miércoles, 23 de marzo de 2022

Imagen del mes: Fuente de los Caños, en San Vicente de Alcántara

 

Centrando la sanvicenteña plaza Rincón de los Caños, la fuente que da nombre al lugar, en sus inicios bautizada como Fuente Nueva, sigue trayendo hoy a la localidad el agua de los contornos como desde su finalización, en 1.861, lleva ejecutando a cabo, considerado hoy no potable un caudal antaño tomado para el consumo humano e, inclusive, para la manutención de las bestias, ejercitada ésta en su pilar inmediato donde, a la par, algunas vecinas aprovechasen para lavar la ropa, convertido así el enclave en fuente, abrevadero y lavadero, hoy monumento que recuerda épocas pasadas y citas populares cuando el agua no llegaba a cada hogar, en derredor de la bancada que circundaba primitivamente el sitio.

San Vicente de Alcántara (Badajoz). Siglo XIX (fechada en 1.852).

Arriba y abajo: alimentándose y sirviéndose la localidad desde su fundación de múltiples fuentes que surten por los contornos de San Vicente de Alcántara, existentes aún hoy en día en los derredores del municipio las de Juan Durán, de la Plata, del Real, de Balancho o el pozo del Paraguas, éste dentro del casco urbano y llamado primitivamente como del Zangallón, se decidiría en 1.851, coincidiendo con los inicios de la industrialización del corcho en Extremadura y poco después del asentamiento en 1.845 de la primera industria corchera sanvicenteña -de la mano del británico Tomas Reynolds, al que le seguiría Pedro Moreno González con la primera fábrica de corcho del pueblo, en 1.858-, el encauzamiento y traída de las aguas desde el huerto posterior al enclave donde iban a situarse los surtidores, en la zona occidental del caserío, recogiéndose -según estudio realizado por Ángel Reyes Manso- el 22 de septiembre de tal año el acuerdo entre varios vecinos y terratenientes en pos de aprovechar las hierbas de la dehesa boyal conocida como Sierra del Lugar en la composición de una nueva fuente, cuya construcción finalmente se financiaría con los beneficios obtenidos mediante una novillada popular, anotados sus ingresos, ascendiendo a los 400 reales, el 23 de agosto de 1.852, fecha  que quedaría reflejada en la propia obra en sí, levantada a base de sillares graníticos (arriba), con su frontal mirando hacia el Norte, coronado con un arco conopial que recuerda las pretéritas obras góticas, y contemporáneas a ésta obras neogóticas, sellado su vértice con un remate a modo de pináculo (abajo), sobre una cornisa que cae por las líneas superiores del arco en su flanco septentrional hasta encontrarse con aquélla que teje la línea superior del paredón rectangular del que nacen los surtidores  (abajo, siguiente), colocada bajo la escotadura una placa de similar naturaleza pétrea a la constitución del bien donde aún puede leerse "ESTA OBRA SE HIZO EN EL AÑO DE 1852" (abajo, tercera imagen).


Abajo: fechada la inicialmente bautizada como Fuente Nueva en 1.852, la finalización definitiva de la obra hidráulica no se alcanzaría hasta el año 1.861, finiquitándose por orden de 30 de septiembre de tal año la labor ejercida por el maestro de obras Francisco Redondo, ascendiendo los gastos restantes hasta los 200 reales, dotado el bien de dos caños metálicos en su frontal (abajo), razón del cambio de nomenclatura al monumento, cayendo las aguas sobre una pila ubicada en la parte baja del paredón principal, abriéndose frente a ella una pequeña plazoleta circundada por un banco pétreo corrido, donde la gente podía esperar sentada turno a la hora de coger agua de los surtidores, hoy colmado y rellenado a fin de poner a la misma altura del resto de la plaza el antiguo espacio que quedase inmortalizado en una fotografía que, datada en el primer cuarto del siglo XX y conservada en el archivo de M. Tomeno Pacheco, mostrase el día a día en un enclave al que acudía la población sanvicenteña hasta la traída de agua corriente desde el manantío de Aguas Claras, posteriormente del embalse de Alpotrel, conservado a diestra del frontal el ramal que permitía el vaciado del caudal restante (abajo, siguiente), primitivamente tapado con una losa granítica, cayendo éste en la zona inmediata al pilar que, funcionando como abrevadero para el ganado e, inclusive, pilón para el lavado de ropa, aún se preserva a los pies del monumento (abajo, imagen tercera), hoy, como la plazoleta fontanera, a ras de suelo, subsistiendo en pro del mantenimiento de la memoria de un tiempo pasado que, aún lejano, es germen de los días que hoy podemos vivir.

 

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