jueves, 13 de junio de 2019

Imagen del mes: Pilastras visigodas reutilizadas en el aljibe de la Alcazaba de Mérida


Considerada inicialmente obra premusulmana, verificada después su construcción en época emiral como la primera mezquita conocida en suelo hispano, fue concebido el edificio central de la alcazaba emeritense como simbiosis entre enclave religioso, torre de comunicación y aljibe, en pro de servir a las huestes militares asentadas en mencionada fortaleza tanto en lo castrense como en lo piadoso, sumándole una función de abastecimiento hidráulico adecuada en caso de asedios, acertada cisterna abastecida de las aguas surgidas a modo de venero del cercano río Guadiana cuya construcción sería la única sección del monumento en mantenerse en uso y pie, inclusive tras ser reconvertido el inmueble de la fe islámica a la cristiana, conservándose la estructura del pozo así como los materiales utilizados en su constitución, destacando entre sillares y piezas de cronología romana el uso, principalmente como jambas y dinteles, de pilastras visigodas de delicada ornamentación que, aún removidas de su primitivo destino arquitectónico, mantienen su función decorativa y edificativa dentro de una urbe donde unas etapas históricas se solapan a otras, generando un patrimonio cultural único en el panorama peninsular.
Mérida (Badajoz). Siglos VI-IX; pilastras de estilo visigodo, reutilizadas en una construcción de estilo musulmán, realizada durante el Emirato de Córdoba con fecha fundacional en el 835 bajo el mandato de Abderramán II, tomando como referencia edificaciones islámicas del Norte de África.


Arriba y abajo: recuperada la ciudad tras tres periodos de revueltas, alzados en el 828 y tercera etapa de rebelión contra el emir el bereber Mahmud ibn Abd al-Yabbar y el muladí Sulayman ibn Martín, decidiría Abderramán II, una vez expulsados los cabecillas, edificar una alcazaba fechada en 835 y considerada por tal como la más antigua de las peninsulares, donde poder alojar una guarnición posiblemente permanante que vigilase el devenir de la vida emeritense, elevándose en el interior y centro de la misma un inmueble de múltiple uso cuya base sirviese de acceso a una cisterna (arriba), considerado aljibe como depósito de agua pero no siendo ésta traída ni almacenada de lluvia sino realmente una emanación constante del Guadiana  surtida bajo las arenas y el dique romano a modo de venero, ideando un doble sistema de extracción, con una abertura superior al manantío a modo de pozo de donde poder extraer el fluido rápidamente, destacando sin embargo la solución adoptada a fin de bajar hasta la misma fuente con animales a los que poder cargar con cuantiosos enseres de almacenaje hidráulico, estableciendo para un mejor discurrir un vestíbulo con puertas enfrentadas de entrada y salida al mismo, del que naciesen dos escaleras, de bajada  y subida respectivamente conectadas con la cisterna, dando como resultado una original construcción para cuya elevación se reutilizarían infinidad de sillares y piezas de la ciudad romana, así como seguramente una decena de pilastras de factura visigoda, conservadas cuatro en el interior y otras cuatro como jambas de las puertas externas, respetándose tanto el valor arquitectónico como decorativo de las piezas, vistos dos de sus ornamentados flancos en el dúo de ejemplares que cercan la portada noroccidental del monumento (abajo), considerada por muchos la de entrada al mismo.



Arriba y abajo: tomadas, según algunos autores, de algún posible edificio hospitalario que, como en el caso del Xenodoquio, acogiese a enfermos y necesitados durante el periodo histórico visigótico de la ciudad,  las conservadas ocho pilastras visigodas reutilizadas en el aljibe de la alcazaba emeritense comparten su fábrica marmórea, material posiblemente extraído de canteras de la lusa zona de Estremoz, así como su estilo decorativo hispano-visigodo, resultado de la esquematización de la labra clásica conjugada con elementos ornamentales sacados de la liturgia de la religión cristiana, figurando así en la cara más externa de las pilastras usadas como jambas de la portada noroccidental (arriba), racimos de uvas en pareados enmarcados dentro de roleos vegetales (abajo), referencia a la Eucaristía que ocuparía todo el lateral, salvo el extremo inferior, simulando una basa, así como la zona superior, interpretando un simbolizado capitel corintio (abajo, siguientes), convertidas así las piezas en una imitación a bajorrelieve de la columna clásica, con fuste, capitel y basa conjugadas en un único bloque, apareciendo curiosamente esculpida a su vez una íntegra columna en los laterales contiguos a éstos, ocultos por el contrario los flancos posterior e izquierdo en la pilastra de la izquierda de la portada, derecho y trasero en los de su hermana, impidiéndonos saber si la pilastra fue ideada primitivamente como pieza exenta, o adosada a un muro de la construcción a la que fuese destinada.





Arriba y abajo: opuesta a la entrada noroccidental y orientada, como sostén que lo es del mihrab, hacia el Sureste, la portada suroriental del aljibe emeritense sobresale del resto de la edificación por sustentar sobre ella la sacra habitación que indica la orientación hacia La Meca (arriba), sostén particular que pudiera originar el desgaste extra que sufriesen sendas pilastras visigodas usadas como jambas de este segundo acceso a la cisterna (abajo), motivo que conduciría al desmonte de mencionada estructura una vez dado el desuso litúrgico absoluto del edificio, rehabilitada después con el estudio arqueológico y la restauración presentada en el año 2.005 que incluiría la disminución de peso sobre las piezas visigóticas para una mejor conservación de las mismas, pareados ejemplares que ofrecen no sólo un paralelo labrado entre sí, sino idéntico al expuesto por sus hermanas sitas en la otra puerta del inmueble, ornamentación conocida dentro del arte hispano-visigodo y apreciable en obras conservadas tanto en la Colección de Arte Visigodo de Mérida como en la sala de arquitectura visigoda del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, rescatadas del recinto de la Alcazaba pacense, repetidas curiosamente en las pilastras de este flanco inmobiliario los roleos sede de los racimos de uva en dúo, figurando en la cara frontal de la misma las columnillas simuladas dentro de la esquematización de las tres partes de la columna clásica en la totalidad de la pieza marmórea, vistos tres lados, y no sólo dos como en el caso noroccidental, de los ejemplares reutilizados.








Arriba: sirve el vestíbulo del aljibe como antesala al pareado de galerías que permiten la bajada al manantío hidráulico, figurando nuevamente sendas portadas al dúo de escaleras enmarcadas por pilastras visigodas que, a diferencia de lo apreciado en las entradas exteriores al inmueble, se descubren no sólo como jambas sino inclusive convertidas en dinteles, conservado el par de piezas que cumplen esta segunda misión, no así los ejemplares que se ubicasen como jamba media y derecha del conjunto de doble vano, conocida la sustracción de la central y suponiéndose la de la contigua a diestra de la misma, disminuyendo así de diez presuntas piezas a ocho las aún expuestas hoy en día en el total del monumento.


Arriba y abajo: permanece la pilastra usada como dintel de la escalera de bajada vista como derecha desde el vestíbulo recostada sobre su lateral izquierdo, conocida la falta de labra del flanco contrario al frontal de acceso (abajo), suponiéndose así el uso primitivo de la pieza como elemento adosado a una pared, siendo por tanto su ornamentación frontal la que también se ofreciese como tal en su ubicación original, repitiéndose tanto la esquematización de las tres partes de la columna clásica en un único ejemplar marmóreo, como la proliferación sobre esta cara de los pareados de racimos de uva enmarcados en roleos (arriba), decoración de referencia litúrgica pero indudable índole vegetal compartido con el diseño ornamental de la cara contigua, hoy inferior (abajo, siguientes), no figurando las columnillas que decoran las pilastras sitas en las portadas de entrada al recinto sino cintas vegetales donde el fruto de la vid alterna con la hoja de dicha planta en exquisito bajorrelieve.





Arriba y abajo: tumbada sobre su lateral derecho (arriba), la pilastra usada como dintel de la galería vista a la izquierda desde el vestíbulo ofrece la visión de sus flancos frontal, derecho y posterior, adivinándose como en su hermana contigua el uso de la pieza adosada primitivamente a una pared en base a la carencia de ornamentación del lateral tardío (abajo), repitiéndose una vez más el diseño ornamental en base al pareado de racimos vinícolas entre roleos como decoración del presunto fuste de una columna esquematizada, figurando igualmente decoración vegetal en el corazón del lateral diestro (abajo, siguientes), nueva cenefa donde los racimos de uvas, de menor calibre y mayor simplificación artística que los labrado en la cara principal, figuran junto a las hojas de parra que los alternan.






Arriba: detalle del bajorrelieve cincelado sobre la cara frontal de la pilastra empleada como dintel de la rampa izquierda de bajada, protagonizado por una serie de racimos de uvas asociados en pareja y enmarcados en medallones conformados por vegetales roleos, ofrecido en un diseño más complejo que el expuesto en las pilastras utilizadas como jambas en las puertas de entrada desde el exterior al monumento, al completarse las medallas con hojas de parra que igualmente en dúo rellenan cada uno de los cinco discos que consuman el supuesto fuste de la pieza.

Abajo: uno confrontado al otro, los simulados capiteles pertenecientes a las pilastras usadas como dinteles de las galerías de acceso a la cisterna se presentan en una esquematización absoluta del diseño corintio en el que se inspiran, evolución artística de la paulatina simplificación del arte clásico conducido hacia el estilo paleocristiano, que derivaría a su vez a un sintetizado arte románico.


Abajo: figurando como jamba izquierda de la portada de acceso a sendas escaleras de comunicación desde el vestíbulo con la cisterna acuática, una pilastra visigoda dañada en su parte inferior presenta la ornamentación de su frontal y cara anexas, posiblemente sin labrar la posterior y oculta tanto primitivamente como desde su reubicación dentro del aljibe emiral, curiosamente en base a la esquematización de una columna clásica en el costado primordial, sin que la simulación de un capitel corintio se repita en los flancos contiguos, figurando contrariamente en sendos laterales la labra de una columnilla que ocupa todo el espacio, coronada por una serie de roleos en rama de clara inspiración vegetal presente igualmente en la ornamentación con que se quiso dotar el frente de tal ejemplar, centrado por una cenefa donde han de destacar una serie de flores de cuatro o cinco pétalos cada una.






Abajo: curiosamente es de todas las pilastras visigodas reutilizadas en el aljibe emiral emeritense la ubicada en el punto más interior del monumento el ejemplar más relevante de la colección, tanto por sus dimensiones como por la ornamentación presentada por la misma, siguiendo esta pieza sita al final del muro de separación de sendas escaleras de bajada su artístico labrado la idea decorativa vista en la pilastra usada como jamba en la portada de acceso a dichas galerías de acceso al manantial, descubriéndose los tres elementos compositivos de la columna clásica esquematizados en el frontal, no así en los flancos laterales, centrados éstos por columnillas que se prolongan en lo vertical a base de ramaje, circundadas sendas representaciones zurda y diestra por cenefas vinícolas donde los racimos de uvas alternan con las hojas que pueblan tal planta asociada a la liturgia, repetida banda como cuadrante y del mismo modo en la cara principal, cuyo grueso central se descubre surtido de una banda de flores inmersas en un roledo vegetal que las envuelve.








Arriba y abajo: destacando tanto por su naturaleza marmórea frente a la casi totalidad de piezas graníticas, así como por la ornamentación con que se quiso dotar a las mismas, llaman la atención en el aljibe emeritense las pilastras visigodas reutlizadas para su elevación, reaprovechamiento arquitectónico visto por algunos autores como sometimiento simbólico de la cultura previa a los nuevos gobernantes que no es único dentro del monumento, edificado a base de piezas de cronología romana tanto decorativas, como la venera repuesta en 2.005 por los arqueólogos Santiago Feijoo y Miguel Alba usada antaño como elemento indicativo hacia el lugar al que dirigir la oración, formando parte del mihrab que mira hacia La Meca (arriba), como pragmáticas, percibiéndose de origen romano la práctica totalidad de sillares empleados en la erección y cierre de las galerías de bajada a la cisterna (abajo), descubriéndose inclusive como dintel en la escalera de bajada derecha lo que parece ser la mensa ponderaria con la que siglos atrás pudieran los habitantes de la colonia verificar pesos y medidas (abajo, siguiente), así como un marmóreo sarcófago cercano a la pilastra que como dintel da paso a la galería paralela, destacando fundamentalmente el capitel corintio que, sobre la gran pilastra visigoda final, sostiene la última cornisa que cierra el muro de separación de sendas semirrampas, abriéndose frente a él el manantial en sí bajo unas bóvedas de tal calidad constructiva que no pocos autores consideraron previa a la llegada de los musulmanes al lugar.





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