Cuentan en Arroyomolinos, localidad fundada tras la reconquista de la cercana Montánchez a los pies de ésta, y de la que recibiría hasta hace poco tiempo la continuación de su nomenclatura oficial al denominarse el municipio como Arroyomolinos de Montánchez, que fue el Tribunal de la Inquisición, sin sede ni casa en este pueblo pero con presencia en las cercanas localidades montanchega y de Almoharín, quien, haciendo gala del férreo celo hacia la moral católica con que el Santo Oficio ha pasado a la historia, dictaminó trasladar desde la Iglesia parroquial de la Consolación hasta la Ermita de San Sebastián el lienzo conocido como Virgen de la leche, obra en la que el autor, de nombre desconocido, quiso reflejar basándose en la tradición cristiana el acto de amamantamiento del Niño Jesús por su Madre, Santa María, para lo cual la Virgen saca uno de sus pechos con el que alimentar con su propia leche materna el fruto de su vientre, tomando de ahí la creación su título popular. Sin atreverse a censurar la escena ni a tapar con los pinceles tan venerable miembro mamario de María, los inquisidores pensaron sin embargo que para apartar de la vista del pueblo mencionada parte pudorosa del cuerpo de la Madre de Dios sería preferible mudar la obra de emplazamiento, ubicándola en un lugar más apartado y de menor afluencia. Es así cómo, hasta su semireciente traslado junto a la pila bautismal de la parroquia arroyomolinense, la tabla gótica permaneció prácticamente olvidada colgada de una de las paredes de la ermita dedicada al Santo patrón de la localidad, redescubriéndose y restaurándose en la actualidad, complementándose con un bello marco de madera dorada que resalta la belleza de la obra pictórica de estilo hispano-flamenco que, nuevamente emplazada en el centro urbano del municipio para la que fue adquirida, puede ser admirada en todo su esplendor por el pueblo molinero, así como por el visitante que hasta esta localidad cacereña se acerca y que tiene frente a sí una de las obras pictóricas más antiguas de Extremadura, de sumo valor histórico y artístico.
La Virgen de la leche, de modestas proporciones y realizada bajo la técnica del óleo sobre tabla, resultado esta última de la unión de varias láminas de madera entre sí, está datada en el siglo XV, centuria en cuyos años finales Castilla forja una estrecha relación comercial con tierras flamencas, entre cuyos resultados encontramos, además de la posterior unión política de ambas regiones bajo la figura de un único monarca, conocido en España como Carlos I, la importación a la Península Ibérica del estilo de los primitivos flamencos, con gran seguimiento en tierras castellanas donde surgirá el denominado estilo hispano-flamenco, reconocible por su goticismo pleno de detalles y suavidad de las formas y de los colores, rompiendo así con la rigidez que presentaban las obras previas y en consonancia con el ideal de finales de la Edad Media, momento en el que el hombre como tal recobra importancia en el día a día de los pueblos de Occidente, recuperando su libertad y dirigiendo sus pasos hacia un Dios más humanizado y bondadoso, como bien se ha querido plasmar en esta obra religiosa donde, distanciándose del hieratismo del Románico, el autor presenta una escena tierna y maternal, un Niño Dios humanizado en brazos de una cariñosa Madre que lo amamanta, envuelta en un halo de sosiego y espiritualidad.
Arriba: la conocida como Virgen de la leche puede apreciarse nuevamente colgada de los muros de la parroquia de Nuestra Señora de la Consolación, patrona de Arroyomolinos, junto a la pila bautismal, luciendo tras su restauración todo el esplendor que el abandono y el semiolvido le habían arrebatado, recuperándose de nuevo no sólo para el pueblo molinero, sino como joya de las artes plásticas de Extremadura, figurando como una de las pinturas muebles más antiguas de la región.
Centra la escena la figura de Santa María mientras amamanta al Niño Jesús, sostenido por la misma entre sus brazos. Aparece coronada y ubicada sobre un cuarto de luna creciente, simbología, en sendos casos, tomada del Apocalipsis de San Juan y que hace referencia, entre otras cuestiones, a la declaración de María como Majestad por ser Madre de Cristo Rey y a su Inmaculada Concepción. Seis ángeles de carácter andrógino vestidos con largas túnicas, ubicados en línea vertical y en sendos tríos a cada lado de la Santa, responden a la tradición cristiana que desde antaño describía el momento en que la Madre de Dios amamanta a su Hijo de suma dulzura, apareciendo desde el Paraíso diversos ángeles que amenizan el acto con sus cánticos y música celestial, tal como se representa en esta escena, a caballo entre lo religioso y la pintura de género. Mientras que los dos querubines que culminan cada una de las tríadas figuran como cantores, los ángeles restantes portan instrumentos musicales así como, en el caso de la figura central del grupo derecho, un libro de canto. El autor ha querido mostrar entre las herramientas musicales una pequeña serie de instrumentos de uso habitual por aquella época en los actos religiosos, tales como el triángulo o la lira, portados por los seres celestiales del grupo izquierdo, o el laúd, en el lado opuesto. Una sencilla muestra que rememora la actualidad musical del Medievo haciendo que la tabla cobre importancia como reflejo del pasado cultural de la región, sumándose al ya destacado valor histórico e indiscutible relevancia artística, logrando de esta obra toda una joya dentro de las artes plásticas de nuestra región.
Arriba: mientras que en la parte superior de la obra apenas quedan vestigios de cierta epigrafía dorada, la figura de Santa María centra la escena amamantando a un humanizado Niño Jesús y rodeada de seis querubines, amenizando los ángeles la escena con sus voces y utensilios musicales, pequeña muestra de aquéllos instrumentos usados en el Medievo tales como el triángulo, la lira o el laúd.
Abajo: tal y como se extendió entre las representaciones de María desde finales de la Edad Media, el pintor quiso reflejar a la misma sobre un cuarto de luna creciente, simbología atribuida con los siglos a la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, pero cuyo origen se remonta a una cita del Apocalipsis de San Juan, en cuyo Capítulo 12, Versículo 1 habla de “una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza”, representación según algunos de la Iglesia, mención sin embargo de manera tradicional de la Madre de Dios.
(La Iglesia de la Consolación de Arroyomolinos se ubica en el centro del casco urbano, coronando con su torre la silueta que dibujan los tejados de las casas de esta localidad. Permanece la parroquia habitualmente abierta al público. En caso contrario, podremos solicitar su visita en la Oficina de Turismo que tiene sede en el pueblo, o bien preguntar a cualquier vecino sobre la posibilidad de entrar en el templo, guardándose varias copias de las llaves del monumento entre diversas molineras que, orgullosas del edificio, se encargan de su limpieza y cuidado).
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