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viernes, 20 de febrero de 2015

Ermita visigoda del Santo, junto a Valdesalor


Arriba: ubicada al suroeste de la pedanía cacereña de Valdesalor, emergiendo como bloque pétreo en plena llanura de pastos, la Ermita del Santo surge sobre el paisaje en una soledad compaginada con el olvido, abandono y desconocimiento de la misma por la mayor parte del público y de los estudiosos, cargada sin embargo de capítulos de un pasado remoto que quieren sobrevivir escondidos entre sus losas y sillares, esperando ser leídos para hablarnos de un ayer casi olvidado.


Buscando información sobre los castillos erigidos junto a la vega del río Salor, al sur de la ciudad de Cáceres y en las cercanías de la pedanía cacereña de Valdesalor, me topé con la imagen de un edificio en ruinas enclavado en plena tierra de pastos, cuyos vestigios aparentaban ser, a primera vista, los retazos de una antigua ermita de factura hispanovisigoda. Un único dato la acompañaba: Ermita del Santo. Investigando, y gracias a la gran ayuda de mi amigo y colega bloguero Rubén Núñez, autor del muy recomendado blog Cáceres al detalle, pude localizarla. Este descubrimiento que nos acerca a un capítulo poco conocido de la historia local de Cáceres, y por ende de la crónica de Extremadura, que me supuso personalmente un indescriptible encuentro con nuestro patrimonio más desconocido y a la par más colmado de nuestro pasado, quiero hoy compartirlo con vosotros, no sin antes olvidar la inclusión, junto a estas líneas, del link del blog amigo mencionado, cuya colaboración ha sido fundamental para poder elaborar esta entrada:



Seguidamente, os dejo con la historia y descripción del bien, acompañada del apropiado contexto histórico y un nutrido álbum de imágenes tomadas del monumento, para finalmente indicar cómo poder llegar al mismo, en caso de que el lector decida conocer en persona este extraordinario legado cultural en piedra que ha llegado semiolvidado a nuestros días.


- Historia / descripción del bien:



Arriba: orientado su cabecero, como en la gran mayoría de antiguos templos cristianos, hacia el Este, es el ábside del inmueble religioso la única zona del edificio conservada en pie, restando del resto del monumento una allanada plataforma que correspondería con su probable única nave o aula, cercada por los sillares que posiblemente antaño sirvieran de sujección de sus desaparecidos muros, fabricados seguramente y humildemente en su parte superior con mampostería pizarrosa.


Al contrario que en la cercana Emérita Augusta (Mérida), las noticias que nos hablan del pasado visigodo de Norba Caesarina, más tarde conocida como Cáceres, son escasas o nulas. La carencia inclusive de restos arqueológicos de manufactura hispano-visigoda dentro de la ciudad se suple, sin embargo, por las evidencias arqueológicas enclavadas en los alrededores de la antigua colonia, engrosando un largo listado de tumbas antropomorfas y piezas vestigiales de desaparecidas iglesias que formarían parte de múltiples poblados rurales y vicus agropecuarios que prosperaron tras la caída del Imperio Romano bajo una cierta organización feudal, frente al eclipse de muchas urbes, entre las que podríamos englobar la cacereña. Muchas de estas aldeas y explotaciones rurales surgirían sobre antiguas villas romanas alzadas en las cercanías de un camino o vía de comunicación, con ejemplos de necrópolis visigodas asociadas a vicus en los Arenales, a las afueras de Cáceres, en los Barruecos y Aliseda, todas ellas junto al camino que unía Norba con la romana Valencia de Alcántara, así como en Arroyo de la Luz, junto a un ramal de esta vía orientado hacia Alcántara. Anexas a la Vía de la Plata se erigirían basílicas como la de Santa Lucía del Trampal, en Alcuéscar, o la de Alconétar, junto al río Tajo, engullida actualmente por las aguas del Embalse de Alcántara. Otros edificios se levantarían en núcleos de población de raíz romana, de menor categoría y más ruralizados que la colonia norbensis, como es el caso de Trujillo, con su abandonada basílica visigoda cercana a su Puerta de Coria, o la Ermita de Santa Olalla a una legua al suroeste de Cáceres, en el yacimiento de Pago Ponciano, erigida originalmente por canteros visigodos de Mérida sobre los restos de la casa de Liberio, padre de la virgen Eulalia, donde la niña fue escondida antes de su huida y posterior martirio en la capital lusitana.



Arriba y abajo: vista generales de la Ermita del Santo desde su lado sur (arriba), así como desde los pies del templo (abajo).



No lejos de este enclave dependiente de Norba y hogar legendario de Santa Eulalia, cercana igualmente a la Vía de la Plata y de su Puente Viejo de la Mocha sobre el río Salor, sobreviven los restos de una ermita de muy posible fábrica visigoda, ubicada en una finca particular conocida como El Santo. Desconociéndose la advocación de la misma, este antiguo templo ha pasado a llamarse, como su enclave, Ermita del Santo, presentando, a falta de estudio e intervención arqueológica, una única nave y reducidas dimensiones que coincidirían, por otro lado, con las características propias de otras basílicas, ermitas o iglesias visigodas conservadas en la región, como es el caso de la Iglesia de Santa María de Magasquilla, en Ibahernando, con la que compartiría volumen y estructura, o la de El Gatillo de Arriba, cerca de Santa Marta de Magasca, también de menudo plano original pero dotada posteriormente con mayor número de estancias que, en el caso de El Santo, son inexistentes o, hasta una prospección adecuada, desconocidas. Sí se conserva la plataforma sobre la que se levantaría su nave o aula, delimitada con sillares graníticos entre los que se descubre, en ambos muros de evangelio y epístola, supuestos accesos laterales al interior del recinto sacro, cubierto de vegetación pero perfectamente allanado, lo que sugiere la posible preservación bajo la arena de una original capa de mortero hidráulico que cubriese todo el interior del inmueble. El resto de los muros de la nave pudieron haber estado constituidos de mampostería, con cubierta de madera a dos aguas, al igual que otros templos contemporáneos a éste y a juzgar por la ausencia hoy en día de fábrica sobre los sillares, supuestamente por ello humilde.



Arriba y abajo: el ábside de la Ermita del Santo, cubierto con bóveda de cañón en cuya fábrica se conjuga el sillar granítico con la mampostería pizarrosa, presenta una planta rectangular que permitiría datar la construcción del inmueble en el siglo VII, al ser común el uso de este tipo de trazado en la erección de los templos visigodos levantados en tal centuria, con la cercana Ermita cacereña de Santa Olalla como ejemplo más cercano.




El ábside de la Ermita del Santo, completamente en pie y orientado como en otros muchos edificios visigodos y cristianos en general hacia el Este, nuevamente de manera similar al caso de Ibahernando se abre en un espacio rectangular más estrecho que la nave, diseño que compartiría también con el ábside original de la cercana Ermita de Santa Olalla. Estos cabeceros rectangulares, habituales en la región, permitirían datar la Ermita del Santo en el siglo VII, al ser común la construcción de este tipo de alzado a partir de mencionada centuria, frente a la planta absidiana o ábside en herradura. Los muros de este cabecero se compondrían a su vez de hiladas de sillares graníticos, hasta la altura de sus tres pequeños vanos, abiertos en la zona media de cada uno de sus laterales, respectivamente, alternando el granito en su zona superior con mampostería pizarrosa. También de granito sería el arco superior de cada ventana, labrado en una sola pieza, así como el arco que da acceso al interior del ábside, de medio punto y enlazado con la bóveda de cañón que cubre el espacio destinado a albergar el altar. En la misma línea de separación entre aula y ábside, en el suelo, una pieza granítica horadada en su extremo derecho podría haber servido como umbral de su cancel. 



Arriba y abajo: una amalgama de sillares graníticos circundan el allanado espacio que posiblemente sirvió como nave o aula del templo visigodo, antiguas bases arquitéctonicas que sirven hoy en día como cercado de los límites del edificio, y entre las que se adivinan supuestos accesos laterales que permitían entrar desde los muros del evangelio (abajo) y epístola al interior del recinto.



Abajo: una pieza granítica horadada en uno de sus extremos y ubicada en la línea de separación entre cabecero y resto del aula, podría haber servido antiguamente como umbral donde iría colocado el cancel o elemento de división entre sendos espacios arquitectónicos, muy característico en el arte hispanovisigodo.




Formando parte de los muros del presbiterio, se observan tres estelas presuntamente romanas, con restos de epigrafía en todas y el labrado de una luna en creciente en su extremo superior en aquélla cuya cara puede verse desde el exterior, en la esquina nororiental, dedicada a Paula Pontia, así como en la que, en el interior, se ubica en el muro derecho, elaborada para honrar al pacense Lucius Fabius Verecundus. También desde el interior observaríamos la tercera, de epigrafía semioculta, junto al vano izquierdo y al lado derecho del mismo. Datadas, según José Salas Martín y Juan Rosco Madruga, posiblemente a finales del siglo I y comienzos del siglo II d. C., el uso de estas estelas en la Ermita del Santo engarzaría con la tradicional reutilización visigoda de antiguas lápidas romanas como material constructivo, así como un posible y simbólico castigo cristiano del mundo pagano, sometido ahora a servir como base de los edificios levantados para honrar la fe en Cristo. También un sillar con relieve geométrico en varios de sus bordes se conserva en el muro izquierdo del cabecero, de tallado sencillo basado en una cenefa triangular de línea destacada que pudiera hacer referencia, de manera tosca, a ramas de vid y racimos de uvas entrelazados de presencia habitual en los templos visigodos, en clara alusión religiosa al vino como sangre de Cristo. Este mismo dibujo podemos verlo también, dentro de la Ermita del Santo, en los rededores internos de los vanos tanto izquierdo como derecho del ábside, desconociendo la existencia de otros ejemplos ornamentales a causa del enlucido que subsiste cubriendo el interior de los muros restantes del edificio.



Arriba y abajo: varias son las estelas de presunto origen romano reutilizadas y engarzadas entre la fábrica que compone el ábside de la Ermita del Santo, destacando entre ellas aquéllas en cuyo labrado se incluye el dibujo de una luna en creciente, tal y como puede aún verse, en la cara exterior del templo (arriba), en una lápida dedicada a Paula Pontia, y más visiblemente aún, en la cara interna del cabecero (abajo), en la estela del pacense Lucius Fabius Verecundus.



Abajo: semioculta por el estucado que cubre aún gran parte del interior del cabecero del antiguo templo visigodo, puede descubrirse en ciertos rincones del ábside restos de la original ornamentación con que contase el edificio, basada ésta en sencillos relieves decorativos cuyo tallado, similar a una cenefa triangular, pudiera ser, de manera tosca, una representación de la vid y sus racimos de uvas, en clara alusión a la Eucaristía celebrada en este sagrado recinto.




A falta de estudio arqueológico del templo y sus alrededores, desconocemos el motivo que llevó a la erección del mismo. La presencia en sus proximidades de diversos vestigios arquitectónicos de presunta traza romana pudieran corresponder con alguna villa que, a pocos metros de la Vía de la Plata y cercana al Pago Ponciano, se enclavase en las estribaciones sur de la colonia cacereña, convertida siglos después en vicus o centro de explotación agropecuaria a la cual perteneciese el recinto sagrado, de manera similar a otros enclaves visigodos de la región, como es el caso de La Cocosa, en las cercanías de Badajoz. Pudiera haber sido la Ermita del Santo el germen de una pequeña parroquia vinculada con la Diócesis emeritense, coincidiendo la posible datación de su cabecero rectangular, en el siglo VII, con la proliferación de parroquias en el ámbito rural de la antigua Lusitania, a modo de vertebración episcopal de su territorio. De igual manera, podría inclusive barajarse la posibilidad de haber sido la Ermita del Santo el templo sobre el que girase un menudo centro cultural cristiano, así como corazón de un recinto monacal levantado no lejos del antiguo hogar de Santa Eulalia, que también lo fuese de su criada Santa Julia y de su cristiano mentor San Donato, vinculado inclusive a una hipotética peregrinación a tan sagrada morada.



Arriba y abajo: tres pequeños vanos de reducidas dimensiones, permitirían antaño el acceso de luz al interior del ábside de la Ermita del Santo, abiertos los vanos uno en cada uno de los laterales del rectangular recinto, cuyo arco exterior quedaría coronado con una única pieza granítica (arriba), mientras que en su cara interna se presentarían circundados por una tallada cenefa triangular (abajo), de similar relieve a la vestigial ornamentación subsistente en otros rincones del lugar.





- Cómo llegar:



Arriba: el conocido como Puente Viejo de la Mocha, de origen romano retocado durante el medievo, puede servir hoy en día, tal y como lleva haciendo desde siglos atrás, no sólo para salvar al caminante que discurre por la Vía de la Plata de las aguas del río Salor, sino además como punto de partida desde el cual dirigirnos hacia la visigoda Ermita del Santo, una vez superada la cacereña pedanía de Valdesalor.

La Ermita del Santo, ubicada en una propiedad privada inscrita dentro del amplio término municipal de Cáceres, se yergue en los amplios llanos abiertos junto a la vega del río Salor, al suroeste de la pedanía de Valdesalor. El Puente Viejo de la Mocha, que salva al caminante de la Vía de la Plata de las aguas de mencionado cauce fluvial, puede servir como punto de partida desde el cual dirigirnos al antiguo templo visigodo, alcanzado el romano-medieval viaducto a través de un firme térreo que parte desde la carretera nacional N-630 una vez superada la pedanía cacereña, justo antes de alcanzar el afluente del Tajo.




Desde el Puente Viejo de la Mocha, y separado del trazado de la Vía de la Plata, un camino marcado por hitos de madera nos adentrará dentro del paisaje dirigiéndonos hacia el suroeste, permitiendo el acceso a diversas fincas y cotos que se abren junto a su trazado.



Siguiendo la ruta, alcanzaremos la vía férrea que sustenta la comunicación por tren entre Cáceres y Mérida. Una vez atravesados los raíles, nuestros pasos se orientarán, como el camino, hacia el sur, donde nos toparemos con la finca bautizada como El Santo. Es en su interior donde se encuentra el monumento reseñado.




La Ermita del Santo, de titularidad particular, se ubica en el interior de una propiedad privada. En caso de desear visitar el monumento, lanzamos desde este blog una serie de recomendaciones a tener en todo momento en cuenta:

1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3) Respetar al ganado que pudiese habitualmente estar pastando en la zona, y en caso de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5) Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.


3 comentarios:

  1. Un gran artículo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Muchas gracias por la mención¡¡¡¡¡¡ Me encantaría volver a ir a verla contigo y dar una vuelta por la zona, que es muy interesante¡¡¡¡ UN ABRAZO¡¡

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  2. Abandonos, destrucción, olvido, aborregamiento ¿qué pretenden nuestras autoridades?
    Gran trabajo en esta entrada, gracias.

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