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viernes, 10 de febrero de 2012

Necrópolis visigoda de Aliseda


Arriba: conocidas popularmente como las Tumbas de los Moros, la necrópolis visigoda de Aliseda cuenta con un total de seis enterramientos antropomorfos excavados en la roca, cinco para adultos y uno para un infante, siguiendo la misma línea de otros sepulcros similares y contemporáneos que se expanden por toda la comarca.

Es habitual en muchos puntos de Extremadura, y más concretamente en algunas de las poblaciones que se levantan en las cercanías de la ciudad de Cáceres y que forman parte de la comarca de Tajo-Salor-Almonte, atribuir a los antiguos pobladores hispano-musulmanes, denominándolos sencillamente “de los moros”, la autoría de muchos yacimientos que subsisten escondidos entre dehesas, junto a la vega de un río o al abrigo de riscos, enriqueciendo el patrimonio de muchas localidades y el extremeño en general. Sin embargo, y salvo contadas excepciones, estas dataciones populares no son exactas, respondiendo la costumbre a tendencias derivadas de la misma repoblación de las tierras tras la Reconquista que por los reinos cristianos del Norte peninsular se llevó a cabo en las mismas, cuando los colonizadores adjudicaban todo lo anterior a su llegada a los previos habitantes que allí vivían.

Al añadirse las tierras que componen la actual Extremadura al mapa que dibujaban los reinos de León y de Castilla en su expansión territorial meridional, se propuso, como ya se hiciera en fases anteriores, repoblar los recién adquiridos territorios con población cristiana que, además de aumentar la presencia humana y el índice de población, y que multiplicara el número de súbditos cristianos fieles a los nuevos gobernantes, colonizaran con sus costumbres y cultura aquellos terrenos donde la presencia del Islam había dejado huella durante varios siglos. La conquista cristiana sin embargo fue más rápida que el aumento de la población, y esta segunda repoblación no siguió la misma tendencia que la primera, cuando los reinos cristianos ocuparon la cuenca del río Duero y la submeseta norte. El número de colonizadores fue mucho menor que entonces, dividiéndose la tierra en latifundios que en muchas ocasiones pasaban a manos de las mismas Órdenes Militares a las que se había asignado el control de los territorios reconquistados, quedando los nuevos pobladores recogidos en las poblaciones preexistentes, o bien y en la mayoría de los casos convirtiéndose en vecinos de nuevas localidades inauguradas en esta nueva etapa de la historia regional y nacional.




Arriba y abajo: separadas en tres subgrupos de tres, dos y un enterramiento respectivamente, las tumbas aliseñas se encuentran talladas en afloraciones graníticas muy cercanas entre sí, localizadas en un enclave denominado Cabeza Rabí y ubicadas en la ladera septentrional de la Sierra del Aljibe, siendo los dos nichos de las imágenes los que conforman el subgrupo de dos túmulos y el más cercano a la cresta de la montaña.




Muchos de estos nuevos municipios, a pesar de deber su origen a mencionada repoblación o colonización castellano-leonesa, se asentaron en enclaves privilegiados que, bien por su ubicación estratégica o morfología de los terrenos ya fueron escogidos por antiguos pobladores para guarecerse, fijar allí su morada o levantar sus viviendas. Aliseda, al suroeste de la provincia cacereña y erigida a los pies de la Sierra de San Pedro, es un claro ejemplo de ello. Mientras que el actual pueblo data de la Baja Edad Media, apareciendo a raíz del fuero de Cáceres con el nombre de Aldea de Aliseda y formando parte del Sexmo de Cáceres, junto a este emplazamiento ya figuró un antiguo castro de la Edad del Bronce, se explotaron diversas minas por los romanos, y fue zona de paso de otras culturas como la tartésica, de cuya época se conservó enterrado el archiconocido Tesoro de Aliseda, actualmente conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, y referente clave a la hora de conocer la cultura prerromana de Tartessos.

Puerto natural que abre paso a las tierras del noroeste pacense, comunicando la penillanura cacereña con la villa de Alburquerque, el enclave donde se asienta Aliseda ha sido siempre un cruce de caminos que ha permitido la comunicación con el interior de la Sierra de San Pedro. Si bien en los inmediatos siglos pasados ha servido como enlace a portugueses y españoles, más en contiendas que en épocas de paz, en la Antigüedad también sirvió como lugar de tránsito, posible parada entre la latina Norba Caesarina (actual ciudad de Cáceres), y la romana Valencia de Alcántara, identificada por algunos estudiosos con la antigua Valentia, nombre dado al oppidum fundado para acoger a los traicionados soldados de Viriato, disputándose la localidad cacereña mencionado origen con la Valencia mediterránea.




Arriba: destaca dentro de la necrópolis visigoda de Aliseda el subgrupo de tres enterramientos donde las tumbas se descubren paralelas y muy cercanas entre sí, contando entre ellas con el sepulcro destinado posiblemente a un niño, barajándose por ello la posibilidad de que allí fueran depositados los cuerpos inertes de un matrimonio junto a su pequeño vástago.
Abajo: vista del sepulcro izquierdo perteneciente al subgrupo de tres tumbas, de claro diseño antropomorfo donde el cadáver sería depositado recto y en decúbito supino.


Abajo: labradas sobre la misma afloración rocosa, la tumba infantil de la necrópolis de Aliseda no se halla de manera aislada, sino cercana a la de dos adultos y a la derecha de ambos.
 


Como ya ocurría en otros puntos de una muy romanizada Lusitania, también junto a estas antiguas rutas que comunicaban la vertebral Vía de la Plata con las tierras occidentales, surgieron múltiples villas que servían como pequeños núcleos desde el que impulsar la economía agrícola y ganadera que sostenía la provincia latina. Así, y a las ya mencionadas minas de las que se extraía plata, hierro y azufre del corazón de la Sierra del Aljibe, en las proximidades de la actual Aliseda se encontraron las villas romanas de Casas de Santa Catalina y de la Umbría de las Viñas. Fueron éstas con toda probabilidad el germen  de posteriores vicus o explotaciones agroganaderas que, tras la caída de Roma y bajo la presencia y gobierno visigodo en la Península Ibérica, recogieron el relevo económico de las ciudades y supieron sostener la economía así como salvaguardar la estabilidad de la región.

Aunque la presencia visigoda en la antigua Norba Caesarina no está prácticamente datada, y la ausencia casi total de datos sobre este periodo hacen de la etapa un capítulo oscuro en la historia cacereña, la ocupación visigoda de los terrenos que componen la actual Extremadura es indiscutible, basándonos fundamentalmente en el legado histórico- artístico con que dotaron a Emérita Augusta, así como en la prolífera existencia de basílicas godas en los alrededores de la antigua capital lusitana, erigidas además a lo largo de la Vía de la Plata, especialmente en el espacio comprendido entre los ríos Guadiana y Tajo, con ejemplos en Alcuéscar (basílica visigoda de Santa Lucía del Trampal), y en el desaparecido enclave de Alconétar (cuya basílica descansa, como el resto del yacimiento, sumergido bajo las aguas del embalse de Alcántara).




Arriba: detalle del nicho central del subgrupo compuesto por tres tumbas donde se aprecia el labrado del sepulcro, destacando en el mismo la oquedad limada como reposacabezas del difunto.
Abajo: tallado de manera aislada un último enterramiento cierra el conjunto funerario, presentando en su interior hierbajos, polvo y humedad depositados por su exposición al aire libre, donde un día descansaron los restos de ciertos pobladores que aproximadamente 1.500 años atrás hicieron de este enclave su hogar.



Con otros ejemplos cercanos, fundamentalmente en Arroyo de la Luz y en el paraje de Los Barruecos, la necrópolis visigoda de Aliseda pudo responder a la presencia inmediata de alguna villa o vicus durante el periodo hispano-visigodo, cuya familia titular y terratenientes al mando de la explotación escogieron esta manera de inhumación, excavando en la roca granítica que aflora a los pies de la serranía pétreos sepulcros antropomorfos, posteriormente tapados con posibles tapas graníticas o losas de pizarra, material muy abundante en los contornos. Datadas entre los siglos VI y VII d. C., basándonos en las características de los enterramientos así como en los restos de cerámica descubierta en las inmediaciones, la necrópolis aliseña cuenta con un total de seis enterramientos, cinco de ellos destinados a acoger los cuerpos de personajes adultos, y un último sepulcro de menor tamaño tallado seguramente para un infante. Las seis tumbas se hallan a su vez divididas en tres subgrupos según su localización y perforación en diferentes afloraciones rocosas.

A escasa distancia un subgrupo del otro, y todos en el lugar conocido como Cabeza Rabí, es el más distante de la cresta de la sierra el que acoge mayor número de enterramientos, con tres sepulcros excavados en paralelo, figurando allí la tumba supuestamente infantil junto a otra adulta. Esta característica, más que cualquier otra, hace pensar en la posible inhumación de un matrimonio junto a un menor descendiente de ellos dentro de este subgrupo de nichos. Los otros dos subgrupos, de dos y un enterramiento respectivamente, figuran más elevados dentro de la pendiente de la falda donde se ubica el yacimiento. En los seis casos sigue el labrado de los túmulos el mismo diseño, respetando la silueta antropomorfa de los cadáveres que iban a acoger, respondiendo por tanto a un mismo tipo de enterramiento donde el difunto era colocado de manera recta y decúbita supina (sobre la espalda) en el lecho granítico. Comparten esta característica además con los enterramientos pertenecientes a necrópolis cercanas, como las mencionada de Arroyo de la Luz o de Los Barruecos, hecho que permite relacionar al menos cronológicamente las diversas fosas, formando entre todas ellas, así como con el resto de sepulcros antropomorfos pétreos que salpican la provincia y la región, todo un catálogo de vestigios visigodos que amplían el patrimonio dejado por este pueblo en nuestras tierras, engrandeciendo aún más el patrimonio histórico y el legado cultural que ha heredado Extremadura.

Cómo llegar:



Arriba: visión general del yacimiento funerario aliseño donde se aprecian los tres subgrupos que componen la necrópolis visigoda, acondicionados para su visita libre en un enclave donde el caminante podrá disfrutar no sólo de los vestigios históricos, sino además de las bellas vistas de la comarca y del fresco aire de la sierra.


La localidad cacereña de Aliseda, cercana al margen izquierdo del río Salor y a los pies de la Sierra de San Pedro, se ubica a unos 30 kilómetros de la capital provincial, comunicada con ella a través de la carretera nacional N-521, vía que une Trujillo con la frontera portuguesa, atravesando la ciudad de Cáceres.

Alcanzada la localidad según nos dirigimos hacia Valencia de Alcántara, recomendamos acceder a la misma por la última calle del pueblo que se abre a la carretera, denominada como Paseo de la Habana. Se prolonga el mismo hacia la calle Pizarro, que alcanza la popular Plaza de Extremadura, tras la cual, y girando a la derecha, penetramos en la Avenida de la Constitución. Hallaremos al final de esta calle una antigua fábrica de harina, existiendo junto a la misma y subiendo hacia la montaña un camino que nos conducirá, a mano izquierda, hacia el paraje donde se halla el yacimiento visigodo, separado por unos 3 kilómetros del núcleo urbano y acondicionado para su libre visita con bancos y un cartel informativo que permite disfrutar de la necrópolis así como del bello paraje que nos espera a los pies de la Sierra de San Pedro.


4 comentarios:

  1. Nunca he visitado este tipo de necropolis, si acaso he visto algunas tumbas sueltas. Tengo previsto acercarme (aunque no se cuando) a una necropolis en las Villuercas, cerca de Berzocana donde todavía aparecen al lado de las tumbas las piedras que servían de tapadera. Lo que ocurre es que creo que está en una finca privada y debe ser dificil entrar y encontrarlas.

    He visto como digo, tumbas sueltas de este tipo en la finca Municipal Doña Blnaca de Don Benito y creo recordar que aparecía un cartel que las catalogaba como árabes, pero después he comprobado que todos la situan en el periodo visgodo.

    Saludos, Samuel y hasta pronto.

    Por cieto, te acuerdas de una foto que te mandé de un hueco excavado en la piedra en el castillo de Peñafiel? Recuerda mucho a estas tumbas aunque creo recordar que era más corta y menos profunda.

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  2. Hola Jesús!

    Como siempre es muy grato encontrarse con tus comentarios. Muchas gracias! Efectivamente este tipo de tumbas antropomorfas excavadas en la roca son muy habituales por toda Extremadura. En la comarca de Tajo-Salor es donde quizás más abunden, y donde se localizan las principales necrópolis o conjuntos de las mismas, pero en general las hay dispersas por todos los rincones de nuestra región. Este tipo de enterramientos se ha venido utilizando desde la antigüedad hasta la Edad Media, pero la gran mayoría de los sepulcros antropomorfos de nuestra región están datados en época visigodas, gracias a los escasos objetos de ajuar que se han conservado en los mismos, o a la existencia de villas o vicus de tal época en los alrededores. En los demás casos, se trata simplemente de una valoración que no se puede certificar al 100%, y que permite diversas interpretaciones. Algunos las pueden considerar musulmanas, y otros prerromanas, pero a falta de más datos se las suele catalogar en la misma época que aquéllas que sí están datadas, es decir, en la época visigoda. Existen de todos modos algunas pertenecientes a otras culturas, catalogadas como tal gracias a datos fidedignos. Pero ya te digo que cuando no se tiene dato alguno, se las engloba dentro del conjunto visigodo.

    No había oído hablar de la necrópolis que me comentas de las Villuercas, pero me alegra que me hables de ella e intentaré encontrar más información al respecto. No es nada habitual que se conserven las tapas de estos sepulcros. Lo malo es que, como tú dices, esté en una finca privada, más que por el hecho de tener que adentrarte en una propiedad que no es pública, por la dificultad que va a conllevar dar con ellas sin datos precisos que te indiquen dónde están o ir acompañado de alguien que conozca bien su ubicación.
    En cuanto a la oquedad que viste en el castilo de Peñafiel y que recuerdo bien, sigo pensando que es un abrevadero más que una tumba. Por sus pequeñas dimensiones debiera haber pertenecido a un infante, pero los infantes se enterraban junto a un adulto, como en el caso de Aliseda. No posee tampoco diseño antropomorfo. No hay que olvidar que estas tumbas,una vez expoliadas, se han venido utilizando en muchos lugares como abrevaderos para el ganado, por lo que a veces se tiende a confundir unos con otros.
    Un saludo y hasta pronto!

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  3. Tengo localizadas unas tumbas parecidas a esas en una finca privada de la sierra de san pedro entre Aliseda y Villar del Rey, creo que no están estudiadas pues están bastante abandonadas en medio de la dehesa junto a una rivera. Crees que sería interesante poder catalogarlas??
    Gracias

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    1. ¡Hola!
      Ante todo, muchas gracias por la visita al blog y el comentario, pero sobre todo por avisar de la existencia de estas tumbas antropomorfas en mencionada finca de la Sierra de San Pedro. Sería más que interesante visitarlas, fotografiarlas, estudiarlas y así poder catalogarlas para que conste su existencia y que no caigan en el olvido. Estoy dispuesto a visitarlas y poner mi grano de arena para que este vestigio que forma parte del patrimonio histórico-cultural extremeño sea conocido. Tienes mi correo personal indicado en el índice de la parte derecha. Muchas gracias de nuevo y un saludo.

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