Ubicados en las proximidades de la Sierra de Santiago, mirando hacia su ladera occidental y en consonancia cultural con el yacimiento pictórico conservado en la cueva del Buraco que allí se abre, los dólmenes de la Era de la Laguna, también conocidos como de Lagunita o Lagunilla, destacan dentro del catálogo de monumentos megalíticos de la región por sus materiales de construcción, fabricados corredor y cámara con lajas de pizarra y no con ortostatos graníticos, recubiertos con túmulos formados con piezas cuarcíticas, escogidas para dotar al mausoleo de un níveo acabado que le hiciese brillar a la luz solar y ser reconocible desde la distancia.
Santiago de Alcántara (Cáceres). Fechados entre los periodos Neolítico y Calcolítico (IV y III milenios a.C.).
Arriba y abajo: con la Sierra de Santiago de fondo, la cámara del dolmen Lagunita I mira, como la cueva del Buraco, a poniente (arriba), siguiendo los esquemas habituales de construcción de tal modelo de edificación funeraria megalítica que, en los casos de Santiago de Alcántara, destacan por utilizarse en su constitución esquistos y cuarcitas (abajo), a diferencia del mayoritario uso granítico común entre los dólmenes del resto de la región.
Arriba y abajo: el enumerado en primer lugar de entre los tres ejemplares dolménicos santiagueños conocidos de la Era de la Laguna, ofrece dentro del panorama megalítico tanto extremeño como peninsular un yacimiento arqueológico a destacar en base al prolongado uso dado a lo largo de los milenios del enclave funerario como tal, desvelado gracias a las continuas excavaciones e intervenciones arqueológicas llevadas a cabo sobre el mismo, revelándose bajo los vestigios de la cámara sepulcral que centra el monumento, trapezoidal y enmarcada entre piezas de pizarra (abajo), la existencia de un primitivo dolmen inicial que sería desmantelado y cuyo túmulo superaría en dimensiones los límites del posterior, compuesto éste de hasta tres anillos constituidos fundamentalmente de piezas cuarcíticas y tierra compactada (arriba) donde, siglos después, fuesen abiertas al menos dos tumbas fechadas en la Edad del Hierro de la que se recuperaron diversas piezas cerámicas y una urna de incineración aún con fragmentos óseos, datados a mediados del primer milenio a.C.
Arriba y abajo: bloqueando lo que fuese el corredor de acceso, originariamente de 3,7 metros de longitud y 0,6 metros de anchura, que permitiese el paso al interior de la cámara sepulcral del dolmen de Lagunita I, una estela pizarrosa sin decoración (arriba) marca el posteriormente elaborado espacio contiguo donde quedasen guarecidas una serie de urnas de incineración datadas en el II milenio a. C., reutilización del mausoleo que, un milenio después, sirviera igualmente de necrópolis de la Edad del Hierro adecuándose para ello una serie de lechos pétreos localizados principalmente en la vertiente sureña del monumento (abajo), sobre los que se depositarían las vasijas funerarias que permitirían la perdurabilidad del uso fúnebre del enclave, así respetado por las diversas generaciones que poblasen la zona, vinculándose si bien no genéticamente al menos sí culturalmente unas con otras.
Arriba y abajo: vista detallada de la estela de naturaleza pizarrosa hallada en el flanco occidental del conjunto megalítico Lagunilla I, enclavada sobre el túmulo dolménico opuestamente al corredor de acceso a la cámara sepulcral, con la que queda alineada, en cuyo lateral interior fueran descubiertos una suerte de grabados, hoy de difícil visualización debido en gran parte a la naturaleza frágil del esquisto.
Abajo: a medio camino entre los dólmenes de Lagunita I y Lagunita III, apenas un conglomerado de piezas cuarcíticas y pizarrosas esparcidas sobre el terreno restan de lo que fuese el tercero de los tres monumentos megalíticos que pueblan este rincón del término municipal santiagueño, arrasados los vestigios del mismo, sin haberse podido alcanzar previamente un estudio detallado del bien, por las máquinas de labor que impunemente han roturado el paraje donde se encontraba el ejemplar, sin tener en consideración el tesoro histórico y patrimonial que se estaba destruyendo impasiblemente y que, según anotaciones previas, contaba con cámara y corredor, tres ortostatos pizarrosos originales, y restos de un destacable túmulo.
Abajo: vistas generales del dolmen de Lagunita III desde sus flancos levantino, occidental y nororiental respectivamente, a través de las cuales se puede apreciar no sólo la erección del mismo sobre una suave colina que permitiese la mayor elevación de este monumento por encima de sus hermanos megalíticos, sino además su característica formación a base de piezas de cuarzo blanco desarrollando la constitución del túmulo que rodease y cubriese el inmueble, permitiendo originariamente una mejor y más acertada observación del sepulcro a la distancia, convertido así en punto de localización dentro del paisaje.
Arriba y abajo: aspectos detallados del túmulo dolménico del tercero de los monumentos megalíticos de Era de la Laguna donde se observa la naturaleza de su fabricación, ejecutada a base de cuarcitas, esquistos y arcilla compactada donde el cuarzo blanco adquiriría un papel extra en la arquitectura, ejecutando su cometido no sólo como material constructivo, sino además presentándose como elemento ornamental que permitiese, gracias a su coloración blanquecina, la localización lejana del bien, más si cabe cuando los rayos del sol bañasen las piezas pétreas generándose una peculiar y bella estampa del mismo.
Arriba y abajo: siendo el primero de los dólmenes de Era de la Laguna en ser estudiado e intervenido arqueológicamente, iniciándose las excavaciones en el lugar en 2.003, la puesta en valor del bien Lagunita III ha permitido ofrecer el prehistórico mausoleo como el mejor preservado de entre los 29 conservados dentro del término municipal de Santiago de Alcántara, rescatándose durante su investigación el atrio que antecediese al corredor que permitía el paso a la cámara fúnebre, presente igualmente en muchos otros ejemplares dolménicos tales como el de Lácara, característico en el caso santiagueño por descubrirse en él un zócalo donde depositar las ofrendas regaladas a los difuntos que allí descansasen, convirtiéndolo en espacio sacro propicio tanto para la realización de homenajes a los fallecidos como para la ejecución de los propios rituales funerarios que seguramente se celebrasen durante el momento de inhumación, a juzgar y según algunos estudiosos por los restos alimenticios aparecidos entre los vestigios muebles y ajuares depositados en el panteón colectivo.
Arriba y abajo: el corredor que sirviera de conexión entre el mundo diario y el de los finados, de 3,10 metros de longitud y 1 de anchura, permanecería forrado por lajas de pizarra dispuestas como paredes laterales así como a modo de dinteles de coronamiento superior, conservadas in situ las cuatro que en cada flanco delimitasen el pasillo funerario.
Arriba y abajo: vista detallada de las losas de esquisto que, fijadas como ortostatos, delimitasen el corredor del domen de Lagunita III en su lado sureño, fijando el espacio de conexión entre cámara y exterior, sosteniendo a su vez el peso de dinteles y túmulo funerario de cubrimiento del bien.
Arriba y abajo: junto al mayor de los cuatro ortostatos pizarrosos que compusieran la pared norteña del corredor dolménico (arriba), sería descubierta una estela de similar naturaleza pétrea donde aún pueden vislumbrarse los motivos antropomorfos labrados sobre una de las caras del mismo, colocado y expuesto hoy en día en el mismo punto donde fuese hallado, cercano a la propia cámara funeraria, y posiblemente allí colocado a modo de cierre durante el momento de clausura definitiva del sepulcro (abajo).
Arriba: el corredor de Lagunita III, orientada su abertura como en el resto de monumentos dolménicos hacia la salida del sol, visto desde el punto de unión de éste con la cámara funeraria central del prehistórico mausoleo.
Abajo: serían siete las piezas pizarrosas que, como ortostatos, delimitasen el espacio de unos 3 metros de diámetro que conformase la cámara fúnebre y auténtico sancta sanctórum del enclave sacro-funerario megalítico, yacimiento arqueológico cuya investigación permitiría recuperar restos de ajuares y vestigios muebles entre los que se encontrarían diversas piezas cerámicas, abundantes puntas de flecha, ciertas cuentas de collar, así como porciones de un ídolo oculado perteneciente al subgrupo denominado ídolos placas, llamados así por presentarse como láminas pizarrosas recortadas y complementadas con decoración grabada a base de incisiones sobre al menos una de sus caras entre las que destacan los ojos de la deidad o posible difunto a la que pudieran hacer referencia el útil, característicos elementos del cuadrante suroeste peninsular donde Extremadura quedaría enclavada y en cuyos sepulcros prehistóricos se han logrado localizar abundantes ejemplares de esta tipología de representación antropomorfa sintetizada, capitaneando entre ellos el conjunto de veintidós ídolos placas descubiertos en la finca conocida como Granja de Céspedes, sita entre los ríos Guadiana y Caya dentro del término municipal de Badajoz, custodiados actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
Abajo: de los siete ortostatos de esquisto originales han logrado llegar a nuestros días cinco ejemplares in situ, ofreciéndose como el mejor conservado aquel ubicado junto a la entrada a la cámara sepulcral en su esquina meridional (abajo), preservados los cuatro que partiendo de la esquina septentrional de tal puerta rodean la sala mortuoria en su lado norteño (abajo), si bien el segundo de ellos se mantiene bastante mutilado, siendo las amputaciones fáciles de provocar en tales losas de pizarra dada la delicada naturaleza de dicho material pétreo, llevando a la desaparición de las lajas quinta y sexta primitivas, repuestas por piezas actuales durante los trabajos de restauración del monumento.
Arriba y abajo: además de la estela con decoración antropomorfa descubierta dentro del corredor dolménico en las proximidades a la entrada de la cámara sepulcral (abajo), tres lápidas grabadas más se hallaron durante los trabajos de excavación e investigación del inmueble en la zona del atrio del conjunto megalítico, usados posiblemente y originariamente como mojones delimitadores del área sacra donde hoy en día siguen presentándose al visitante que desde la carretera provincial CC-37 desee acercarse a la antigua necrópolis santiagueña, de los que desafortunadamente para el patrimonio histórico-artístico extremeño, español y mundial, uno de ellos ha desaparecido.