Arriba: sin duda la mejor pintura de todo el repertorio que decora la ermita de San Jorge, y posiblemente una de las mejores obras de Juan de Ribera, la Piedad que preside el oratorio del monumento sigue sorprendiendo al visitante, impregnando aún la estancia con cierta atmósfera religiosa.
Si bien los estudiosos no logran, a falta de documentación escrita sobre la ermita de San Jorge, aclarar diversos aspectos sobre este monumento, principalmente en cuanto a la función para la que fue destinada o sobre los datos puntuales sobre la datación de este presunto templo, uno de los aspetos particulares que más ha dado que hablar ronda en lo referente a la creación y función de las dos salas que, levantadas junto al muro oriental o de la epístola de la ermita, sorprenden al visitante por ser en ellas donde más profusamente aparecen las pinturas del cacereño Juan de Ribera, y con mayor calidad que en el resto de puntos que conservan iconografía en el lugar.
Desde el lado oriental del coro que preside la nave del templo se accede a la primera de estas dos salas, de mayores dimensiones pero en peor estado que la contigua. La segunda estancia, de muy reducido espacio, mantiene el vano de acceso desde el muro sur de esta primera sala, consideradas por ello antecapilla y oratorio, respectivamente, según esta distribución conservada. Otra teoría, tomando en cuenta la diferencia espacial notable entre ambas cámaras, inclina a pensar que la primera y mayor de las salas sería la capilla real en sí, mientras que la inferior posiblemente mantendría funciones de sacristía. Sin embargo, la rica iconografía de ésta última, posiblemente la mejor de todo el conjunto, unido a la aparición de restos de un posible vano de acceso en los vestigios del derrumbado muro oriental de la sala primera, que imposibilitaría los ejercicios religiosos en esta sala y permitiría la entrada desde el exterior a esta zona de la ermita, conlleva a inclinarse mayoritariamente por la primera de las teorías.
Arriba: de baja altura, el acceso al oratorio o sacristía oriental del monumento aparece decorado en ambas jambas a base de coloridos cuarterones con motivos vegetales en su interior, similares a los conservados en los vanos del coro.
Arriba: de reducidas dimensiones, el supuesto oratorio de la ermita de San Jorge mantiene el acceso desde la antecapilla contigua, observándose ya desde la entrada al lugar la riqueza de los frescos allí creados y conservados, de diversos temas religiosos como el Bautismo de Cristo, que preside el muro sur de la cámara.
Abajo: detalle del Bautismo de Cristo donde un Jesús recibiendo las aguas bautismales ha sido respetado por el tiempo, no así con San Juan Bautista, prácticamente desaparecido por el deterioro del muro y la acción de la humedad.
Con las imágenes de Santiago el Mayor y Santa Lucía de Siracusa custodiando la puerta de entrada al oratorio de la ermita de San Jorge, tal cual se describía en la parte primera de las dos dedicadas a este monumento y publicada con anterioridad al presente, las jambas de mencionado acceso aparecen decoradas con coloridos cuarterones floridos, de corte renacentista, semejantes a aquéllos que aparecían circundando los vanos del coro del templo. Una nota de color que precede a la falta de luminosidad de la sala en la que entramos, sin ventana externa alguna que invita, posiblemente de ahí su carencia, a la religiosidad y recogimiento interior. La rica inconografía del interior de la cámara, con temas religiosos en su totalidad y cubriendo íntegramente todos los muros y bóveda de la estancia, estaría igualmente orientado a este espiritual fin.
Si bien el vano de acceso es la única entrada a la cámara, y el único abierto actualmente en la estancia, frente a él, en el muro sur y de manera opuesta, aparecen los restos de otra puerta similar a la anterior, tapiada con posterioridad, a juzgar por las escasas pinturas conservadas en este en mal estado muro de la sacristía. Sin conocer más datos sobre la función de otras salas levantadas al sur de ésta y de las que apenas quedan vestigios, que hicieran de ésta segunda una de paso, o bien conservara su carácter de oratorio con doble acceso, la presencia de esta segunda puerta juega un papel fundamental en cuanto a la distribución de las pinturas y la ubicación de un presunto altar en el muro oriental del oratorio. Así, la estancia, posiblemente con doble acceso, mantendría su frente principal en el lateral este, donde se hallaría mencionado altar y el panel principal de todos los conservados en el monumento, basado en el descendimiento de Cristo de la cruz. A ambos lados del mismo, otros dos respectivos paneles cubrirían la mitad de los muros norte y sur, dividida así la sala en dos partes, una cubierta con grandes escenas de gran calidad, y la otra con diversas pinturas de diversa temática y variados personajes, con una línea imaginaria de separación entre las mismas marcada por mencionados vanos.
Arriba: destacando por su temática de entre el resto de paneles, basados en la Biblia, la pared norte del oratorio nos nuestra la Estigmatización de San Francisco de Asís, con Cristo crucificado y cubierto con las alas angélicas sobre el acceso a la sala y emitiendo sus heridas al santo italiano.
Abajo: con un montañés paisaje como fondo, San Francisco se prepara para recibir en su cuerpo los cinco estigmas, figura bastante deteriorada debido al mal estado del muro.
Abajo: junto al santo franciscano, una figura aparece dormida sentada muy cerca de él, vestida con similar hábito que facilita su posible identificación como Fray León de Asís, compañero de Francisco y único testigo del milagro.
Al igual que en el caso de la antecapilla, la temática elegida para decorar la totalidad de los muros del oratorio, a excepción de la decoración vegetal descrita y conservada en las jambas del acceso a la estancia segunda, es completamente religiosa, tomando pasajes bíblicos del Nuevo Testamento, entremezclados con santoral católico. Los paneles principales que ocupan la mitad oriental del oratorio, si tomamos la descrita línea imaginaria entre ambos vanos como separación en dos de la iconografía del lugar, toman como temática, y al igual que en los tímpanos conservados en la antecapilla, escenas de la vida y Pasión de Cristo, con el descendimiento de la Cruz y la Piedad presidiendo la totalidad del muro este, sobre los restos de un posible altar o vestigios de una pequeña cripta. Viendo en esta obra la mejor calidad de todo el repertorio de la ermita de San Jorge, mantenido el fresco en considerable buen estado que hace del mismo una de las mejores pinturas conservadas de Juan de Ribera, la escena está marcada por la horizontalidad del cuerpo inerte de Cristo, ya descendido de la cruz y recostado sobre la túnica de una santa mujer. A falta de la identificación de este personaje femenino, bien podríamos estar ante una escena de Piedad, nombre dado a la representación artística basada en el momento en que posiblemente María, madre de Jesús, sostuvo sobre su regazo el cuerpo yacente de su hijo. Otros tres personajes femeninos completan la escena, junto a un San Juan Evangelista sosteniendo parte del cuerpo de Jesús, a la izquierda de la imagen y de gran parecido con el mismo personaje representado en la cercana Oración en el Huerto de la antecapilla. Se basaría así el pintor en la tradición católica y en los textos evangélicos que disponen la presencia de Santa María y San Juan Evangelista en el Calvario durante y después de la muerte de Cristo, así como de tres mujeres más: María Magdalena, María madre de Santiago y de José, identificada con María de Cleofás y tía materna de Jesús, y la madre de los hijos de Zebedeo (Santiago el Mayor y San Juan Evangelista), identificada a su vez con Salomé. Tras ellos, la cruz permanece en pie, con un paisaje rocoso completando la escena y haciendo de Gólgota. Por desgracia la superstición de algún visitante que de antiguo pisara la estancia o hiciera noche en ella mutiló la pintura extrayendo del fresco los ojos de todos los personajes, a excepción de los cerrados de Cristo, siguiendo la idea del mal de ojo que podría afectar a todo aquél cuya mirada se cruzase con las de las imágenes religiosas o personajes representados en escenas de tal índole.
Arriba: la gran humedad que cubre el muro occidental del supuesto oratorio, zona más cercana de la cámara al estanque central del monumento, ha impedido la conservación del panel representado en este punto, conservándose apenas una imagen pasional de Cristo, con Jesús atado a la columna recibiendo la flagelación a la que fue sometido.
Arriba: de entre el resto de pinturas de la sala, en pésimo estado de conservación que llega a impedir incluso la identificación de los presonajes allí plasmados, destacamos este monje del lado izquierdo interno del vano de acceso. Frente a él (imagen inferior), otro personaje vestido con hábito y cabeza rapada apenas sobrevive entre hongos y humedades.
Mientras que a la derecha de la escena de Piedad descrita anteriormente, en la mitad oriental del muro sur de la estancia, se representa un sencillo Bautismo de Cristo en las aguas del río Jordán, por parte de su primo San Juan Bautista, a la izquierda del Descendimiento aparece un panel que, al contrario que los anteriores, refleja un episodio sobre la vida de San Francisco de Asís, rompiendo así con la línea que marca una temática bíblica para cada una de estas grandes escenas. El santo italiano nacido en el siglo XII se nos muestra en uno de los episodios más relevantes y conocidos de su vida, según el cual y siguiendo la tradición y los escritos de su seguidor San Buenaventura, el fundador de la Orden Franciscana recibiría en septiembre de 1.224, tras un largo recogimiento en las montañas de Monte Alvernia y en pleno ayuno, la impresión de las señales de la crucifixión y lanzada de Cristo, estigmatizando a San Francisco en manos, pies y costado. Los estigmas, emitidos por el mismo Jesús, que se le aparece crucificado y rodeado por seis angélicas alas, son recibidos humildemente por el santo, tal cual se representa en el panel de la ermita de San Jorge y parte superior del vano de acceso a la sala. Junto a él y a los pies del mismo un sexualmente ambiguo personaje aparece en estado durmiente, posiblemente Fray León de Asís, compañero del santo estigmatizado, muy apreciado por éste y único testigo del milagroso acto. Sobre la escena, y al igual que en el coro del templo, una cartela de cinco renglones y en letras góticas, en mal estado de conservación, posiblemente describa la escena.
La relevancia dada a esta escena, única obra que entre los grandes paneles de la ermita de San Jorge representa un episodio no bíblico, así como el paralelismo entre esta escena y la cercana Oración en el Huerto, que plantearía ciertas similitudes entre Cristo y San Francisco de Asís, hace plantearse a algunos estudiosos una nueva interpretación sobre los fundadores, construcción y uso del monumento, apuntando hacia la posible presencia en el mismo de la Orden Franciscana, que utilizaría estas dos salas orientales como capillas o parte de un presunto y desaparecido monasterio de pequeñas dimensiones, protegidos por los dueños de la finca. La nave central del monumento, arquitectónicamente distante de las dos cámaras orientales, pudo construirse a posteriori.
Arriba: por fortuna y a diferencia de lo ocurrido en la presunta antecapilla, el oratorio de la ermita de San Jorge conserva su bóveda de arista, con las cuatro pechinas de la misma decoradas con los cuatro respectivos Padres de la Iglesia Latina u Occidental: San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona, San Jerónimo de Estridón y el Papa San Gregorio Magno.
Abajo: a excepción de San Jerónimo, el resto de los Doctores eclesiásticos aquí representados no resultan fácilmente diferenciables entre ellos, debido a la mala conservación de las pinturas que impide descubrir los detalles claves para su identificación.
Arriba: gracias a su tradicional representación con sombrero cardenalicio, San Jerónimo de Estridón, barbado y tocado con mencionado gorro, es fácilmente identificable entre los cuatro Padres de la Iglesia Católica, en la pechina noroccidental de la cámara.
Abajo: entre la simbología propia de los Padres de la Iglesia no pueden faltar las mitras y báculos propios de sus rangos eclesiásticos, así como diversos libros esbozados junto a ellos, recordando su también declarada presencia en la lista de Doctores.
La parte occidental de la sala, al contrario que la oriental, conserva en muy deficiente estado las pinturas que cubrían los muros, llegando a nuestros días pequeños fragmentos que apenas destacan en ocasiones frente a las humedades y grietas de las paredes, y que hacen dífícil poder descubrir los temas que allí se representaron. Frente al Descendimiento de Cristo o Piedad, en el muro occidental, apenas sobreviven escenas de la Pasión de Cristo, salvándose un Cristo atado a la columna en la zona central superior, con pequeños fragmentos de sus flageladores a ambos lados del mismo. En los muros de los lados, sur y norte respectivamente, las escenas han sufrido la misma suerte, conservándose pequeños fragmentos de santos personajes en cada lado, vestidos con ropajes monacales y dudosa identidad.
En mal estado se encuentran también las pinturas que cubren las cuatro pechinas que sostienen la falsa cúpula o bóveda de arista de la estancia. De nuevo afectadas profundamente por las humedades que padece el templo, en las mismas aparecen representados los cuatro Padres de la Iglesia occidental o latina, representados cada uno con los atributos y vestimentas más características de sus cargos eclesiásticos. A excepción del sacerdote San Jerónimo de Estridón, tocado con su tradicional sombrero cardenalicio, fácilmente distinguible en la pechina noroccidental, los tres Padres restantes son difíciles de ubicar entre las demás pechinas. Tendríamos al arzobispo San Ambrosio de Milán y al obispo San Agustín de Hipona, así como al Papa San Gregorio Magno, todos con mitras y báculos, o con libros como fondo que delatan su atribución como Doctores de la Iglesia. En el interior de la bóveda, como guinda final a todo el repertorio iconográfico del templo, Dios Padre, sosteniendo una bola del mundo o globo terráqueo rematado con cruz, aparece como emperador celestial que bendice con su mano derecha, magnífica obra de Juan de Ribera que ayuda, como las demás de la sala, a crear una atmósfera religiosa no sólo al creyente, sino a todo visitante que tenga el honor de visitar, antes de desaparecer, la misteriosa y sin par ermita cacereña de San Jorge.
Arriba: a pesar de la humedad que aflora en la techumbre de la sala, hoy en día puede contemplarse aún esta magnífica obra de Juan de Ribera coronando el oratorio y como guinda a la magnífica labor que en la ermita de San Jorge realizó, con Dios Padre bendiciendo y sosteniendo el globo terráqueo en el centro de la bóveda.
Cómo llegar:
La ermita de San Jorge, levantada relativamente cerca del antiguo camino entre Cáceres y Badajoz, permanece en el margen derecho de la actual carretera EX-100, si partimos desde la primera de estas dos mencionadas capitales provinciales que une, en el trayecto integrado entre los cauces de los ríos Salor y Ayuela. Una vez alcanzado el Castillo de las Seguras seguiremos avanzando por la carretera autonómica hasta el kilómetro 12, donde nos desviaremos a nuestra derecha en el cruce recientemente remodelado que nos lleva al Ecoparque. Nada más adentrarnos en este ramal, será recomendable estacionar el vehículo en cualquiera de los márgenes, para continuar a pie el camino que nos conduce hasta el monumento.
En la primera de las fincas que hallaremos a nuestra derecha, un camino público o vía pecuaria nos espera, siendo posible por ello disfrutar del uso del mismo, aunque sin olvidar el carácter privado del resto de la hacienda. La verja, habitualmente cerrada pero no encadenada, podrá abrirse dada la servidumbre de que dispone el camino, siendo correcto mantenerla de nuevo cerrada tras nuestra para no permitir la huida del ganado que por la zona podemos encontrar. Dicha vereda nos conducirá hacia el noroeste, orientada hacia la Torre de los Mogollones y la finca a la que pertenece tanto mencionada atalaya como la ermita de San Jorge, rodeado el conjunto por diversas cercas que mantienen separados los ganados que allí pastan. Una vez alcanzado este punto, podremos observar la presencia del templo al norte de la torre mencionada, semioculta por el terreno y el habitual gran pasto que cubre la zona.
La ermita de San Jorge es un bien inmueble privado que se encuentra a su vez en una propiedad particular. En caso de que el lector decida adentrarse en la misma, lanzamos las siguientes recomendaciones:
1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3) Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5) Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.
Mi más sincero agradecimiento a José Luis, autor del blog palacin2006.blogspot.com, gracias al cual pude ubicar tras mucho tiempo de incertidumbre la ermita en un mapa, siendo así posible lograr no sólo la visita a este maravilloso monumento, sino además disfrutar de uno de los mejores descubrimientos en plena tierra de Extremadura.
- Ermita de San Jorge, en las cercanías de Cáceres. Parte 1ª:
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- Ermita de San Jorge, en las cercanías de Cáceres: cómo llegar:
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