domingo, 10 de diciembre de 2017

Imagen del mes: Cripta de la Basílica de Santa Eulalia, en Mérida


Un cirio ilumina y revela al visitante el preciso enclave donde todo apunta se ubicaba la tumba primitiva de la canonizada mártir Eulalia, mausoleo ubicado a pocos metros del público lugar de ejecuciones de la Emérita Augusta del Bajo Imperio Romano, donde supuestamente un 10 de diciembre del año 304 d.C recibiría la joven tormento hasta su fallecimiento, convertida su figura en precursora del cristianismo hispano, así como su túmulo funerario en punto de partida de  una amplia necrópolis que recogería durante siglos a los creyentes que deseaban yacer junto al lugar dispuesto para el eterno descanso de Olalla, base de una basílica donde tal cementerio sería reutilizado y convertido posteriormente en cripta de la misma.
Mérida (Badajoz). Siglos IV-XVI; estilos artísticos diversos y entremezclados debido a la yuxtaposición de elementos arqueológicos de diversa cronología resultante en el yacimiento, desde el paleocristiano al renacentista, sin que falten vestigios romanos de comienzos de la actual era, o restos de edificios datados durante la dominación musulmana medieval del lugar.



Arriba: localizada la supuesta sepultura original de santa Eulalia bajo el mismo altar del edificio religioso, descubierta a raíz de las últimas excavaciones arqueológicas ejecutadas entre los años 1.989 y 1.991 del pasado siglo, todo apunta, tal y como ya señalaron diversos autores de la antigüedad, que junto al túmulo original de la joven mártir, convertido en templo inicial, se expandió una amplia necrópolis donde tumbas y mausoleos ocupaban un amplio espacio antes destinado a solar de viviendas, reestructurado a raíz de la elevación de una basílica visigoda, germen de la actual, donde una amplia porción de ese primer cementerio quedaría englobado, reutilizado constantemente con el paso de los siglos mientras el recinto sacro mantuvo su uso litúrgico.

Abajo: junto a la lápida que señala el lugar de enterramiento del "varon ilustre" Gregorio, posterior sepultura de Perpetua y del archidiácono Eleuterio en época visigoda, parte la escalera de acceso a la cripta de uno de los mausoleos paleocristianos que rodeaban la tumba de santa Eulalia, superviviente de la demolición generalizada de túmulos que conllevó la construcción de la basílica del siglo V, convertido en 1.595 en panteón de D. Juan Mexía por su esposa Dª Ana de Moscoso, quien, entre las medidas de readecuación del enclave, dictaminaría también la decoración del lugar con diversos frescos renacentistas, observándose la plasmación de varios personajes religiosos tales como San Juan Bautista, Santa Ana o San Martín de Tours, así como escenas de la Pasión de Cristo.


Abajo: un capitel corintio descansa junto a los restos de una tumba antropomorfa, en clara exposición y ejemplo de la yuxtaposición de elementos arqueológicos y estilos artísticos que se da en la cripta de la emeritense basílica.


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Colaboraciones de Extremadura, caminos de cultura: Las fuentes de Cáceres, de El lince con botas 3.0, para Canal Extremadura


El pasado martes, día 28 de noviembre, tuvo lugar la emisión a las 22.50 horas de un nuevo reportaje elaborado por Libre Producciones para Canal Extremadura, dentro del espacio El Lince con Botas 3.0. Una vez más, "Extremadura: caminos de cultura" tuvo el honor de colaborar en la elaboración del mismo. La temática en esta ocasión rondaba un acervo muy castizo de la ciudad de Cáceres, sin el cual la fundación y progreso del enclave nunca hubiera podido darse. Un patrimonio abundante, donde lo histórico y lo artístico se conjuga con la cultura popular, conservado en muchos casos pero sentenciado a la degradación y olvido en otros muchos. Son las fuentes públicas de abastecimiento cacereñas.

Ofrecido ya el episodio a través de la web de Canal Extremadura, os invitamos a disfrutar de él dejándoos a lectores y visitantes el enlace al mismo bajo estas líneas, antecedido por la propia presentación que desde Libre Producciones brindan del documental y de los bienes inmuebles en sí. Una fabulosa ocasión para conocer mejor esta herencia obtenida, desconocida por muchos pero que forma parte inseparable de la historia cacereña y, por ende, del patrimonio de Extremadura.

"Fuente: dícese del “Lugar donde brota una corriente de agua, ya sea del suelo, de entre las rocas, de un caño o de una llave.” Ahora bien, en su cuarta acepción en el diccionario de la lengua, la fuente es “Origen, principio o fundamento de una cosa”. Y un significado más allá, una fuente es también “la obra o persona que proporciona datos o información”. El Lince como Botas atina a juntar más de un sentido de la palabra ‘fuente’ para ilustrar, gracias a Samuel Rodríguez Carrero, un inventario de las construcciones públicas relacionadas con el manantío y el uso de las aguas de una pequeña ciudad de provincias, que nació y subsistió gracias a ellas y que en cuanto se creyó grande procedió a su abandono, descuido y renuncia, con alguna mínima excepción. Una capital de provincia sin río es algo que se aparta de la regla general, una circunstancia capaz de producir extrañeza o admiración. En este caso particular ni una cosa ni otra, a pocos les importa, como tampoco el destino de sus aguas fundadoras..."


(Actualizado en abril de 2.020)



lunes, 27 de noviembre de 2017

VII Encuentro de Blogueros de Extremadura: "El cielo de los Suárez de Figueroa"


El pasado día 25 de noviembre tuvo lugar, como viene ocurriendo cada otoño y con la salvedad del pasado año, un nuevo Encuentro de Blogueros de Extremadura, séptima edición en este caso. Blogueros, fotógrafos, colegas del mundillo cibernético y otros muchos conocidos y simpatizantes volvimos a vernos en el trujillano Convento de la Coria, sede de la Fundación Xavier de Salas, promotora del evento. El tema escogido como base de la jornada serían los "Cielos de Extremadura". A la presentación de varios blogs dedicados a la visión del cielo desde nuestra tierra, especialistas en fotografía nocturna, siguieron diversas ponencias relacionadas con la idea del cielo y la observancia del mismo desde nuestra región, donde destacaría la exposición de Jesús Teniente, conocido "hombre del tiempo" del canal televisivo público regional, sobre los tipos de nubes y la presencia de las mismas sobre los contornos de nuestra comunidad.

Tras una amena jornada y previo a la comida final en comunidad, el encuentro daría término con uno de los actos más esperados por todos los presentes: la presentación de un nuevo libro, cumplimentado con los artículos remitidos por el nutrido grupo de blogueros y participantes que quisieron sumarse a la elaboración del mismo, en pro de divulgar la riqueza de Extremadura tomando como hilo argumental el cielo de la misma. Extremadura: caminos de cultura tuvo un año más el honor de participar. En esta ocasión, e intentando conjugar la temática escogida para la jornada con la idea conductora propia del blog, se elaboró un artículo bajo el título "El cielo de los Suárez de Figueroa", ofreciendo al lector un viaje en la geografía y en el tiempo a lo que fuese el Ducado de Feria, todo un estado semifeudal dentro de la provincia pacense donde sus dirigentes, los Suárez de Figueroa, intentaron ganarse el cielo de los creyentes a base del mecenazgo de obras pías y religiosas, mientras que, de manera mucho más terrenal, controlaban un vasto territorio donde la erección de una serie de castillos serviría no sólo como defensa del mismo, sino como eje de control de todo lo que bajo el cielo alcanzaba la vista, como si el mismo cielo llegase a ser propiedad suya.

Extremadura: caminos de cultura ofrece junto a estas líneas a sus visitantes y seguidores el texto y sus correspondientes imágenes ilustrativas, intentando nuevamente promocionar la riqueza histórico-artística de un enclave particular de la región, que hace rica también a Extremadura en sí, bajo el cielo que un día observó a los Suárez de Figueroa y que hoy acompaña al visitante que decide descubrir este rincón de nuestra tierra.


Arriba y abajo: diversas vistas generales del castillo de Nogales, tomadas desde la falda de la muela donde se asienta (arriba), o junto al puente medieval conservado en el municipio, que salva el paso de las aguas del arroyo cercano y homónimo al mismo (abajo).


Abajo: desde el torreón oriental del castillo nogaleño, junto al que perviven vestigios del cercado amurallado que protegía la refundada villa, se otea el horizonte que un día perteneció a una única familia.



EL CIELO DE LOS SUÁREZ DE FIGUEROA
 
Tenía D. Gómez I Suárez de Figueroa cuarenta y siete años de edad cuando, fiel al monarca Juan II de Castilla, la muerte le salía al paso en plena campaña bélica dentro del territorio aragonés, durante la breve contienda que en suelo hispano mantendrían entre 1.429 y 1.430 el rey castellano frente a su primo Alfonso V, rey de Aragón. Su cuerpo sería trasladado a Zafra con el fin de poder depositar el mismo en el futuro panteón familiar, mausoleo inserto dentro del monasterio de Santa María del Valle, actualmente conocido como convento de Santa Clara, para el cual, apenas un año antes, él mismo había conseguido la pertinente bula papal que permitiese su fundación, cumpliéndose así los deseos de D. Gómez no sólo de erigir un cenobio donde sus hijas Isabel y Teresa pudieran profesar los deseados votos, sino donde la familia pudiera esperar en su descanso eterno la llegada del Juicio Final.

Poniéndose la primera piedra del convento en 1.430, el cuerpo del Primer Señor de Feria encontraría aquí su reposo definitivo manteniendo la tradición familiar en la búsqueda de la estirpe por congratularse ante Dios. No muchos años atrás su padre, D. Lorenzo Suárez de Figueroa, como Gran Maestre de la Orden de Santiago habría logrado adquirir permiso de la Santa Sede en 1.409 para la elevación del monasterio de Santiago de la Espada en Sevilla, donde recibiría sepultura tras fallecer ese mismo año. Actitud la de padre e hijo de tintes espirituales con la cual ambos intentarían alcanzar un hueco en el Cielo, de la misma manera y con la misma pasión con que en la tierra idearon hacerse de una considerable extensión terrenal que les permitiera disponer y controlar un auténtico Estado señorial. La idea, forjada inicialmente por el propio patriarca, se habría visto cumplida al conseguir éste de parte del rey Enrique III la donación, en 1.394 y como favor real a su hijo, aún menor de edad y mayordomo mayor de la reina, de los lugares de Zafra, Feria y La Parra, hasta entonces aldeas de la ciudad de Badajoz, junto a sus castillos y términos. Proyecto que no tardaría el propio D. Gómez en ampliar, adquiriendo tan sólo un año después, en 1.395 las villas de Nogales y Villalba de los Barros, y Valencia del Mombuey y Oliva de la Frontera en 1.402. Santa Marta y Corte de Peleas se sumarían como de nueva creación.

Un planteamiento de adquisición terrenal y gracia celestial que nuevamente heredaría el Segundo Señor de Feria, D. Lorenzo II Súarez de Figueroa. El Estado señorial se vería incrementado en lo material y apoyado en lo figurativo, sumando a las posesiones ya descritas las aldeas de Alconera y La Morera, y alcanzando para la casa nobiliaria el título de Condado, en 1.460. En lo religioso, D. Lorenzo II apoyaría la fundación del ya desaparecido convento de Santo Domingo del Campo, en Alconera, y el de San Onofre en La Lapa, entonces aldea zafrense. Se podría inclusive sumar a su obra pía la creación de un hospital para enfermos y transeúntes sin recursos bajo el título de Nuestra Señora de la Salutación, posteriormente llamado de Santiago, en las casas que la familia tenía en Zafra y que habitaban a su paso por la localidad hasta la erección del alcázar. Su vástago, D. Gómez II Suárez de Figueroa, repetirá. Obtendrá en 1.462 Salvaleón. En 1.465 y como donación real las villas de Almendral y Torre de Miguel Sesmero. En 1.481 refundará Solana de los Barros. En 1.523 el descendiente de éste, D. Lorenzo III Suárez de Figueroa y Toledo, obtendrá Salvatierra de los Barros, primitivamente de los Jarros, fundando en lo religioso y en Zafra los conventos de Santa Marina y de la Cruz.

Con la llegada al mando señorial de D. Gómez III Suárez de Figueroa y Fernández de Córdoba, sucesor de su hermano D. Pedro, la casa de Feria y su Estado inherente alcanzarán la cúspide de su esplendor, con la obtención como merced donada por parte de Felipe II del título de Ducado. Lo que inicialmente fuese el Señorío de Feria, controlaba ahora como Ducado lo que con el tiempo se convertirían en diecisiete de los actuales términos municipales de la provincia de Badajoz. Un conglomerado de poblaciones, comarcas, dehesas, fincas, plantíos y serranías que, si bien no era el mayor de la España Moderna, sí pudiera considerarse como el más próspero o de mayor relevancia económica de los de aquel entonces. Un jugoso Estado dentro de la nación que no estaría exento de enemigos. Fuerzas adversarias que podrían provenir de la no muy lejana frontera con Portugal, pero que igualmente pudieran proceder de dentro del propio reino en forma, fundamentalmente, de hostilidades nobiliarias. Una realidad que, sumada a la obligación contraída por los titulares del Señorío a la hora de adquirir cada nuevo término de defender los territorios y a los habitantes de éstos, conllevaría la conservación, consolidación y nueva elevación de un nutrido grupo de castillos, alcazabas y sistemas de amurallamiento con que hacer frente a las incursiones rivales y desde los que poder además vigilar, en la mayoría de los casos, las posesiones de la familia y los vastos horizontes que se abrían bajo el cielo que les cubría.


Arriba y abajo: el cielo extremeño cubre como manto protector la villa y el castillo de Feria, fortaleza reformada por los Suárez de Figueroa desde la cual poder más controlar que proteger el vasto ducado que dentro de la región supieron crear, como si de un auténtico estado semifeudal se tratase.



Existían ya, cuando los Suárez de Figueroa tomaron posesión de las primeras localidades con que compusieron su Estado, los castillos de Feria y Villalba. Ambas alcazabas, según apuntan los vestigios más antiguos conservados entre sus muros, conocerían su origen muy probablemente durante la dominación musulmana del lugar. Al contar primitivamente el de Feria con tan sólo un cinturón defensivo, sin torre del homenaje en su interior, tomaría la estirpe como lugar de residencia la alcazaba villalbense, reformada a partir de 1.397 y convertida en toda una fortaleza que dentro de sus gruesos y recios muros de mampostería y elevada altura, refuerzo de las añejas paredes de tapial hispano-musulmán, guardaba todo un palacio señorial abierto a un patio cuadrangular donde los mudéjares de la zona dejarían su artística impronta a través de la decoración de las salas, a base de pinturas polícromas, y de los ventanales que permitían la comunicación del monumento con el exterior. La reforma del edificio corito tardaría un poco más. Sería D. Lorenzo II quien, a partir de 1.458, rehabilitase el perímetro amurallado y decidiese erigir un elevado torreón prismático en la zona central, de más de 31 metros de altitud y cuatro plantas internas, que diera alojamiento a la familia en tiempos de paz, como lugar de descanso en jornadas de caza o asueto rural, y resguardo a la milicia durante posibles episodios bélicos que salpicasen el Señorío o la nación. Sería en 1.480, gobernando ya su hijo D. Gómez II, cuando se viera terminada.

Fue también D. Lorenzo II quien iniciase, y su heredero D. Gómez II quien culminase, la pequeña alcazaba con que se quiso dotar como culmen de su sistema defensivo la localidad de Nogales. Refundada ésta en 1.448, se alejó la población del cercano arroyo donde antaño se ubicaba para enclavarla en la cima de una muela o cerro de 451 metros de altitud, cuya cúspide, cercada con muros de mampostería, serviría de nuevo lugar de asentamiento así defendido. El castillo anexo remataría las obras defensivas, ejecutado siguiendo un diseño militar propio de finales del medievo, donde un fuerte cinturón en derredor de un cuadrado recinto, complementado con circulares torreones en sus esquinas, protege una torre del homenaje cuyos 23 metros de altura sobresalen muy por encima de los 8 del cercado, que a su vez quedaba preservado por un foso circundante. D. Gómez II, en 1.464, daría por finalizada la obra mandando colocar como rúbrica final sobre la gótica portada de acceso al lugar los escudos emblemáticos de su familia junto a los de su esposa, Doña Constanza Osorio y Rojas.

Pero la obra militar y legado arquitectónico más relevante de los que para la posteridad dejase D. Lorenzo II no sería ni la rehabilitación y reforma del castillo de Feria, ni la elevación de la fortaleza nogaleña. Tendríamos que irnos a Zafra y allí admirar la alcazaba de la localidad. Ya en tiempos de su padre, D. Gómez I, se había pensado en cercar la población con un sistema de amurallamiento. Como culmen a este proyecto, y apenas dos años después de contraer matrimonio D. Lorenzo con Doña María Manuel, decide la pareja edificar toda una fortaleza que sirviera más que en lo militar, en lo palaciego, fruto de su deseo de trasladar a Zafra su residencia habitual, hasta entonces en Villalba. Las obras no se prolongarían mucho en el tiempo. La primera piedra se colocaría en 1.437. La autorización real llegaría en 1.441. La terminación, en 1.443. Como resultado, una fortaleza de altos muros con torreones cilíndricos esquineros, diversos cubos semicirculares de apoyo medianeros, y una gran torre del homenaje de planta circular que, inserta en el punto central de su flanco oriental, sobresaliese del resto del edificio. En su interior, lo castrense cedería ante lo palaciego. El arte mudéjar encontraría cabida en el siglo XV como el estilo herreriano lo hiciese en el XVI, a través de un patio de doble planta con que la familia decidiera dotar su vivienda, una vez obtenido el título de Ducado.

La elevación de obras militares no cesaría aquí. Al desaparecido castillo de Oliva de la Frontera podría añadirse el cercado amurallado de Torre de Miguel Sesmero, del que tan sólo resta un único torreón convertido hoy en parte de una vivienda, cuyo origen, del que no se tienen registros, podría provenir del deber de protección contraído por los Suárez de Figueroa. Misma fuente de amparo de la que pudo surtir la elevación del castillo de Salvaleón. El hecho de que no se mencione la existencia de ninguna obra militar en el acta de entrega de la localidad a los Señores de Feria hace poner en duda el supuesto origen musulmán de la fortaleza, hoy en ruina. No lejos de allí, en las cercanías de Almendral y proximidades de lo que antaño fuera la frontera entre Castilla y Portugal, al contarse Olivenza como plaza fuerte lusa, el castillo de los Arcos defendería los contornos más occidentales de la familia. Adscrita hoy a una explotación agropecuaria, la fortaleza almendraleña repetiría en sus cánones constructivos el diseño visto en Nogales. Al parecer, pudo ser levantada no por la rama principal de la casa nobiliaria, sino por D. Lorenzo Suárez de Figueroa y Sotomayor, primo de D. Gómez II, quien recibiría estos contornos como parte de un mayorazgo heredado de sus padres.


Arriba y abajo: la mole del castillo de Salvatierra de los Barros (arriba), así como la silueta de los cerros anexos a la Sierra de los Helechales sobre la que se asienta la fortaleza (abajo), quedan guarecidos por el intenso azul de un limpio cielo que inunda lo que antaño fuera el ingente Ducado de Feria.


No intervendrían los Suárez de Figueroa, por el contrario, ni en la construcción ni en la rehabilitación de una de las grandes obras militares con que terminarían contando sus dominios, aunque sí en la historia de la misma. Del castillo de Salvatierra, enclavado a 798 metros de altitud, no se tienen noticias hasta la reconquista del lugar por las tropas cristianas, sin que se descarte la previa existencia de una alcazaba islámica. Sin embargo, la obra final se debería a la familia Gómez de Solís. Declarados éstos adversarios de la Casa de Feria, su enemistad conllevaría la destrucción de parte de la fortaleza salvaterrense por D. Gómez II, reconstruyéndose en la década de los 70 del siglo XV por D. Hernán Gómez de Solís. Se mantendría en ruina el primero de los recintos, contando el castillo con dos perímetros más, antecediendo el segundo como muralla al tercero, donde se ubica la aún hoy habitada parte residencial.

La falta de descendencia directa conllevaría el paso del Ducado de Feria a manos de los marqueses de Priego, en 1.637. Hasta aquel entonces, y sin que se tenga constancia de enterramientos posteriores de ningún poseedor del título ducal en el lugar, los Suárez de Figueroa seguirían la tradición de contraer sepultura en el panteón del que dispusieron en el monasterio de Santa María del Valle, ocupando un menudo sacro espacio conventual que, al menos así lo deseaban, conllevara su correspondiente paralelo en el paraíso celestial. Cuestión difícil objetivamente de comprobar. Quedará la duda y desconoceremos si la familia logró alcanzar ese rincón que para los creyentes aguarda al fiel en el divino cosmos, o si la labor pía y el mecenazgo religioso que ejerció este linaje consiguió aportar a la estirpe un lugar en el Cielo de los piadosos. De lo que no hay duda, por el contrario, es de que la Casa de Feria contó en la tierra con su propio cielo. Un firmamento que cubriría prácticamente los 1.000 km2 sobre los que llegaron a gobernar, en un Estado inmerso en la zona suroccidental de la provincia pacense, Baja Extremadura. Un cielo que cobijaba pueblos, aldeas, alquerías y casas de labor, tierras sembradas y bosques de encinas y alcornoques. Un cielo en el que se perdía la mirada cuando se alzaba la vista ante la mole de los castillos que salpicaban el Señorío, o del que la mirada no alcanzaba a atisbar su final cuando, desde las mismas murallas y fortalezas, oteando desde las Sierras de San Andrés o la de los Helechales, se alcanzaba a ver la también bajo su dominio Sierra de Monsalud o inclusive, en días muy despejados, la lejana vega del río Guadiana. Un cielo que seiscientos años atrás prácticamente pertenecía a la Casa de Feria y que, en la actualidad, sigue cubriendo este enclave extremeño a modo de escudo protector que al viajero aguarda. El cielo de los Suárez de Figueroa.




martes, 21 de noviembre de 2017

VII Encuentro de Blogueros de Extremadura


Tras un paréntesis de un año, el Encuentro de Blogueros de Extremadura vuelve a celebrarse. Si en 2.015 tuvo lugar el desarrollo del VI Encuentro, este año será el VII Encuentro el programado para el próximo día 25 de noviembre. Una jornada que se llevará a cabo, como en ocasiones anteriores, en el trujillano Convento de la Coria, sede de la Fundación Xavier de Salas, organizadora del evento. La temática escogida como hilo conductor de la reunión será "Cielos de Extremadura". Materia de la que se hablará a lo largo de las diversas ponencias programadas durante toda la mañana, y en la que se basan los artículos recogidos en el libro que, al final del día, se presentará en público y entregará como obsequio a todos los presentes. Obra elaborada, como en ediciones previas, gracias a las aportaciones de los blogueros que hayan querido participar con sus escritos en la creación del mismo. Extremadura: caminos de cultura, ha tenido una vez más el gran honor de poder contarse entre ellos. No faltaremos tampoco a la cita de este sábado. ¡Allí nos vemos!

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Imagen del mes: Iglesia de San Pedro Apóstol, en Casas de Don Pedro


 Elevada a partir del siglo XIV y reformada a lo largo de diversas etapas históricas y gustos artísticos, la casareña parroquia de San Pedro Apóstol presenta una característica fusión entre lo gótico y lo mudéjar, enlazando el primero con el gótico tardío propio del siglo XV extremeño, y el toque islámico con el trabajo realizado por los alarifes en la no muy lejana Guadalupe.
Casas de Don Pedro (Badajoz). Siglos XIV-XVI; estilo gótico-mudéjar.



Arriba y abajo: abiertas tanto en la torre-fachada característica del mudéjar pacense, como en el muro del evangelio del templo parroquial, dos ventanas elaboradas en ladrillo aplantillado, geminada la primera y enmarcadas bajo su propio material las dos, conjugan su estilo mudéjar con el gótico de la pétrea portada del lado meridional y muro de la epístola, donde una serie de arquivoltas en arco apuntado permiten el acceso al interior del templo, custodiado por una serie de imaginarios personajes y fantásticos animales labrados entre motivos florales y coronados por el escudo del Duque de Béjar, señor durante la elaboración de la obra de la localidad. 


martes, 31 de octubre de 2017

Imagen del mes: Basílica visigoda de San Pedro de Mérida


Fundada al parecer por el Abad Nucro, y pudiendo haber formado parte de un monasterio dependiente de la iglesia emeritense, la basílica visigoda de San Pedro de Mérida acogió, según cuenta la leyenda, al rey Don Rodrigo previamente a su marcha hacia tierras hoy portuguesas tras sufrir derrota frente al poder musulmán en Guadalete, sirviendo más verídicamente este inmueble, hoy en ruina, como germen de la iglesia anexa fechada en el siglo XV y cuya advocación da nombre a la que antaño fuera aldea de la hoy capital extremeña.
San Pedro de Mérida (Badajoz). Siglo VII d.C.; estilo visigodo.


Arriba: además de los cimientos, de diversas porciones de columnas, del suelo original o un sarcófago marmóreo del que se extrajo un ajuar funerario donde destacaría una cadena de eslabones de bronce y diversas cuentas de collar de pasta vítrea, destaca en la basílica visigoda de San Pedro de Mérida la piscina bautismal para inmersión, de reducidas dimensiones y dotada con peldaños, característica de los templos cristianos hispanos de la época.

Abajo: junto al muro de la epístola de la parroquia de San Pedro Apóstol se conservan los vestigios de lo que fuera basílica visigoda, actualmente puesta en valor y protegida con tejado y verja, cimiento ideológico del nuevo edificio que tomaría a su vez los restos del añejo inmueble como sostén arquitectónico y posible cantera de materiales, a juzgar por la presencia de un fuste marmóreo incrustado en el cabecero de la iglesia que, formando parte de un humilladero en desuso, podría haber sido tomado de la primitiva capilla.



jueves, 12 de octubre de 2017

Puente romano de Alcantarilla, en Mérida


Puntualizaba el erudito castellonense D. Antonio Ponz, más conocido como el "abate Ponz", convertido en viajero a petición del monarca Carlos III en pro de documentar las antigüedades que poblaban la España del siglo XVIII, que contaba Mérida con dos puentes levantados durante la dominación romana. Así lo indicaba en su cuarta carta dirigida al soberano real a modo de capítulo, dentro del octavo tomo de su obra "Viage de España", dedicado este volumen a las tierras de la Extremadura de aquel entonces. Un primer ejemplar, grandioso y monumental, ejecutado para cruzar las aguas del río Guadiana y que, dada su magnificencia, tomaría como suya propia y exclusiva la denominación de Puente romano de Mérida, y un segundo, compuesto de cuatro grandes arcos y dos aliviaderos, que salvan las aguas del afluente Albarregas antes de que éste desemboque en el río principal.
Sin embargo, tras describir los añejos bienes de edad romana con que, contemporáneamente al abate, contaba la ciudad, aún conservados hoy en día y ya conocidos desde antaño y durante aquella centuria que al ilustrado le tocó vivir, parte Ponz camino a Badajoz descubriendo al lector la existencia de un poco conocido monumento que le esperaría a las afueras de la cuidad. Narrando en su quinta y contigua carta el viaje junto al margen derecho del Guadiana, dirigiendo sus pasos primeramente hacia Puebla de la Calzada, nada más salir de lo que fuese Emérita Augusta haría uso de un pequeño puente de único ojo que, llamativamente, mostraba una grandeza arquitectónica desigual a la importancia del regato que bajo él trascurría. Estaríamos ante el bautizado como Puente de la Alcantarilla o, más popularmente conocido como la "Alcantarilla romana", por muchos sencillamente denominado como el tercer puente romano de Mérida.

"A un cuarto de legua después de Mérida junto al segundo molino se conserva todavía un puente de Romanos, construido de piedras almohadilladas de un solo arco: obra suntuosa para el triste arroyuelo á que se destinó."


Arriba y abajo: encajado en la actualidad entre la vía férrea que une Mérida con Badajoz, y el trazado de la Cañada Real de Santa María de Araya, que discurre paralela a su vez al cauce del río Guadiana, aparece entre vegetación y maleza el conocido como Puente romano de Alcantarilla, Alcantarilla romana o, sencillamente, tercer puente romano de Mérida, ofreciéndose en una denostada cara meridional que esconde, bajo las intervenciones del pasado, la magnificencia de la primitiva obra, a descubrir por aquél que se decida a adentrarse bajo la obra y alcanzar su cara paralela.


Abajo: la cara septentrional del puente de Alcantarilla, escondida de los viajeros al quedar encajada entre el propio viaducto y la anexa vía del tren, conserva el acabado original  con que sus autores quisieron dotarla a base de sillares almohadillados finamente labrados y sabiamente encajados que circundasen su único arco constitutivo.


Roma sería la encargada no sólo de fundar la ciudad en el año 25 a.C., mirando para ello con buenos ojos el enclave formado entre los valles del Guadiana y el Albarregas, junto a la desembocadura de este último en el que es su cauce paternal. Pudiendo haber existido en el mismo lugar un antiguo asentamiento indígena, quizás de origen vetón, la civilización invasora sería la autora material e intelectual del levantamiento de una urbe de nueva planta donde, siguiendo el clásico esquema de planta en damero, el cardo y el decumano vertebrasen en cruz la población. Una colonia a estrenar por los soldados eméritos o veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina, victoriosas en las campañas cántabras que por entonces se estaban llevando a cabo, que se ofreciese no sólo como lugar de retiro de los militares, sino además como metrópoli abierta a la llegada de una incipiente población, en constante venida con el paso del tiempo, propiciadora del desarrollo de la ciudad y, con su progreso, del buen devenir de la región y de esta parte occidental del Imperio.

En su espíritu pragmático, Roma dotaría a la colonia emeritense, de igual manera que lo haría con otros núcleos de población dispersos por todo el territorio sometido bajo su poder, con las suficientes infraestructuras públicas que ofreciesen cubrir las necesidades totales de la comunidad allí asentada, bien fueran de índole urbano, defensivo, de salubridad, sitibundas o relacionadas con la calma de la sed, o inclusive las referentes al ocio. Mérida contaría así, enclavado su foro Municipal en el punto central de la urbe, más al Norte y junto al cardo el Provincial, con sólidas murallas cuajadas de torreones defensivos, alcantarillado y cloacas que vertieran en el Guadiana los desechos de la ciudad, acueductos que llevasen a la colonia agua desde los embalses levantados en parajes norteños para este fin, así como con circo, anfiteatro y teatro donde la población despachase sus horas de asueto. Pero Roma también dotaría a la ciudad de una amplia y nutrida red de vías de comunicación que permitieran la conexión de ésta con otros muchos puntos y ciudades de Hispania, en claro reflejo no sólo del poder político que se concedió a la urbe, nombrada capital de la provincia lusitana, sino inclusive de la apuesta por que la metrópoli se convirtiese en un potente enclave comercial. Mirando hacia la consolidación de la ciudad y evolución de la misma, se sumaría a la construcción de un cinturón defensivo, a la dotación de servicios acuíferos o perfección de conducciones subterráneas, el levantamiento de diversos puentes que pudieran salvar a viandantes, tropas, carruajes y viajeros de las aguas que nutrían los ríos que cercaban el municipio, formando parte no sólo del patrimonio colonial, sino además de la amalgama de elementos destinados a extender y consolidar la red viaria que entrelazaba las diversas regiones de los territorios romanos en general e hispanos en particular.


Arriba: compuesto de un único ojo o arco, la Alcantarilla romana emeritense pudiera tomar su nombre en base a las dimensiones de su abertura o luz existente entre sendos estribos de sujección, de 4,20 metros, si bien una clasificación exhaustiva nos llevaría a nombrarlo como pontón al superarse los 3 metros de una alcantarilla genérica, y ubicarse entre los 3 y los 10 de este otro tipo de calificación.


Arriba y abajo: a pesar de las posteriores restauraciones y rehabilitaciones ejecutadas sobre el bien, con sus consiguientes añadidos y mermas sobre la fábrica original, se puede observar aún hoy en día el presunto acabado primitivo de los muros externos del viaducto en su tímpano norteño occidental, donde el sillarejo entrecalado con hiladas de ladrillo encajan con las dovelas del arco embelleciendo la obra dentro de su pragmatismo, recordándonos otros bienes romanos cercanos donde también el ladrillo, como en los acueductos de los Milagros o de San Lázaro, combina con la piedra.


Si bien del puente sobre el río Albarregas partiría la vía que uniría Emérita Augusta con el Norte hispano, bautizada como Iter ab Emerita Asturicam o camino entre Mérida y Astorga, posteriormente conocida como Vía de la Plata, el puente sobre el río Guadiana serviría como inicio de la prolongación sureña de esta vía de comunicación, alcanzando Itálica e Hispalis. A los caminos que conducirían desde Mérida hasta Metellinum, y de ahí hacia Sisapo o Córduba, o al que iría desde la capital lusitana hacia Toletum y Caesar Augusta, cubriéndose la comunicación lusitana con las regiones peninsulares enclavadas al Este de la provincia, habría que sumar el ramal occidental que uniese Mérida con el que se consideraba entonces uno de los principales enclaves de la costa atlántica peninsular y el puerto marítimo de la colonia emeritense en particular: Olissipo. El Iter ab Olissipone Emeritam, o camino de Mérida a Lisboa, discurriría paralelo inicialmente al trascurso del río Guadiana tras dejar atrás la capital provincial. Con parada inicial en la mansio Plagiaria, ubicada en las cercanías de Novelda del Guadiana, le seguirían la mansio Budua, origen de lo que posteriormente sería Botoa, así como los albergues enclavados hoy en territorio portugués de Ad Septem Aras, Matusaro, Abelterio y Aritio Praetorio. Este itinerario, conocido como el XIV de Antonino y al parecer el más empleado a la hora de viajar hasta la ciudad del estuario del Tajo, tendría como hermanos los itinerarios XII y XV. El primero de ellos, que entraría en la actual Portugal por Rincón de Caya, dicurriendo a los pies de Elvas y dirigiéndose a Évora tras pasar junto a Estremoz, alcanzando Caetóbriga, actual Setúbal, contaría en su tramo inicial, igualmente junto al margen derecho del río Guadiana con las mansios de Evandriana, en las proximidades de Torremayor, y Dipo, según diversos autores en el término actual de Talavera la Real. El itinerario número XV, por su parte, compartiría con el XIV la mansio de Plagiaria, entrando en el país luso por Campo Maior, a cuya altura existiría la mansio de Ad Septem Aras, también vinculada al itinerario XIV tras dejar atrás Budua, llegando a Olissipo por Scallabis o actual Santárem.


Arriba y abajo: destaca entre las dovelas graníticas conservadas en la pared occidental del Puente de Alcantarilla  no sólo el labrado almohadillado con que quiso embellecerse a las mismas, sino además el acertado encaje entre éstas y los sillares contiguos de sendos tímpanos norteños, colocadas las piezas al parecer, y como en el propio arco del viaducto, sin argamasa o en seco, puntualizada por el Dr. Manuel Durán Fuentes la presencia de grapas entre los sillares de los estribos, que asegurasen la unión entre éstos.


Abajo: detalle de las dovelas almohadilladas y clave central del arco en su cara septentrional.


Sin que exista consenso entre autores a la hora de trazar muchos de los tramos de estos tres itinerarios o vías alternativas cuyo destino, compartido, sería unir Lisboa con Mérida, sí parece quedar claro que el tramo inicial de todos ellos, tras abandonar la capital lusitana, seguiría el trazado del río Guadiana por su margen derecho, posiblemente una vez atravesado el río Albarregas a través del puente del que partía, hacia el Norte, el camino hacia Astorga. Sería aquí cuando entra en juego la labor del conocido como tercer puente romano de Mérida, ubicado a no mucha distancia del anterior, en las cercanías del actual recinto ferial y enmarcado hoy en día entre la vía ferroviaria que conduce a Badajoz, y la Cañada Real de Santa María de Araya, posible heredera del primitivo camino romano hacia el Atlántico. Localizada en las cercanías del puente la presencia de diversos mausoleos que confirmarían el trazado inmediato de la vía, tomando en cuenta la habitual costumbre de edificar tales panteones junto a los caminos de comunicación y tramos inmediatos a las urbes de las que partían, el conocido como Puente de Alcantarilla llama la atención por la calidad arquitectónica del mismo, pese a constar de un único ojo abierto sobre un cauce de apenas relevancia y de cuyas aguas salva el monumento al viajero. Demostración, para muchos, del alto compromiso tomado por los primarios gobernantes de la ciudad con la comunicación de la colonia, permitiendo con obras de tan alta valía, incluso en enclaves de escaso llamativo, el poder unir la capital provincial con sus ciudades vecinas y resto de regiones en cualquier época del año, potenciando así, fundamentalmente, el comercio por el que apostarían para que de la mano de éste llegase la prosperidad y la riqueza a la urbe, frente a todo tipo de climatología y durante todas las estaciones anuales.


Arriba y abajo: si bien la cara externa del arco que constituye la Alcantarilla romana de Mérida quedaba marcada por un cierre de dovelas graníticas unidas en seco, la bóveda del mismo se componía en su intradós interior de hiladas de ladrillos transversales a la propia longitud del viaducto.



Arriba y abajo: entre las hiladas o filas de ladrillo que componen el interior del arco y que conforman la visión de su intradós, destaca en la línea de la clave la visión del característico hormigón romano de mortero y guijarros de que se nutre en sus entrañas la obra de ingeniería, constituyendo materialmente el núcleo arquitectónico de la misma.


El Puente de Alcantarilla, o Alcantarilla romana, pudiera ser así conocido al presentar esta obra de ingeniería romana unas características dimensionales que pudiesen llevar a clasificarla como alcantarilla, dentro de la relación que sobre tipos de puentes existen teniendo en cuenta la luz o distancia en  proyección horizontal entre los apoyos laterales de los mismos. Así, dejando atrás la propia nomenclatura de puente para las fábricas que alcanzan los 10 metros de luz, la nomenclatura alcantarilla sería la utilizada para designar los viaductos cuya abertura dista de entre los 80 cms. y los 3 metros, sobrepasando por tanto las dimensiones ofrecidas por el ojo de un caño o el de una tajea, de hasta 40 cms. y 80 cms. de luz respectivamente. Sin embargo, el monumento emeritense ofrece 4,20 metros de luz bajo su arco y único ojo, que correspondería en realidad a un pontón, o puente cuya abertura dista entre los 3 y los 10 metros. Un pontón cuya denominación como alcantarilla pudiera entonces encontrar su razón de ser no en sus características arquitectónicas, sino en el uso que pudiera haberse dado antaño al mismo, como cloaca bajo la cual discurrirían ciertas aguas residuales de la ciudad o sobrantes de la zona que por este lado norteño alcanzarían el río Guadiana, salvados los transeuntes de tales correntías gracias a la propia obra en sí.

Levantado al parecer en el siglo I a. C., en plena época augusta y durante los años inmediatos a la fundación de la ciudad, el Puente de Alcantarilla guardaría relación datal con los otros dos puentes de la colonia, compartiendo además, especialmente con el no lejano puente sobre el río Albarregas, ciertas características constructivas, alejado por el contrario de sus hermanos en cuanto a la envergadura del mismo. Las dimensiones totales del conocido como tercer puente emeritense alcanza los 7 metros en su longitud final, con 4,35 metros de anchura en su parte viaria, convertida la anchura en 6 metros si se suma el grosor de sendos petriles laterales, derivados éstos de una posterior rehabilitación. Una de las muchas restauraciones que ha vivido la obra a lo largo de su historia y que han conllevado, a la par que la conservación y uso del monumento, la desvirtuación de su fábrica original, resistiendo del edificio primitivo no sólo la estructura básica, sino llamativamente la casi totalidad del acabado exterior del puente aguas arriba, semidesaparecido por el contrario en su lado meridional.


Arriba y abajo: desprovisto puente y arco del acabado original que lo sellaba en su cara meridional, se observa hoy en día la fábrica de ladrillo de que se nutre la bóveda que compone el ojo del viaducto (arriba), sostenida sobre las dovelas inmediatas a la línea de impostas que, a su vez y a sendos lados, conforman los estribos de sustentación (abajo, y siguiente).



A diferencia de otras muchas obras de considerado mayor calado arquitectónico, la Alcantarilla de Mérida no ofrece una bóveda pétrea formada a base de sillares que, colocados a soga y tizón, diesen forma  al monumento. Por el contrario, el núcleo compositivo de esta fábrica de menor relevancia se nutre de hormigón romano donde se abre un único arco que, en su bóveda interior, permite observar dicho material arquitectónico compuesto de mortero y guijarros en lo que fuese línea transversal de la clave, arropada en el resto del intradós por líneas o hiladas de ladrillos paralelas al cauce y perpendiculares al largo de la obra. Solución constitucional que se puede apreciar aguas abajo y cara externa sureña del puente, desaparecido el acabado artístico que cerraría por este lateral el bien, y de cuyo sellado a base de dovelas graníticas apenas quedan vestigios en el arranque del arco y estribos del propio viaducto. Contrariamente, sí se ha conservado con el paso de los siglos el frente septentrional del monumento, cercado por una portada donde triunfan las dovelas almohadilladas que cierran el arco compositivo en este lateral, de dimensiones irregulares, y sobre las que encajan a su vez otros tantos sillares laterales igualmente labrados en almohadilla, de los que parte el sellado externo del resto del muro, combinándose en él el sillarejo con una pareada secuencia de hiladas de ladrillo, que recuerda el conjugado acabado entre lo artístico y lo pragmático de cercanas obras de ingeniería emeritense, como son sus acueductos de los Milagros y de San Lázaro.


Arriba y abajo: la plataforma del puente, de 4,35 metros de anchura y cuyo empedrado actual pudiera derivar de alguna reforma pasada ejercida como rehabilitación del monumento (arriba), queda enmarcada por sendos petriles de más moderna factura que la obra primitiva (abajo, y siguiente), marcando la ligera pendiente que presenta el viaducto y que pudiera ser resultado de alguna posterior intervención, si bien no es extraña la tenue inclinación del paso en los puentes levantados durante la dominación romana de la Península Ibérica.



Declarado el conjunto arqueológico de Mérida por la UNESCO como bien Patrimonio de la Humanidad en 1.993, bajo la referencia 664, mantiene el Puente de Alcantarilla la referencia 664-003 como parte del conglomerado de obras y monumentos que componen el patrimonio emeritense más internacionalmente reconocido, por haber podido traer a la actualidad el vestigio material de lo que fuese una ciudad romana de provincias que, en el caso extremeño, se elevaría además como capital de una de las secciones en que quedaría dividida administrativamente la Península Ibérica, conocida antaño como una de las urbes de mayor relevancia de todo el Imperio. Valoración que se le dio en la Hispania de entonces y a la que ayudaría el exhaustivo entramado y rico mobiliario urbano con que se quiso dotar a la localidad, y cuyos restos serían los que llevarían a la valoración histórica y artística actual y contemporánea. Grandes obras arquitectónicas serían ideadas y ejecutadas persiguiendo tal destino, pero también otras muchas de menor magnificencia serían erigidas persiguiendo este fin, compartiendo todas ellas el ideal de pragmatisto, durabilidad y belleza con que los romanos intentaban levantar todos sus monumentos, en pro de dotar a sus ciudades y dominios de obras pensadas para servir, durar y ser dignas de admiración ingeniera y artística a través del paso de los siglos. Unos inmuebles de alto realce, complementados por otros poco destacados sin cuya suma, sin embargo, no hubiera podido alcanzarse el alto valor al que ha llegado el todo final. En su menor intensidad, también los menudos bienes contarían con una identidad propia que les permitiese ofrecerse como auténticos tesoros del pasado legados a un presente donde no son pocos quienes desconocen su presencia y su valor, y la incalculable aportación que donan al patrimonio histórico-artístico de las tierrras donde se encuentran. El Puente de Alcantarilla, la Alcantarilla romana o sencillamente el tercer puente romano de Mérida es uno de ellos.


Arriba y abajo: datados en el siglo I a.C., erigidos en los años inmediatos a la fundación de la colonia, los puentes romanos sobre los ríos Guadiana (arriba) y Albarregas (abajo), siguen ofreciéndose, a pesar del paso de los siglos y las múltiples reformas sufridas, como obras al uso de la ciudadanía y emblemas del rico pasado de la localidad, lista de viaductos al que habría que sumar, por haber superado las vicisitudes del tiempo y el olvido, el Puente de Alcantarilla, hermano menor de los anteriores pero de personalidad propia que, desde el abandonado camino hacia Olissipo, se ofrece como el tercer puente romano de Mérida.


- Cómo llegar:


La ciudad de Mérida, capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura, cuenta con su propio recinto ferial ubicado al Noroeste de la localidad. Atravesando la vega del río Albarregas en las cercanías de la unión de éste con el Guadiana, haciendo uso para ello de la avenida de Emérita Augusta, llegaremos a la explanada donde se instalan las atracciones durante las fiestas locales de septiembre, en el solar abierto entre el principal río y el margen derecho de su afluente.

Dirigiéndonos hacia el punto opuesto a su entrada o esquina noroccidental de la explanada ferial, siguiendo el curso del río Guadiana en su orilla derecha, encontraremos entre el lecho fluvial y la vía del tren la cañada real de Santa María de Araya, junto a la cual, a no mucha distancia y entre los kilómetros 454 y 455 de la línea de ferrocarril que une Mérida con Badajoz, aguarda al caminante el Puente romano de Alcantarilla, que aún hoy sorprende, entre maleza y olvido, por la majestuosidad con que sus autores le quisieron dotar, a la que añadir la que la propia obra, desde su menudez, se ha ganado por su lucha contra los elementos y el paso de los siglos.


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