lunes, 31 de diciembre de 2018

Imagen del mes: Puente romano de Segura, sobre el río Erjas


No podría darse mejor ejemplo como demostración del pasado romano conjunto entre España y Portugal que el puente levantado sobre el río Erjas, cauce fluvial presentado como actual límite fronterizo entre sendos países ibéricos, donde el viaducto erigido en época contemporánea al de Alcántara, presumiblemente hermano pequeño de aquél e igualmente firmado por Cayo Julio Lacer, erigido para servir antaño a la calzada de unión entre Norba Caesarina (Cáceres) y Egitania (Idanha-a-Velha; Portugal), es hoy puesto fronterizo cuya titularidad comparten las dos naciones que ocupan lo que tiempo atrás fuese la Lusitania.
Río Erjas, a su paso entre los límites territoriales de Alcántara (Cáceres) y Segura (Idanha-a-Nova; Portugal). Siglo II d.C. (restaurado en 1.571 e intervenido a finales del siglo XIX); estilo romano inicial, con posterior influencia moderna bajo trazas diseñadas por los maestros Pedro Villegas, Diego de Castañeda y Sebastián de Aguirre. 



Arriba y abajo: de los cinco ojos con que cuenta el puente romano de Segura, sobreviven de la obra primitiva los arcos anexos a sendas orillas, apreciándose en aquél unido a la vega española (arriba) la línea que a base de sillares labrados bajo moldura de talón, golpeados al parecer durante la intervención ejecutada en el siglo XIX, posiblemente marcaba ornamentalmente la separación entre ojos y calzada, perdida ésta sin embargo junto a la ribera portuguesa (abajo).



Arriba y abajo: asentado sobre la roca madre pizarrosa, se aprecia en los sillares que conforman el ojo más próximo a la orilla lusa los pequeños orificios horadados sobre las piezas de granito rosa que constituyen la obra de ingeniería, así en la cornisa de la que parte el arco (arriba) como en su tajamar contiguo (abajo), característico en las construcciones de época romana cuando, para levantar los bloques, eran utilizadas las ferrei forfices o tenazas de transporte encajadas sobre estos puntos.



Arriba y abajo: al igual que los arcos laterales, se conservan de la fábrica romana los tajamares contiguos a sendos ojos de los cuatro que el puente ofrece río arriba, de planta triangular coronados durante la remodelación efectuada en época moderna con sombreretes piramidales, apreciándose bajo ellos la última intervención ejecutada sobre la construcción, fechada en 2.007, decidiéndose entonces y tras la aparición de una grieta consolidar el monumento llevándose a cabo entre otras medidas el rellenar con cemento las juntas inicialmente en seco entre sillares, así como reforzar pilares y tajamares en su base con hormigón armado, actuación que derivaría en una gran polémica y amplio debate sobre las restauraciones arqueológicas, considerada por no pocos autores como un grave atentado contra el patrimonio.



Arriba y abajo: ya intervenido durante el dominio romano tras apreciarse deficiencias hidráulicas, el aspecto actual presentado por el puente romano de Segura deriva fundamentalmente de la restauración a la que el monumento se vería sometido tras ser víctima de una riada, acontecida en 1.565, que destruyese sus tres arcos centrales, reedificándose en el siglo XVI tales ojos en arcos de medio punto ligeramente peraltados apoyados sobre los retazos de la obra inicial, irguiéndose nuevamente los dos pilares centrales, reutilizándose material original e incorporando piezas nuevas donde se intentó repetir la ornamentación en almohadillado, entre la que se colaría algún elemento simbólico contemporáneo a la nueva intervención, como es el león rampante que se presenta labrado río arriba sobre una de las dovelas del segundo puente más cercano a Portugal, cuarto desde la línea española (abajo).



Arriba y abajo: detalle de los arcos centrales del viaducto internacional, donde puede apreciarse la combinación entre elementos originales y piezas reincorporadas, más gastados los primeros y de pátina menos dorada los sillares más modernos, resaltando la aparición de la pizarra en el levantamiento del resto de muros del puente, ampliados a finales del siglo XIX con el fin de devolver al monumento una calzada plenamente horizontal, perdida tras la reedificación del siglo XVI cuando se decidió dotar a la construcción de doble vertiente, alzando por tal motivo y sobre el resto de sus hermanos el arco central.



Arriba: sobre el nuevo petril aportado durante las intervenciones decimonónicas ejecutadas sobre el monumento internacional, adaptándolo al tráfico rodado hasta ser presentado hoy en día como base de una contemporánea carretera, una doble placa, repetida en cada lienzo de protección, marca el punto central de la obra de ingeniería y la soberanía bajo la que queda custodiada cada una de las mitades de la construcción, dos naciones hermanadas cuyas raíces históricas se entrelazan hasta entroncarse en un único origen común.

martes, 27 de noviembre de 2018

VIII Encuentro de Blogueros de Extremadura: "Del peristilo romano a los claustros y patios porticados: la intimidad de la vivienda abierta a la naturaleza"


El pasado día 24 de noviembre la Fundación Xavier de Salas, sita en el antiguo Convento de la Coria, ubicado en pleno casco antiguo de la localidad de Trujillo, acogió una nueva edición, la octava ya, del que se ha consolidado como anual Encuentro de Blogueros de Extremadura. Una oportunidad única para compartir conocimientos, aprender y, sobre todo, conocer a otros blogueros reencontrándose además con colegas y amigos con los que se comparte una misma pasión: la región extremeña.

"Naturaleza en pueblos y ciudades de Extremadura" fue la temática escogida en esta ocasión. De entre las ponencias, queremos destacar la llevada a cabo por Rubén Núñez, colega bloguero y amigo personal autor del blog "Cáceres al detalle", que supo ganarse la atención de los asistentes gracias a su exposición "Naturaleza y Patrimonio Cultural: dos caras de la misma riqueza". Tras su intervención, se presentó el libro "Extremadura, naturaleza urbana", elaborado nuevamente gracias a los artículos y aportaciones de diversos autores, mayoritariamente muchos de los blogueros presentes en el acto. Un año más, Extremadura: caminos de cultura ha tenido el honor de poder colaborar en mencionado trabajo.

"Del peristilo romano a los claustros y patios porticados: la intimidad de la vivienda abierta a la naturaleza" es el título del estudio presentado por este blog. Un análisis del patio porticado en nuestra región, desde su aparición en forma de peristilo tras la conquista y colonización romana, como forma de abertura del hogar a una naturaleza exterior, convertido en no pocas ocasiones en un vergel donde poder recrear una naturaleza idealizada dentro de las zonas urbanizadas.

Os dejamos con el escrito, deseando que guste a lectores y visitantes, no sin antes dejar de dar la enhorabuena a los organizadores del evento, José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández García, cuyo esfuerzo es indispensable a la hora de poner en pie esta cita anual a la que esperamos no faltar en las próximos ediciones.


Claustro del Convento de San Benito, antigua sede de la Orden de Alcántara; Alcántara.
 

DEL PERISTILO ROMANO A LOS CLAUSTROS Y PATIOS PORTICADOS: LA INTIMIDAD DE LA VIVIENDA ABIERTA A LA NATURALEZA

Aunque la conquista militar y posterior colonización fueron claves a la hora de exportar la cultura romana al resto de territorios sometidos, posiblemente el éxito de la romanización en muchos de ellos no se debió al uso de la fuerza o a la práctica de medidas coercitivas. Roma no sólo era la gran potencia militar del momento. La mentalidad pragmática del romano le había permitido desarrollar una cultura que, lejos de ser restrictiva, se nutría de las ideas y del saber de otras civilizaciones, permitiéndose así aprender y progresar hasta el punto de ofrecer un conocimiento maduro ante el que muchas de las culturas de los pueblos dominados, especialmente en el resto de los territorios de la Europa occidental, no podían competir en evolución.

Mientras que la influencia de la civilización romana en comunidades con una basta cultura y unas señas de identidad fuertes, tales como Egipto o Grecia, era menor, en pueblos sumergidos en la Edad del Hierro a la llegada de Roma a sus regiones, la romanización fue prácticamente absoluta. En la Península Ibérica, acoplada definitivamente dentro de los dominios romanos tras las guerras lusitanas, celtíberas y cántabras entre los siglos II y I a.C., la venida de la cultura latina supuso un antes y un después no sólo en el gobierno y administración del territorio, sino en el desarrollo cultural de lo que pasaría a denominarse Hispania.

De la mano de una novedosa organización administrativa, Roma aportaría además una desarrollada legislación. Con las leyes, una lengua. Con la lengua, unos conocimientos. Arquitectura, infraestructuras, religión, arte. Con el despliegue de un amplio sistema viario y comunicativo basado en el trazado de calzadas, no sólo las tropas podían moverse rápidamente por todo el Imperio. También el comercio se expandía, y con él los productos, los habitantes y las ideas. En comarcas donde la población primitiva era escasa, como en el caso de los territorios que posteriormente darían origen a Extremadura, los habitantes autóctonos no tardarían en asumir el saber extranjero como el propio. Los conquistadores verían una oportunidad única de colonización y fundación de nuevas ciudades en las que experimentar los avances urbanísticos. Mérida sería el culmen de entre sus proyectos.


 
Peristilo de la Casa del Mitreo; Mérida.


Si bien en algunos oppidum o núcleos urbanizados donde se había recogido inicialmente a la población indígena se mantenían sistemas constructivos prerromanos, las nuevas ciudades, capitaneando entre ellas Emérita Augusta, presentaban no sólo un trazado urbano regular, dotándose de las infraestructuras necesarias para su defensa, manutención, saneamiento, usos administrativos y religiosos e, inclusive, momentos de esparcimiento, sino además un tipo de vivienda que discernía por completo del diseño utilizado por los pueblos nativos, cuyas moradas se asemejaban en ocasiones a chozos, levantando otras veces casas menudas centralizadas por un hogar alrededor del cual se pudieran abrir algunos habitáculos o dependencias. La casa romana, sin embargo, se diseñaba en rededor de un atrio o patio porticado descubierto al que se abrían el resto de estancias. Era la conocida como domus.

Aún documentándose la existencia de insulae, o bloques de viviendas, en las ciudades más populosas del Imperio, en el caso de Emérita Augusta las excavaciones parecen confirmar el predominio de la domus tanto en el interior de la ciudad como en los terrenos adyacentes a la misma. Son múltiples los ejemplos de viviendas romanas emeritenses localizadas y estudiadas, verificándose tanto la abundancia de este tipo de edificación, como unas características particulares en cuanto al diseño de las mismas. Así, se confirma en la domus emeritense la consolidación de un único patio porticado en el interior de la vivienda, simbiosis entre el atrio original y el peristilo que Roma adquiriría de la casa griega a partir del siglo II a.C.. Mientras que el primero servía de recibidor y punto de distribución de la casa, el segundo se convertía en un jardín íntimo posterior donde el propietario podría descansar y evadirse. Si bien ambos espacios abiertos no dejarían de darse a la par en muchas de las domus construidas a lo largo de toda la historia restante de la civilización romana, como es el caso de la Casa del Mitreo, a partir del siglo I d.C. la fusión entre ambos recintos es la preponderante. Las emeritenses Casa de los Mármoles, enclavada en el yacimiento arqueológico de Morerías, o la Casa del Anfiteatro, junto al edificio de juegos que le da nombre, lo verificarían.


Peristilo de la Casa de los Mármoles, incluida en el Yacimiento de Morerías; Mérida.


El hecho de que ambos recintos se presentasen como una estancia descubierta abierta en el interior de la vivienda, rodeada de un pasillo separado del espacio interno por una galería de columnas, permitió asociar sendos enclaves en un único patio porticado que tomaría las funciones del atrio como punto de distribución de las estancias del hogar, conservando del peristilo original su cometido como rincón de quietud. Para lograr el sosiego y evasión deseados, se dotaba al mismo de plantas y árboles que convertían la pieza en todo un jardín o viridarium, complementado en múltiples ocasiones con alguna fuente o ninfeo. La combinación entre aire libre, vegetación y trascurrir del agua formaban un resultado perfecto para alcanzar un reposo que el dueño de la domus deseaba disfrutar tras atender asuntos y negocios, compartido con la familia e, inclusive, con las visitas más selectas.

En aquellas domus enclavadas dentro de los núcleos de población, el peristilo no sólo permitía airear e iluminar el interior de la vivienda, ofreciendo una ventilación extra a la obtenida a través de los vanos abiertos a las calles del lugar. Sin necesidad de salir de la urbe, los propietarios podían encontrar en él un punto de conexión con la naturaleza, obtenido tanto por la apertura a los cielos del recinto como por la creación en él de un pequeño universo que permitía importar al hogar un espacio natural propio. Lejos de las ciudades, sin embargo, el diseño arquitectónico y la consolidación del peristilo como oasis persistió. El plano de la domus, tomado por los terratenientes como base de la vivienda señorial donde residirían dentro de los complejos agropecuarios que conformaban las villas, se veía levantado en medio de los campos cultivados o del paisaje. A pesar de poder establecer una conexión directa con la naturaleza, también en estos casos el peristilo se planteaba como enclave para los momentos de solaz basado en la creación de un rincón natural particular. Frente al caos que para la mentalidad de la época representaba la naturaleza en sí, el jardín establecido en el peristilo ofrecía una armonía inmersa dentro del propio orden sujeto a la casa, imposible de encontrar de puertas afuera. Así, a pesar de la conexión establecida entre la vivienda señorial de la Villa romana de Pesquero (Pueblonuevo del Guadiana) con el propio río Anas, al que se abre en belvedere hoy desaparecido, se han detectado en el peristilo de la vivienda restos de senderos que, entre setos y vegetación cuidada, ofrecerían deambular a través de una cuidada flora y un equilibrio natural no visible en el exterior del edificio. En la Villa de La Majona (Don Benito), los vestigios de una fuente de considerable dimensiones corrobora la idea de conversión del peristilo en un espacio abierto a la naturaleza donde poder disfrutar de una propia naturaleza sometida y moldeada. En la Villa de los Términos (Monroy), una encina se yergue majestuosa hoy en día en el mismo lugar donde siglos atrás un jardín conectase vivienda con exterior.



Peristilo de la Villa romana de Los Términos; Monroy.

Con la conversión de Hispania en reino visigodo, la arquitectura doméstica sufriría una transformación en base tanto al empobrecimiento de la población como a la ruralización de la sociedad. La vivienda visigoda de nueva construcción ofrecería un resultado mucho más humilde y menudo que el presentado por la domus romana. En las ciudades, el patio porticado desaparecería, convirtiéndose en las fincas campestres en un especie de corrala o punto de conexión sin edificar al que conectarían los diversos edificios que compondrían la explotación agraria. Sin embargo, el peristilo en sí no desaparecería. Aquellas antiguas villas rurales supervivientes y convertidas en vicus o aldeas agropecuarias mantendrían la estructura del mismo, sobreviviendo también algunos ejemplos en los núcleos poblaciones, tras transformarse la añeja propiedad unifamiliar en bloque de viviendas, mudándose el peristilo a patio comunal, como se ha podido comprobar en el caso de la emeritense Casa de los Mármoles. Sería así cómo a la llegada de los musulmanes a la Península pudiesen los islámicos retomar la figura arquitectónica del patio porticado como enclave doméstico en el que confluyesen las diversas estancias de que se compusiera la vivienda, vinculándolo con el liwan o patio abierto dado en la arquitectura del Mediterráneo oriental y Oriente Próximo, de donde a su vez pudo partir la idea original del peristilo griego. Famosos algunos ejemplos conservados de patios porticados que ofrecían una conexión tanto con la naturaleza celestial, abiertos al cielo, como con la terrenal a través de sublimes creaciones donde la vegetación jugaba con el agua en el interior de algunos renombrados palacios andalusíes, auténticos oasis surgidos del anhelo de un pueblo de raíces desérticas por el agua, en la Extremadura islámica se presupone, a pesar de su no conservación, la existencia de los mismos dentro de los más destacados puntos de población, apoyando algunas excavaciones arqueológicas, como las efectuadas en las conocidas como Casas Mudéjares de Badajoz, la recuperación del patio interior como rincón de descanso a través de la interconexión entre el exterior y la intimidad de la vivienda, respaldada por la creación de un espacio de naturaleza estable y ordenado.


Claustro del Convento de San Francisco el Real, más conocido como de la Coria, actual sede de la Fundación Xavier de Salas; Trujillo.

Sin embargo, si hubo una recuperación de la idea del patio porticado como corazón de la vivienda y abertura del edificio al cosmos, sería la acometida por San Benito, cuando el monje italiano decidiese en el siglo VI establecer una serie de normas pensadas en el ordenamiento de la vida monacal. El cenobio o vivienda grupal quedaría configurado en torno a un claustro, anexo a su vez a la iglesia monástica. Como en el caso del peristilo romano, el claustro, diseñado en cuadrícula o de planta rectangular, quedaría rodeado por un pasillo o galería circundante separado del recinto interno descubierto por una arquería, conectando con él las dependencias principales del edificio, tales como el refectorio o comedor junto la cocina o la biblioteca en el piso inferior, ubicadas las celdas en el supremo. Además de la solución arquitectónica ofrecida, el claustro proporcionaría la tranquilidad y sosiego de una sociedad que buscaba evadirse de la vida mundana, herederos del eremitismo, invitando al pensamiento o a la lectura en un espacio abierto a una naturaleza que, para muchos, quedaría vetada tras jurar voto de clausura. Para contrarrestar el retiro voluntario, el claustro quedaría mayoritariamente ajardinado, creándose como ya se hiciera en la edad clásica un espacio natural en equilibrio que comulgase con la quietud eremítica del monje y a través del cual poder celebrar la bondad creadora del Señor.


Claustro nuevo del Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción del Palancar; Pedroso de Acim.


No sería hasta la llegada de la reconquista cuando la erección del claustro monástico comenzase a darse en Extremadura. Previamente a la llegada del poder musulmán, se daban en la región los conocidos como monasterios hispanos, regulados por reglas como las dictaminadas por San Leandro o San Fructuoso. Los edificios, de poca capacidad, se resumían no pocas veces en la simple adhesión de celdas o habitáculos a la iglesia visigoda de planta basilical. Generalizada por toda Europa a partir del siglo XI la Regla de San Benito, reformada por la Orden de Cluny, los primeros monasterios extremeños erigidos en plena repoblación abrazarían la norma benedictina. Los cenobios, y con ellos los claustros, comenzarían a extenderse por toda la geografía extremeña. El patio porticado monacal se daría tanto en aquellos conventos construidos en el interior de las poblaciones, como en los casos exentos edificados aisladamente. Las catedrales, cauriense, placentina y pacense, también contarían con él, así como las principales sedes de las Órdenes militares, en Alcántara o Calera de León, dada la doble naturaleza, tanto monacal como militar, de sus miembros. A la simbiosis entre solución arquitectónica y puerta a lo natural de muchos de ellos, se la añadiría la exposición del estilo artístico del momento, generando auténticos tesoros artísticos abiertos desde la intimidad del monumento al exterior. Muchos, abrazando sus miembros la austeridad extrema, quedarían sin sembrar. Otros, por el contrario, darían paso a auténticos vergeles donde se conjugarían arte y naturaleza, destacando los ejemplares abiertos en sendos monasterios regentados por la Orden de San Jerónimo dentro de la región: el Monasterio de San Jerónimo de Yuste, y el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.



Claustro de los Milagros, más conocido como Claustro Mudéjar, del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe; Guadalupe.

Yuste quedaría dotado con dos claustros, elaborados respectivamente en estilos gótico y plateresco, donde el rumor de sus fuentes junto a la sombra de sus árboles y el sosiego de sus galerías proporcionaban la quietud de lo natural dentro de la clausura de sus muros ideal para la meditación y el descanso, que aquí quiso disfrutar el propio Emperador Carlos en sus últimos años de vida. El real cenobio guadalupense contaría igualmente con dos espaciosos claustros en su interior, si bien sería el primigenio, conocido como de los Milagros, el que destacaría no sólo por la sabia y elegante combinación en él de los estilos gótico y mudéjar, inspiración posterior para el patio del cercano Colegio de Infantes o de Gramática, hoy Parador de Turismo de Guadalupe, sino por la presentación del espacio como un auténtico jardín centrado por un templete fechado a comienzos del siglo XV y firmado por el hermano fray Juan de Sevilla, quien supo traer a este rincón de Extremadura no sólo lo mejor del mudéjar andaluz, fusionado con su hermano toledano, sino inclusive la apasionada herencia musulmana en pro del agua, corazón de un espacio que, como en ningún otro lugar de la región, se conecta con la naturaleza sin abandonar la consciencia de ubicarse inmerso en un edificio levantado sobre el propio sentido del arte.


  
 Patio del Antiguo Colegio de Infantes o de Gramática, actual Parador de Turismo; Guadalupe.


Afianzada la región en manos de los reinos cristianos, además de regresar la religión católica acudirían nuevas clases dirigentes, nobleza y familias adineradas venidas del Norte peninsular, a ocupar los altos cargos bajo el deseo de enraizar su nueva posición con el pasado clásico del que creían provenir y cuyo devenir histórico quedase interrumpido siglos antes con la llegada del poder musulmán. Levantando nuevos palacios en las urbes escogidas como puntos de asentamiento, despuntando Cáceres o Trujillo, también los nuevos inmuebles, sin dejar de aprender del patio musulmán, rescatarían la idea del romano peristilo a la hora de construir los edificios tomando como pieza central y punto de conexión de estancias un patio porticado que se ofreciese tanto como lugar de comunicación, como enclave abierto a través del que se pudiera airear e iluminar las entrañas de la vivienda, escotadura hacia una naturaleza traída intramuros. Enemistados en no pocas ocasiones los propietarios, temerosos de encontrar las estrechas calles del municipio convertidas en campos de batalla, los patios porticados ofrecían la posibilidad de conectar sin salir de la vivienda con una naturaleza recreada a través del cultivo de plantas en su interior, como aún puede observarse a través de la instalación, variable según épocas y deseos de los titulares, de macetas y jardineras en diversas casonas cacereñas, como en la de los Ovando, ubicada en la plaza de Santa María, o en el patio de lo que fuese Enfermería de San Antonio, erigida en la calle de Olmos y hoy convertida en Monasterio de Santa María de Jesús, dependiente de la rama femenina conventual jerónima, que ha querido mudar el original patio del siglo XVII en claustro de menudas proporciones, donde desde el corazón de la ciudad y sin que su clausura se lo impidiese pudieran conectar las hermanas con lo natural.



Patio de la Enfermería de San Antonio, actual Monasterio de Santa María de Jesús, conocido como Convento de Jerónimas; Cáceres.


En Garrovillas de Alconétar  es poco a poco la naturaleza la que va adentrándose y adueñándose del interior de lo que fuese Convento de San Antonio de Padua. Erigido a fines del siglo XV, el abandono del edificio ha conllevado la ruina incesante de sus dependencias. No es el único caso en la región: San Isidro de Loriana, en el término de La Roca de la Sierra, Santa María de Jesús, en Salvatierra de Santiago, o la Moheda, en Grimaldo, son sólo algunos ejemplos más. Sus claustros y patios porticados miran mudos al cielo abiertos a una naturaleza testigo del tiempo y de la historia que, al contrario que los hombres, no les ha abandonado. Sus constructores eran conscientes de que la relación entre edificio y naturaleza debía mantenerse. Siglos de arquitectura y de evolución constructiva habían demostrado, desde la importación del peristilo romano a estas tierras, las ventajas y virtudes que un espacio  abierto desde la intimidad de la vivienda al exterior podía ofrecer. Algunos les siguieron. Otros, obviaron la lección. La naturaleza sencillamente sabía que siempre estaría ahí.


Claustro del Convento de San Antonio de Padua; Garrovillas de Alconétar.




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