupan esta zona del Berrocal, abandonadas la gran mayoría e invadidas por la naturaleza. Según nos acercamos a las ruinas del antiguo Convento franciscano de la Magdalena, encontraremos a la derecha el acceso en mal estado a la conocida como cerca de Pillito. Una vez allí, y caminando hasta el fondo de la que fuera huerta, nada más pasar una segunda cerca sin cerrar veremos los restos de la basílica frente a nosotros, descansando en una zona allanada del terreno, y con la figura del castillo como telón de fondo de este paisaje milenario.
Arriba: aspecto que presenta la verja que da acceso a la cerca de Pillito, con las ruinas del Convento de la Magdalena asomándose al fondo.
Abajo: una vez dentro de la finca, y tras alcanzar un segundo cercado, los restos de la basílica visigoda de Trujillo nos aguardan, con el ábside de la misma reutilizado como parte de un tercer muro de separación.