domingo, 26 de agosto de 2012

Tesoros del camino: imagen de la Virgen de las Nieves en la plaza de igual nombre de Garrovillas


Arriba: aunque sea un sencillo pero bello humilladero el que centre la plazuela garrovillana de las Nieves, es en realidad la hornacina que corona la portada lateral de la Iglesia de Santa María de la Consolación la que preside la plaza y da nombre a la misma, pequeño templete donde reside la imagen gótica de Santa María de las Nieves, posiblemente una de las más antiguas de la localidad así como de sus contornos.


Fue en el año 431 d. C., a raíz de la celebración del III Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, más conocido como Concilio de Éfeso, cuando se estableció oficialmente la maternidad de María como divina, frente a la teoría que identificaba a la santa como madre únicamente de la naturaleza humana de Cristo. Surge así la denominada imagen de María como Theotokos, palabra griega que literalmente se entendería como “la que dio a luz a Dios”, descubriendo a María como Madre de Dios, y no simplemente como madre de Jesús desde un punto de vista carnal, lo que conllevaba a ampliar la valoración del papel del principal personaje femenino, según los católicos, en la vida de Cristo, y la naturaleza de la misma en sí, por haber acogido en su vientre y haber dado a luz no al hombre, sino al mismo Dios.

Se tradujo esta postura desde un punto de vista artístico en el surgimiento de una nueva imagen o representación de María, esta vez como Madre de Dios, figurada como progenitora del Niño Jesús, al que sostiene entre sus brazos o bien apoya en su regazo en el caso de que la misma aparezca sentada, figurándose a la par trono del Señor. Aunque ya se habría representado en alguna ocasión a María como Madre divina con anterioridad al Concilio de Éfeso, fue a raíz  de él cuando se explota con mayor énfasis y abundancia esta imagen mariana, denominándose a la misma, y como ya se hiciera en tal Concilio, como Theotokos dentro del arte bizantino, cuyos iconos representando a la Virgen de tal manera se exportó a la Europa Occidental que vivía el amanecer del Medievo y donde la representación de María como Madre de Dios, acompañada de un Jesús Niño, fue bien acogida por las tierras del que hubiera sido Imperio Romano de Occidente, donde el catolicismo como religión oficial se había promulgado apenas 50 años antes del Concilio de Éfeso, siendo esta representación mariana una buena solución artística con la que mostrar a los fieles la relevancia de María dentro de la religión cristiana, mostrándola más que como una santa mujer, Madre divina. Servía además la imagen de María representada como Madre como excelente punto de unión entre la tradición pagana y la nueva religión católica, sustituyendo a las gentiles figuras femeninas que hasta entonces hubieran sido adoradas por los paganos, cuyo ideal de fertilidad matriarcal había sido ampliamente deificado a lo largo del Imperio Romano así como en culturas prerromanas, tradición religiosa respetada y continuada por los conquistadores latinos, despuntando ejemplos como el de la egipcia diosa Isis, madre de Horus, cuyo culto se expandió desde el país del Nilo hasta la misma ciudad de Roma, o en el caso hispano el culto a la diosa Ataecina, distribuido principalmente por la provincia lusitana.

Conseguía así la Iglesia católica, con la presentación de la imagen artística de María como Madre de Dios, convertir una tradición religiosa pagana de profundo raigambre en las regiones del antiguo Imperio Romano, y especial calado en las zonas mediterráneas, basada en la idolatría de la fertilidad a través de la adoración de figuras femeninas, en una acción cristiana, ganándose adeptos a la nueva fe sin romper brusca ni violentamente con las tradiciones paganas anteriores. Comienzan así a sustituirse las antiguas diosas regionales o locales por la imagen sedente de María con Jesús Niño sentado sobre ella o descansando entre sus brazos, lo que llevaba a María a ser considerada o vista por el pueblo como deidad también. Aparecían en las iglesias o templos cristianos occidentales esculturas no sólo de Cristo crucificado, imagen artística católica por antonomasia, sino también de María como Madre de Dios, con auge creciente durante el Románico surgiendo entonces, en el caso hispano y como respuesta a esta demanda de imágenes marianas, las denominadas “vírgenes negras”, despuntando en el panorama artístico  y como bellos ejemplos de vírgenes matriarcales sedentes.

Es a finales del Románico cuando la imagen de María sobrepasa el recinto sagrado interior y comienza a mostrarse en el exterior de iglesias y catedrales, con apogeo de esta tendencia durante el Gótico. La nueva búsqueda del naturalismo y el triunfo de la imagen de un Dios bondadoso frente al terrible Dios que predominó durante la Alta Edad Media hace que la tierna imagen de María como Madre de Dios se acople a este nuevo sentimiento e idealismo y aparezca representada también de pie, adaptándola así a parteluces, tímpanos de las portadas y hornacinas desde la que cumplir con su nuevo uso, y desde donde los creyentes puedan sentir la compasiva protección mariana no sólo en el interior del recinto sagrado, sino además desde fuera del mismo, observando las imágenes su día a día y el transcurrir de la vida de los pueblos frente a sí.




Arriba: ejecutada en alabastro y conservando aún su policromía, la Virgen de las Nieves de Garrovillas de Alconétar engloba el naturalismo del Gótico con ligeras reminiscencias toscas e hieráticas del Románico, característica propia de las imágenes de la Castilla rural donde los clérigos y vecinos demandaban esculturas de María como Madre de Dios en la que sentirse amparados y con las que afrontar la repoblación cristiana de la zona y el nuevo capítulo de la historia que la misma escribía.


Bajo la advocación de Santa María de la Consolación fue construida entre 1.494 y 1.520 la iglesia que responde a tal nombre en la localidad de Garrovillas de Alconétar, municipio que ya contaba con la parroquia de San Pedro, edificada durante el siglo XV y cercana esta última a su Plaza de la Constitución o  popularmente conocida como Plaza Mayor. De una sola nave, el templo garrovillano de Santa María de la Consolación presenta desde su estilo gótico final escasa decoración arquitectónica interior, reservada la ornamentación del edificio en su mayor parte a las dos portadas que permiten hoy en día el acceso al interior del monumento, de las tres que tuvo en un inicio el inmueble, desapareciendo la portada del lado de la epístola con las reformas de 1.768. Mientras que la portada principal, abierta a los pies del templo, presenta una amplia serie de arquivoltas salpicadas con bolas o perlados rodeando el arco de medio punto que da cuerpo a la misma, es la portada del evangelio la que muestra mayor conexión con el estilo gótico florido bajo el que se trazó la fábrica sagrada, rematada con falso arco conopial que presenta un arco de medio punto coronado con escotadura en relieve sobre él, envuelta la curva a su vez con múltiples arquivoltas enmarcadas, en cada uno de sus extremos, por sendas pilastras y relieves de pináculos.

Sobresale entre el conjunto arquitectónico que ofrece la puerta del muro del evangelio una hornacina que culmina la falsa escotadura conopial, a todas luces y gran probabilidad un añadido tardío y posterior al trazado y ejecución formal de la portada, a juzgar por las diferencia de tonalidades y corte de los sillares que envuelven la hornacina, con arco escarzano y baquetón o moldura bordeando la línea exterior que dibuja la misma. Se conserva en su interior una imagen mariana de mediano tamaño ejecutada en alabastro que, si bien pudo ser colocada años después de la inauguración  y consagración del templo, seguramente fue tallada años antes a la edificación del monumento, dada su naturaleza gótica y la ligera persistencia de rasgos hieráticos en su rostro inexpresivo y talla tosca propios del Románico. Esta característica artística permite pensar en su creación durante los últimos tiempos de la Baja Edad Media, durante el pleno apogeo del estilo Gótico, respondiendo las reminiscencias  románicas a la realidad  vivida y propia de las zonas rurales del reino de Castilla, donde los cambios de ideales artísticos tardaban años en importante y acogerse. Conocida como la Virgen de las Nieves, advocación mariana popular en España y cuyos orígenes se remontan legendariamente a una aparición de María ocurrida en plena ciudad de Roma durante el siglo IV, la escultura gótica que preside desde su hornacina la plaza garrovillana que lleva su mismo nombre, podría ser considerada la talla mariana más antigua de la localidad, así como de los contornos. Santa María, presentada de pie como Madre de Dios, con el Niño Jesús sostenido sobre su brazo derecho, inclina, mostrando la llegada del naturalismo gótico, la cabeza para mirar el rostro divino de su Hijo, o bien observar al espectador que frente a Ella se postra, deseando encontrar en la imagen la protección para cuyo fin fue esculpida, y el amparo por la que fue situada mirando a la plazoleta que preside. Coronada como si de una reina se tratara según la profecía apocalíptica, luce la imagen, aún policromada, túnica de color azulado y manto de matiz rojo violáceo o púrpura, tonalidades con que habitualmente se presentaron las vestimentas de la Madre de Dios hasta los últimos años del Renacimiento y el nuevo impulso de la veneración mariana que promulgó la Contrarreforma Católica emprendida a finales del siglo XVI, haciendo referencia el primero a su santidad, y el segundo a su poder divino. De igual manera, el fondo de la hornacina presenta un tono azulado mientras que la pequeña bóveda de cañón escarzano que la cubre muestra una sencilla decoración romboidal a base de oscuras líneas entrecruzadas en una base blanquecina. Dos farolillos cuelgan de cada uno de los costados del templete, hoy mera ornamentación del mismo pero probablemente en uso contiguo en un pasado para iluminación nocturna de la imagen a la que los vecinos de Garrovillas miraban y elogiaban como Madre de Dios, como deidad femenina cristiana en la que ampararse y a la que hoy en día puede dirigir su mirada el caminante, descubriendo no sólo una pequeña joya del arte que guarda esta localidad extremeña, sino todo un tesoro en el camino.
 

2 comentarios:

  1. Hola Samuel.

    Me alegra ver que has reiniciado tu actividad y que sigues acercándonos los tesoros desconocidos de esta tierra.

    He estado alguna vez en Garrovillas pero nunca me he fijado en esa hornacina. La próxima vez si lo haré.

    Saludos y hasta pronto.

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  2. ¡Hola Jesús! A mí también me alegra verte de nuevo por el blog, paseando por las entradas. Y me alegra saber que te ha gustado esta última y que hayas descubierto un nuevo tesoro semiescondido de nuestra región. Espero seguir dejándoos más trabajos en los próximos días, y espero seguir aprendiendo igualmente con tu blog. ¡Un saludo!

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