Capitaneando la ciudad de Badajoz el listado de localidades extremeñas donde puede apreciarse entre sus calles y edificios la reutilización arquitectónica de material de factura visigoda, con Mérida como municipio español con mayor número de vestigios de tal periodo histórico, algunos sabiamente reciclados en el aljibe hispanomusulmana de la alcazaba de la urbe, un paseo por poblaciones tales como San Pedro de Mérida, Almendral, Salvatierra de los Barros, Bienvenida o Granja de Torrehermosa guarda al viajero que sus pasos encamine hacia la parroquia sampedreña de San Pedro Apóstol, su homónima almendralense, la iglesia vecina a ésta de Nuestra Señora de Finibus Terrae, la parroquia salvaterreña de San Blas, la dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles en el casco urbano bienvenidense, o aquélla presentada bajo la advocación mariana de Nuestra Señora de la Concepción en el centro histórico granjeño, la sorpresa de toparse con piezas datadas en la etapa inicial de la Alta Edad Media insertas en los muros, formando parte de las bases y entramados de tales inmuebles, apreciándose no sólo el valor estructural primitivo de dichos retazos, sino inclusive la riqueza ornamental con que se dotó a los mismos, aún en uso ambas propiedades recuperadas bajo criterios tanto pragmáticos como ideológicos, enlazando las construcciones cristianas post-Reconquista con aquéllas establecidas cuando aún no había irrumpido el Islam en la Península Ibérica.
San Pedro de Mérida, Almendral, Salvatierra de los Barros, Bienvenida y Granja de Torrehermosa (Badajoz). Piezas de estilo visigodo (siglos VI-VII), reutilizadas en construcciones levantadas entre los siglos XIII y XVI, erigidas bajo los estilos románico a renacentista.
Arriba y abajo: erigida inmediata a los cimientos de una añeja basílica visigoda, hoy puestos en valor junto al lado de la epístola del templo, la parroquia de San Pedro Apóstol, en la localidad pacense de San Pedro de Mérida, muestra en su flanco del evangelio presuntos elementos visigodos reutlizados, posiblemente rescatados de entre las ruinas del viejo edificio visigótico cuyo mismo lugar de ubicación escogiese para levantarse, en un claro reciclado de material así como búsqueda de conexión con el viejo enclave cristiano preislámico, a modo de continuidad cronológica enlazando dos episodios históricos y una misma fe cuyo ejercicio quedase interrumpido por la incursión peninsular de los sarracenos, conservándose a la vista además de retazos de un fuste marmóreo en el contrafuerte esquinero entre cabecero y muro del evangelio del monumento (arriba), engastado al parecer otro en el pilar de sujección que sella el lado izquierdo de la portada principal del templo (abajo), una pieza de mármol blanco en el contrafuerte sito en el ángulo dibujado entre el lado del evangelio y los pies de la capilla (abajo, siguiente), cuyos restos decorativos, aun erosionados, verifican a todas luces un tallado visigodo adivinándose lo que fuesen cintas curvadas cuyo continuado encuentro formase circunferencias seriadas, habituales en el arte ofrecido dentro de esta etapa histórica, en cuyo interior posiblemente quedasen guarecidos motivos florales o eucarísticos a través de la representación del fruto de la vid.
Abajo: restaurado tanto el edificio como la imagen titular del mismo en 2.008, los trabajos de reparación y renovación del templo dedicado a la talla mariana de Finibus Terrae en la localidad pacense de Almendral pondrían en valor, entre otros elementos litúrgicos y arquitectónicos, una serie de piezas de factura visigoda utilizadas ediliciamente en el interior de la ermita, recicladas también éstas en la portada de estilo románico protogótico abierta en el lado de la epístola del monumento erigido bajo directrices mudéjares (abajo y siguiente), donde los dos arcos apuntados superpuestos, generando un abocinamiento en el acceso a la capilla, presentan en sendas líneas de impostas, llamativas por su naturaleza marmórea frente al material granítico del resto de la obra, cuatro fragmentos interpretados por algunos autores como igualmente primitivas impostas rescatadas de algún añejo edificio del que se recuperasen también los elementos visigodos expuestos en el interior del recinto religioso, así como la venera inscrita entre los muros de la igualmente almendralense Parroquia de San Pedro Apóstol, si bien una observación detallada de éstas permite pensar en su primigenio destino como cimacios, posteriormente recortados y moldeados a fin de ajustarlos al uso actual, apreciándose un mayor labrado en las dos piezas sobre las que descansa el arco interior (abajo, imágenes tercera y cuarta), hasta el punto de haber desaparecido bajo el cincel la decoración de parte del cimacio sito sobre la jamba izquierda, la práctica totalidad de la ornamentación de los lados expuestos al aire del elemento inserto sobre la jamba derecha, conservada la labor escultórica del lateral menor de la primera de estas dos piezas, compuesta de una serie de róleos cumplimentados en su interior con motivos florales y cruciformes, idénticos a los mostrados por el cimacio contiguo, hoy imposta izquierda del arco externo (abajo, imágenes quinta y sexta), bastante similar a la talla presente en el cimacio contrario, ubicado sobre la jamba derecha exterior (abajo, imagen séptima), de anchura menor y más sencillo diseño, protagonizados los espacios creados por tal róleo por menudas flores cuatrilobuladas, erosionada sin embargo aquélla ornamentación existente en una quinta pieza hermana, inscrita en la jamba exterior izquierda a modo de sillar (abajo, imagen octava), posible porción de pilastra de la que, además de entreverse medallones labrados en sus costados a la vista, vestigios de una presunta columna esquinera hacen pensar en el uso de la misma en algún ángulo edilicio del edificio al que originariamente perteneciese.
Abajo: contando la localidad pacense de Almendral con dos parroquias, sitas a escasa distancia una de la otra, frente a la fábrica encalada y con intervención mudéjar de Santa María Magdalena, el templo dedicado a San Pedro Apóstol se ofrece bajo una sobria estructura edilicia de base gótica apenas rota ornamentalmente por la no muy profusa decoración de puertas y la llamativa colección de gárgolas que circunda la práctica totalidad del inmueble (abajo), figurando a su vez, en el cabecero del edificio religioso, como coronamiento de un vano inexistente previo al muro final de cierre desde el lado de la epístola (abajo, siguiente), una reseñable pieza visigoda destacable no sólo por sus dimensiones o su rico labrado, circundada la venera central por una cenefa donde la doble cinta, formando circunferencias seriadas, encierra motivos cruciformes y florales, complementado en derredor por una banda helicoidal sobre la que aparecen, además de círculos florales esquineros, lo que parecen ser palmetas, vinculadas litúrgicamente con el martirio (abajo, tercera imagen), sino fundamentalmente por constituir un fabuloso ejemplar de pechina que, apreciado su primitivo abocinamiento o concavidad, formaría parte primigeniamente de algún nicho u hornacina, descartado a mayor estudio el uso como placa o cancel litúrgico, de habitual tallado plano, con paralelismos en piezas conocidas, algunas de ellas preservadas dentro de la colección visigoda del Museo de Arte Romano de Mérida, barajando su pertenencia a un edificio religioso del que pudieran haber formado parte igualmente los ricos elementos visigóticos conservados en la cercana ermita de Finibus Terrae, factible basílica visigoda sita en los contornos de la localidad almendralense, defendida por algunos autores la muy posible existencia y ubicación de ésta en el conocido como lugar de San Matías, punto donde se levantaría la primitiva población hasta su traslado en 1.388 al enclave actual, una vez arrasado el viejo caserío por las tropas portuguesas tras el triunfo luso sobre el ejército castellano en la batalla de Albujarrota.
Abajo: levantada a lo largo del siglo XVI siguiendo las directrices de un extinto estilo gótico que en Extremadura se prolongase iniciada ya la Edad Moderna siguiendo unas directrices arquitectónicas recias que diesen lugar a un particular gótico rural o extremeño, la parroquia de San Blas de Salvatierra de los Barros, cuya torre-fachada centrada en los pies del templo conjuga con la tendencia edilicia basada en la erección del campanario en este punto del inmueble ampliamente expandida a lo largo y ancho de la provincia pacense (abajo), muestra exteriormente un escaso ornato inscrito fundamentalmente en el lado de la epístola (abajo, siguiente), donde además del arranque de dos pináculos de sabor gótico sobre sendos contrafuertes centrales, abierto entre los mismos un amplio ventanal abocinado bajo arquivoltas, destaca en níveo marmol junto a la portada de acceso sita en este flanco del inmueble, embutido en el pilar segundo de contrarresto de tal lateral a contar desde los pies del monumento, una pieza de claro origen visigodo, rectangular y cercenada en su extremo inferior, hoy colocado en sentido opuesto al original (abajo, tercera imagen), cuyo modelo decorativo repite tendencias ya vistas en otras piezas de similar cronología, basada en el dibujo de una columna central, cuyo capitel hoy figura a los pies del tallado fuste, en cuyo derredor se expande un entramado geométrico basado en la repetición de escamas y flores de cuatro pétalos, circundado el conjunto a su vez por una cenefa helicoidal, vista esta idea modelística principalmente en los cantos de diversos pilares contemporáneos al ejemplar, tales como los reciclados en el aljibe hispano-musulmán de la alcazaba emeritense, siendo primitivamente la pieza salvaterreña, a juzgar por sus dimensiones, vestigios quizás de una placa rescatada de algún posible yacimiento cercano, conocida la presencia romana en la zona, origen de una viable posterior ocupación visigoda, gracias a elementos como la lápida sepulcral reutilizada en el exterior de la vivienda número 20 de entre las sitas en la calle Pedro Gómez Asensio, a corta distancia del máximo templo local.
Abajo: destacando entre la fábrica del principal templo bienvenidense la majestuosa torre de cuatro cuerpos que despunta desde la esquina entre pies y lado de la epístola sobre el monumento (abajo), declarado Monumento Histórico-Artístico, hoy Bien de Interés Cultural, mediante Real Decreto de 3162/1983 de 13 de octubre, publicado en BOE número 309 de 27 de diciembre de 1.983, la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles vería iniciada su obra, influenciada por el mudéjar, en el siglo XV, rematada en el siglo XVII bajo las directrices del arte Barroco, resultando una sólida construcción sustentada literalmente sobre el pasado visigodo, tal y como puede apreciarse en el cabecero del edificio religioso, erigido el segundo de los contrafuertes que circundan el ábside, a contar desde el lado del evangelio, sobre un cimacio de claro tallado visigótico, invertido en su uso actual y profusamente decorado en los cantos aún visibles desde el exterior del inmueble (abajo, siguiente), apreciándose entre la labor tallada una serie de elementos vegetales concatenados bajo directrices geométricas, antaño superpuestos por una cenefa de elementos cruciformes (abajo, tercera imagen) en clara alusión al uso litúrgico o religioso de la pieza, hoy vista en la parte baja del mármol, resultando un bello ejemplo de arte visigodo rescatado, posiblemente, de los alrededores de una población, la de Bienvenida, que no vería su fundación hasta reconquistada la zona al poder musulmán, entroncando así su fe y asentamiento con la cultura reinante en los primeros siglos de la Alta Edad Media.
Abajo: declarada Monumento Nacional en octubre de 1.932, hoy Bien de Interés Cultural, la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Granja de Torrehermosa, además de apellidar la población a la que pertenece desde que la misma fuese declarada villa en 1.565, abandera el listado de obras de fábrica gótico-mudéjar de la región, destacando su excepcional torre-fachada en una construcción iniciada a fines del siglo XV para cuya erección se utilizaría tanto la mampostería como el ladrillo aplantillado (abajo), característico en las intervenciones llevadas a cabo por los alarifes herederos del saber arquitectónico hispano-musulmán, apreciándose, además, la reutillización de otros materiales constructivos previos fundamentalmente en las bases del muro de la epístola, en el inicio del muro del evangelio, así como en los pilares de sustentación del cabecero eclesiástico (abajo, siguiente), adivinándose además de sillares, retazos de fustes y un cimacio de presunto origen romano, una pieza marmórea, aún ornamentada y acondicionada como caño de desagüe, sita en el contrafuerte inscrito en el ángulo de unión del lado del evangelio con el ábside del lugar (abajo, tercera imagen), posiblemente pieza de origen visigodo a juzgar por su diseño y labrada decoración observada a pie de calle, a base de escamas o sucesión de medias lunas o semicírculos pareados, visto en elementos datados en tal época histórica, así en uno de los canceles preservados en la colección visigoda del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, posible por sus dimensiones pie de altar procedente de entre las ruinas de alguna desaparecida basílica visigótica, quizás relacionada, como el resto de vestigios y elementos arquitectónicos reciclados, con el municipio romano enclavado donde hoy se yergue la localidad de Azuaga, Arsa para algunos autores, a escasos kilómetros de separación del núcleo poblacional granjeño.