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jueves, 13 de febrero de 2020

Imagen del mes: Gárgolas de Badajoz


Sentenciada a ser plaza fronteriza desde que en ella misma fuese firmado en 1.267 el Tratado que llevaría su nombre, prolongando la Raya que dibujaba los límites trazados en Zamora un siglo antes entre Portugal y León, convertidos con las centurias en la frontera más antigua de Europa, la ciudad de Badajoz acataba su valor estratégico impregnándose de aire castrense su propia fisonomía municipal, respondiendo tanto su urbanismo como el trazado de sus monumentos a tales exigencias militares presentándose como obras recias donde el ornato cede paso a la robustez, impregnadas aun así del gusto artístico de cada época que las viese nacer, preservado en limitados detalles supervivientes más que del paso del tiempo de las ofensivas bélicas soportadas por la población, incrementándose así el valor histórico-artístico con el testimonial en elementos tales como las doce gárgolas conservadas en la ciudad, asomadas desde la torre-campanario de la Catedral Metropolitana de San Juan Bautista así como desde la Puerta de Palmas, características estas últimas por surgir desde un edificio civil y no religioso ni particular saludando, conjurando o quizás advirtiendo a la población que a través del contiguo puente que supera el río Guadiana accedía por poniente al lugar.
Badajoz. Siglos XV-XVI; estilos gótico y renacentista.



  
Arriba y abajo: la catedral Metropolitana de San Juan Bautista, monumento fundamental de la ciudad de Badajoz, esconde tras su atuendo de fortaleza una obra gótica cuyos orígenes se cree pudieran remontarse a los años iniciales de gobierno cristiano posterior a la reconquista definitiva del lugar, finiquitada en lo principal entre fines del siglo XV y comienzos del XVI, época a caballo entre el final del medievo y los comienzos de la Edad Moderna cuya mudanza quedaría reflejada en la torre-campanario del templo (arriba), con ventana gótica abierta en su flanco noroccidental, plateresco el vano contiguo del muro de Sur-poniente, rematadas sus cuatro esquinas superiores por cuatro respectivas gárgolas que otean la población desde los 40 metros de altitud de la obra arquitectónica, altura que impide apreciar a simple vista los detalles del cuarteto de híbridos entre escultura y desagüe, erosionada su naturaleza pétrea granítica además por el paso de las centurias, queriendo en un primer momento pensarse en la posible ornamentación del inmueble a través del tetramorfos o representaciones de los cuatro evangelistas canónicos, a juzgar por lo que pareciesen ser un águila, un león y un bóvido, sin embargo la ausencia del ángel de Mateos anularía esta teoría, apreciándose en imágenes detalladas lo que aparentan ser tres animales rampantes a los que se une una figura alada en la esquina nororiental cuyas fauces recuerdan más las de un dragón que el pico de una rapaz (abajo), posible alusión, en caso de estar ante una criatura falconiforme, a la fortaleza a la que se podría unir el presunto león que vigila desde el hermano ángulo noroccidental (abajo, siguiente), encarnación mayoritariamente demoniaca el dragón en la simbología cristiana bajomedieval cuya adversidad pudiera casar con una imagen negativa también dada en ocasiones al león, sumándose quizás a aquello negativo sentenciado a permanecer fuera de lo sagrado los dos animales que asoman desde las esquinas sureñas y que parecen portar en sus cuellos grilletes que pudiesen demostrar la condenación de los mismos, presunto simio el inscrito en la esquina suroccidental, si tenemos en cuenta la aparición de hocico redondeado y dedos en sus pies (abajo, tercera imagen), imagen de lo salvaje y, por tanto, de la naturaleza pecaminosa, quizás un bóvido o un cordero en la restante esquina suroriental, según interpretemos como cuernos u orejas caídas los abultamientos labrados a ambos lados de su cabeza (abajo, cuarta imagen), igualmente posible can cuya simbología positiva pudiera transformarse, como en el caso del león, en negativa según algunos autores estudiosos de tales esculturas y simbología medieval.







Arriba y abajo: conocida inicialmente como Puerta Nueva, finalizada según inscripción propia y aún expuesta en 1.551, la Puerta de Palmas se eregiría frente al puente homónimo del que posiblemente tomase el nombre como híbrido entre acceso a la urbe y arco triunfal que capitanease el frente defensivo que miraba hacia la frontera con Portugal (arriba), diseñada en base a doble arco de medio punto de entrada flanqueado por sendos torreones defensivos de planta circular bajo un estilo renacentista donde se conjuga la robustez propia de un edificio castrense con la ornamentación de inspiración clásica presente fundamentalmente en el frontal exterior, donde un juego de casetones sobre escudo imperial y puerta de entrada antecede la inscripción fundacional y una pareja de medallones con las presuntas efigies de los reyes propietarios por entonces de Castilla, Juana I y su hijo Carlos, entre los que asomarían un dúo de pétreas gárgolas simulando sendos leones rampantes de naturaleza marmórea (abajo), similar a la del resto de la ornamentación sita en tal porción de la obra monumental, figuraciones alegóricas vigilantes que conjugan con el emblema de la ciudad cuya fábrica ha llegado en llamativo buen estado de conservación (abajo, dúo de imágenes siguientes), contrariamente al presentado por las otras seis gárgolas que pueblan el edificio, labradas éstas en piedra granítica altamente erosionada cuyo tosca talla dista de la ofrecida por los ejemplares de mármol, confirmando no sólo una autoría distinta sino ofreciendo inclusive la posibilidad de barajar un origen distante recuperadas quizás de algún edificio previo medieval, ofreciendo una colección de esculturas mayoritariamente antropomorfas, a excepción de la más norteña destinada a la presentación de una arpía (abajo, imagen cuarta), animal fantástico femenino tomado como símbolo de la lujuria, compartiendo ésta torreón con lo que parece ser un ser barbudo (abajo, imagen quinta), cerca de la puerta, posible alusión al culpabilizado pueblo judío y cuyo género masculino conjugaría con el mostrado por la gárgola expuesta en la cara interior del bien, portando éste una larga estaca que pudiera hacer referencia a una escoba, anunciando su condición brujeril, o un enorme falo erecto que surge de entre sus piernas (abajo, imagen sexta), convirtiéndolo en un ser itifálico posiblemente onanista cuya representación se sumaría a la de otros pecadores condenados por su lujuriosa inclinación a la masturbación expuestos en diversos puntos geográficos de la región extremeña como Montehermoso o Montemolín, mientras que en el torreón sureño parecen ser dos féminas y un varón los expuestos, éste igualmente con barba en el frente de la torre (abajo, imagen séptima), pareciéndose querer tapar la desnudez la pecaminosa mujer lasciva que figura cercana a la portada (abajo, imagen octava), cargando quizás su compañera trasera un ser u objeto entre sus brazos (abajo, imagen novena), difícil de reconocer ante la erosión acumulada por la escultura que, como sus compañeras, no ha dejado de observar desde siglos atrás la vida de una ciudad que, sin embargo y por el contrario, parece no querer recaer ya en sus centenarias vecinas.










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