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domingo, 16 de septiembre de 2012

Joyas de las artes plásticas de Extremadura: Virgen de la Esclarecida de Zamarrillas, en Cáceres


Arriba: la conocida como Virgen de la Esclarecida, imagen titular de la que fuera parroquia del antiguo arrabal cacereño de Zamarrillas, se conserva actualmente y tras el abandono del núcleo urbano donde se custodiaba en la Iglesia de Santiago de los Caballeros de la capital provincial, presidiendo el retablo de las Benditas Ánimas del Purgatorio, junto a la entrada a la sacristía de mencionado templo.


Tras ser reconquistada en 1.229 la conocida por los musulmanes como Al-Kazris, Cáceres para los cristianos, y ser dotada la por entonces villa con un amplísimo término municipal, hoy en día el más vasto de España, se dispusieron sus terrenos, desde las vegas de los ríos Tamuja y Almonte al Norte, hasta las estribaciones de las Sierras de San Pedro al Sur, más para la ganadería que para la agricultura, salpicando las reses y cabezas de ganado de los nuevos habitantes, repobladores y colonos, así como nobles de Castilla que ocuparon esta comarca, los pastos y encinares propios del bosque mediterráneo que cubre la región y que bordeaban el núcleo urbano, adaptándolos en dehesas donde conjugar y combinar la explotación ganadera con la conservación del ecosistema, o eliminando por el contrario la presencia arbórea en terrenos más llanos en pro de la abundancia de fáciles pastos.

Ante la gran extensión del término municipal cacereño y la gran distancia que podía llegar a separar fincas y cotos con la propia urbe, se vio bien por el Concejo la fundación no sólo de aldeas en los alrededores pertenecientes a su jurisdicción pero con gobierno propio, sino también de arrabales y pedanías dependientes de la villa, así como cortijos y casas de campo que funcionaran como auténticos centros de aprovechamiento agroganadero, donde pudieran agruparse las viviendas de pastores, agricultores, braceros, jornaleros e incluso de terratenientes, todos ellos a manera de colonos a los que se les cedían porciones de terreno para su rendimiento, y así no sólo poblar, vivir y residir cerca de los centros de trabajo y lugares de explotación agroganadera, para comodidad suya y mejor administración de los mismos, sino además como eficaz medida de protección de las reses y los terrenos frente a futuras incursiones de los musulmanes del sur, cada vez menos probables pero posibles mientras Al-Ándalus siguiera existiendo, pero también de los campos frente a las ganaderías que, venidas desde tierras castellanas en su búsqueda anual de sustento, pudieran expoliar los pastos. Fundadas principalmente en la Baja Edad Media, permitía la existencia de estas aldeas y alquerías la presencia continua de población por los contornos, con especial intensidad en la zona meridional del término municipal y cercanía a las vías que comunicaban la villa con Medellín, Mérida y Badajoz, respectivamente. Mientras que algunos cortijos apenas se componían de una quinta señorial rodeada de las viviendas necesarias para sus empleados y servidores, más los inmuebles propios para la explotación ganadera y quehaceres diarios, las aldeas y algunos arrabales sin embargo llegaron a alcanzar los varios centenares de vecinos, contando entre sus calles e inmuebles destinados a viviendas y centros de trabajo también con parroquia y cementerio propio, complementándose la trama urbana y permitiendo una mayor independencia de la villa en sí.



Arriba: la imagen gótica de la Virgen de la Esclarecida, posiblemente la escultura mariana más antigua de las conservadas en Cáceres, de un metro de altura y tallada en madera, muestra a Santa María no sólo como Madre de Dios o representación artística como Teothokos, sino además en su versión como Hodegetria o aquélla que presenta al mundo el verdadero camino en la figura del Niño Jesús al que porta en brazos.



El trascurrir de los años y el devenir de los hechos históricos conllevó tras la aparición y auge de aldeas y arrabales la consolidación de la gran parte de las primeras, convertidas hoy en día en pueblos independizados de la ciudad con el paso de los años y aumento de la población, tales como Malpartida de Cáceres, Aliseda, Aldea del Cano, Torrequemada, Sierra de Fuentes o Casar de Cáceres. Sin embargo y contrariamente las alquerías, arrabales y pedanías, a excepción del Zángano, sufrieron la paulatina marcha de sus pobladores y desaparición de sus inmuebles y términos urbanos, contando actualmente la ciudad de Cáceres con sólo tres pedanías, Valdesalor, Rincón de Ballesteros y Estación de Arroyo-Malpartida, que no guardan relación histórica con las alquerías y arrabales bajomedievales que se dieron en su término municipal. Mientras que en la mayoría de las aldeas, con gobierno propio, se defendía el porvenir de sus pobladores a base de respetar el uso de las dehesas boyales y comunales y potenciar la posesión de terrenos y parcelas que los aldeanos pudieran explotar para beneficio suyo y de la aldea, no ocurría lo mismo en arrabales y alquerías donde, buscado por los nobles de la ciudad y permitido por el Concejo de la villa, se daba una desigual repartición de terrenos en mencionados enclaves y contiguos cambios en la titularidad de las tierras que provocaban en una España regida por el Antiguo Régimen que las mismas se fueran acumulando en manos de unos cuantos adinerados, que las dedicaban en pro de sus ganaderías con perjuicio para la abundante clase baja que habitaba tales núcleos poblacionales, decidiéndose por parte de muchas familias humildes que no disponían de parcelas propias o ante la dificultad de mantener sus propias reses o no poder contar con terrenos públicos dedicados a la labranza, su mudanza a la ciudad o a villas cercanas. Sí se mantienen en uso algunos de los cortijos y caserones que circundan la otrora villa, mientras que otro gran número de los mismos encontraba su fin a la par que muchas herencias nobiliarias eran disueltas o repartidas, la situación económica de muchos linajes venida a menos o, en el mejor de los casos, como consecuencia del abandono voluntario llevado a cabo por los dueños de las quintas, que no de las explotaciones, convencidos con el cambio de las modas y de los tiempos de vivir dentro de las grandes urbes en vez de ocuparse de las tierras y explotaciones personalmente como antaño hicieran sus antepasados.




Arriba: muestra la Virgen de la Esclarecida diversas mutilaciones, roturas y deterioro general con claro reflejo en el rostro de María y en la figura del Niño Jesús, sufridas posiblemente y en gran parte por el vandalismo causado por las tropas napoleónicas que supuestamente destruyeron la iglesia de la que era titular, así como por el paso de los años, el desgaste de su naturaleza de madera y el olvido y abandono que desde su mudanza a la ciudad ha venido padeciendo.



Tras desaparecer arrabales tales como Alpotreque, Puebla de Castellanos, Casas del Ciego, Malgarrida o Borriquillo, y convertirse el arrabal del Zángano en la actual Puebla de Obando, perteneciente hoy en día a la provincia de Badajoz , a día de hoy sólo se conservan en pie restos de la que fuese conocida como Heredad de Zamarrillas, o Zamarrilla, una de las más populosas y populares con las que contó la villa de Cáceres, enclavada en plena llanura trujillano-cacereña a los pies de ligeras colinas desde las que divisar, mirando hacia el Sur, el cercano río Salor, ubicada entre la antigua Vía de la Plata y el camino a Medellín, cerca de la localidad de Torreorgaz. Llegó a albergar tal arrabal en su momento álgido los más de doscientos habitantes, trabajando principalmente como jornaleros de los Ovando, linaje cacereño que logró hacerse con la mayor parte de los terrenos que componían la heredad y que contó con castillo y casa fuerte en el lugar. Sin existir ni conservarse apenas datos que nos hablen de la fundación e historia de este núcleo poblacional, ya existente en el siglo XV, se plantean dudas sobre las causas que propiciaron el abandono total y final de sus inmuebles, decantándose algunos estudiosos en señalar como causa propiciatoria del fin de Zamarrillas el paso de la Guerra de la Independencia por estos confines, siendo destruido lo que quedaba de ella por las tropas napoleónicas. Si bien no está plenamente documentado este final del arrabal cacereño, cabría señalar que, a juzgar por los datos que sobre la heredad se conservan del siglo XVIII, Zamarrillas estaba destinada a desaparecer de la misma manera que arrabales semejantes, conociéndose el paulatino abandono de sus habitantes y escasa actividad llevada a cabo por los vecinos que quedaban antes de la contienda hispano-francesa. El desigual repartimiento de las tierras, la desaparición de dehesas comunales y la falta de derechos de sus vecinos en tierras de señorío donde no podían depender de sus propias cosechas o explotaciones sino de un jornal no siempre asegurado, incitaron la despoblación de ésta como años y siglos antes ya habían propiciado la del resto de arrabales cacereños.




Arriba: como ocurriese de manera habitual en las esculturas medievales que representan a María como Madre de Dios, también el infante de esta talla porta un animal cargado de simbología, en este caso un presunto pájaro, símbolo de la vida, o bien una paloma, representación del Espíritu Santo o de la paz, en cualquiera de los tres casos en clara referencia a la vida, paz y Trinidad que encarna el Niño Dios.



Habiendo desaparecido la mayoría de los inmuebles más humildes del antiguo arrabal, quedan hoy en día en pie varias casas en manos privadas, deshabitadas y semiderruidas muchas pero reformadas y acondicionadas algunas otras como casas de aperos o cuadras donde guardar el ganado que aún campa y pasta por los rededores de la antigua heredad, perteneciente a los escasos propietarios que mantienen explotaciones ganaderas en la zona. Reducida a cuadra y almacén ha quedado también la iglesia parroquial con que antaño contó la población, conocida como Iglesia de la Esclarecida por acoger antiguamente entre sus muros la imagen mariana que responde a similar nombre, talla gótica datada en el siglo XIV custodiada hoy en día en el interior de la Parroquia cacereña de Santiago de los Caballeros, en pleno casco histórico de la ciudad, donde se puede venerar y apreciar la que posiblemente sea la escultura y representación de Santa María más antigua de las conservadas en la capital provincial. Unida al devenir del arrabal, también la parroquia de Zamarrillas fue abandonada sin conocerse, con en el caso del resto del núcleo poblacional, sus motivos exactos. Mientras que en el inventario que a comienzos del siglo XVIII, y tras la Guerra de Sucesión Española, realizó el obispo D. Luis de Salcedo y Azcona sobre los bienes artísticos de la Diócesis de Coria, figuraba aún el templo de la Heredad de Zamarrillas en pleno uso, describiéndose el interior del monumento y relacionando las obras de arte allí guardadas, entre las que figuraba la talla de Nuestra Señora de la Esclarecida ocupando uno de los altares laterales, no ocurre así en la descripción dada sobre el enclave en 1.909 por Alfredo Villegas, habiéndose por entonces, con mucha probabilidad, convertido ya el monumento en cuadra o cobertizo, posiblemente fruto de algunos de los decretos sobre desamortización que durante la primera mitad del siglo XIX sacó a la venta un grandísimo número de propiedades, terrenos y bienes eclesiásticos, tanto en uso como fuera de culto. Así es como llega a día de hoy, con transformación de su estructura inicial en pro de acoplar el edificio a sus labores y uso ganadero, pero conservando aún su ábside pentagonal realizado con fábrica de sillarejo regular que algunos han querido fijar bajo las directrices del Románico tardío, lo que conllevaría la datación del edificio, y con él la del lugar de Zamarrillas, en los años consiguientes a la reconquista de la zona, o principios del siglo XIV. Se conservan igualmente vestigios de su atrio, levantado a los pies del templo, contando con una arquería de cinco columnas y cuatro arcos escarzanos junto a los que se abre la portada que posiblemente comunicaba el templo con el camposanto del lugar.




Arriba: creada en pleno auge del estilo gótico, la talla de la Virgen de la Esclarecida fue diseñada rompiendo con el hieratismo románico y presentando el nuevo naturalismo que surge con los ideales de la Baja Edad Media, reflejado no sólo en la humanidad y ternura que exhala María, sino en otros diversos detalles tales como los pliegues de manto y túnica, o la presentación adelantada del pie derecho de la santa.



La imagen de Nuestra Señora de la Esclarecida, de un metro de altura y tallada en madera, muestra un severo mal estado de conservación, sufriendo no sólo los males propios de su naturaleza maderera, sino además diversas roturas y amputaciones que deslucen la imagen y anuncian una recomendable restauración que permita salvar para los tiempos venideros esta escultura, víctima no sólo del paso del tiempo o incluso posiblemente del vandalismo ejercido por las tropas napoleónicas a su paso por Zamarrillas, sino quizás también de un prolongado abandono y olvido de la misma, venido su culto a menos tras abandonar la misma la iglesia de la que era titular. Ubicada dentro del templo santiaguista cerca del altar mayor, antepuesta al retablo que, en el muro de la epístola y tras la rejería que separa la cabecera del resto de la nave del templo, figura junto a la puerta de entrada a la sacristía, alojando el lienzo que representa a las Benditas Ánimas del Purgatorio, la Virgen de la Esclarecida antiguamente ocupaba y ornamentaba uno de los panteones que, en el muro del evangelio, circundan el monumento, lugar donde aún lucían Madre e Hijo sendas coronas doradas, hoy en día retiradas de la imagen. De pie, con el Niño Jesús sostenido sobre su brazo izquierdo, María aparece representada como Madre de Dios dentro de su versión Hodegetria u Odighitria, presentándose no sólo como la mujer que dio a luz a lo divino, sino como aquélla que lo presenta al mundo mostrándole el auténtico camino, tal como se traduce de tal nomenclatura de origen griego y basándose en la cita registrada en el Evangelio según San Juan donde Jesús se autodefine como “el camino, la verdad y la vida” (San Juan, Capítulo 14, Versículo 6) . Respondiendo a este estilo artístico de representación mariana, la Santa señala al Niño mientras lo sostiene a su izquierda, tomando esta posición del texto del Primer Libro de Reyes donde se menciona que la madre del rey se sienta a la derecha del mismo (I Reyes, Capítulo 2, Versículo 19). Sujeta a su vez la figura de Jesús un pájaro en su mano izquierda, símbolo de la vida según las escrituras apócrifas, concretamente en base al milagro recogido en el Evangelio de la infancia de Santo Tomás y que ejercitó el Niño Jesús al moldear varios pájaros de barro y, tras dar una palmada sobre ellos, dotarles de vida. Otra lectura del animal figurado, si vemos en él una paloma, sería la de Jesús como el Hijo de Dios portador de la paz que habría de traer a los hombres, al ser este ave representación pacífica tras ubicarla el Génesis sobre el Arca de Noé una vez finalizado el diluvio. Una última versión simbólica cabría mencionar si vemos en la paloma el símbolo del Espíritu Santo, apareciendo ésta como tal y según el Evangelio de San Mateo sobre Jesús una vez bautizado el mismo por su primo San Juan Bautista en las aguas del río Jordán (San Mateo, Capítulo 3, Versículo 16).




Arriba y abajo: enclavado en las cercanías del río Salor, en plena llanura trujillano-cacereña, el antiguo arrabal de Zamarrillas, cercano a Torreorgaz y dependiente de Cáceres, fue destruido y deshabitado a comienzos del siglo XIX, quedando aún en pie vestigios de algunas de sus casas menos humildes, reconvertidas otras como cuadras o almacenes, como es el caso de la antigua parroquia del lugar (al fondo de la imagen superior), enclavada junto al camino que, partiendo por debajo del acueducto que surge de la presa de Valdesalor, llega a estas tierras (imagen inferior) .




Observa la Virgen al espectador con rostro suave, sonriente y amable propio de la escultura gótica que se adapta al nuevo ideal del naturalismo, realismo que también podemos observar, no sólo por la ruptura con el hieratismo románico en rostros y pose, sino también en la caída de pliegues de manto y vestido. Ataviada la Madre de Dios con estas prendas, se tiñen las mismas con los colores simbólicos que presentan a tal figura femenina como personaje de la realeza, según el color púrpura de su túnica, así como santidad y portadora de la verdad, por el tono azulado de su manto, decorado a su vez éste con una rica ornamentación vegetal en tonos dorados y áureos que también pudieran mostrarnos a María como santidad próxima a Dios, único ser del que pudiera provenir esta tonalidad y brillo. Es por tanto esta talla todo un compendio de los símbolos e ideales religiosos del catolicismo más popular, así como reflejo de las técnicas artísticas de toda una época, resumen del arte del Bajo Medievo y resultado del amor de un anónimo autor por su obra, escultura de la que pudieron disfrutar los habitantes de Zamarrillas y de la que ésta, en su cándida mudez, nos habla de un pasado y de la historia de una ciudad y de un pueblo. Obra de arte, patrimonio histórico, y recuerdo vivo de una etapa de nuestra historia y de un arrabal que desapareció, la Virgen de la Esclarecida es, sobre todo, una joya de las artes plásticas de Extremadura.




Arriba y abajo: tras el abandono de la Iglesia de la Virgen de la Esclarecida, parroquia de la Heredad de Zamarrillas, y su conversión en almacén y establo, el que fuera templo del lugar conserva hoy en día restos de la arquitectura religiosa primitiva, tales como la arquería de su frontal, por donde se accedía no sólo al templo sino también al camposanto del lugar (arriba), o el ábside pentagonal de sillares regulares y traza presuntamente románica que nos permitiría datar la construcción inicial del monumento en los primeros años tras la Reconquista de la zona (abajo).



(La parroquia cacereña de Santiago de los Caballeros, donde se conserva actualmente la imagen de la Virgen de la Esclarecida, se abre diariamente al público siguiendo su horario de culto y misas habituales, a excepción de los viernes por la tarde, franja durante la cual el templo permanece abierto durante varias horas seguidas, respondiendo al popular culto que la ciudad brinda a la imagen de Jesús Nazareno que allí se custodia, de gran fervor entre los cacereños.

Para acceder al antiguo arrabal de Zamarrillas se recomienda seguir el camino que surge bajo el acueducto que parte de la presa de Valdesalor, a comienzos de la carretera que desde ella lleva a la pedanía de igual nombre y que fuese pueblo de colonización. Tras dejar el castillo de Lagartera a mano derecha, el camino nos conducirá hasta un cruce desde el que se puede observar la antigua Heredad de Zamarrillas. Si giramos a derecha, y después a la izquierda, por los diversos ramales que en la zona comunican las explotaciones agroganaderas actuales, es fácil llegar al abandonado poblado. No es reomendable, sin embargo, acudir en turismo en épocas de lluvia debido al mal estado del camino).

4 comentarios:

  1. Como siempre, mi enhorabuena por mostrarnos lo desconocido que, como suele ocurrir, tenemos ante nuestros mismos ojos; y por enseñarnos a mirar, que no a ver.

    Con los ábsides pentagonales, cuidado: que se puede abrir la caja de los truenos para aquéllos que encuentran por doquier presencia templaria; y, quien dice templaria, dice masónica, no sé en virtud de qué lógica interna. No obstante, creo que en la Reconquista de la ciudad de Cáceres y en su posterior defensa y poblamiento no nos dice la historia nada de los templarios, no estoy seguro, la verdad (sí hubo una encomienda templaria en Alconétar, según creo), por lo que sería descartable, en principio. Y mi opinión personal sobre los ábsides pentagonales de la arquitectura románica es que obedecen a puras y simples razones de lógica constructiva: en la mayoría de los casos, el pentágono que observamos desde el exterior suele ser un hexágono regular cercenado en su unión con el cuerpo del templo; y, como sabemos, el hexágono, en tanto que yuxtaposición de triángulos equiláteros, es una de las figuras geométricas de más fácil construcción, más que el cuadrilátero, si cabe.

    En fin, perdóneseme la improvisada perorata, pero, por no descartar nada, sería interesante averiguar si en el edificio pudiera encontrarse alguna otra simbología asociada a la Orden del Temple (cruces patadas, palíndromos, etc.). No conozco el poblado, aunque supongo que es relativamente fácil de encontrar desde la presa del Salor (tengo la vaga idea de que puede verse en lontananza desde la carretera de Medellín). La cuestión es su accesibilidad, si es que está en propiedad privada.

    Un saludo. Y adelante.

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  2. Estimado Villano:

    Nuevamente y como siempre, mi gratitud por tu comentario, tus palabras, y sobre todo por compartir con nosotros tus conocimientos. Al igual que tú, tampoco yo he leído nada sobre los templarios en relación con la reconquista de Cáceres. Sí existió la Encomienda de Alconétar, de la que hablé en la entrada que dediqué a la Ermita de San Berto, de Hinojal, recomendando además un libro, dentro de la bibliografía señalada en el margen derecho, que sobre esta temática escribió Julio López Rodríguez. Tampoco conocía que algunos estudiosos relacionen los ábsides pentagonales con la presencia templaria. Lo verdaderamente lamentable es no poder acceder al interior de la antigua Iglesia de la Esclarecida porque, a pesar de que sufrió relativas transformaciones para adecuarla al uso agroganadero, se adivina que conserva la estructura original del edificio, a juzgar por lo que se puede atisvar desde una de las ventanas del muro de la epístola, desde donde aún pueden verse algunas de las nervaduras de su bóveda.

    En cuanto al acceso a Zamarrillas, efectivamente es fácil llegar al antiguo arrabal desde la presa de Valdesalor, concretamente siguiendo el camino que surge por debajo del acueducto que parte de dicha presa. Mencionado camino deja a un lado el castillo de Lagartera, y siguiéndolo todo recto nos lleva a un cruce, desde el que podemos ver perfectamente la silueta de los edificios de Zamarrillas que aún quedan en pie, por lo que es sencillo coger los desvíos necesarios entre los caminos que llevan a las explotaciones que por allí se dan para alcanzar Zamarrillas. Una vez allí, la antigua iglesia queda a un lado del camino y no es posible entrar en ella. El resto de edificios son propiedad particular, y aunque una cadena impide el paso de vehículos a la única calle que se conserva del poblado, y donde están las viviendas restantes, es fácil entrar a pie y pasear por la zona, echar un vistazo dentro de las casas abandonadas, y descubrir los restos de una etapa pasada de la historia de Cáceres y de sus contornos, sin olvidar que las vistas de los llanos desde allí son estupendas. Una excursión, a apenas 15/20 minutos de Cáceres, que merece la pena.

    Un saludo!

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  3. Esta entrada me ha encantado, enhorabuena.

    Desconocía por completo la existencia de esta talla, a partir de ahora la buscaré y la apreciaré en lo que vale. ¿Nadie ha pensado nunca restaurarla?

    Respecto al tema de los Templarios, creo que habría que descartar por completo su presencia no sólo en Cáceres sino en todo su término municipal. Alfonso IX después de sus disputas con la Orden de Santiago por la posesión de la propia Cáceres decidió hacer de ella una villa de realengo, dotándola de un extensísimo término municipal precisamente para evitar que las cada vez más poderosas Ordenes Militares le cerraran el paso al sur por su propio reino. En el Fuero de Cáceres se prohíbe expresamente que ninguna orden religiosa se asentase en la ciudad y en su término. De modo que la presencia templaria en Cáceres creo que se puede descartar.

    Además la presencia de cruces patadas no quiere decir nada, ése era un diseño muy común en la época, como la de la cruz flordelisada o la de ocho puntas.

    La presencia de los Templarios en Alconetar sí es cierta, de hecho, cuando las ordenes de detención del Papa llegaron a Castilla, los templarios de Alconetar se negaron a entregarse y se puso sitio a su fortaleza precisamente por las milicias concejiles de Cáceres y Plasencia y por la Orden de Alcántara.

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  4. Muchas gracias Pedro Camello tanto por tu comentario como por tu aportación y aclaración sobre la presencia templaria en Cáceres o, mejor dicho, la no presencia de los mismos en el término municipal cacereño. Me alegra saber además que la entrada haya servido para dar a conocer esta talla mariana de incalculable valor histórico. Lástima que su estado de conservación sea precario, y que nadie decida por ahora restaurarla. ¡Un saludo!

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