Arriba: en época de grandes lluvias, cuando la cola del embalse de Alcántara alcanza el curso del arroyo Guadancil, las aguas vuelven a inundar los nuevos terrenos donde se ubica el puente de Alconétar, tras desplazarlo de su emplazamiento habitual, recuperando parte del espíritu que este monumento tuvo cuando, sobre el antiguo cauce del río Tajo, servía de pasarela a los viajeros de la Vía de la Plata.
Cuando los ingenieros de la Antigua Roma toman en sus manos el proyecto de construir una vía de comunicación que uniera el Norte y el Sur de la Península Ibérica, ahora bajo el nombre de Hispania, en su lado occidental, y más concretamente como unión de las ciudades de Emérita Augusta (actual Mérida) y Astúrica Augusta (Astorga), siguiendo el trazado de una antigua ruta que desde siglos atrás ya unía estas regiones centrales activando el comercio y las relaciones culturales de los pueblos prerromanos, surgen diversas dificultades relacionadas con la variedad orográfica de los terrenos que en sus 313 millas romanas (más de 463 kilómetros), esta vía iba a atravesar.
Desde largas llanuras y suaves colinas hasta altos puertos de montaña, el trazado del que entonces se denominase "Iter ab Emerita Asturicam", posteriormente conocido como Vía de la Plata, vería su mayor dificultad en cuanto al número de corrientes fluviales que tenía que salvar, comenzando el mismo camino con un puente, sobre el río Albarregas, a la salida de la capital de la provincia de Lusitania por su lado norte, camino de Norba Caesarina (actual Cáceres), y de las tierras ubicadas más allá del Sistema Central.
Arriba: con 290 metros de largo y posiblemente más de 12 ojos, el que fuera el puente más majestuoso y relevante de aquéllos que poblaban la Vía de la Plata conserva hoy en día cuatro de sus arcos y resto de más de cinco de sus pilares.
Entre Emérita Augusta y Astúrica Augusta eran decenas los cursos fluviales que el caminante y las caravanas encontrarían en su trayecto, topándose desde arroyos de cauce estacional, habitualmente sin agua en meses estivales, hasta grandes ríos de profundas cuencas y fuertes corrientes. Si el nuevo camino quería ofrecer un trayecto ininterrumpido entre las comarcas interiores hispanas por las que discurría, tanto para el viajero y comerciante como para las tropas que en casos de necesidad debieran moverse rápidamente entre regiones, debía estar preparado para poder superar todo tipo de ribera en cualquier época anual, preveer cualquier crecida del nivel de sus aguas y enfrentarse a las embestidas de posibles riadas que hicieran peligrar inmuebles y vidas de los transeúntes.
Poco a poco, y a lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la Vía de la Plata va adquiriendo su aspecto definitivo, no sólo a través del acabado de su íntegro trazado y construcción de la vía en sí, sino fundamentalmente a raíz de completar una serie de infraestructuras que permitieran un recorrido sin interrupciones a través de la misma. Prácticamente con cada nuevo gobierno y emperador, la vía se implementa con alguna nueva obra de ingeniería que permite además de la mejora y enriquecimiento monumental del camino, servir como propaganda a los nuevos gobernantes que logran de esta manera publicitar sus mandatos a través de obras destinadas al uso por el pueblo. Desde Octavio Augusto hasta Valente, y fundamentalmente con Trajano y Adriano, los emperadores nutren a la vía con nuevos miliarios o puentes, o bien restauran los anteriores desgastados por el uso ininterrumpido de los mismos, en otros casos superados por el auge de esta línea de comunicación que reclama obras preparadas para un mayor tránsito de caminantes y vehículos de tracción animal.
Arriba y abajo: los arcos 1 (en la imagen superior), y 2 (imagen inferior), si contamos los vanos desde la orilla derecha, son junto a los nº 3 y 5 los únicos conservados del Puente de Alconétar, caracterizándose éstos primeros además por ser los que conservan su factura romana, frente a los siguientes, reconstruidos durante el medievo.
Entre Emérita Augusta y Caelionicco (mansio ubicada cerca de la actual Baños de Montemayor), en los terrenos por los que discurría el "Iter ab Emerita Asturicam" en la zona que actualmente correspondería a Extremadura, son doce los puentes que, al parecer, se habían levantado al servicio de la Vía de la Plata, salvando los cauces del Albarregas, junto a los muros de Mérida, los río Aljucen y Ayuela, el arroyo de Santiago, los ríos Salor y Almonte, el Tajo, el arroyo Riolobos, el río Jerte, la garganta Buitrera, el arroyo Romanillos y el río Ambroz. Más allá del Sistema Central, otros tantos viaductos salvaban las aguas de diversos cursos fluviales, destacando principalmente el puente sobre el río Tormes, en Salmantice o Salmantica (Salamanca), aún en uso en la actualidad a pesar de sufrir varias riadas, como la de San Policarpo en 1.626, que han conllevado la reparación de algunos de sus arcos.
De todos los cursos fluviales que la Vía de la Plata debía salvar en su trayecto hacia las tierras del Norte, sin duda el más problemático sería el del río Tajo. Conocido como Tagus por los romanos, nombre que parece proveer del árbol taxus o tejo en castellano, el río Tajo presentaba no sólo un ancho y profundo cauce, sino además una fuerte y rápida corriente a menudo sorprendida por crecidas y riadas propias del río más largo de la Península Ibérica, con aportaciones de numerosos afluentes en ambos de sus márgenes que lo convertían en un cauce cuya travesía conllevaba cierta peligrosidad. Atravesarlo era indispensable para poder continuar el trayecto emprendido junto a la ribera del también destacado río Anas (actualmente Guadiana), que ya contaba con un puente de más de 700 metros de longitud y que destacaba por ser el más largo de Hispania y el segundo del Imperio.
Arriba: el arco tercero del Puente de Mantible une la segunda rampa de espesor con el primero de los pilares del viaducto, conservado igualmente aunque parcialmente deteriorado.
Arriba y abajo: aspecto que presenta el arco tercero del puente visto aguas abajo (imagen superior) y aguas arriba (imagen inferior), apreciándose en las imágenes restos de las cornisas que decoraban el monumento, así como las muescas destinadas a la sujeción de andamiajes.
Para atravesar el río Tajo se decidió levantar un puente en una de las pocas zonas de fácil acceso para caminantes y carruajes, y relativa baja profundidad de un cauce habitualmente encajonado entre colinas y sierras escarpadas. El punto de desembocadura del río Almonte en el río Tajo sería el enclave escogido, lugar donde además se ubicaba la mansio Túrmulus, tercera parada desde la salida de la capital lusitana hacia el Norte, a 66 millas de la misma, y primera desde abandonar en ese mismo sentido la colonia de Norba Caesarina. Aquí se edificaría el que sería llamado Puente de Mantible, posteriormente de Alconétar, con una longitud, según se cree, de más de 290 metros de largo, contando con más de doce arcos, dieciséis e incluso diecinueve para otros estudiosos, que harían de esta obra la más destacada de toda la Vía de la Plata, y unos de los puentes más relevantes de Lusitania junto al construido en Emérita Augusta sobre el Guadiana, y el levantado también sobre el cauce del Tajo, aguas más abajo y perteneciente a la localidad de Alcántara, con la mitad de arcos y sin llegar a los 200 metros de longitud, aunque de mucha mayor altura (hasta 48 metros).
Sin conocerse con exactitud la fecha de su construcción así como la autoría de esta obra de ingeniería, la noticia de la existencia de un miliario en su cabecera, desaparecido actualmente, fechado en época de Tiberio ha llevado a algunos autores a datarlo durante mencionado reinado. Sin embargo, las soluciones arquitectónicas empleadas en el puente, especialmente el uso de arcos escarzanos, hace pensar en su edificación años más tardes, posiblemente en época de Trajano o de su sucesor Adriano, emperadores de origen hispano que dieron gran importancia a esta vía de comunicación. Algunos estudiosos apuntan hacia Apolodoro de Damasco como el posible autor de este monumento, gran arquitecto sirio que sirvió a Roma ejecutando algunas de las más reconocidas obras arquitectónicas y de ingeniería romanas de finales del siglo I d.C y comienzos del siglo II, como el puente sobre el río Danubio, el más largo de todo el mundo romano, o la artística Columna de Trajano, en Roma. Según otros, la obra se debería al ingeniero Lucio Vivo, por similares fechas.
Arriba: el quinto arco del puente aparece aislado en la actualidad, tras haber desaparecido el cuarto de los vanos, uniendo los pilares segundo y tercero.
Abajo: aspecto que presenta el tercer pilar aguas arriba, el mejor conservado de los varios que han llegado a nuestros días, algúnos de los cuales se observan a su izquierda, con la altura original intacta en su tajamar, y aún embellecido por la triple cornisa que decoraba esta obra de ingeniería.
El puente de Mantible o de Alconétar contaba con una anchura de 6,60 metros, que permitiría el paso de dos carruajes al mismo tiempo, fabricado a base de sillares graníticos de regulares dimensiones (ancho de 0,45 metros) y pronunciado almohadillado en muchas de sus caras vistas. Los pilares contaban además con un interior a base de opus caementicium, nombre dado al hormigón romano que posteriormente era revestido con mencionados sillares graníticos usados a su vez en arcos y tajamares. Justamente arcos y tajamares presentan las características más originales de esta obra de ingeniería. Los primeros por su diseño como arcos escarzanos o segmentales, solución arquitectónica derivada del arco de medio punto donde la curvatura no llega a formar un semicírculo, y cuya luz en este puente iba en aumento según nos acercamos a los vanos centrales, alcanzando los 15 metros de longitud. Los segundos por su división en cuerpos rematados con cornisas, que comparten con el pilar al que pertenecen y van adosados.
Los pilares cuentan con un grosor medio de 4,25 metros, alcanzando una altura, que es la del puente, de 12,50 metros, divididos en tres tramos de diferente hilada de sillares que dan lugar, en la parte superior de cada uno de ellos, a una cornisa rematada en moldura de gola. El cuerpo o tramo inferior, mayor que los dos sobrepuestos a él, es el de mayor altura, apareciendo en los costados perpendiculares al trazado del puente hasta siete muescas donde ensartar los andamiajes. Al lado contrario al tajamar, aguas abajo, aparecen espolones convexos, rematados igualmente por la triple hilada de cornisa, que aumenta lo originalidad y belleza de las soluciones arquitectónicas usadas en la construcción de este monumento.
Arriba: el cuarto pilar aparece actualmente muy deteriorado y aislado, a pesar de haber llegado a comienzos del siglo XIX unido por un arco al pilar tercero, tal como presentaba Laborde en su grabado de 1.802.
Abajo: vista meridional del pilar cuarto donde se aprecia el material de construcción utilizado en esta obra romana, con opus caementicium en el interior de los pilares, rodeado de diversas hiladas de sillares graníticos regulares.
Desde su construcción en época romana, el Puente de Alconétar siguió intacto y en uso durante varios siglos más, al parecer hasta la llegada a su altura de los límites de los reinos cristianos del Norte peninsular que, con el transcurrir de la Reconquista, habían alcanzado la orilla derecha del río Tajo en el siglo XIII. Una vez reconquistada Coria en 1.142 por Alfonso VII de León, y afianzada la presencia cristiana en la ciudad durante el reinado de Alfonso IX, será éste quien decida continuar con el avance de sus tropas hacia el sur, orientándolas hacia la conquista de la plaza de Cáceres. Es en ese contexto bélico cuando los dirigentes andalusíes, obrando en defensa de los territorios que bajo su mandato ocupaban, deciden destruir seis de los ojos del puente de entre los más cercanos a la orilla izquierda del río, donde aguardaban a las tropas leonesas en aquella población que había surgido sobre los restos del Túrmulus romano, y que tomó el nombre de Alconétar, traducido al castellano como "puente pequeño", cuya fortaleza, levantada sobre el promontorio de Rochafría, controlaba el paso de los transeúntes que aún más de diez siglos después seguían circulando por la Vía de la Plata, y cuyo torreón tomó el nombre de una legendaria princesa musulmana que allí encontró el amor entre uno de los Pares de Francia enviados a la zona por Carlomagno: la princesa Floripes.
Tras lograr llevar Alfonso IX de León sus tropas hasta las puertas de Cáceres, a través del Puente de Alcántara, la villa de Alconétar, con el puente que tomaba su nombre, pasaban igualmente a manos cristianas, entregándose a la Orden del Temple hasta que en 1.258 vuelve a manos del poder regio. Los habitantes de la villa, tras una histórica riada del Tajo, abandonan la localidad para instalarse en la vecina Garrovillas, perteneciente a la primera y que desde entonces pasaría a llamarse Garrovillas de Alconétar, en cuyo término municipal se ubican los restos de la fortaleza y del puente. Este último sería primeramente reparado por los templarios, bajo cuyas órdenes fueron reconstruidos los arcos 1 y 3, perdurables en la actualidad, así como el pilar número 5, de mayores medidas que los demás y conocido popularmente como "Mesa del Obispo", erigiendo sobre él un torreón defensivo. Poco tiempo duró la obra, entre 1.230 y 1.257, malograda ante las crecidas y riadas constantes de un río inquieto que impidió igualmente el éxito de otras restauraciones posteriores, como las planteadas durante los siglos XVI y XVII, y la ejecutada en madera a mitad del siglo XVIII.
Arriba: el quinto pilar, más conocido como "Mesa del Obispo", difiere de los demás en cuanto a sus dimensiones, así como en la práctica carencia de sillares almohadillados si es comparado a los demás, resultado de su reparación por los templarios que hicieron del mismo un torreón para control del paso.
Abajo: en el margen izquierdo se conservan escasos restos del Puente de Alconétar, limitados a los vestigios de un último pilar, así como de otro grupo de sillares graníticos amontonados junto a él.
Hasta la construcción de un nuevo puente en 1.927, atravesar el río Tajo por esta zona quedaba en manos de las llamadas Barcas de Alconétar, negocio en manos de los Alba y Aliste que intentaban impedir la reconstrucción del puente romano, o la edificación de un viaducto nuevo, en pro de su negocio. Hasta el siglo XX, muchos fueron los que, incluso montados en barca, no lograban alcanzar la orilla contraria a aquélla en la que habían embarcado, naufragando a merced de un rápido y caudaloso cauce, peligroso en diversas épocas del año. Se tiene testimonio de diversas comitivas regias que sufrieron volcados de barca, como las del rey Juan II en el siglo XV, o la de la infanta Catalina, hermana de Carlos I, en 1.525. Tal peligrosidad hizo que la Vía de la Plata se viera interrumpida durante varios siglos entre las localidades de Cáceres y Plasencia, surgiendo como caminos alternativos dos rutas a tomar desde Mérida, cruzando el río Tajo bien por el Puente de Alcántara, al que se llegaba desde Cáceres, o tal vez por el Puente de Almaraz, tras atravesar Trujillo.
En 1.969 queda también este puente de los años veinte inutilizado ante la crecida del nivel de las aguas del Tajo, encajonadas por el embalse de Alcántara II. Los restos de la mansio Túrmulus, los vestigios del puente romano sobre el río Almonte y la fortaleza de Alconétar quedarán acuáticamente sepultados, salvándose apenas la Torre de Floripes que, en época de baja pluviosidad, dejará ver la parte alta del edificio. Los restos del Puente de Mantible serán sin embargo desplazados, ubicados seis kilómetros al Norte de su enclave original, en una pradera regada por los arroyos Guadancil y del Sapo.
Arriba: como vestigios más meridionales del Puente de Alconétar subsisten apenas un grupo de sillares amontonados y completamente desligados de su contexto original.
Abajo: junto a la cabecera sur del Puente de Mantible aparece un miliario anepigráfico en pie y con basa labrada en la misma pieza, bloque granítico que ronda el metro de altura.
En la actualidad, con casi dos mil años de antigüedad y cerca de ochocientos desde el principio de su destrucción, el Puente romano de Alconétar se nos presenta como una pequeña muestra majestuosa de la gran obra de ingeniería que fue, con vestigios de la estructura que alcanzaba en la orilla derecha del río Tajo, conservándose cuatro de sus arcos, dos rampas de espesor, y restos de más de cinco de sus pilares. De estos cuatro arcos, los dos más septentrionales harían las funciones de vanos de salida de agua en épocas de crecida del cauce del río. Junto a ellos tenemos las dos rampas de espesor, partiendo de la más meridional el tercero de los arcos, primero de los propiamente ubicados sobre el lecho del río, y considerado una reconstrucción medieval a mano de los templarios, como ocurre con el arco tercero y último de los existentes. De los pilares hay que destacar la supervivencia de restos de los cinco primeros que encontraríamos entrando en el puente desde la orilla izquierda, destacando el tercero de ellos por conservar en buen estado su tajamar y la altura original de la obra. Ya en la orilla derecha, junto a otros sillares amontonados hoy en día en una especie de túmulo que bien pudieron pertenecer a un séptimo pilar, rampa de espesor, u otra porción del puente ubicada en esa orilla meridional, aparecen vestigios de un sexto pilar.
Curiosamente junto a los restos que del Puente de Alconétar se conservan, aparece en el lado meridional de su reconstrucción un miliario anepigráfico en pie. Son varios los miliarios que se ubicaban en las cercanías del Puente de Mantible, en su localización original, destacando entre ellos uno fechado en época de Tiberio y actualmente desaparecido, y otro salvaguardado en los depósitos del Museo Provincial de Cáceres. Diversos miliarios anepigráficos se conservan a lo largo del trazado de la Vía de la Plata por esta zona, especialmente cerca del Túnel de Cantalobos, o en el Cerro de la Horca. El autor de este blog no ha logrado descubrir el origen del miliario que actualmente se encuentra junto a los vestigios meridionales del Puente de Alconétar, ni si su ubicación allí se debe a un traslado conjunto al puente desde el enclave original de los mismos, a una reutilización de un miliario cercano, o si bien estamos ante la presencia de un miliario de nueva fábrica que ornamenta hoy en día el monumento.
El puente romano de Mantible o del Alconétar fue declarado Monumento Histórico en 1.931, actual Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento (Gaceta de Madrid nº 155, de 04 de junio de 1.931).
Arriba: aspecto detallado que presentan los muros del Puente de Alconétar, bellamente decorados con triple cornisa rematada en moldura de gola, y profundo almohadillado en la mayoría de sus sillares.
Abajo: vista tomada desde lo alto del tercer arco, primero sobre el lecho del río, desde donde poder apreciar la altura de los pilares, así como la estructura de sus tajamares, de planta triangular y pronunciado ángulo que cortaban las aguas vertidas sobre el Tajo.
Cómo llegar:
Trasladado piedra a piedra como medida de salvaguarda ante la crecida que experimentarían las aguas del río Tajo por la construcción de la presa alcantarina, el Puente romano de Alconétar se ubica actualmente junto a la cola del pantano que conllevó su desplazamiento, junto al trazado de la carretera nacional N-630, en la orilla derecha de este internacional río ibérico. Una vez cruzado el cauce de los ríos Almonte y Tajo, si avanzamos desde Cáceres hacia Cañaveral, veremos los restos del puente antes de alcanzar el desvío que nos conduce hacia Portezuelo, carretera denominada EX-109 y que nos guía hasta Coria. Si tomamos esta vía regional, encontraremos cerca de la cabecera del puente una calzada que nos permite aparcar en la zona y visitar este monumento que aún nos recuerda con su majestuosidad, a pesar de su gran deterioro, la grandiosidad que un día llegó a alcanzar y de la que pudieron disfrutar aquellos viajeros a los que servía como punto clave en la Vía de la Plata.
El enclave original donde se ubicó el Puente de Mantible queda bajo las aguas del embalse de José María de Oriol-Alcántara II. Igualmente desde la carretera nacional N-630, antes de atravesar el puente sobre el río Almonte y en la orilla derecha del Tajo, podemos desviarnos hacia un camino desde el que podremos observar, en épocas estivales o de baja pluviosidad, los restos del almenado de la Torre de Floripes, que igualmente se atisva desde la estación de ferrocarril del Río Tajo, muy cercana a este punto. En una zona cargada de historias y lugar clave donde se vivió la historia, los restos de este torreón parecen no querer sucumbir ante la inmensidad del agua embalsada, manteniéndose firme y emergiendo sin cesar para hacernos recordar la relevancia de un enclave que no quiere perecer en el olvido de los tiempos ni desaparecer de la memoria de los pueblos.
Arriba: la parte superior de la Torre de Floripes asoma en épocas de bajo caudal del Embalse de Alcántara, sirviendo como recordatorio que rememora la relevancia que este enclave tuvo desde épocas remotas, cuartel de las tropas de Bruto, punto de paso de la Vía de la Plata, enclave disputado durante la Reconquista, base de leyendas sobre un Fierabrás que Cervantes mencionaría en su Quijote, asentamiento de los templarios, sagrario de custodia de cristianas reliquias, y lugar de tránsito de reyes y gente anónima que hicieron uso de una de las mayores obras de ingeniería que Roma construyó en la región y que siglos después se denominaría y conocería como Puente de Mantible o Puente de Alconétar.
Siempre me he preguntado cuando se trasladó el puente y como se hizo.¿Sabes algo de eso?
ResponderEliminarMuy bien documentado, como siempre, y muy ilustrativas las fotos. Es otro de los lugares que tengo pendiente. Hace años que pretendo ir, pero nunca llega el momento de contemplar esta magnifica muestra de la ingeniería romana.
Saludos y hasta pronto, Samuel.
Este puente lo he visto cientos de veces desde la carretera... pero nunca me he acercado a verlo porque pensaba que no sería nada fácil llegar hasta él. Ahora que ya sé que sí la próxima vez sí que me acerco... Si el nivel del agua está bajo,jejeje.
ResponderEliminarY la torre de Floripes, esa torre siempre me ha intrigado y fascinado con su misteriosa cabeza asomando sobre el agua... A ver si algún día nos sorprendes con una entrada sobre ella.
Buen trabajo, enhorabuena.
Hola Jesús!
ResponderEliminarLa verdad es que desconozco cómo se trasladó el puente desde su ubicación original. Supongo que se realizaría de modo parecido a otros monumentos, piedra a piedra, como todas esas ermitas, iglesias y castillos que desde el Viejo Mundo pasaron a las fincas de algunos millonarios del Nuevo, que querían así tener en sus manos un patrimonio histórico del que prácticamente carecía su país. En cuanto a la fecha, rondaría el año 1.969. Si consigo más información al respecto, te la haré llegar.
Muchas gracias como siempre por tu visita! Un saludo y hasta pronto!
Hola Isaac!
ResponderEliminarSi puedes, no dejes de visitar este monumento. Seguro que te sorprenderá la majestuosidad que aún presenta, a pesar de su gran deterioro. Llegar a él es muy fácil, e incluso no importa que las aguas del embalse hayan crecido, porque su acceso y primeros arcos están a salvo de ellas. Eso sí, desde el cruce y según avanzas por la carretera regional, ve despacio para no pasarte la cabecera del puente, que es donde podemos desviarnos y entrar a ver el monumento. Si te pasas, tendrás que continuar un buen trecho hasta poder dar la vuelta. La entrada está cerrada con un vallado para que no se escape el ganado que por allí puede andar, pero la visita está totalmente permitida (es un camino habitualmente utilizado por pescadores).
Sobre la Torre de Floripes se pueden contar muchísimas cosas, pero su visita, o al menos ver su silueta completa, sólo es posible en épocas de gran sequía. Me temo que aún tendré que esperar unos cuantos años más hasta que eso vuelva a ser posible. Si un día lo logro, espero hacer buenas fotos y dejar la correspondiente entrada en el blog.
Un saludo!
Uno de los artículos más completos que he leído de un monumento. Enhorabuena por tu escrito, me ha encantado. Extremadura nunca defrauda.
ResponderEliminarHola Filustro!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y por tu visita. Efectivamente, el patrimonio histórico-artístico de Extremadura tiene mayor importancia de la que parece. Espero que la región siga sin defraudarte, al igual que las entradas que traeré sobre nuestros monumentos. Un saludo!
en la pagina alkonetara, existe un album de fotos en blanco y negro sobre los puentes cubiertos por el pantano de alcantara y lu ubicacion original del puente de alconetar, asi como el castillo y la torre de floripes antes de ser cubierta por las aguas. No dejeis de visitar dicha pagina, por lo curioso y bello que cubrio el agua.
ResponderEliminarMuchas gracias pmatron por tu recomendación! He visitado la página y las fotos mencionadas son estupendas. Dejo el enlace para que los visitantes puedan disfrutar también de ellas. Un saludo!
ResponderEliminarhttp://alkonetara.org/image/tid/47
Más información sobre el puente, en mi blog "Las carreteras de Extremadura".
ResponderEliminarEl puente de Alconétar, Eppur si muove.
http://goo.gl/dJov0k
Espero que os guste.