Si bien las tierras que componen actualmente Extremadura fueron primeramente escenarios de feroces combates en los que se decidía sobre el futuro de la expansión de Roma por Iberia, tiempo más tarde, cuando la Península había terminado anexionándose al futuro Imperio, fue escenario de una de las romanizaciones más amplias y profundas que se dio en el sur de Europa. Roma conquistaba ahora difundiendo su cultura entre los pueblos sometidos, creando nuevas ciudades, y exportando sus leyes, lengua, religión e ideas sobre todos los aspectos de la vida diaria.
Ciudades como Emérita Augusta, Norba Caesarina, Metellinum o Caurium, entre otras, suponían en la que entonces se denominó Lusitania, puntos claves donde ver y desde donde expandir la cultura romana. Entre ellas, nuevas vías abrían caminos a través del bosque mediterráneo, cuales arterias que transportan el pensamiento clásico dando vida a una nueva etapa de la historia. Y entre urbe y urbe, apareciendo como centros donde combinar la explotación agrícola con la ganadera, cientos de villas se levantaban romanizando también los campos y el medio rural. Roma llegaba así a todos los rincones de su vasto territorio.
Cercana a la antigua colonia de Norba Caesarina, y dentro de los actuales límites del municipo de Monroy, la villa romana de Los Términos (nombre que recibe por hallarse dentro de la finca con la misma denominación), reaparece ante nuestros ojos, tras su descubrimiento en los años setenta del pasado siglo, mostrándose como una de las villas romanas mejor conocidas de la Península Ibérica, gracias a su profundo estudio y excavación. Con una extensión aproximada de 5 hectáreas, el conjunto se divide a su vez en dos complejos, norte y sur respectivamente, separados por el cauce de un arroyo, fuente natural que le servía de abastecimiento.
Arriba: detalle del peristilo, centro del área residencial de la villa, donde aún pueden observarse varios fustes de columnas marmóreas.
Abajo: uno de los huecos habilitados para situar las columnas del peristilo, con detalle de las baldosas de barro marcadas que lo cubrían.
El complejo sur consta básicamente de un gran patio central o zona de tránsito, para cuya construcción se procedió a un previo allanamiento del terreno. Alrededor del mismo se levantaron diversas estancias, que podemos subdividir a su vez en varios espacios diferenciados, siendo de ellos el más importante y a la par mejor conservado la zona residencial o vivienda del señor. El resto de estancias estarían orientadas al servicio de dicha vivienda, contando así, entre otros, con un espacio de talleres artesanales, y unas termas.
La zona residencial o vivienda del señor se construyó en el lado oriental del complejo sur, dando su acceso principal al gran patio central. Siguiendo con el esquema básico de las viviendas romanas, también ésta tomaba como centro del edificio un patio porticado o peristilum, del que se conservan diversas columnas marmóreas, así como baldosas de barro y lajas de pizarra que servían para su pavimentación. El resto de estancias y habitaciones se distribuían alrededor de este peristilo, contando entre ellas con dormitorios, cocina, estancias para el servicio, y un destacado tablinum o salón de reuniones, rematado en forma absidiana, en el que se halló el más importante de los mosaicos descubiertos en el yacimiento.
Arriba: reconstrucción en maqueta de la zona residencial de la villa, que podemos ver en la sala 4 del Museo Provincial del Cáceres.
Otro espacio destacado del complejo sur son los talleres artesanales, levantados en el flanco septentrional del mismo, y cercanos a las termas. El edificio constaría de planta rectangular, y dentro del mismo un pasillo central, al que se accedía desde el gran patio, daría paso a los cuatro talleres, dos a cada lado del mismo. Gracias a los objetos hallados en el interior se ha podido identificar tres de ellos con una carpintería, una fragua y un alfar. Su producción estaría destinada al uso diario de la villa, así como a un posible comercio con mercados de la zona.
Arriba: vista general de los talleres artesanales ubicados en el complejo sur.
Abajo: varios de los objetos descubiertos en los talleres de la villa se exponen en la sala 4 de la sección de arqueología del Museo Provincial de Cáceres. Destaca el mango de pátera rematado con cabeza de carnero, así como instrumental quirúrgico o varias campanillas de bronce.
El complejo norte, levantado sobre una colina, está considerado como la zona de primera ocupación, orientada a la plena actividad económica de la villa. Peor conservado que el complejo sur, entre sus construcciones encontramos graneros, cuadras y corrales, talleres, así como sencillas viviendas destinadas al personal, de reducidas dimensiones y modestos materiales constructivos.
Arriba: vista general de algunas de las viviendas del complejo norte, destinadas al personal de la villa.
Abajo: hogar con el que contaba una de las viviendas, dispuesto en el suelo, sobre baldosas de barro y delimitado por lajas de pizarra.
En la cima de la colina sobre la que se asienta el complejo norte, y zona más septentrional del mismo, se conserva un hórreo o granero, aislado del resto del yacimiento. Destinado a la conservación del grano de la explotación, constaba con una planta rectangular realizada a base de lajas de pizarra sobre las que se depositaba el mismo. Las pizarras estaban colocadas a base de puente entre varios muros paralelos y de igual longitud, que las elevaban del suelo, creando así cámaras de aire que evitaban la humedad y el deterioro de la cosecha. El aislamiento del hórreo favorecía esta ventilación, a la par que lo separaba de otros edificios donde se manejaba el fuego, intentando así, en caso de incendio en el complejo, salvaguardar la producción para la que tanto se había trabajado y sobre la que se movía la vida diaria de la villa.
Abajo: vista general del hórreo de la villa, en la que se aprecian los muros paralelos, así como los huecos o cámaras de ventilación entre los mismos.
Cómo llegar:
Para acercarnos a Monroy desde Cáceres, la ruta más rápida consistiría en tomar la carretera EX-390, en dirección a Torrejón el Rubio. Una vez pasado el cauce del río Almonte, y siguiendo siempre recto, encontraremos más adelante, y a la derecha, el desvío al municipio. Una vez en el mismo, y antes de llegar al pueblo, veremos, de nuevo a mano derecha, un camino delimitado por una verja, por el que se accede al yacimiento. Tras abrir y cerrar el vallado, pensando siempre en el ganado que por allí nos podemos encontrar, seguiremos el sendero, mal asfaltado pero bien indicado, que nos lleva a nuestro destino. Al final del mismo veremos la villa romana, cerrados ambos complejos por sendos vallados que los protegen de las incursiones del ganado, pero que nos permite acceder a través de varias puertas habilitadas para ello. Diversos paneles informativos ubicados por todo el recinto nos explicarán lo que estamos viendo, haciéndonos más presente un pasado que es nuestro.