Arriba: desde su construcción en el siglo XVII, la localidad de Talaván disfruta de un continuo y abundante caudal de agua en la Fuente de la Breña, donde una cabeza vetona sujeta uno de los dos caños que surten de agua a la población tras recogerla de la Sierra de las Quebradas, junto a la que se asienta.
Aunque los primeros datos escritos sobre la población de Talaván aparecen en 1.167, cuando Fernando II de León, tras reconquistar estas tierras al sur del Tajo, entrega la Encomienda de Alconétar a la Orden del Temple, donde estaba incluida la aldea de "Talauan y su campo", no por ello este núcleo de población ni su comarca contaban con una corta historia a sus espaldas. Por el contrario, y como también ocurriera con muchas otras localidades repobladas o incluso fundadas a la llegada de los cristianos en época medieval, se asentaban sobre enclaves con un dilatado pasado y que no dejan de mostrar sino que las tierras de la actual Extremadura ya fueron, desde antaño, unos ricos territorios en deseo y disputa por muchos de los pueblos que han hecho de la Península Ibérica su hogar.
El mismo nombre de Talaván, al parecer, hunde sus raíces en un origen prerromano, al igual que prerromanos eran los diversos y casi desaparecidos castros que se fundaron en la zona, destacando el que coronaba la Sierra de las Quebradas, junto a la que se levanta la actual población, bajo el nombre de Castro de Quiebracántaros. Elevado lugar ubicado entre los ríos Tajo y Almonte desde el que otear el horizonte y rodeado de extensas llanuras donde poder pastorear, como así hicieran los pueblos de cultura celta, posiblemente vetones, que aquí se asentaron, y como siguieron haciendo todos los habitantes que en este punto de la región decidieron fijar su residencia, llegando así hasta hoy en día.
Arriba: detalle del caño izquierdo de los dos que surten de agua la Fuente de la Breña, donde podemos observar la cabeza de origen vetón recuperada como mascarón.
Si ya los pobladores vetones supieron ubicar el Castro de Quiebracántaros donde el agua era abundante y caudalosa prácticamente todo el año, los habitantes de centurias posteriores, concretamente aquellos antepasados nuestros del siglo XVII, supieron igualmente ver y aprovechar este regalo de la naturaleza encauzando las aguas que daban de beber al antiguo oppidum para hacerlas llegar a la población en la conocida como Fuente de la Breña, inaugurada en el año 1.612 como reza en una inscripción grabada en los mismos sillares de la fuente y que, como las aguas, fueron traídos desde el mencionado castro para ser utilizados, como ya lo hicieran en sus orígenes aunque con funciones distintas, por las gentes de este lugar.
Pero si hay algo que destacar en la talavaniega Fuente de la Breña como material reutilizado y rescatado entre el patrimonio arqueológico del lugar no son los sillares que conforman los muros del pilón, sino los mascarones que, obtenidos de antiguas cabezas escultóricas vetonas cortadas y reaprovechadas para su uso acuífero, sustentan los caños por los que sin cesar corren las aguas que dieron de beber a los antiguos habitantes de este municipio, y que aún hoy en día ayudan a refrescar al vecino o caminante que tras subir la cuesta de los Lavaderos, hasta allí alcanza.
Arriba: aspecto general que presenta la talavaniega Fuente de la Breña, donde el agua obtenida de la sierra corre por la boca de los mascarones vetones para caer en un primer pilón, y de allí es conducida hasta diversos lavaderos ubicados a sus pies.
Y rodeado de lavaderos encontramos esta fuente, y en ella los dos sencillos mascarones, uno casi irreconocible y en pésimo estado de conservación, y el otro, labrado en piedra, mirándonos con sus almendrados ojos, como también almendrados fueran los ojos de las arcaicas esculturas griegas, o más atrás en el tiempo, los de las estatuas orientales que encabezan la lista de las primeras esculturas de la Humanidad. Porque, como ellas, esta pequeña cabeza vetona es también una de las primeras esculturas que tenemos en la región, especial no sólo por su antigüedad, sino por ser uno de los pocos ejemplos escultóricos que nos ha legado el pueblo vetón en el que la figura a representar no es un animal, sino un ser humano. Por todo ello sin lugar a dudas quien se acerque al caño izquierdo de la Fuente de la Breña encontrará no sólo agua fresca para el camino, sino además y en lo arqueológico, todo un tesoro.
Gracias por mostrarnos este pequeño tesoro del camino que seguramente pasaría desapercibido de otra manera... Además me ha servido para despertar la curiosidad y buscar un poco de información y leer sobre el pueblo vetón. Un saludo!
ResponderEliminarHola Isaac! Gracias a ti por tu visita y tu comentario. Me alegra mucho saber que a raíz de la entrada has decidido informarte sobre el pueblo vetón, que se asentó en la mitad norte de nuestra región. En el blog dispones también de otra entrada, publicada hace tiempo, sobre el castro de Villasviejas del Tamuja. Sobre otros vestigios de este pueblo prerromano hablaré en nuevas tandas. Un saludo y hasta pronto!
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