miércoles, 27 de abril de 2011

Dystilo romano de Zalamea de la Serena


Aunque durante los últimos siglos, y prácticamente hasta la llegada de la actual democracia a España, la región extremeña venía sufriendo de un considerable aislamiento diverso, tanto geográfico y económico como socio-cultural, no siempre fue así. Ya en la Edad Antigua, cuando las civilizaciones mediterráneas atracaban en las costas de Iberia, y en los mismos suelos de la Península se desarrollaban reinos legendarios que escribían las primeras páginas de nuestra historia, las comarcas extremeñas recibían influjos culturales llegados desde países lejanos, principalmente a través de un comercio que en aquellos días supo ver las riquezas de nuestras tierras. Objetos traídos del mismo Egipto, cerámica helenística o tesoros con influencias orientales encauzadas por Tartessos pueden ser hoy en día vistos en las vitrinas de nuestros museos, o incluso destacándose entre las piezas de más valor del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.


Arriba: el dystilo de Zalamea de la Serena en su cara sur, visto desde la plaza de la Constitución, enclave de la localidad donde se asienta el monumento.

Con la llegada de Roma, la conexión entre las tierras extremeñas con otras regiones remotas no hizo sino aumentar y reforzarse. Comprendidas nuestras actuales comarcas entre las provincias de Lusitania y Baetica, y con Emérita Augusta como capital de provincia y siendo una de las ciudades más destacadas dentro del Imperio Romano, nuestra región disfrutaba de una importancia económica y estratégica que le permitió abrirse a otras culturas integrantes del mismo Imperio al que habían sido sometidas. Los viejos caminos y nuevas vías abiertas a lo largo y ancho de todo el mundo romano ofrecieron una posibilidad única de acercar conocimientos de los más diversos estilos y procedencias entre sí, comunicándose Oriente y Occidente como nunca antes lo habían hecho. Uno de las más importantes ejemplos de esa importación y mestizaje del saber lo tenemos en Extremadura, muestra del alcance que un día tuvo el acercamiento de culturas en el mundo romano, que llegó a aproximar las regiones del occidente hispánico con las orientales tierras sirias. Es el dystilo o dístylo romano de Zalamea de la Serena.


Arriba: cara norte del dystilo de Zalamea de la Serena, menos conocida que la cara frontal sur del mismo monumento.

Fue Zalamea de la Serena la Iulipa romana, urbe fundada según Tito Livio, historiador romano del siglo I d. C., hacia el año 300 a. C., posiblemente en una zona con asentamientos humanos anteriores ya establecidos y que disfrutaron de una gran importancia tartésica en siglos previos, como demuestran los relevantes yacimientos de Cancho Roano, o el santuario de la Cueva del Valle, en las cercanías de la localidad. Su declaración en época de Vespasiano (año 74 d. C.) como municipio avalaría esta teoría, al ser esta denominación la dada a ciudades de segunda categoría jurídica  con habitual origen preexistente, diferenciándolas así de las colonias, creadas por la misma Roma. De esta época sin embargo, y a excepción del dystilo o monumento funerario, se conservan escasos vestigios, contando entre los más destacados con una cisterna hallada en el corral de una vivienda del pueblo, o una lápida funeraria encontrada a pocos kilómetros del municipio y depositada actualmente en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.


Arriba: imagen del lado oriental del monumento funerario donde se aprecian en primer término los restos decorativos del basamento del dystilo, a base de pilastras estriadas.

La importancia de la Iulipa romana se basó seguramente en la riqueza de sus tierras, propicias para el cultivo cerealístico, lo que potenciaría un próspero comercio apoyado por una cada vez más creciente red viaria, ubicándose el municipio como conexión entre Emérita Augusta y Córduba, capitales de peso en la Hispania romana. Gracias a este enlace económico sería posible la llegada a la urbe de mercaderes de lejanos lugares, o comerciantes de orígenes más cercanos que tuvieran relaciones con mercados orientales, trayendo consigo no sólo exóticas mercancías o géneros que no habían sido antes vistos por la zona, sino además nuevos conocimientos que pronto los lugareños pudieron apreciar y utilizar. Éste podría ser uno de los dos orígenes cotejados para la construcción del dystilo de Zalamea de la Serena, emparentado estilísticamente con los monumentos funerarios del norte de Siria, a donde pasaron traídos por Alejandro Magno desde Grecia. La otra hipótesis partiría de una inscripción latina conservada en la contigua Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Milagros, perteneciente posiblemente al monumento y en el que se lee una dedicatoria del pueblo de Iulia al Emperador Trajano, cuyo padre, Marco Ulpio Trajano, actuó como gobernador tanto en la Baetica como en Siria, de donde importaría la técnica arquitectónica a esta zona de Hispania.


Arriba: detalle del podio sobre el que se levanta el dystilo, colocado directamente y sin cimentación sobre la roca,  y rematado con una moldura que le sirve a la par como decoración. Sobre ella, restos del plinto corrido sobre el que se sustentan las pilastras del basamento.

Con 23,23 metros de altura, el dystilo romano de Zalamea de la Serena se levanta directamente sobre la roca, sin cimentación ni argamasa en su estructura, edificado a base de sillares y moles graníticos. En su estructura podemos diferenciar dos tramos, siendo éstos la base en sí del monumento y las dos columnas que lo coronan, estando a su vez el primero dividido en tres partes que nombraríamos como el podio, el basamento y el entablamento. El podium alcanzaría 1,37 metros de altura, compuesto por tres filas de sillares similares que dibujan la planta rectangular del monumento, con las caras más alargadas apuntadas hacia el norte y sur respectivamente. Una moldura remata las hiladas, partiendo de ella el basamento, de 6,34 metros de altura. Se encuentra éste decorado con pilastras estriadas en sus dos terceras partes superiores, con cuatro en las caras frontales y tres en cada una de las laterales. Un plinto corrido las sostiene, habiendo desaparecido la mayoría de los capiteles que las culminaban. Por último, el entablamento aparece dividido en arquitrabe, de 73 cms de altura, friso, de 60 cms y cornisa, de 45 cms, no conservándose la posible decoración en el mismo. Como culminación, dos columnas de fustes estriados se elevan sobre dos basas, y éstas sobre un ático liso de 65 cms de altura, conservándose 8 metros de las mismas y restaurándose hasta los 10,40 metros la más occidental, rematada con capitel corintio y dintel.


Arriba y abajo: imágenes detalladas de las caras norte y este, respectivamente, del basamento del monumento, donde se aprecian las pilastras estriadas que lo decoran y dan forma: cuatro en las caras frontales y tres en las laterales.


Levantado en el siglo II d. C. (año 102 d.C.) en lo que entonces eran las afueras del municipio iulipense, algo habitual en los monumentos funerarios de la época, el dystilo se erigió como conmemoración funeraria, no conservándose sin embargo la cámara funeraria del mismo, que pudo ser hipogea o subterránea. Posteriormente, con la ampliación de la población y tras la Reconquista cristiana, el monumento se endosó a la parroquia contigua, sirviendo como base de la torre o campanario de la iglesia hasta que, en 1.962, se decidió su recuperación y restauración, llevada a cabo por Menéndez Pidal. Se recuperaba así no sólo un edificio singular del municipio, sino además un monumento único en Europa Occidental, al ser el monumento funerario de este estilo, rematado por columnas, mejor conservado del viejo continente, y de mayor monumentalidad y antigüedad de los existentes en el mundo. Toda una joya arqueológica que fue declarada en 1.931 Monumento Histórico-Artístico, según Decreto de 3 de junio de 1.931 (Gaceta de Madrid nº 155).

Cómo llegar:


Arriba: el dystilo o dístylo romano aparece junto a la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Milagros, templo al que estuvo unido durante varios siglos como base de su campanario.

Zalamea de la Serena, como su nombre indica, se enclava dentro de la comarca que con este nombre encontramos al noreste de la provincia de Badajoz. Para llegar al municipio contamos con diversos enlaces que lo comunican con las diversas poblaciones de los alrededores, estando unida a la localidad de Quintana de la Serena a través de la carretera autonómica EX-114, y ésta a su vez con Don Benito por la EX-346.

Entrando de esta manera en el pueblo desde el norte, por la calle de la Fuente, llegaremos directamente a la plaza de Calderón de la Barca, punto donde podremos aparcar y donde encontraremos el Ayuntamiento de la localidad. Desde allí, y siguiendo por la calle de San Francisco y Cuartel, orientándonos hacia el sur, llegaremos a la plaza de la Constitución, hogar del dystilo romano.


Arriba: además del monumento funerario de estilo oriental, en las inmediaciones de Zalamea de la Serena se halló otra lápida funeraria de gran importancia y datada en fechas cercanas a las del dystilo, depositada actualmente en el acceso a las salas dedicadas a Roma del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Dos excelentes ejemplos de las artes funerarias romanas en nuestra comunidad, y muestras de la importancia, desarrollo y prosperidad que en la época el municipio y la región alcanzaron.

viernes, 15 de abril de 2011

Dólmenes Data I y Data II, en Valencia de Alcántara


Arriba: en primer plano, el dolmen Data I nos aguarda en plena comarca de Valencia de Alcántara, con su hermano Data II a unos metros del mismo, entre dos troncos marchitos que, como él, nos hablan del intransigente paso del tiempo.

Si ya Extremadura es rica de por sí en cuanto a los vestigios megalíticos se refiere, ubicándose entre las principales regiones de España donde podemos encontrar estos recuerdos de nuestro más remoto pasado como civilización, contando con estos monumentos pétreos en un gran número de nuestras comarcas, disfrutamos además de un enclave único donde, a diferencia de otras zonas, los dólmenes no se encuentran aislados o a gran distancia unos de otros. Por el contrario, la comarca de Valencia de Alcántara aguarda uno de los conjuntos megalíticos más importantes de Europa, declarado en 1.992 como Bien de Interés Cultural con la categoría de Zona Arqueológica, según Decreto 51/1992 de fecha 05 de mayo de 1.992, por la Junta de Extremadura.

Con un total de 41 dólmenes, 33 elaborados con ortostatos graníticos, y otros 8 fabricados a partir de pizarras, los monumentos se encuentran dispersos por toda la comarca, pero unidos a través de contemporáneas rutas que los acercan entre sí, trasladando al caminante a las zonas donde en un pasado, cuando los humanos cabalgaban entre la revolución neolítica y el Calcolítico (IV y III milenios a.C.), los clanes decidieron marcar el territorio por el cual habían transcurrido su vida y las de sus familiares con los enterramientos colectivos de éstos, mostrando así el fin del nomadismo, un interés creciente hacia la posesión de unas tierras que, en el caso extremeño, les favorecían con un clima templado, una tierra fértil y un agasajador bosque mediterráneo, y principalmente una preocupación por una posible vida de ultratumba y un aprecio social por los miembros del grupo, a los que despedían enriqueciéndolos con ajuares, conservados en algunos de los casos, y protegiéndolos con ídolos placa que nos acercan al principio de la religión.


Arriba: el dolmen Data I, mejor conservado que su cercano hermano, presenta un corto corredor antes de acceder a su cámara funeraria, expoliada desde antiguo.
Abajo: tras los ortostatos que componen las paredes del monumento, la losa trapezoidal que lo cubría aparece caída en el suelo.


A los pies de las estribaciones más occidentales de la Sierra de San Pedro, y cercana a la pedanía de La Aceña de la Borrega, caserío que supera los 150 habitantes, la denominada ruta 5, de un total de diez elaboradas por las autoridades para potenciar el atractivo turístico de la zona, nos acerca a uno de los tres principales grupos megalíticos de Valencia de Alcántara. También llamada  de Los Mellizos, mencionada ruta conduce al caminante hasta algunos de los dólmenes más representativos de la zona, como son el dolmen Anta de la Marquesa, conocido igualmente como Los Mellizos y registrado como uno de los mejor conservados de la comarca, así como a los monumentos Cajirón I, Cajirón II, La Morera, Data I y Data II.

Situados a escasos 100 metros el uno del otro, los dólmenes Data I y Data II comparten el mismo tipo de estructura, clasificándose dentro de las construcciones megalíticas como dólmenes de enterramiento colectivo de corredor corto. Fabricados a partir de grandes losas de granito, y manteniéndose en mejor estado el primero que el segundo, se diferencian entre sí en cuanto al número de ortostatos que forman las paredes de sus cámaras. Mientras que el dolmen Data I se constituye con 5 ortostatos, conservándose íntegros algunos de ellos, con 2,50 metros de altura y dándole a la cámara una planta poligonal, el monumento Data II cuenta con siete piezas, colocadas de manera casi circular. Los corredores, por el contrario, son prácticamente idénticos, formados a partir de dos ortostatos colocados en paralelo y longitudinalmente. Los dinteles que cubrían las galerías de entrada se han perdido. Igualmente las losas que hacían de cubierta para las cámaras han caído de su emplazamiento original, apareciendo en el primer caso tras la cámara del dolmen, y en el segundo partida y esparcida por los alrededores del mismo.


Arriba: vista general del dolmen Data II, cubierto de maleza y en peor estado que su homónimo cercano, conservando por el contrario restos del túmulo que lo cubría.
Abajo: imagen cercana del mismo monumento donde se aprecian los ortostatos que conforman el corto corredor de entrada, así como la cámara funeraria, una de las mayores de entre las construcciones megalíticas de la zona.


Cómo llegar:

La comarca de Valencia de Alcántara, frontera natural con la vecina Portugal y la provincia de Badajoz, se ubica al suroeste de la provincia de Cáceres. Su capital, Valencia de Alcántara, está unida con la capital provincial a través de la carretera nacional N-521, que acerca Cáceres a la frontera portuguesa. Atravesando el municipio, y tras dejar atrás el mismo dirigiéndonos a Portugal, nos encontraremos pocos kilómetros después con un cruce cuyo desvío a mano izquierda nos conduce hacia las pedanías de Las Lanchuelas y Alcorneo, a través de la carretera que lleva el nombre de esta última. Vía de estrecho carril y accidentado trazado, nos adentra en la comarca donde, tras pasar la primera pedanía y antes de llegar a la segunda, un nuevo cruce hacia la izquierda nos dirigirá hasta La Aceña de la Borrega, comenzando aquí la ruta megalítica, partiendo de la iglesia que nos aguarda en plena pedanía, marcada continuamente y estableciendo un círculo en el mapa tras cruzar el cauce del arroyo Mellizos.

Sin olvidar que el camino principal establece un círculo que nos conducirá al mismo punto de salida, recomendamos continuar la ruta por el camino que nos aguarda a mano derecha. Los dólmenes Data I y Data II nos esperan tras alcanzar el monumento de Los Mellizos, ubicado éste sobre un altozano señalizado, tras tomar a la izquierda el desvío que nos aguarda mucho más adelante, continuando el ramal de la derecha hacia los dólmenes de Cajirón I y II. Dejándolo atrás y siguiendo la vía marcada,  casi un kilómetro después nos desviaremos nuevamente de la ruta por un corto tramo a mano derecha, donde nos sorprenderán los dólmenes descritos en un bello paraje que combina vegetación y paisaje rocoso, integrados en una propiedad privada a la que podemos acceder a través de un portillo abierto.

Como señalamos en entradas anteriores y en caso de que el lector decida adentrarse dentro de la propiedad privada, lanzamos las siguientes recomendaciones:

1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3) Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5) Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.


Arriba: entre castaños y berrocales, los dólmenes Data I y Data II aguardan al caminante en una rocosa escena en la que permanecen integrados, donde naturaleza e historia se mantienen unidas a través del paso del tiempo.

sábado, 9 de abril de 2011

Azulejería de la Capilla del Espíritu Santo, en Olivenza. Parte 2ª.


Arriba: entre las escenas bíblicas que nos aguardan en el interior de la Capilla oliventina del Espíritu Santo, bellos detalles nos sorprenden, conjugando religión y costumbrismo.

Corría el año 1.716 cuando se recibe en Olivenza la primera partida de azulejos encargados para decorar el interior de la Capilla del Espíritu Santo, templo dependiente del Hospital de Caridad y Santa Casa de Misericordia. Tras más de siglo y medio de obras, remodelando el edificio religioso desde que éste se levantara en 1.548, su fisonomía final estaba alcanzándose. Los paneles de azulejos blanquiazules, que por entonces se habían convertido del sumo gusto de nobles y clérigos portugueses, servirían como punto final a la decoración de esta capilla.


Arriba: siguiendo el mismo esquema del muro del evangelio, diversos paneles decoran cada tramo del lado de la epístola, con Dios Padre vistiendo a Adán y Eva con túnicas junto a la puerta de entrada al templo.


Arriba y abajo: detalles del panel ubicado bajo el coro, en el lado de la epístola, donde el autor reflejó su destreza al pintar a los personajes bíblicos, así como la exuberante vegetación del Jardín del Edén.


Tal y como reza en el panel que cubre la parte interna de la portada de acceso a la capilla, a los pies del templo, fue el encargado de crear y pintar la azulejería destinada a los muros de la Capilla del Espíritu Santo uno de los mejores maestros que sobre esta técnica vivía en el Portugal de comienzos del siglo XVIII. Manuel dos Santos, con taller en Lisboa, forma parte del conocido como "Ciclo de los Maestros", nombre dado al grupo de artistas que donaron al país vecino y a la historia del azulejo portugués su época dorada. Con obras repartidas por diversas parroquias del país, y ejemplos en la cercana iglesia oliventina de la Magdalena, sus azulejos más conocidos revisten, junto con los de otros autores de mencionado grupo, los muros del Monasterio de San Vicente de Fora, en la capital lusa, narrando, entre otras, escenas históricas y heroicas sobre la Reconquista del país vecino.


Arriba y abajo: diversas vistas del panel que cubre la parte interna de la portada de acceso al templo, donde diversos angelotes y una arquitectura en trampantojo enmarcan la entrada de la capilla.


Abajo: detalle del panel anteriormente referido donde se puede apreciar la firma del autor de la azulejería, así como la fecha de su finalización: Manuel dos Santos, 1.723.


Para decorar la Capilla del Espíritu Santo se eligió una temática religiosa muy concreta, en consonancia con las labores de caridad y ayuda que se ejercían por el mecenas de la obra, el Hospital o Casa de Misericordia de Olivenza. A través de diversas historias bíblicas, tomadas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, el visitante vería ejemplos de caridad y misericordia relatados en la historia sagrada, desde la visita, cuidado y curación de enfermos, a la alimentación y el vestir del necesitado, o la acogida del caminante. Entre ellos, y como era del gusto de la época, diversas escenas bucólicas, costumbristas, paisajes o personajes contemporáneos a la obra aparecerían como detalles que la completarían, sorprendiendo al espectador y enriqueciendo el trabajo final.

Terminada en 1.723, la azulejería mostró una vez colocada simetrías compositivas entre los paneles ubicados tanto en el lado del evangelio como en los del muro de la epístola, con los relatos repartidos sin seguir un orden cronológico concreto, y señalizados debidamente con una inscripción latina donde se indica el pasaje bíblico del que fue tomada la historia. Los tramos medios de uno y otro lado presentarían los paneles mayores y de mejor traza, con zócalos simétricos bajo los mismos. Otros paneles ocuparían los tramos ubicados bajo el coro, así como a sendos lados y bajo los vanos del altar, éstos en la cabecera.


Arriba: vista general del gran panel que cubre el tramo medio del lado de la epístola, donde vemos a Moisés golpeando la roca de Horeb, de la que sale agua para apagar la sed del pueblo de Israel.


Arriba y abajo: detalles del panel central del lado de la epístola que demuestran lo acertado que se está al considerarlo el de mejor y más bella traza del monumento.


En el lado del evangelio, cuyas imágenes aparecen en la entrada anterior del blog, o parte primera de las dos dedicadas a esta azulejería, encontramos junto a los pies del templo la curación de un paralítico por Jesús, relato tomado del Evangelio según San Juan, Capítulo 5, Versículo 9. Seguidamente, y ocupando el panel central y de mayor tamaño del muro, vemos a Daniel recibiendo alimento por el profeta Habacuc. El libro de Daniel nos cuenta, en su Capítulo 14, Versículo 34, cómo el mismo, tras matar al dragón que los babilonios veneraban, fue llevado al foso de los leones para ser comido por estas fieras. El Señor no sólo impidió que lo devorasen, sino que mandó además a uno de sus ángeles para que tomando al profeta Habacuc, que había preparado cocido y rebanadas de pan para los segadores,  lo llevara ante Daniel y así lo alimentase en su cautiverio.

Finalmente, en la cabecera del templo, tres relatos ocupan los lados izquierdo, derecho y bajo del vano, respectivamente. A la izquierda de la ventana, y según relata el libro segundo de Reyes, Capítulo 8, Versículo 29, vemos a Ocozías, rey de Israel, visitar a Yoram, hijo del rey de Judá, tras ser este último herido por los arameos en la batalla que los dos libraban contra Jazael. El relato de la derecha, por su parte, se basa en la parábola del buen samaritano, reflejada en el Evangelio según San Lucas, Capítulo 10, Versículo 34. Por último, un medallón sostenido por ángeles nos muestra a Rebeca dándole de beber al sirviente de Abraham, que se encontraba en la ciudad de Aram Naharáyim por mandato de su amo, buscando esposa para su hijo Isaac, según el libro del Génesis, Capítulo 24, Versículo 18.


Arriba y abajo: prácticamente idénticos a sus pares situados en el muro del evangelio, frente a ellos, tres paneles menores, dos de los cuales observamos aquí, componen el zócalo ubicado bajo el gran panel del tramo medio, en el lado de la epístola.


Abajo: detalle del panel central del zócalo anteriormente mencionado, donde podemos disfrutar de una de las libertades que se tomó el artista al reflejar mezcladas con la historia sagrada escenas costumbristas, bucólicas o de la época, como estos jardines palaciegos propios del siglo en que se creó la obra.


En el lado de la epístola, y tomado del Génesis, Capítulo 3, Versículo 21, el relato que nos habla de cómo Dios Padre entrega túnicas de pieles a Adán y Eva para vestirlos, una vez que éstos le han desobedecido y pecado, da comienzo a la azulejería ubicada en este muro derecho, a los pies del templo. Seguidamente, y como gran panel central, Moisés, rodeado del pueblo de Israel, hace brotar agua de la roca de Horeb, según nos cuenta el libro del Éxodo, Capítulo 17, Versículo 6. El pueblo judío es así escuchado cuando, tras ser liberado de la esclavitud y salir de la tierra de Egipto, sufre de sed en pleno desierto. Curiosamente la inscripción latina que bajo el milagro aparece y lo describe nos habla, sin embargo, de otro milagro parecido y aquí no reflejado, cuando Dios manda un sinfín de codornices al pueblo de Israel, curando así el hambre que padecían.


Arriba: junto al retablo mayor de la capilla y a la derecha del mismo, Jesé entrega una cesta de panes a su hijo David como alimento para sus hermanos, alojados en el campamento de Saúl.


Arriba: al lado derecho de la ventana que en la cabecera de la capilla se abre en el lado de la epístola, Tobías recoge al estrangulado que yace muerto en la plaza, antes de comer.
Abajo: detalle del panel mencionado, con Tobit en primer plano cargando el amortajado cadáver.


Ya en la cabecera del templo, y bordeando la ventana que allí se abre, tenemos a Jesé, también llamado Isaí, entregando a su hijo David una cesta con diez panes y trigo tostado, como alimento para los hermanos del pastor de ovejas y futuro rival de Goliat, alojados en el campamento que Saúl había levantado en su lucha contra los filisteos. El primer libro de Samuel, en su Capítulo 17, Versículo 17, nos describe la escena, así como en el libro de Tobías, Capítulo 2, Versículos 3 y 4, encontramos la inspiración al panel ubicado en esa misma pared, a la derecha del vano: Tobit recoge el cadáver de un estrangulado antes de comer con su familia, guardándolo en una caseta para poder enterrarlo debidamente después, a la caída del sol. Bajo los dos relatos, y de manera similar al muro del evangelio, un medallón sostenido por ángeles nos muestra un ejemplo más de caridad y bondad, en este caso la que Lot tuvo con los ángeles que el Señor mandó a Sodoma, representados aquí como peregrinos, a los que ofreció su casa, según nos relata el Génesis, en el Capítulo 19, Versículo 2.


Arriba: bajo el vano abierto en el lado derecho de la cabecera del templo, un medallón recoge la bondad que Lot mostró ante los ángeles del Señor, a los que confundió con caminantes, ofreciéndoles cobijo para esa noche en su casa.


Arriba y abajo: completando el zócalo que en la parte de la cabecera y muro de la epístola de la capilla aparece en ese tramo y bajo la ventana que allí se abre, dos bellas escenas campestres o pastoriles circundan el medallón anteriormente reflejado.


Cómo llegar:

El municipio de Olivenza, situado al sur de la capital provincial, está unido con Badajoz a través de la carretera regional EX-107, que une a la primera con la frontera portuguesa a la altura de Villanueva del Fresno, atravesando toda la Raya pacense. Una vez en la localidad, y metidos en la primera rotonda que vamos a encontrar si venimos por Badajoz, decorada con una fuente, un cartel indicativo nos mostrará la dirección a seguir para alcanzar el centro de la población, donde fácilmente encontraremos sitio para aparcar.

Llegados a la Plaza de España, reconocible por sus bandejas centrales y habitual concurrencia de vecinos, varias calles que parten desde ésta hacia el Norte nos llevarán a la antigua ciudadela. Concretamente las calles segunda y tercera, llamadas de Fernando Alfonso y del Espíritu Santo respectivamente, nos conducirán hasta la calle Caridad, donde se ubica el Hospital y Santa Casa de Misericordia. La capilla se levanta justamente en el cruce entre las dos últimas calles señaladas,  frente a la  Puerta de los Ángeles, con entrada desde la vía Caridad.

De entrada pública y gratuita, al estar abierta al culto y ser la imagen de la Virgen Milagrosa que allí se venera de gran devoción por los oliventinos, el horario de visita siempre queda pendiente del calendario litúrgico, pero habitualmente encontraremos la capilla abierta desde las 8 a las 13 horas, todas las mañanas de la semana, a excepción de las de los jueves.


Arriba y abajo: completando los paneles y el conjunto que compone la azulejería de la capilla, diversos mosaicos de azulejos rematan cada esquina de los muros del templo, así como el frontal de la arquería que sostiene el coro. Queda así cubierto cada rincón con ese sabor portugués que los azulejos aún nos transmiten, y del que en Olivenza se muestran orgullosos, contentos con la simbiosis que en el municipio se da, de presente español y pasado luso.


viernes, 8 de abril de 2011

Azulejería de la Capilla del Espíritu Santo, en Olivenza. Parte 1ª.


Arriba: Jesús curando a un paralítico, bello detalle de la azulejería que desde la primera mitad del siglo XVIII decora el interior de la capilla oliventina del Espíritu Santo.

Siempre que los extremeños queremos recordar el origen y pasado de nuestra gente, generalizando y manteniendo al margen las peculiaridades de cada familia y persona, volvemos la vista atrás y miramos hacia la historia para rescatar la presencia en estas tierras de pueblos de cultura celta, romanos y visigodos, andalusíes y sefardíes, que mezclados con el paso del tiempo y bajo la religión católica, ocuparon tras la Reconquista y las conversiones religiosas esta tierra en una simbiosis paralela a la que sufrían el resto de las regiones de España. Sin embargo, olvidamos en la mayoría de las ocasiones que un porcentaje de extremeños suman a este pasado un origen más, hermano del resultado anterior, pero enriquecido con una cultura propia: el origen portugués.


Arriba: vista general de la fachada de la Capilla del Espíritu Santo, dependiente del histórico Hospital o Santa Casa de Misericordia, en pleno corazón de Olivenza.

Fue el 6 de junio de 1.801 cuando, bajo el reinado en España de Carlos IV, y siendo regente de Portugal el príncipe D. Juan, más tarde coronado como Juan VI, se firmaba en Badajoz el Tratado que llevaría el nombre de esta ciudad, poniendo fin ambos países a una corta pero decisiva guerra llamada "de las Naranjas", inspirada por una Francia Napoleónica que comenzaba a preparar a su conveniencia el campo de batalla que más tarde sería Europa.  Manuel Godoy, hijo de la capital pacense y Secretario General del Estado, elevado ya por entonces a Generalísimo de España, conseguía no sólo una paz en favor de nuestro país, sino además una pequeña serie de beneficios entre los que se incluía el traspaso de Olivenza y sus contornos al Estado español y, por ende, a la región de Extremadura.


Arriba: interior de la Capilla del Espíritu Santo, con el altar y retablo mayor en la cabecera, donde la tenue luz, las obras de arte y una inmensa calma, invitan a la oración para la que fue consagrada.
Abajo: desde una de las esquinas de la cabecera se puede observar, a los pies de la capilla, el coro y la puerta de entrada, cerrando la nave y la serie de azulejos que plenamente la decoran.


Con la cesión del municipio oliventino a la geografía política española, Extremadura no sólo adquiría nuevas tierras con que ampliar sus contornos. Sometidos sus habitantes a la nueva Corona, pasaban a este lado de la frontera otras costumbres, habla, tradiciones y cultura, acompañadas de un legado artístico de raíces portuguesas que no encontraría par idéntico a lo largo de toda la Raya. Ejemplos artísticos particulares y peculiares de Portugal engrosaban y enriquecían el patrimonio extremeño a través del Gótico manuelino, los retablos eucarísticos o la azulejería blanquiazul, patrimonio este último cada vez más valorado y protegido en el país vecino.


Arriba: vista general del tramo que en el lado del evangelio aparece junto a la cabecera del templo, con el acceso a la sacristía a sus pies.

Mucho menos conocida que la iglesia de Santa María del Castillo o la parroquia de Santa María Magdalena, encontramos en pleno centro histórico de Olivenza, frente a una de las puertas de la antigua ciudadela medieval, más conocida como Puerta de los Ángeles, la Capilla del Espíritu Santo. Declarada en 1.992 como Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura con categoría de Monumento, según Decreto de 10 de marzo, el templo es también conocido como Capilla del Hospital de Caridad o Casa de Misericordia, por pertenecer el monumento a este otro conjunto, ubicado al lado izquierdo de la misma. Fue el Hospital o Santa Casa de Misericordia el edificio levantado en este municipio por la Cofradía de la Misericordia, fundada ésta en 1.501 con la aprobación del rey portugués  Manuel I, siguiendo los deseos de su hermana y esposa de su antecesor Juan II, Dña. Leonor de Viseu. Bajo la advocación de la Virgen de la Misericordia, el fin de la cofradía era cuidar de enfermos, huérfanos y pobres, menester que lleva ejerciendo hasta la actualidad, siendo hoy en día un asilo de ancianos al cuidado de las Hijas de San Vicente de Paúl.


Arriba y abajo: a ambos lados del ventanal izquierdo de la cabecera del templo, dos paneles de azulejos nos muestran dos diferentes ejemplos bíblicos de obras de misericordia: Ocozías visitando a Joram enfermo y la parábola del buen samaritano, respectivamente.


Gracias a la generosa donación que el presbítero Fernando Alfonso Durao regala a la Cofradía en 1.511, comienza a erigirse el actual conjunto de hospital y capilla en 1.548, tras haberse trasladado en 1.520  los hermanos al lugar donde ya se hallaba la ermita del Espíritu Santo, hecho por el que toma el templo este nombre. No finalizándose las obras de éste hasta 1.732, presenta así un estilo barroco con elementos heredados de movimientos artísticos anteriores, tanto renacentistas como gótico-manuelinos. De sencilla portada exterior, en el interior nos aguarda una sola nave cubierta con bóveda de cañón, bajo la que descansan multitud de personajes relevantes de la Cofradía y del pasado oliventino.


Arriba: bajo el vano que en el lado del evangelio y a la izquierda del altar se abre en el muro, un zócalo de azulejos remata la pared, con una pareja de ángeles sosteniendo un medallón en el que apreciamos una nueva obra de misericordia: Rebeca dando de beber al mensajero de Abraham(detallada en la imagen inferior).


A los pies de la capilla, sostenido por una arquería y columnas marmóreas de capiteles jónicos, tenemos el coro. Frente al mismo, rematado con un retablo de tipo eucarístico que guarda a la Virgen de Loreto y embellecido con columnas salomónicas, vemos la cabecera y el altar elevados del resto del edificio por tres escalones. Otros dos retablos, siguiendo las trazas del mayor e idénticos entre sí salvo en la policromía ausente del derecho, decoran respectivamente los lados de la epístola y del evangelio con relieves de la Virgen de la Misericordia y el Pentecostés, respectivamente. Junto a este último, un púlpito de pared con marmórea balaustrada finaliza la distribución del templo.


Arriba: a la derecha del medallón ubicado bajo el ventanal izquierdo de la capilla, una bella escena bucólica.
Abajo: sobre la puerta de la sacristía, abierta junto a los escalones de acceso al altar y en el lado del evangelio, aparece un mosaico de azulejos con diferentes aves, cestas o flores en cada una de las piezas cerámicas.


Sin embargo, y a pesar de la belleza que aportan al templo estos tres retablos de típico corte barroco luso, lo más llamativo del conjunto es la azulejería que, alicatando la práctica totalidad de los muros de la capilla, decora las paredes de sendos lados del evangelio y la epístola, más los bordes interiores de la portada de acceso y el exterior de la arquería del coro. Partiendo del suelo de la nave, y hasta el arranque de la bóveda y techos, toda una serie de paneles, zócalos y grecas creados en tono blanquiazul acompañan al visitante desde que se adentra en el templo, llamando su atención a través de sus bellas formas para así hacerle partícipe de las historias sagradas que relatan, instruyéndole sobre la tradición religiosa judeo-cristiana y acercándole la religión católica.


Arriba: vista general del gran panel de azulejos que decora la parte media del lado del evangelio, junto al púlpito.


Arriba y abajo: detalles de dos de los tres conjuntos que forman el zócalo que, bajo el panel de la imagen precedente, discurre entre la arquería del coro y el retablo del lado del evangelio, en este muro izquierdo del templo.


Importándose los primeros azulejos al país vecino desde Sevilla, donde los moriscos de comienzos del siglo XVI conservaban las técnicas que sus antepasados usaban para la fabricación y creación de estas decoradas placas de cerámica, Portugal pronto aprendió a crear sus propios azulejos, entroncándolos con esta tradición arábiga pero abriendo una nueva página en la historia de este arte al impregnarle de su propio gusto. Influenciados posteriormente por los ceramistas de Italia y Flandes, que aportan temas clásicos a los paneles, los artistas portugueses comienzan a componer series donde la anterior decoración geométrica o vegetal se ve acompañada y enriquecida por temas históricos o religiosos, de sumo gusto por sus clientes más habituales. Son los nobles y la Iglesia los mayores mecenas de este arte en el país vecino, unos por encontrar en él una manera barata de decorar los muros de sus palacios, y los otros por descubrir una forma de llamar la atención de los feligreses y así lograr educarles en la religión que practican.


Arriba: en el gran panel del lado del evangelio vemos a Daniel, en el foso babilónico de los leones, recibiendo alimento por parte de Habacuc, llevado allí por un ángel del Señor.
Abajo: detalle de varios de los leones del panel al que nos hemos referido anteriormente.


Abajo: el artista aprovecha la historia bíblica, que nos indica que Habacuc preparaba comida para los segadores, para mostrar a los mismos en una escena costumbrista propia del siglo en que los azulejos fueron pintados.


Con la llegada del siglo XVIII la historia del azulejo portugués verá cómo se escribe el mejor de sus capítulos. Es la época del "Ciclo de los Maestros", una etapa áurea en la que destacados y reconocidos artistas crean los considerados mejores ejemplos de azulejería portuguesa, bajo el ya típicamente luso estilo blanquiazul. Los azulejos de la Capilla del Espíritu Santo de Olivenza son uno de ellos.

(La descripción de la azulejería, así como los pasos para llegar al templo y las imágenes restantes sobre los paneles del lado de la epístola  y pie de la nave aparecerán en una nueva entrada, continuación o parte 2ª de ésta).


Arriba: visión general del panel ubicado junto al pie de la capilla, en el lado del evangelio, donde se describe con imágenes la curación de un paralítico por Jesús, según San Juan.
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