Formando actualmente parte del cementerio municipal brocense, del que hoy es lugar de almacenaje, antaño patio funerario donde los nichos y panteones ocupaban el que está considerado edificio sacro más antiguo de los conservados en la población, los vestigios de la ermita de San Juan siguen despuntando sobre el camposanto de Brozas junto al camino hacia Alcántara, como antiguamente hicieran su espadaña y tejado a dos aguas a las afueras de la localidad, engrosando el amplio listado de imbuebles religiosos con que contase la villa, tanto en su interior como exteriores, cuya riqueza monumental le llevaría en 2.016 a ser declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico, mediante Decreto 148/2016 de 13 de septiembre (DOE número 180, de 19 de septiembre de 2.016; BOE número 249, de 14 de octubre de 2.016).
Arriba y abajo: tapada aún hoy parte de su portada principal, abierta a los pies del bien, por los nichos inscritos en el patio desde el que se puede hoy en día acceder a la antigua ermita, puede todavía en la actualidad apreciarse la fábrica de mampostería de que estaría constituida tal fachada, sólo rota por la puerta de acceso (arriba), formada por sillares graníticos en un arco de medio punto bajo tenues arquivoltas, que avisa del inminente renacer de las soluciones clásicas a través del movimiento renacentista, superada por un estrecho vano abocinado y coronado a la par por sencilla espadaña (abajo), adivinándose entre los restos del lienzo pétreo lo que son ménsulas -dos a cada lado del portón-, posiblemente vestigios de la sujección que asiera un soportal que sirviese de refugio tanto a feligreses como a los viajeros que en este punto, conocido como Paraje de San Juan, pudieran aquí descansar o refugiarse de las condiciones climatológicas.
Abajo: se distribuye el interior de la broceña ermita de San Juan en tres naves, divididas a su vez en tres tramos más cabecero (abajo), a cuyo espacio dimensional habría que sumar, junto a la nave y lado del evangelio (abajo, siguiente), lo que fuera amplia sacristía del recinto sacro con puerta de acceso a la misma desde el tramo medio de la sección norteña (abajo, tercera imagen), único rincón del enclave donde aún hoy persisten tumbas en uso, desalojados varios años atrás -a raíz de una iniciativa fechada en 1.994 a través de la que se pretendía restaurar y recuperar para el culto el bien-, los restantes nichos que a lo largo de las naves laterales del templo hicieran de este espacio un aledaño más de la necrópolis de la villa, inscrita ésta en derredor del mismo una vez caída la capilla en desuso, posiblemente a raíz de las desamortizaciones que conllevaran el abandono y la enajenación de gran parte del patrimonio religioso del país en la primera mitad del siglo XIX, aún dedicada a la religión en 1.791, indicándose entre las respuestas dadas al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura que tal ermita, bajo la advocación de San Juan Bautista, estuviera por entonces a cargo de sus cofrades, sin contar con ermitaño ni hospedería, indicando sin embargo Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1.849 la existencia ya de un cementerio junto al camino de Alcántara, inexistente en 1.791, no mencionando por contra entre las ermitas abiertas a mitad de tal centuria la de San Juan, quizás ya en proceso de reconversión.
Abajo: si bien la nave septentrional sirviera de acceso a la sacristía de la hoy desacralizada ermita broceña, figura inscrita en la nave sureña y lado de la epístola (abajo, y siguiente) la segunda puerta de entrada al interior del antiguo templo (abajo, tercera imagen), nuevamente a la altura del tramo medio y repitiendo el diseño y estilo artístico vistos en la portada de los pies, fabricada con sillares y dibujada bajo arco de medio punto enmarcado en ligeras arquivoltas entre las que sobresale el relieve de la línea de imposta, conservándose, como en la principal, los pétreos quicios donde irian fijadas las hojas originales del portón, custodiados bajo arco escarzano, abierta junto a tal vano, ya en el interior del recinto sacro y primer tramo de la sección meridional, una oquedad en la pared enmarcada por sencillo friso (abajo, imagen cuarta), quizás destinada a acoger alguna pila benditera que permitiera al feligrés poder purificarse tras acceder al templo desde este punto del inmueble.
Abajo: cubierto primitivamente el cuerpo principal de la ermita de San Juan con un tejado a dos aguas, adivinado por la disposión en frontón tanto del muro de los pies (abajo), como del remate superior al arco toral que separa las nave media del ábside del templo (abajo, siguiente), pudo haber desaparecido -como se baraja en el blog "Brozas: mirada de gato"- la armazón de madera original durante el paso de las tropas napoleónicas por el enclave en plena Guerra de la Independencia decimonónica, posiblemente usado el monumento como establo o caballeriza castrense e incendiado después, si bien la carencia de vestigios que probasen la acción del fuego sobre los arcos y muros permiten más bien pensar en la desaparición de la techumbre una vez desamortizado el edificio, pasando a manos del concejo municipal, cuya decantación hacia el aprovechamiento del terreno como cámara anexa al camposanto impediría durante décadas poder visualizar detalles arquitectónicos del inmueble, como la totalidad del cabecero, de planta rectangular y testero plano (abajo, imagen tercera), o las dos hornacinas que junto a éste, rematando sendas naves laterales (abajo, imágenes cuarta y quinta), fueran destinadas a altares o panteones de ilustres personajes, quizás mecenas de la obra, similares ambos en dimensiones y diseños, rematados con arco escarzano cubierto a su vez por cornisa que cierra superiormente la porción edilicia constituida por sillares graníticos entre la mampostería del resto de los muros, preservados retazos de la ornamentación pictórica que cubriese los paneles tanto internos como inferiores de los mismos -restante igualmente sobre algunos de los tramos de estuco sobrevivientes junto a la portada occidental de acceso (abajo, imagen sexta)-, atisbándose lo que pudieran ser cortinajes que, a modo de trampantojo, presentase las imágenes allí veneradas, así como la decoración a base de bolas que ocupase tanto mencionado remate supremo, como el bordeado de la oquedad, propia del periodo gótico isabelino, ejecutado durante el reinado de los Reyes Católicos, permitiéndonos la constancia de éstas poder poner fecha a la obra, a caballo entre el final del medievo e inicios de la Edad Moderna.
Abajo: siendo el arco toral, al igual que los que culminan las portadas de acceso al inmueble, de medio punto, presentan sendas tríadas de arcos distribuidos a modo de separación entre las naves, obras de medio punto ligeramente apuntadas, a modo de traspaso del Gótico final hacia un Renacimiento en auge, sustentados éstos sobre pilares de planta octogonal apoyados sobre basas poligonales y culminados en capitales poco desarrollados, partiendo de ellos tanto la arquería como el lienzo mural que, de mayo grosor que las graníticas dovelas, rellenase las enjutas entre las mismas, conservados vestigios del posterior estucado que cubriese el interior del monumento, almacenados sobre el suelo del que fuera ábside (abajo, siguiente) algunas de las piezas que posiblemente cumplimentasen el inmueble en su estado original, esperando en silencio una futura recuperación que volviera a poner en valor el templo, para bien de Brozas y del patrimonio regional.