Arriba y abajo: aún en uso en 1.791, tal y como se menciona en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura fechado en tal año, y carente por entonces de pontazgo, se desconoce con exactitud la datación y las circunstancias relacionadas con la erección de este puente sobre la cuenca del Rivera de Fresnedosa, encajado entre las afloraciones pizarrosas que componen en este enclave los terrenos colindantes al cauce fluvial nacido en la sierra de Pedroso (arriba), utilizado tal material como materia prima con que elevar el viaducto, en cuya constitución edilicia destacan, tanto por su tamaño frente a las lajas usadas en la composición arquitectónica como por sus diferencias naturales en relación con los esquistos, una colección de sillares graníticos provenientes de alguna cantera lejana, sin descartarse la reutilización de éstos desde algún monumento cercano desarmado, incluso algún puente previo de posible traza romana, si bien la aparición de la marca de cantero en algunas de las piezas -así en el tajamar occidental- verificaría, al menos en éstas, su muy probable origen contemporáneo a la presente obra de ingeniería, inscritas como refuerzo en las bases de los pilares rectangulares y tajamares adyacentes triangulares aguas arriba sobre los que se sustentan los tres arcos de que consta el inmueble, sumándose el lienzo norteño del estribo de la obra a su llegada a la orilla derecha del canal, prolongacion de la sustentación del arco de poniente en la vertiente del valle fluvial que supera (abajo, primera imagen: pilas y tajamares centrales; abajo, segunda imagen: pila y tajamar central occidental; abajo, tercera imagen: pila y tajamar central oriental; abajo, cuarta imagen: pila y tajamar de levante; abajo, quinta imagen: tajamar de poniente junto al estribo occidental).
Arriba y abajo: con un aliviadero bajo arco de medio punto inscrito en el estribo levantino de la obra de ingeniería (arriba), son tres los ojos de que se compone el puente sobre la Rivera de Fresnedosa, de diseño y dimensiones particulares cada uno de los arcos (abajo), si bien el trío presenta una misma tendencia hacia lo apuntado, permitiéndonos tal traza edilicia poder fechar el monumento en la Baja Edad Media, una vez reconquistada la zona en el siglo XIII y antes del triunfo de los estilos propios de la Edad Moderna, vinculada con un arte gótico bajo el que se edificasen la mayoría de los inmuebles reseñables de la región en los últimos siglos del medievo, algunos ejemplares incluso adentrándose en el siglo XVI, dotado así el viaducto de un toque artístico que lo embellezca dentro de la humildad de sus materiales y fábrica, resaltando la maestría en el uso arquitectónico de la pizarra que, a base de lajas, puede hoy observarse tras perderse en gran medida el enfoscado original, figurando tanto en las bases de las pilas de sustentación del puente, apoyadas sobre las propias afloraciones esquistosas que asoman en la vega fluvial, así como en el alzado de éstas, de los dos estribos, los cuatro tajamares, los tímpanos del viaducto entre ojos (abajo, siguiente) y en el intradós de los arcos (abajo, tercera imagen), siendo de la tríada de éstos el más elevado el occidental (abajo, cuarta imagen), el más abierto -con una amplitud de 9,2 metros- el central (abajo, quinta imagen), de menor luz el levantino (abajo, sexta imagen).
Arriba y abajo: sobre el tablero del puente, superior a los 50 metros en longitud y con más de 3 metros de anchura, y cuyo cierto alomamiento vuelve a encajar, como el apuntamiento de los arcos, entre las particularidades edilicias propias del estilo gótico, se conserva en buena medida y a lo largo de las tres secciones que podrían adivinarse sobre la calzada del viaducto, -con dos zonas inclinadas, de subida o bajada, inscritas respectivamente entre las laderas de la vega y los arcos laterales, allanada en el tramo que corona el ojo central, permitiendo una visión alomada o de lomo de asno-, el empedrado que conformase el camino que lo transita, constituido éste de piedras menudas, cantos de río en muchos casos, entre las que destacan, así en la pendiente occidental (arriba), diversas lajas de pizarra insertas principalmente en la línea central que vertebra la calzada delimitando la separacion de las dos bandas observadas sobre la longitudinal de tal coronamiento del viaducto, levantados los petriles que, con sus 70 centímetros de altura, cuidan a los viandantes de una posible caída, con la misma mampostería pizarrosa que el resto de la obra, abiertos en ellos desagües y estucados en su cara interna (abajo), ciertamente desarrollados a modo de embudo a la llegada del puente a sendas orillas por cada uno de sus estribos a fin de adecuarse a las curvaturas de camino y colinas (abajo, siguiente: pendiente y conexión del puente con la orilla izquierda o de levante), si bien son éstos la porción del inmueble que peor suerte ha corrido tras el paso de las centurias, perdidas algunas secciones de los mismos, especialmente en el tramo que supera el arco central (abajo, tercera imagen) -convertido por tal motivo en la zona más alta del viaducto, a más de 8 metros sobre la cuenca del río-, frente al buen estado que, en general, ofrece el monumento, notable, aún en su sencillez y humildad, entre las obras medievales que salpican nuestras comarcas, enriqueciendo histórica y artísticamente los amplios rincones rurales que atesora nuestra región.