Arriba y abajo: si bien se conoce propiamente como necrópolis oriental la conformada por la áreas funerarias bautizadas como del Sitio del Disco y de la Antigua Campsa, al Sur del circo romano, no pocos autores engloban también dentro de este espacio fúnebre la totalidad de vestigios funerarios enclavados entre el cerro de San Albín y la puerta suroriental de la antigua ciudad -hoy punto donde se levanta la plaza de toros-, hasta las cercanías orientales de la que fuera portada noreste, en el sitio actualmente denominado Puerta de la Villa, circunscribiéndose, por tanto, no sólo las áreas mencionadas, sino también otras inmediatas como la de la Parroquia de San José, la del desaparecido Cuartel de Artillería Hernán Cortés, la necrópolis del Albarregas, los enclaves funerarios insertos junto a la Casa del Anfiteatro y en el solar donde se levanta el MNAR, e inclusive las zonas popularmente llamadas de Los Columbarios y Los Bodegones, formando parte estas últimas del yacimiento bautizado como la primera de ellas, hoy visitable con entrada conjunta a la Casa del Mitreo, ubicada al Sur de los mismos, nombre éste, el de Columbarios, tomado a raíz de la interpretación como tal por José Ramón Mélida de dos mausoleos inmediatos que tal arqueólogo descubriese, junto a Maximiliano Macías, en agosto de 1.927 (arriba), fechados en la segunda mital del siglo I d.C. y edificados a base de mampostería revestida de cal con refuerzo de sillares esquineros, sin techar y rematados por merlones, enfrentado el sureño, de planta rectangular y propiedad de los Voconios (abajo, e imágenes segunda y tercera), al de los Julios (abajo, imágenes cuarta a sexta), trapezoidal y junto al que se une, constituido por sillares graníticos, una construcción triangular que, al proporcionar una esquina al anterior, fue tomado como delimitación urbana de un espacio extrarradio urbanizado, barajándose igualmente la posibilidad de hallarnos frente a un ustrinum, o punto de cremación de cadáveres, o bien constituir un propio mausoleo en sí, descubiertos los restos de un enterramiento por incineración en su interior, así como la preservación de epigrafía en uno de sus sillares (abajo, imagen séptima), de igual manera que fueran rescatadas las placas marmóreas identificativas (abajo, imágenes octava y novena) de los edificios funerarios contiguos -hoy custodiadas las piezas originales en el MNAR-, preservados también, en el interior del mausoleo de los Voconios, pinturas al fresco en hornacinas abiertas en la parte central de cada uno de los tres muros que circundan la portada, representando a los cuatro miembros del linaje -Cayo Voconio, Cecilia Auni, Voconia María y Cayo Voconio Próculo- cuyas urnas de incineración fueran convenientemente depositadas a los pies de cada retrato -un varón portando pergamino a siniestra de la puerta, una dama a la diestra, y una pareja, hombre y mujer, en la pared sur (abajo, imagen décima)-, siendo doce enterramientos, por el contrario, los descubiertos en el mausoleo de los Julios -seis mediante incineración y otros seis infantiles por inhumación-, depositadas varias de las urnas con cenizas bajo un arcosolio (abajo, imagen undécima) apoyado sobre el posible ustrinum a poniente que complementa el enclave funerario, considerado tal como el mejor preservado hasta la fecha en Mérida, a la espera de poder poner en valor los dos mausoleos descubiertos entre 2.006 y 2.007 en el llamado Corralón de los Blanes, en la céntrica calle de Almendralejo, de tanta calidad y tan buena conservación como estos ejemplares orientales.
Arriba y abajo: antecedidos por los vestigios rescatados y aquí depositados de un mausoleo de planta cuadrangular fabricado en opus caementicium (arriba), la visita al yacimiento de Los Columbarios se complementa, tras poder admirar los edificios funerarios de los Julios, los Voconios, y el posible ustrinum o tercer recinto funerario anexo, con el acercamiento a los dos únicos "bodegones" (abajo) conservados de la más de una veintena que ya en el siglo XVII Bernabé Moreno de Vargas contabilizase en la zona extrarradio oriental de la ciudad, siendo éstos los conocidos como Bodegón o Cueva del Latero -por ser vivienda, hasta los años setenta del pasado siglo, de una popular familia de hojalateros emeritenses-, puestos en valor a partir de 2.003 tras haber sido rellenados con tierra para evitar su degradación, datados en época bajoimperial y basados, como el resto de construcciones similares y desgraciadamente perdidas, en edificios funerarios semisubterráneos de planta rectangular, fabricados en opus caementicium y revestidos en su interior por cal sobre los muros y opus signinum en el suelo, cubiertos con bóvedas de cañón de hasta tres metros de altitud a contar desde la base del edificio, con vano esféríco o de ojo de buey en la pared oriental, opuesto a la puerta de entrada bajo posible dintel que permitiría el acceso al interior del bien, bajando para ello una presunta escalinata a fin de poder depositar nuevos cadáveres, limpiar o mantener el interior del edificio, así como presentar ofrendas a los allí depositados por inhumación a lo largo de todo el año -principalmente el día del cumpleaños del difunto y durante las Parentalia, celebradas entre los días 13 y 21 de febrero-, sepultados en sarcófagos, quizás marmóreos, inscritos bajo los arcosolios que, en dúo por lateral norteño y meridional respectivamente, fueran ofrecidos como nichos mortuorios de las familias propietarias de tales inmuebles.
Arriba y abajo: siendo en la zona oriental donde un mayor número de sepulturas se haya localizado, hecho debido posiblemente a ser este área la primera en recibir depósitos fúnebres una vez fundada la ciudad, multiplicándose su uso en el tiempo y sin obviar una altitud del terreno que la hiciese aconsejable frente a otros enclaves más bajos y propensos a la humedad o inundación, pueden observarse vestigios de algunos de los edificios funerarios que aquí se ubicasen en el pequeño parque que, inserto entre las calles de Plauto y de Safo, cerca de la calle Pontezuelas, preserva dos espacios rectangulares e inmediatos (arriba), de mayores dimensiones el occidental (abajo), restando de éste la cimentación a base de opus caementicium y guijarros que cercase el monumento (abajo, siguiente), opus incertum en su hermano oriental (abajo, imagen tercera), adivinándose entre la vegetación que cubre el parque canino abierto tras el silo de la ciudad, con acceso desde la calle Pontezuelas, los vestigios de una posible construcción funeraria inscrita en la denominada necrópolis del Sitio del Disco, de la que restan varios sillares graníticos, quizás esquineros (abajo, imagen cuarta), que sirvieran de refuerzo edilicio a la misma, o bien como basa para las columnas o esculturas decorativas que circundasen el bien, cumplimentando ornamentalmente el mismo, decoración habitual entre los inmuebles funerarios, rescatada por Mélida de la calle Constantino una escultura femenina en mármol de Vilaviçosa destinada, al parecer, a ornamentar la fachada de un mausoleo inscrito en la zona de los Columbarios (abajo, imagen quinta), destacando del conocido como mausoleo del Dintel de los Ríos la pieza marmórea que da nombre a tal edificio funerario (abajo, imagen sexta), expuesta, como la escultura mencionada anteriormente, entre las salas del MNAR, llamativa por figurar en relieve y ambos lados de la epigrafía funeraria que centra la obra, sendas representaciones de los ríos Guadiana y Albarregas, ubicada originalmente sobre la puerta de entrada de este edificio funerario excavado a mitad de los años 90 del pasado siglo, enclavado en las inmediaciones meridionales de la llamada Casa del Anfiteatro y englobado dentro de la necrópolis oriental (abajo, imagen séptima), erigido a finales del siglo II d.C. y reformado a lo largo del siglo III, de planta rectangular y dotado de contrafuertes en sus flancos norteño y meridional (abajo, imagen octava) a fin de contrarrestar el peso de la bóveda que cubriese su interior, encontrándose en él hasta ocho sepulcros destinados a la inhumación de los difuntos allí depositados, dando lugar a una cámara semisubterránea a la que se accedería mediante una escalinata desde la entrada inscrita en el lado oriental (abajo, imagen novena), desenterrándose al Norte de la misma, entre este inmueble y la propia Casa del Anfiteatro en sí, un nuevo edificio funerario igualmente excavado en los pasados años 90 y cuya estructura, sin duda fúnebre, ha generado por el contrario dudas en cuanto a la planta final de tal monumento, centrado por una construcción rectangular en cuyo derredor se establecerían cinco sepulturas (abajo, imagen décima), generando un posible espacio tumular de planta ovalada que podría ser identificado como una mensa funeraria o túmulo donde el espacio de enterramiento queda supeditado por un cierre edilicio que lo sella -sobre el cual se celebrarían las exequias y depositarían las ofrendas a los allí inhumados-, de igual manera que se acometiese sobre el túmulo descubierto en los años setenta en lo que sería el solar sobre el que se levantaría el MNAR, posteriormente incluido en el recorrido museístico dentro de su cripta, del cual se retiraría su capa de opus signinum para exponer los seis sepulcros que componían el mismo (abajo, imagen undécima), a caballo entre el mausoleo y el resto de monumentos funerarios no consistentes en edificios propiamente dichos, cuyo gran listado de variedades, incluyendo todo tipo de sepulturas individuales, podría iniciarse con el llamado monumento escalonado, rescatándose dos ejemplares en el también barrio periurbano donde se englobase la Casa del Anfiteatro, uno en la cripta museística mencionada, más llamativo el que, dedicado a Zósimo, fuera hallado en 1.979 en las inmediaciones de tal mansión en sí, basado en una estructura piramidal granítica dotada de cuatro peldaños sobre los que descansa un remate en forma de cipo (abajo, imagen duodécima), punto en el que quedaría inserta la lápida marmórea que conmemorase al difunto tras él sepultado, hoy expuesto en el MNAR de Mérida.
Arriba y abajo: expuesta en la actualidad junto al monumento escalonado de Zósimo, los vestigios escultóricos de una esfinge marmórea (arriba), datada en el siglo I d.C. y hallada a comienzos del siglo XX en la Rambla de Santa Eulalia, parecen provenir de un desaparecido mausoleo que formase parte de la necrópolis extendida al Norte y Noroeste de la ciudad, entre la portada nororiental, hoy Puerta de la Villa, y las proximidades del puente sobre el río Albarregas, enclave donde destacase, entre otros mausoleos desaparecidos, un edificio funerario descubierto en 1.908 a raíz de la ampliación de la estación de ferrocarril, dotado de cámara subterránea hexagonal a la que se accedía por pasillo tras bajar por una escalinata de doce peldaños, si bien la creída ausencia a las puertas del siglo XX de vestigios de inmuebles funerarios que poder visitar o, al menos, observar in situ en la zona donde siglos más tarde el mausoleo de la mártir Santa Eulalia diera paso a las bases de la actual basílica dedicada a tal virgen y una amplia necrópolis cristiana, quedaría anulada gracias al descubrimiento entre 2.006 y 2.007 de dos mausoleos prácticamente intactos en el conocido como Corralón de los Blanes, datado uno de ellos -de fábrica similar a la vista en las tumbas de los Julios y Voconios, y propiedad de la liberta Publia Haline-, en el siglo I d.C., elaborado su compañero, de más de 4 metros de altitud, a base de sillares, ambos a la espera de ser puestos en valor en un futuro próximo, ampliando así el conocimiento del mundo funerario de la antigua Emérita Augusta cuyos ricos vestigios han podido hablarnos, tanto a través de las sepulturas como de los ajuares y elementos vinculados con ellas rescatados de entre las mismas -estelas, lápidas, aras, sarcófagos, cupae, cipos, hermes, retratos, lucernas, urnas, etc- de la vida cotidiana de aquel entonces, conformando una colección única en España de la cual sus elementos más destacados pueden disfrutarse entre las salas del MNAR, si bien un paseo por las calles de la capital extremeña nos invita a descubrir diversos elementos fúnebres, además de los edificios funerios descritos, que permanecen inscritos entre los rincones de la ciudad, con una pequeña muestra de aras, estelas y cupae simulando una necrópolis romana en el yacimiento de Los Columbarios (abajo), contabilizándose, según algunos autores, hasta más de trescientas piezas funerarias -fundamentalmente cupae y alguna estela- incrustadas en los muros de la alcazaba islámica emeritense (abajo, imágenes segunda a cuarta), adivinándose alguna cupa más junto a las bases orientales y falo protector del puente romano sobre el río Guadiana (abajo, imagen quinta), o entre las piezas que constituirían el refuerzo que frente a la llegada de los pueblos bárbaros se ejecutase en el siglo V sobre la muralla fundacional de la ciudad (abajo, imagen sexta), demostrando, una vez más, la reutilización de materiales y la solapación de unas etapas históricas sobre otras en una de las urbes más ricas en historia y patrimonio de Extremadura, y de España.
- Bibliografía recomendada:
- Historiografía de los aspectos funerarios de Augusta Emerita (siglo I-IV) (José María Murciano Calles).
- La necrópolis del puente. Revisión cronológica de un área funeraria poco conocida (José María Murciano Calles).
- El área funeraria oriental de Augusta Emerita: los solares de la "antigua Campsa" y "el Sitio del Disco" (Ana Mª Bejarano Osorio).
- El área funeraria del MNAR. Urbanismo, monumentalización y secuencia evolutiva (José María Murciano Calles y Rafael Sabio González).