viernes, 27 de agosto de 2021

Joyas de las artes plásticas de Extremadura: Dama de Regina, o diosa Juno del yacimiento reginense, en el Museo Arqueológio Provincial de Badajoz

 

El 14 de julio de 2.010 tenía lugar, con presentación en directo a los medios de comunicación y autoridades competentes incluida, la extracción formal de una recién hallada escultura enterrada junto a los vestigios de lo que fueran los tres templos que en el foro de la ciudad romana de Regina sirvieran antaño al culto hacia la denominada Tríada Capitolina. Junto a la exposición de una también descubierta cabeza broncínea de un sacro bóvido, cuyos cortos cuernos plantea el estar ante la testa de un toro o ante la imagen de un buey,  la exhumación de la escultura marmórea supondría el broche de oro a las excavaciones que durante aquella campaña arqueológica veraniega prolongaban los trabajos científicos que en el yacimiento reginense, cercano a Casas de Reina, se llevaban dando de manera prácticamente continua desde que a comienzos de los pasados años setenta D. Mariano del Amo y de la Hera inaugurase las mismas, centrándose entonces en la zona teatral, prolongándose a partir de 1.978 hacia otros puntos de la antigua ciudad latina, dándose a conocer en 1.988 parte del área forense de la urbe, centrándose los estudios sobre ésta durante las campañas efectuadas entre 2.008 y 2.012. Poco a poco iba viendo la luz el municipio del que, ya en 1.789, haría mención el jesuita D. Juan Francisco de Masdéu en el tomo VI de su "Historia Crítica de España, y de la Cultura Española en todo género", ubicándolo en los terrenos que por entonces ocupaba la aldea pacense de San Pedro de Villacorza, dato respaldado por el ilustrado gijonés D. Juan Agustín Ceán Bermúdez en su "Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las referentes a las Bellas Artes", publicado en 1.832 póstumamente a la muerte de su autor. 

Regina Turdulorum, ciudad de la Beturia Túrdula, inscrita en el Conventus Cordubensis de la provincia de la Baetica, sería fundada al parecer a comienzos de nuestra era adquiriendo el estatus de municipio durante el reinado de Vespasiano, en torno al año 74 d.C. Bajando la población, declarada la Pax Augusta, al llano desde lo alto del llamado cerro de las Nieves, donde hoy se levanta el castillo de Reina y antaño se erigiese un oppidum, tal concesión supondría la construcción de un foro propio para una urbe de tal categoría, sita ésta junto a una relevante vía de comunicación entre Emérita Augusta (Mérida) y Astigi (Écija), conectando la vega media del Guadiana con la cuenca media del Guadalquivir, cercana a zonas mineras e inserta en las fértiles tierras de lo que hoy es la extremeña Campiña Sur. Sus datos históricos, sin embargo, no son abundantes, no teniéndose más noticias de la ciudad desde que en el 619 se dirimiese un pleito entre ella y Celti (Peñaflor; Sevilla) en el II Sínodo Hispalense, donde se reunirían convocados por San Isidoro de Sevilla los obispos de la Bética en pleno dominio visigodo. Abandonada posiblemente a raíz de la llegada a la península de los musulmanes, sus edificios irían poco a poco cayendo en el olvido, devastados por el abandono y el paso del tiempo hasta que, reconquistada la comarca, se reaprovechasen las viejas estructuras del teatro romano para la edificación de la iglesia dedicada a San Pedro en la recién creada aldea homónima al primer Obispo de Roma, reutilizados muchos de sus materiales a lo largo de los siglos en la erección o complementación de edificios cercanos, figurando así sillares almohadillados en las bases de la alcazaba regina, capiteles o restos de fustes en los aledaños de la iglesia de San Sebastián y ermita del Ara, en Reina y Fuente del Arco respectivamente, o piezas marmóreas inscritas en las parroquias de Casas de Reina o de Valverde de Llerena, así una inscripción en el muro del evangelio de la iglesia de Santiago Apóstol casarreña, o una columna como peldaño en la portada abierta a los pies del templo valverdeño de la Purísima Concepción.

Arriba y abajo: partida en dos porciones, desconociéndose la fecha exacta de la fragmentación, la estatua designada a representar la diosa Juno y diseñada aun en bulto redondo para ser exhibida frontalmente desde probablemente el altar que centrase la cella del templo dedicado a la reina del Olimpo en el área forense de Regina, muestra al sacro personaje sentado, vestido con túnica sobre la que cae desde la cabeza un manto o palla que termina cubriendo las piernas de la deidad, otorgándole así un aire de solemnidad que el autor supo plasmar sobre mármol procedente de la zona lusa de Borba-Estremoz, ayudando este dato vinculado con su naturaleza, observándose igualmente similar técnica escultórica sumada a la comunión entre pose y proporciones anatómicas de la fémina representada, a la vinculación final de sendas porciones llegadas al Museo Arqueológico Provincial de Badajoz en dos momentos y por vías diferentes, preservada hasta 2.010 la pieza superior sepultada entre los vestigios forenses del yacimiento reginense (arriba), reutilizada su porción inferior presuntamente en el siglo XVII a fin de labrar sobre la cara posterior del mismo -perdiendo casi la totalidad del escaño sobre el que descansase la diosa- el que fuera escudo de D. Sancho de Paz el Viejo (abajo), destinado a todas luces al convento de San Buenaventura o San Francisco de la ciudad llerenense, fundado bajo el patronazgo de tal familia y donde el ilustre personaje planteara instalar el panteón familiar, posiblemente quedando en su capilla ubicado el blasón hasta el derribo de gran parte del inmueble monacal una vez desomortizado el mismo.

Adquirida a un anticuario cacereño por el Ministerio de Cultura en 1.987, pasaría el 19 de junio de 1.987 a formar parte de los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz una pieza reutilizada en la Llerena del Siglo de Oro como material marmóreo donde labrar un escudo señorial, atribuido al que fuera Contador Mayor de Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos y tesorero de la Casa de Contratación de Indias en época de Carlos V,  D. Sancho de Paz el Viejo. Procedería ésta presuntamente -y concordando con los datos citados en el contrato de compra, donde se indica la toma de la misma del derribo de un convento gótico llerenense, terminando en manos particulares locales hasta la transacción al negocio cacereño referido- del convento franciscano de San Buenaventura o de San Francisco, cuya sede definitiva fuera concluida en 1.540 bajo el patronazgo del ilustre personaje mencionado, que deseaba fundar allí su capilla-panteón familiar, suprimido el cenobio a raíz de la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica de 25 de julio de 1.835, posteriormente desamortizado hasta devenir la desaparición de gran parte del edificio. Cincelados en un blasón cuartelado torreones en sus cuarteles primero y cuarto, tres rombos a sinistra en los dos restantes, el interés principal de la pieza, sin embargo, no recaería en la divisa heráldica expuesta, sino en la propia pieza marmórea en sí, esculpida la obra patronímica en la cara posterior de una antigua escultura, adivinándose por el flanco contrario al escudo lo que debieron ser las piernas de una representación humana sentada, vestida con túnica antepuesta por manto y correspondiente, a todas luces, a una figura femenina sedente, bien algún personaje relevante de la época de fabricación, fechada durante el dominio romano, o inclusive alguna deidad expuesta o adorada en la cercana ciudad de Regina, de donde se supuso que podría ser originaria la obra, sin disponer de detalles sobre su hallazgo pero conociéndose el expolio constante al que era sometido desde antaño el yacimiento latino. La supuesta respuesta a la incógnita, aunque con más de veinte años de tardanza, llegaría finalmente al desenterrarse la escultura que aguardase junto a los templos forenses de la antigua urbe. Alcanzando el metro de altitud, de un tamaño algo superior al natural, se basaba la misma en la representación de la mitad superior o torso de un personaje femenino velado cuya pose, dimensiones representativas antropomorfas, cincelado y naturaleza marmórea originaria de la zona Borba-Estremoz casarían con las características mostradas por la pieza llerenense. Bautizada inicialmente como Dama de Regina, su identificación con la diosa Juno terminaría no sólo planteándose sino, rápidamente, cobrando valor, siendo exhumada de entre los terrenos adyacentes a la parte trasera del templo más oriental de aquéllos identificados como sede de la veneración a la Tríada Capitolina, formada por Júpiter, Juno y Minerva, respaldada la devoción a la diosa del matrimonio en la ciudad bética por un altar dedicado a ésta descubierto en el mismo teatro del municipio. 

Arriba y abajo: excavada la zona forense de la ciudad de Regina a partir del año 1.988, los campañas centradas en ella, especialmente aquéllas ejecutadas entre 2.008 y 2.012, sacarían a la luz los vestigios de tres templos de planimetría prácticamente idéntica (arriba), con 14,20 metros de longitud y 7,10 metros de anchura cada uno, separados entre ellos por un pasillo de 0,60 metros de ancho que les llevaría a ser identificados como área sacra destinada a la veneración de la conocida como Tríada Capitolina, diseñado cada edículo como edificio tetrástilo, con cuatro columnas al frente sobre un bajo podio de mampostería donde descansan pronaos y cella, antecedidos por baja escalinata compuesta de entre cuatro y cinco escalones graníticos, cumplimentados por columnas marmóreas de orden corintio que sitas en las esquinas reforzadas por sillares de cada estancia hacen de cada monumento una simbiosis entre los diseños próstilo y períptero, siendo tras la naos del inmueble más septentrional (abajo) -derecha visto el conjunto desde su frente- donde se descubriese en el verano de 2.010 sepultado el torso de la que diera en llamarse Dama de Regina, hasta el momento la pieza mueble principal de entre las rescatadas en el yacimiento romano que brilla por su riqueza patrimonial en plena Campiña Sur.

Coronada con diadema, con el cabello rizado partido por la mitad y mostrando sus rizos recogidos caer tras los oídos, de ojos almendrados y vestida con lo que pareciese stola con mangas abotonadas y anudada bajo los senos sobre la que queda antepuesta una palla o manto que cae desde su velada cabeza, privada de antebrazos y diseñada según los cánones clásicos, la Dama o diosa Juno de Regina recuerda, cumplimentado el torso con las piernas desmembradas, la representación de otras deidades femeninas olímpicas, así la diosa Ceres que fuera hallada entre los restos del teatro romano emeritense, identificada sin embargo ésta últimamente según algunos autores con la emperatriz Livia, cuya tradicional imagen idealizada, aún tocada con velo como sacerdotisa augustal, refleja su carácter matriarcal, otorgado igualmente a la reina del Olimpo como matrona primordial de la cultura greco-latina. Simbiosis entre la idealización de lo sagrado, la humanización de los dioses y la vinculación de los más altos valores morales con los personajes, sacros o terrenales, más relevantes, que podemos contemplar en el ejemplar reginense, destacando entre los tesoros muebles descubiertos en el yacimiento primordial de la Campiña Sur, cuyo catálogo amplían por su relevancia histórica y artística los tres bustos rescatados del pozo inscrito en el área forense, dedicados al emperador Trajano, al posible genio velado del municipio, así como a un príncipe de la dinastia Claudia que algunos han querido identificar con un joven Claudio. Esperando éstos aún a ser expuestos, la Dama de Regina, sin embargo, cuenta desde el 22 de junio con su espacio propio en el patio mudéjar del palacio de los Condes de la Roca, sede el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, exhibiéndose no solamente el torso descubierto en 2.010, sino junto a éste la pieza adquirida en 1.987 que el público podía contemplar desde años atrás en la sala dedicada a Roma de la galería museística, asumida la pertenencia primitiva de ambas fracciones a una misma escultura, aceptada la teoría que respaldase con un detallado estudio el arqueologo Andrés Fernando Silva Cordero, relevándose como toda una joya del patrimonio arqueológico romano español así como de las artes plásticas heredadas por nuestra región.



Arriba y abajo: conocida desde antaño la riqueza arqueológica del yacimiento reginense a pesar de no ser hasta el siglo XVIII cuando el mismo fuera identificado con la ciudad de Regina Turdulorum, el expolio de sus vestigios sería una constante a lo largo de los siglos, reaprovechándose, como se hiciese con la parte inferior de la estatua forense de la diosa Juno, muchos de los tesoros muebles o elementos constructivos de los añejos inmuebles latinos en la erección o complementación de monumentos posteriores, tal y como aún hoy en día puede apreciarse en varias de las localidades de la Campiña Sur que circundan la zona ocupada antaño por la urbe romana, conocida como Torre de los sillares aquélla que, en el vértice más oriental de la alcazaba de Reina (arriba, primeras dos imágenes), exhibe en su base piezas graníticas que, por su almohadillado, puede suponerse el provenir de la ciudad que un día floreció a los pies del cerro donde se asienta la islámica fortaleza, restando en los aledaños de la iglesia dedicada a San Sebastián, en la también localidad regina (arriba, imagen tercera), un destacado capitel que bien pudiera haberse recuperado de los restos de algún edificio monumental que se irguiera en el antiguo municipio, conservado un ejemplar de más modestas dimensiones y estilo jónico, junto a otros restos marmóreos y posibles retazos de fustes, en el patio interior del complejo religioso-rural donde queda inscrita la ermita de Nuestra Señora del Ara, en las cercanías de Fuente del Arco (abajo, y siguiente), siendo un fuste marmóreo también el que aún hoy sirve de escalón de entrada en la portada renacentista abierta a los pies y bajo la torre-fachada gótico-mudéjar de la parroquia dedicada a la Purísima Concepción de Valverde de Llerena (abajo, imagen tercera), inscrita en el lado del evangelio de la también gótico-mudéjar parroquia de Santiago Apóstol, en Casas de Reina, la lápida dedicada a Calpurnius y al hijo de Varo (abajo, imagen cuarta), siendo un posible altar el expuesto junto a otros marmóreos restos de fustes en el lado de la epístola de la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción de Valencia de las Torres (abajo, imagen quinta), pudiendo en este caso pensarse, dada una mayor lejanía con el yacimiento reginense, en una proveniencia más cercana al mismo, quizás alguna villa o santuario circundante a la antigua ciudad latina, como también se baraja en el caso de la ermita del Ara, o como seguramente sea el caso visto ante los retazos romanos reutilizados en la parroquia de la Purísima Concepción de Granja de Torrehermosa (abajo, imagen sexta), recogidos éstos quizás de la antigua Arsa o Municipium Lulium Ugultuniacum, enclavado en lo que hoy es la localidad de Azuaga.






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