Arriba: conjugada con el entorno, en una simbiosis entre el arte que nos brinda la naturaleza y el arte creado por el hombre, una figura antropomorfa destaca entre una serie de grabados rupestres creados por los primeros habitantes que hicieron de Los Barruecos su hogar, y que quisieron dejar constancia inmortal de su presencia con una figura entre berrocales, similar a la que fuera su presencia en este bello paraje.
Que la evolución del ser humano sigue en proceso continuo e imparable, es algo incuestionable, anejo a la naturaleza de nuestra especie cuyos orígenes, lentamente y hace más de seis millones de años, comenzaron una carrera evolutiva con los primeros homínidos hasta la llegada del actual Homo sapiens sapiens, especie a la que pertenecemos. Una carrera donde la genética, el entorno natural y la lucha por la supervivencia, entre los motivos fundamentales, supieron sabiamente combinarse dando lugar al único animal plenamente inteligente que ha sobrevivido hasta nuestros días. Un animal que, a diferencia del resto de seres vivos que pueblan el planeta Tierra, ha logrado visualizar su entorno de manera global, ha intentado entenderlo y comprenderlo buscando respuestas a las preguntas que sobre el mismo le surgían, siendo consciente de su presencia como ser sumergido en medio de la naturaleza de la que procedía, y de las posibilidades que tenía de poder surtirse de ella, beneficiarse, e incluso adueñarse de la misma hasta límites casi insospechables.
En su evolución natural, y en el desarrollo de su mentalidad y aprendizaje continuo, el ser humano moderno u Homo sapiens sapiens logra alcanzar hace unos 40.000 años y en la fase final del Paleolítico, o Paleolítico Superior, una de las mayores cumbres de su hominización. Si ya el lenguaje le había convertido en un ser sumamente especial, comenzaba ahora a desarrollar otra característica que acentuaba ese camino en solitario sobre el que partía dejando atrás al resto de especies del reino animal, y con la que mostraba no sólo su capacidad de visión del mundo que le rodea, sino también la visión de sí mismo en el entorno, e incluso una visión superior a la realidad a través de sus sueños e inquietudes. Comienzan las representaciones artísticas o, sencillamente, el arte.
Arriba: detalle del conocido como Antropomorfo de Los Barruecos, sencillo grabado rupestre esquemático que parte de la unión de diversas cazoletas unidas con acertados surcos, dando forma y vida a una de las más antiguas representaciones del ser humano en Extremadura.
El paraje natural de Los Barruecos, actualmente en el término municipal de Malpartida de Cáceres, manifiesta una riqueza natural que le ha permitido ser declarado Monumento Natural y espacio protegido por la Junta de Extremadura desde 1.996. Riqueza natural que ya supieron apreciar los primeros pobladores de estas tierras, haciendo así de ellas su hogar durante varios siglos y diversas etapas históricas. Una continua presencia acuífera, suelos fértiles e innumerables cobijos naturales permitieron al hombre del Neolítico decantarse por terminar con su nomadismo sedentándose en estas tierras, cuyos frutos le permitieron prolongar sus estirpes durante el Calcolítico y la Edad de Bronce.
El ser humano ya comenzaba a adiestrar su entorno, lograba cambiar el paisaje con sus cosechas, y convertía a los animales bajo la domesticación. Empezaba a conocer las propiedades de cada elemento que encontraba en su camino, y conseguía incluso mezclarlos para dar lugar a otros que le sirvieran de mayor ayuda en su día a día. En definitiva, domesticaba la naturaleza de la que había surgido y era consciente de ello, consciente de su fortaleza y de su inteligencia, pero también de su fragilidad ante las adversidades del entorno y fundamentalmente ante el paso del tiempo. Por eso, el habitante de Los Barruecos decide quedar su presencia pasajera marcada en el entorno que le vio nacer. Con apenas unas cazoletas o concavidades talladas en la roca, y unos surcos que las unieran, crea el conocido como Antropomorfo de Los Barruecos, una figura esquemática englobada en esta corriente de arte rupestre que por la misma época dejaba ejemplos pictóricos en la Cueva del Castillo (Monfragüe), o en el Abrigo del Risco de San Blas (Alburquerque). Una primera muestra artística de la figura humana en nuestra tierra, creada por un ser humano que quiso dejar su huella en la misma como muestra de su paso por esta vida, y dando como resultado un pequeño tesoro histórico-artístico para nuestro patrimonio, pero también, y para aquel viajero que pasee de nuevo por los bellos parajes de Los Barruecos, todo un tesoro en su camino.
Arriba: junto a la archiconocida como Peña de la Seta, berrueco enclavado relativamente cerca de los aparcamientos occidentales del Barrueco de Abajo, el hombre calcolítico quiso dejar su impronta artística al lado del monumento que la naturaleza allí mismo había creado, grabando diversas cazoletas de las que surgió el Antropomorfo de Los Barruecos, en la cavidad natural que junto a la piedra seta aparece y que podemos ver en el sombreado izquierdo de la imagen, aguardando al lector y al caminante.