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lunes, 16 de marzo de 2020

Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: San Jorge, protector ante las epidemias, en Extremos del Duero


A finales de abril del pasado año mi colega bloguero y amigo personal Jesús López Gómez, autor del blog Extremos del Duero, lanzó una propuesta a este blog: colaborar en una entrada dedicada a San Jorge. La festividad de tal figura del santoral, fijada el día 23 de abril en el mundo católico, estaba en su cenit. Tendríamos un año por delante para ver la luz de un artículo centrado en la figura del santo de la Capadocia. Unos días atrás el trabajo estaba terminado y preparado para hacerse público por su correspondiente celebración relativa al presente año. Sin embargo, los recientes acontecimientos históricos han hecho adelantarla. En plena crisis sanitaria a nivel mundial motivada por la pandemia ejecutada a raíz de la incesante expansión de la última versión del virus coronavirus, autor de la enfermedad Covid-19 y responsable de la declaración del estado de alarma en todo el territorio español, Jesús ha decidido darle un giro al artículo preparado, volviendo la mirada hacia la facción protectora de un santo que en no pocas ocasiones fue invocado, además de ante múltiples males, también ante muchas de las calamidades salutíferas sufridas a lo largo de los siglos pasados.

Han sido incontables las catástrofes sanitarias dadas a lo largo de la historia de la Humanidad. Unas de índole local o regional. Otras nacionales e internacionales. Las más calamitosas han llegado a afectar y diezmar continentes enteros. El ser humano, no siempre consciente de la verdadera naturaleza del mal y, de tal manera, indefenso ante su agresión, destinaba la práctica totalidad de su esfuerzo hacia las plegarias que, como ante muchos otros desastres y siniestros, dirigía hacia las que creía fuerzas sobrenaturales convencido de ser ésta la única solución que en sus manos pudiese estar, remitiéndose la mayor parte de las oraciones efectuadas dentro del mundo cristiano a diversos personajes llevados a los altares o imágenes escultóricas que se creían milagrosas, como si de veros vínculos con el Padre Celestial se tratasen. De entre ellos, San Roque sería celebrado como patrono de los afectados por epidemias tales como la peste o el cólera, pues según su leyenda él mismo, tras atender a los contagiados de la primera de éstas, caería infectado y curado milagrosamente después. En otras ocasiones, las súplicas se dirigían a San Sebastián desde que tras rogar al santo militar en la Roma del año 680 por su divina intercesión, la ciudad santa quedase libre de la peste mucho antes de la popularización de la abogacía hacia el santo peregrino de Montpellier a partir del siglo XV. No faltan las veces en que las intermediaciones se solicitaban ante figuras veneradas a índole local. Son el caso, entre otros muchos, del Santo Cristo de los Milagros de Huesca, a quien la ciudad oscense acudiría cuando en 1.497 un brote de peste asolaba Aragón, o el del Cristo de San Agustín de Sevilla, talla gótica ante la cual los hispalenses siguen renovando anualmente un voto de acción de gracias desde que supuestamente en 1.649 la original escultura, hoy suplida por una réplica tras la destrucción de la primitiva obra durante la última contienda civil española, salvara a la ciudad bética de la pestilente infección que conllevase el inicio del declive de la ciudad. A San Jorge se le invocaría especialmente frente a contagios que derivasen en enfermedades que afectasen a la piel: la peste, la lepra, el herpes o la sífilis. A veces incluso frente a las picaduras venenosas de todo tipo de ofidios. El origen de la procura de tan milagrosa abogacía: su lucha frente al dragón. Un dragón serpentino, metáfora del mal, tomado como certidumbre por muchas poblaciones que verificaban estar este fabuloso ser trás  las epidemias que asolaban una población o lugar y cuyo único vencedor no podría ser otro que el caballero que también, indubitativamente, derrotó a tal bestia en la legendaria ciudad libia de Silca, o bien según otros autores en la bahía bautizada con el nombre del santo, al norte de la capital del Líbano.

Con el enlace al artículo publicado en Extremos del Duero bajo el título "San Jorge, protector ante las epidemias" os dejamos hoy, ofreciendo a la par una copia del texto aportado a tal trabajo por este blog deseando ilustraros sobre tan célebre figura del santoral, de especial vinculación con un particular enclave extremeño como es la ciudad de Cáceres, a poco más de un mes de su anual celebración y en pleno acontecimiento histórico que hace volver atrás la mirada ante añejas epidemias que asolaban nuestro país y nuestra región, cuando San Jorge era invocado para que cesase un mal ante el que, como siempre hemos hecho, ha terminado saliendo triunfante la Humanidad.



"Falta una media hora para que comience a clarear el día 3 de agosto de 1.492. El genovés Cristóbal Colón, acompañado de los hermanos Martín Alonso, Francisco Martín y Vicente Yáñez, de la familia Pinzón, así como de un nutrido grupo formado por vecinos palmeros y marineros de la cuenca Tinto-Odiel, salen de la iglesia de San Jorge por la conocida como Puerta de los Novios para bajar hasta la explanada donde se enclava la Fontanilla, junto al puerto de la villa de Palos. En el muelle, tres naves les esperan en pro de iniciar un viaje que estaría destinado a cambiar el curso de la historia universal. Cristóbal Colón ha logrado en Castilla lo que no consiguió en Portugal: convencer a la Corona para convertir en realidad una idea que muchos consideran una locura pero que él, convencido férreamente de la posibilidad de dar con tierra, no vacila ni un instante en llevar a cabo. Viajar hacia Oriente a través de Occidente. La reina Isabel, recién conquistada Granada, se muestra proclive a tal aventura. Unos creen que su extremo catolicismo, derrotado el poder musulmán en la Península, la han conducido a desear la evangelización de tan lejanas tierras. Otros opinan, sin embargo, que se deja llevar por sus ansias de conseguir nuevas posesiones para la Corona así como las riquezas que dicen abundan en Cipango. Los motivos de Colón son más bien confusos, pero pareciese querer derrotar, como el santo caballero que recibiría sus oraciones durante la vigilia previa al viaje hacia lo desconocido, los dragones que aún muchos insisten en confirmar que habitan los confines de un mundo plano. Y pareciese que San Jorge le vino a escuchar.

Pero San Jorge no siempre fue un caballero ni anduvo aniquilando monstruos ni dragones. Jorge de Capadocia, natural de esta región turca, sería al parecer un soldado del Imperio Romano nacido en las últimas décadas del siglo III d.C. De fe cristiana, se contaría como uno de los muchos mártires que, por no querer abjurar de sus creencias y rechazar el culto imperial, sería sometido a tormento y pena capital durante la persecución que del cristianismo se daría durante el gobierno de Diocleciano, a comienzos del siglo IV. Decapitado supuestamente en Nicomedia, donde ejercía como parte de la guardia imperial, y trasladado su cuerpo a Lydda, actualmente la israelí Lod, ciudad natal de su madre y donde la misma le educaría en las doctrinas de Cristo, Jorge sería convertido en el siglo IX, canonizado a fines del siglo V, en protagonista de una milagrosa intervención según la cual libraría a la ciudad de Beirut de un dragón que asolaba la zona. De una suerte de leyenda de llamativo paralelismo con el mito de Perseo y la liberación de Andrómeda, nacería, al igual que las rosas que surgieron de la sangre del vencido monstruo, un culto que transformaría al soldado en caballero, popularizado en una Europa Oriental donde Jorge se contaría como patrón de regiones como Bulgaria, Ucrania o Georgia, así como de ciudades como Moscú. Según algunos autores, ya era venerado en la Europa Occidental a fines del Imperio Romano. Por el contrario, muchas voces apuntan hacia las Cruzadas como el inicio de la divulgación de su culto ortodoxo en las regiones del poniente europeo.

Inglaterra, de reconocida presencia durante las Cruzadas ejecutadas en Tierra Santa, lo tomaría como patrón a partir del siglo XIV, enarbolando la cruz del santo como bandera propia y nombrándole inclusive protector de la británica Casa Real. En la Península Ibérica, ocurriría de manera similar. Encumbrado como patrono de Portugal, la monarquía aragonesa se acogería a su amparo en un culto que rápidamente se propagaría por todos los territorios de la Corona. En el siglo XV se convertiría oficialmente en patrón de Aragón y Cataluña, incluyéndose su cruz bermellón en los escudos aragonés y barcelonés. No podía ser menos ante un santo cuya legendaria aparición durante la batalla de Alcoraz, luchando codo con codo junto a Pedro I, le otorgaría a los aragoneses en 1.096 la victoria y conquista de la ciudad de Huesca frente al poder musulmán. Milagrosa intervención de sumo parecido a la que supuestamente en el 844 se diera en Clavijo, igualmente frente al Islam pero por parte de un Apóstol Santiago convertido en paladín de las tropas castellanas, que tomarían así al santo peregrino, en una faceta mucho más bélica, como su propio caballero sagrado en pro de la reconquista peninsular. Sin embargo no por ello San Jorge dejaría de aparecer entre los santos venerados en los territorios de raíz castellana de España. En el mismo camino de Santiago se puede encontrar a San Jorge en diversos enclaves como la logroñesa Iglesia Imperial de Santa María de Palacio o, mucho más cerca de Compostela, en la capital coruñesa, bajo cuya advocación se ofrece un templo barroco en pleno centro histórico de la ciudad. Más al Sur, en tierras andaluzas, contará con parroquias levantadas bajo el estilo gótico no sólo en la onubense Palos sino también en la gaditana Alcalá de los Gazules. Incluso en el mismo corazón del Imperio hispano tendrá cabida el sacro adalid, retratado por los pinceles de Alonso Sánchez Coello y formando parte del elenco de santos que circundarían las paredes de la iglesia del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, cuya primera piedra, curiosamente, sería colocada el 23 de abril de 1.563, festividad del santo.

Pero si hubiese que destacar una vinculación con San Jorge dentro de lo que fuesen tierras de la Corona de Castilla, sería a Cáceres a donde habría que dirigirse, dándose en la otrora villa y ahora ciudad el que posiblemente sea el patronazgo georgino más antiguo de España, inmediato a la reconquista definitiva de la ciudad por las tropas leonesas llevada a cabo el día de San Jorge de 1.229, anterior por tanto a otros tan célebres como el alcoyano, nacido a raíz de la batalla que en defensa de la localidad ejecutaron los cristianos frente a las huestes musulmanas que querían recuperar para el Islam la población de Alcoy en 1.276. En ambos casos, una cruzada frente a los mahometanos ante la que se imploró a San Jorge o se tomó al santo caballero como figura religiosa sin cuya divina protección no hubiera sido posible el triunfo de la cristiandad frente a su tenaz enemigo medieval, al que el santo derrocaría como ya en el Líbano hiciese cuando derrotase a la pestilente criatura atravesándola con su lanza. Una incansable confrontación del caballero contra su vil enemigo, así retratado en una iconografía que en no pocas ocasiones se confunde con la de San Miguel en su lucha contra Satanás, al que ya en el Apocalipsis de San Juan se le compara con un dragón al que Miguel y sus ángeles vencerán el día del Juicio Final, arrojándole junto a sus demoníacas tropas por siempre del Cielo. Eterna lucha del Bien contra el Mal. Incesable lucha de lo bendito contra los demonios. Del hombre contra sus demonios..."

(Imágenes: un broncíneo San Jorge esculpido por José Rodríguez y fundido por Eduardo Capa ocupa, salvo intentos de robo y posteriores reparaciones, desde el 26 de agosto de 1.966 una hornacina en la plaza que bajo la ingente mole edilicia de la iglesia de San Francisco Javier ocupa el corazón del casco antiguo intramuros de la ciudad que toma al santo caballero como patrón, propietario el Ayuntamiento cacereño, entre otras realizaciones artísticas del mismo, de una barroca escultura en madera policromada de apenas un metro de altura, utilizada en los actos celebrados por el consistorio durante la jornada de conmemoración anual del santo bajo cuya protección se acogería la población que en similar día del año 1.229 reconquistase definitivamente frente al poder sarraceno el lugar)

jueves, 12 de marzo de 2020

Imagen del mes: Ermita del Espíritu Santo, en Oliva de Mérida


Conocida popularmente como Cementerio Viejo por haber servido el monumento como necrópolis municipal durante el siglo previo a la inauguración del actual camposanto de la localidad en 1.918, la hoy abandonada y en semirruina fábrica del santuario que acogiese al parecer a partir de fines del siglo XVIII la venerada talla de San Blas, se erguía antaño sobre la falda del cerro del Morro supuestamente como parroquia oliveña desde los coletazos del medievo hasta la próxima finalización de la construcción en el centro de la población de la iglesia de la Purísima Concepción, inicio del lento declive del bien inmueble, primeramente en su categoría, más tarde en su arquitectura, que recorta con su silueta el horizonte en este punto de las Vegas Bajas.
Oliva de Mérida (Badajoz). Siglo XV; estilo gótico-mudéjar. 



Arriba y abajo: antecedido por una única nave dividida en tres tramos, diseñado sobre planta cuadrangular y rematado en bóveda de crucería, el ábside de la oliveña Ermita del Espíritu Santo (arriba) se orienta hacia el levante y el núcleo poblacional del que, al parecer, fuese antaño parroquia hasta la elevación a tal categoría de la Iglesia de la Purísima Concepción, una vez finalizado este templo inscrito en el centro de la villa, de mejor acceso y mayores dimensiones que las ofrecidas por el santuario erigido sobre el altozano que abraza la antes conocida como La Oliva, bautizado como Cerro del Morro, compartiendo sin embargo sendos inmuebles siglo de erección, el último del medievo, y estilo artístico bajo el que se iniciasen las obras, ofreciendo el serrano inmueble una simbiosis entre los gustos gótico y mudéjar palpable en ambas portadas de acceso al interior del sacro recinto, abiertas respectivamente en el lado del evangelio (abajo, siguientes) y a los pies del monumento (abajo, imágenes quinta y sexta), donde la hispano-musulmana fábrica latericia del gótico arco apuntado se ve enmarcada en el ejemplar septentrional por alfiz y friso de esquinillas (abajo, imágenes segunda a cuaarta), siguiendo una ornamentación propia de las obras elaboradas por los alarifes mudéjares igualmente vista en otras muchas portadas y santuarios de la región, tales como la Iglesia de Santiago de La Piñuela, cercana a Casas de Miravete, o en la ermita jerezana de San Lázaro, preservada en las inmediaciones de tal localidad del Sur de Badajoz.








Arriba y abajo: sobria y sin vestigios de lucido externo, salvo en la portada norteña, la Ermita del Espíritu Santo de Oliva de Mérida muestra sin pudor en su exterior la constitución de su fábrica edilicia, apreciándose en su flanco meridional (arriba), al que se enlazan los menudos vestigios del habitáculo que hiciese las funciones de sacristía (abajo), la mampostería de sus muros a base de cuarcitas y dioritas, propias de la comarca, reforzadas por ladrillos en contrafuertes y esquinas (abajo, siguiente), figurando en los cuatro ángulos que enmarcan la mole total del alargado monumento sillares graníticos entre los que sorprenden ciertas piezas reutilizadas (abajo, imagen tercera), adivinándose en la esquina noroccidental, entre pies del templo y lado del evangelio, lo que pareciese ser un sillar antaño base de alguna estatua votiva (abajo, imagen cuarta), rescatada quizás de algún añejo santuario pagano que existiera en los alrededores de la población oliveña.






Arriba y abajo: muestra el cabecero de la ermita oliveña (arriba) una austeridad propia del conocido como gótico rural o extremeño, a caballo entre la robustez constructiva y la sencillez arquitectónica sólo rota en este ejemplar por dos ventanales ejecutados en ladrillo a ambos lados del ábside (abajo), abocinados hasta el punto de semejarse más a aspilleras que a auténticos vanos, como si de una fortaleza se tratase, alzada la planta de tal sección del inmueble por encima del resto de la única nave de que consta el santuario, sancta santórum del sacro espacio donde al parecer y según es creencia en el pueblo se guardase hasta 1.820 la talla de madera policromada de San Blas, ejecutada en el siglo XVIII y hoy expuesta en el retablo mayor de la parroquia de la Purísima Concepción, colocada quizás en la ermita del Espíritu Santo a fines de la Edad Moderna tras dejar la ruinosa capilla de la que tal santo era titular, a juzgar por el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura elaborado en 1.791 donde se indica tanto la existencia de sendos santuarios a las afueras de la población, aún en uso la de San Blas, como el estado semirruinoso de ambas, hecho este último que quizás haya llevado con el tiempo a mezclar en la memoria de los vecinos un templo con otro, pasando la talla del santo obispo de Sebaste directamente de su desmantelada casa a la iglesia del lugar, sin pasar por una ermita, la del Espíritu Santo, cuyo deshecho estado ya la convertía entonces en candidata a cementerio municipal, pasando a identificarse un sacro inmueble con otro quizás tras el derribo de la ermita primera, de la que Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España publicado en 1.849, ya no habla. 





Arriba y abajo: siendo tal el estado de conservación del templo a fines del siglo XVIII que la celebración de los santos oficios en su interior no era posible, la ermita del Espíritu Santo se barajaba, según el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura elaborado en 1.791, como idóneo enclave donde establecer un cementerio que supliese la carencia de necrópolis municipal por entonces en la localidad, ejecutándose los enterramientos en el interior del templo parroquial, idea llevada definitivamente a cabo en 1.820 y prolongada hasta la fundación del actual camposanto oliveño en 1.918, cercano éste al medieval edificio sacro y pies del Cerro del Morro donde la centenaria ermita se enclava, preservándose hoy en día entre las ruinas del viejo edificio sacro vestigios de los nichos que ocuparon el interior del monumento (abajo), entre cuyos retazos edilicios puede apreciarse el primitivo enlucido que cubría sus paredes (arriba), en contraposición a la supuesta exposición de sus materiales constructivos exteriormente, persistiendo los arranques de los dos arcos fajones que, sustentando el techo a dos aguas que cubría la nave, marcasen a la par los tres tramos de que se constituía el templo primigenio (abajo), similares posiblemente al arco que aún hoy en día da paso al ábside, de mayor altura que el resto de la obra arquitectónica, cubierto de latericia bóveda de crucería nervada (abajo, siguientes) sustentada sobre ménsulas decoradas a base de bordura de bolas, ya presente en las impostas del arco apuntado de entrada al altar, ancladas sobre figurativas testas antropomorfas, ornamentación conservada de un enclave en desuso y desolación hoy cerrado al público y sometido a diversas labores de consolidación edilicia.