Sobre una de las jerezanas colinas entre cuyos pies discurren encajonadas las aguas del arroyo Brovales, se erige en plenas estribaciones noroccidentales de Sierra Morena la silueta de la ermita de Santa María de Brovales, ruinosa simbiosis arquitectónica donde se funde el añejo espacio sacro con las viviendas que, una vez desacralizado el recinto, ocuparon su interior y aledaños, capitaneando aún sobre la portada de la capilla, abierta a los pies de la misma y centrada por un arco gótico apuntado resultante de su presunta fábrica original, una generosa espadaña de tonos barrocos que despunta tanto por su fábrica y ubicación, como por su conservación y majestuosidad ante la menudencia edilicia del templo, levantado, según algunos autores, cuando aún los templarios dirigían el gobierno del que antaño fuese llamado Xerez de Badajoz.
Jerez de los Caballeros (Badajoz). Siglos
XV-XVIII; estilos gótico y barroco.
Arriba y abajo: manteniendo la tradicional orientación del sacro cabecero hacia levante, mira hacia poniente la portada que, abierta a los pies de la ermita de Santa María de Brovales, daba acceso al interior del primitivo templo (arriba), testimonio aún hoy en día inconfundible, pese a la ruina y la arquitectónica corrupción del enclave, del pasado religioso del edificio, gracias fundamentalmente a la majestuosa espadaña que sigue coronando este punto del inmueble (abajo), llamando ésta la atención en la lejanía por sus dimensiones, sostenida sobre recio plinto donde aún se conserva la decoración pictórica que, entre tonos blanquecinos y rojizos, simularía la disposición a soga y tizón de sillares (abajo, siguiente), destacando ante una observación más cercana de la misma (abajo, imagen tercera) la serie de cornisas, pilastras y remate del arco de medio punto de coronación del campanile por tríada de pináculos sustentados por volutas, igualmente vistos en el culmen de la torre de San Miguel, propios de un gusto barroco muy popular en la población jerezana, recordándonos una preservada representación lunar vista en el costado septentrional de la obra entre la mantenida ornamentación blanquirroja que cumplimenta tal estructura, las referencias a los astros presentes en las barrocas torre y portada-retablo de la Parroquia de San Bartolomé, en especial la imagen lunar que en el dintel de tal templo, opuesta a la figura del sol y hermanadas a un querubín que entre sus alas custodia una estrella, saluda al feligrés que dirige sus pasos hacia la casa del Señor del firmamento, permitiéndonos tales similitudes barajar la contemporaneidad entre la erección de la espadaña de Brovales y la elevación de las dos torres más conocidas de Jerez, terminada la de San Miguel en 1.756, la de San Bartolomé en 1.759, año éste justamente fijado en una pieza expuesta en un edificio anexo al ábside de la ermita mariana (abajo, imagen cuarta), alusión posible a la fecha de conclusión de alguna obra de reparación del edificio que, como la parroquia patronal jerezana, pudo haberse visto afectado por el terremoto llamado de Lisboa, acontecido el 1 de noviembre de 1.755, toda vez que es conocido el cambio de campana en Nuestra Señora de Brovales el 3 de marzo de 1.763, figurando labrado en el ejemplar retirado la fecha de 1.614, adivinándose ya la existencia de una espadaña a comienzos del siglo XVII, quizás ésta o más posiblemente aquélla con que se quiso coronar primitivamente la entrada al medieval templo.
Arriba y abajo: compuesta por tres arcos apuntados, presentados contigua y abocinadamente a modo de arquivoltas, la puerta de entrada a la ermita de Santa María de Brovales ofrece un marcado sabor gótico propio de la Baja Edad Media que nos conduce a pensar, tomando en cuenta la mención que ya del templo figurase en los escritos de visitas que la Orden de Santiago elaborase entre finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI a modo de inspección sobre la población jerezana, bajo su gobierno desde que en 1.370 le fuese entregada a su jurisdicción por el rey Enrique II de Castilla, en la erección primitiva del templo durante los últimos siglos del medievo, defendida por algunos autores inclusive su creación como capilla por la Orden del Temple cuando ésta rigiese Jerez entre la reconquista del lugar, en 1.230, y la disolución de tal orden religioso-militar en 1.312, observándose entre los sillares graníticos que conforman la estructura (arriba), así dovelas como refuerzos esquineros, la aparición de alguna pieza marmórea en el arco más interno (abajo), en la línea de impostas o bajo los quicios donde quedasen encajadas las originales hojas de cierre del portón -labrado con elementos circulares el aún preservado junto al quicio de la epístola (abajo, siguientes)-, invitándonos a barajar la reutilización de las piezas originarias de alguna obra anterior, conocida la presencia de elementos de factura romana por los alrededores, vestigios quizás de algún desaparecido inmueble construido a comienzos de nuestra era de donde pudieran proceder algunos de los grandes sillares sitos en la ermita y aledaños -alguno marcado inclusive con la característica horadación presente entre las piezas movidas por los constructores romanos haciendo uso de las ferroi forfices o tenazas de trasporte (abajo, imagen cuarta)-, llamativas sus dimensiones en una obra de menudas proporciones como la sita en Brovales, constitutivas quizás de algún desmontado monumento de Caeriana o Seria Fama Iulia, conservada dentro del casco urbano jerezano la villa romana de El Pomar, procediendo de ésta o de cualquier otra vivienda señorial lo que parecen ser porciones de columnas marmóreas apreciadas sobre la portada de Nuestra Señora de Brovales a modo de salientes de vigas de sujección (abajo, imagen quinta), similares por su tallado a aquellos esbeltos pilares vistos en peristilos romanos y ciertas obras de manufactura visigoda, así en la villa romana de Los Términos de Monroy las primeras o reutilizadas las segundas entre la alcazaba y la Plaza Alta del casco antiguo de Badajoz.
Arriba y abajo: embutida la obra original entre las viviendas que, una vez desacralizado el inmueble, ocupasen tanto el interior como los aledaños del mismo (arriba), ocurrido su abandono como templo presuntamente en las primeras décadas del siglo XIX, mencionado aún en uso entre las ermitas nombradas ante el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1.791, sin aparecer por el contrario en la descripción que de la ciudad jerezana ofrece el Diccionario de Pascual Madoz de 1.850, la primitiva capilla de Nuestra Señora de Brovales contaría de una inequívoca nave dividida en tres tramos más ábside, conservados los arcos apuntados que, como fajones y ejecutados a base de piezas graníticas, separasen tales espacios intermedios marcando a su vez la entrada al cabecero del sacro lugar (abajo y siguientes), reconvertida la construcción primigenia en morada de trabajadores para lo cual, además de añadir una segunda planta, se acondicionase la obra edilicia primitiva hasta el punto de ser difícil reconocer entre las ruinas del inmueble las trazas pertenecientes a la obra religiosa y aquéllas derivadas de su posterior metamorfosis (abajo, imagen quinta), llegando a plantearnos la posible existencia de probables naves laterales donde quizás estemos simplemente ante habitáculos añadidos a sendos laterales del templo (abajo, imágenes sexta y séptima), de nueva construcción una vez prescito el uso litúrgico de la ermita, o reaprovechando alguna posible vivienda anexa habitada por algún ermitaño o guardés que cuidase del sacro recinto, señalado como el más alejado del casco urbano de entre aquéllos con que antaño contase la población de Jerez.
Arriba y abajo: reconvertido, al igual que el resto del espacio religioso, el ábside de la ermita de Brovales en parte de una vivienda labriega (arriba), quedando incluida en la misma lo que pudo ser sacristía -bajo bóveda de cañón y lado de la epístola- del lugar (abajo), se aprecia en la cara externa de la misma la constitución del muro del cabecero a base de sillares graníticos sobre los que se levantaría un tapiado de mampostería coronando la techumbre del mismo un pináculo de sabor barroco ornamentado con similares tonos blanquirrojizos presentes en la espadaña del templo (abajo, siguiente), fabricados posiblemente ambos elementos arquitectónicos contemporáneamente correspondientes a una intervención remodelativa o reedificativa del monumento, sito el remate del cabecero, alcanzado en época posterior por las obras que configurarían la planta superior que se añadiese al primitivo inmueble, sobre el arco apuntado que diese paso desde el interior de la nave al ábside de la capilla (abajo, imagen tercera), sustentado, como el resto de arcos de sabor gótico de la construcción, por recias columnas constituidas por sillares graníticos, posteriormente ornamentados con sencillo esgrafiado que simulase una arquitectura a soga y tizón (abajo, imagen cuarta), descansando sobre el arco a su vez la bóveda de cuarto de esfera (abajo, imagen quinta) que corona el recinto sacro destinado a acoger, sobre planta semicircular, el altar de la ermita, posteriormente encaladas sus paredes, visibles sin embargo gracias a la pérdida de ciertas capas del blanco enlucido postrero vestigios de las pinturas polícromas al falso fresco que decorarían antaño el sancta santórum del enclave (abajo, imágenes sexta a octava), apreciándose, entre cenefas y decoración geométrica, la representación de un personaje monástico, portador éste de báculo y libro, posible alusión a San Benito de Nursia quien, a su vez, contaría por su parte con su propia ermita, a las afueras y zona suroriental de la ciudad.
Abajo: sita hoy en día en una finca de propiedad particular, es posible vislumbrar en persona la silueta de la Ermita de Santa María de Brovales si dirigimos nuestros pasos desde la pedanía jerezana de Brovales, enclavada junto a la carretera EX-112 en su tramo de unión entre la ciudad jerezana y la cercana localidad de Burguillos del Cerro, hacia el embalse homónimo a la alquería y arroyo del que se nutre, tomando para ello el camino asfaltado que desde la calle más oriental del enclave, nombrada como Ronda de Saliente, se encamina hacia el mismo, discurriendo en todo momento por tal pista hasta que, bordeado el pantano por su cola y alcanzada la vía férrea y la abandonada caseta de uso ferroviario aún en pie junto a la misma, tomemos el camino que, tras este edificio y dejando a la izquierda la continuación del trayecto hacia las casas aisladas de Brovales, se bifurca hacia la derecha, escogiendo seguidamente la vereda izquierda en el siguiente cruce de sendas, alejándonos de la vía del ferrocarril y siguiendo el margen derecho del arroyo, cuyo cauce llegaremos a cruzar más adelante, tomando previamente el camino diestro cuando alcancemos un punto en el cual el que seguíamos se divide en tres ramales, prorrogando nuestra ruta por el margen izquierdo del mismo cauce fluvial, hasta alcanzar la cancela de acceso al lugar de Santa María de Brovales, aguardándonos junto a la prolongación del camino y ascendiendo por el terreno el antiguo templo mariano.
produce gran tristeza ver como se destruye el patrimonio cultural de ciudades y pueblos, sin que nadie intervenga para salvarlo
ResponderEliminarEspero que los responsables del derribo paguen por ello
ResponderEliminarEs absolutamente indignante. Aún me cuesta trabajo hacerme a la idea de la desaparición de tan excepcional monumento, y más aún sabiendo que su pérdida no se debe a causas naturales o irremediables, sino a la falta de escrúpulos ante nuestro patrimonio. Totalmente vergonzoso. Claro ejemplo de la desprotección de nuestro legado, y del peso que cobra la labor de divulgación y promoción del mismo.
ResponderEliminarA mí aún me dura el disgusto. No llegué a conocer esta joya de nuestro patrimonio. Sigo sin comprender el daño que le ha podido causar la ermita al dueño de la finca. Es imperdonable.
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