Arriba: desde el punto más álgido del Cerro de San Serván, a unos 608 metros de altitud, los restos de la Ermita de los Mártires San Servando y San Germán se yerguen sobre el lugar donde, según la tradición, buscaron refugio y retiro eremita los santos hermanos emeritenses cuya presencia en esta serranía daría no sólo nombre a la misma, sino también al municipio en cuyo término municipal se ubica, antiguo Arroyo de Mérida y actual Arroyo de San Serván.
Sería el 23 de octubre del año 304 d.C., 305 según otros autores, cuando, al parecer y según relatan leyenda y tradición católica, se llevaría a cabo la ejecución de dos reos hermanos, acusados de contravenir la legislación religiosa marcada por el emperador Diocleciano que, con su Edicto contra los cristianos, dividido a su vez en cuatro decretos firmados entre 303 y 304, inauguraba no sólo una nueva etapa de persecución contra los seguidores de Cristo durante el Imperio Romano, sino la considerada Gran Persecución o mayor de las llevadas a cabo contra la que entonces era una minoría religiosa con cada vez más amplio número de seguidores. A la supresión generalizada de derechos recaída sobre la población cristiana le seguiría el arresto y encarcelamiento de sacerdotes. No tardaría en ampliarse y endurecerse la medida hasta alcanzar a todo aquel ciudadano cristiano confeso que, en caso de persistir en sus creencias y negarse a retractarse abrazando nuevamente el rito pagano a través de un sacrificio público, sería ejecutado. Los resultados, sin embargo, no siguieron los cauces deseados por el poder. La religión cristiana no sólo no desaparecería sino que, apenas diez años después y a través del Edicto de Milán, Constantino I acordaría definitivamente la libertad religiosa en un Imperio que no tardaría en adoptar esta creencia como la oficial. La mayor parte de los ejecutados durante esta última purga, lejos de ser olvidados o demonizados, serían honrados y subidos a los altares. Germán, o Germano, y Serván, o Servando, se sumarían a ellos.
Arriba: abandonada a comienzos del siglo XX, tras disminuir la devoción y ser destruidas las imágenes religiosas allí custodiadas, la Ermita de San Germán y San Germán cayó en ruina, llegando básicamente a nuestros días el esqueleto de su construcción, con restos de sus paredes laterales, base del torreón a sus pies y cierre mural del ábside.
Frente a la existencia de cantos, poemas u otras obras literarias que
hablan desde comienzos del medievo, o incluso finales de la época
romana, de destacados mártires hispanos ejecutados durante el mandato de
Diocleciano, confirmándose no sólo la más que probable existencia de
los mismos, sino además la puntualidad de ciertos aspectos biográficos
de éstos, los datos relativos al nacimiento, vida, martirio y muerte de
Serván y Germán son tomados de las leyenda y tradición oral que, en
algunos aspectos, ofrecen referencias anacrónicas o noticias divergentes
que dan lugar a variadas versiones de los hechos. Así, mientras que
unos aseguran que el lugar de nacimiento de estos personajes fue Emérita
Augusta, el hecho de considerarles hijos del también canonizado
Marcelo, patrón de la ciudad de León, les ubicaría en la romana Legio,
vinculados con Mérida por su, al parecer, ejercicio como soldados
apostados en la capital de la provincia lusitana. Como legionarios
compartirían carrera profesional con su supuesto padre, pero también con
algunos de sus hermanos. De los doce hijos que se asignan al matrimonio
entre Marcelo y Nonia, Emeterio y Celedonio son también considerados
soldados mártires de la fe en Cristo, ejecutados en Calagurris, actual
Calahorra, de donde por su parte y a su vez eran supuestamente
naturales.
Arriba y abajo: junto a la portada de acceso al templo, abierta en el muro de la epístola, restos de una edificación hacen pensar en la existencia junto a la entrada de un soportal que sirviera como cobijo y lugar de descanso de feligreses y pastores, apreciándose sobre los muros que aún se mantienen en pie restos del enlucido que cubriría exteriormente la mampostería sobre la que se erguiría el monumento (abajo).
Las variaciones biográficas sobre Serván y Germán alcanzan su culmen a
la hora de narrar los hechos que describen su vida. Mientras que para
unos autores sendos hermanos mueren en edad juvenil, otras tradiciones
les presentan como adultos, o incluso hombres de edad avanzada, en el
momento de su captura y ejecución. No pudiendo así determinar la fecha
de su nacimiento, tampoco sobre la fecha de su muerte hay cohesión. El
304 d.C., 305 para otros, sería el año más acertado para la mayoría,
coincidiendo tanto con la etapa de persecución diocleciana, como con el
martirio de la mayor parte de los perseguidos y condenados por el poder
romano que cumplía las severas leyes religiosas del momento. No falta,
sin embargo, quien apunta hacia el 290 como el momento de su muerte,
efectuada dos años después de la de su padre Marcelo, acaecida en 288
cuando la Gran persecución no había tenido comienzo. Se dice incluso que
los hermanos sufrirían un arresto inicial siendo poco después,
suavizándose la legislación religiosa, puestos en libertad. Un periodo
de tregua que aprovecharían para reactivar la evangelización a la que se
dedicaban, expulsados de la milicia o licenciados voluntariamente de su
carrera militar para dedicarse íntegramente a la vida religiosa, hasta
ser, bajo nuevas órdenes discriminatorias, encarcelados por segunda vez
y, finalmente, asesinados. Esta versión de los hechos se contrapondría
frente a la que habla de una única pasión, aportando datos que, en caso
de hablar de jóvenes mártires, cronológicamente no coincidirían con las
fechas en que, históricamente, se tienen registradas persecuciones
oficiales a los cristianos. Si sería, por el contrario, posible aceptar
la versión que nos habla de un primer encarcelamiento como confesores de
la fe cristiana, seguido de un retiro eremita al que seguiría el
martirio definitivo, si tenemos en cuenta la existencia de una variante
de la historia de los hermanos preservada a través de la iconografía
popular, al ser representados en no pocas ocasiones, con preponderancia
de esta imagen en Mérida y Arroyo de San Serván, como maduros ermitaños
que, barbudos y ataviados con humildes hábitos o túnicas, alejados de
Mérida se retirarían a una cercana sierra donde, en pleno enclave
natural, dedicarse a la vida ascética. Sin que haya disconformidad en
cuanto al reinado en que se dio su ejecución, la conjugación entre la
plasmación de los santos como personajes de edad avanzada y los datos
históricos objetivos podrían permitirnos aceptar como válida la versión
que apunta hacia el doble arresto, al darse previamente al acoso
religioso de Diocleciano un periodo de hostigamiento durante el gobierno
de Valeriano, a finales de la década de los 60 del siglo III. Más de
cuarenta años de separación temporal que podría explicar el
envejecimiento de los que pudieron ser legionarios convertidos en
ermitaños, cuya ejecución, siguiendo las directrices de la más popular
tradición que describe la misma, se llevaría a cabo como colofón de una
tortura que, iniciada en Emérita Augusta, sería acrecentada con un
tormentoso viaje que llevase a sendos personajes, supuestamente
encadenados y descalzos, hasta las cercanías de Cádiz, acompañando como
presos a su juez, de nombre Viator, en el viaje que el mismo efectuaba hacia tierras del Norte de África.
Sobre el Monte Ursoniano, dentro del actual término municipal de San
Fernando, ante la impaciencia del superior y la perseverancia en su fe
de los hermanos, serían éstos degollados, dando nuevo nombre al enclave
que, por tal motivo, se conoce como Cerro de los Mártires.
Arriba: de veinte metros de longitud y cuatro de anchura, las dimensiones de la ermita arroyana eran humildes, así como su fábrica, basada en mampostería con no muy abundante presencia de labrillo, resultando un espacio de única nave y tramo cuyo cabecero, orientado hacia poniente, mira hacia el horizonte, a escasa distancia de uno de los bordes de la cumbre.
Abajo: engullido el interior del antiguo templo por vegetación y escombros surgidos de la propia destrucción del edificio, llaman la atención los restos de la moldura que circundaría el interior del recinto sacro, a modo tanto de decoración como de punto de partida del arco de medio punto corrido que conformaría la bóveda de cañón que, a juzgar por la curvatura que nace de los muros, cerraría superiormente el inmueble.
La "Historia Ecclesiastica de España", narrada en cinco partes por el
canónigo malagueño D. Francisco Padilla, y editada en su ciudad en
1.605, narra no sólo la vida y martirio de los santos hermanos,
basándose en antiguos breviarios y martirologios, sino que hace
referencia además a la opinión que en años contemporáneos al autor se
daba en la ciudad de Mérida, según la cual se creía que la muerte
acaecida a los mártires no se llevaría a cabo junto a la antigua Gades,
sino en un enclave, distante dos leguas de la urbe extremeña, conocido
por el nombre de San Servando y donde se levanta un templo dedicado al
mismo. Por la distancia indicada y las características geográficas a las
que hace mención, hablaría muy seguramente de la Ermita de los mártires
San Germán y San Servando que, sobre la cima del Cerro de San Serván,
en plena sierra homónima al collado, se levantó al parecer en el siglo
XV sobre el paraje donde la tradición ubicaría, más que el lugar de
degollación de estos personajes, el enclave donde los mismos llevarían a
cabo su vida eremita, cobijados en el interior de una cueva o abrigo
natural abierto en la cúspide del lugar, en una serranía donde la
presencia de oquedades pétreas es particularmente abundante, con más de
una veintena de cavidades registradas y estudiadas en base a la
presencia en su interior de una amplia y valiosa colección de pinturas
rupestres esquemáticas.
Arriba y abajo: a los pies de la ermita, con base cuadrada y de desconocida altura original, un torreón serviría posiblemente como campanario, conservándose del mismo los escalones que, circundando su interior, permitirían el acceso a la zona superior de la atalaya, convertida hoy en sustento de un vértice geodésico.
Si bien D. Vicente Navarro del Castillo, en su "Historia de Mérida y
pueblos de su comarca", publicada en los pasados años 70 señalaba hacia
la posibilidad de que la Ermita de San Germán y San Serván fuese erigida
sobre los restos de un antiguo templo visigodo, la ausencia de
vestigios de factura altomedieval, a falta de exhaustivas excavaciones
arqueológicas que permitiesen barajar o aprobar nuevas teorías, como
pudo darse en la cercana Ermita de Cubillana, y en contraposición a la
verificada factura hispano-visigoda de templos dedicados a la coetánea
mártir de los hermanos Santa Eulalia en la región y vinculados con la
historia de la joven emeritense, como la Basílica erigida sobre su
cripta en Mérida, o la ermita de Santa Olalla, levantada donde
supuestamente estuvo la casa de su padre Liberio, en Pago Ponciano y
cercanías de Cáceres, hace más creíble la versión que sobre la fundación
del edificio religioso arroyano hace el regidor emeritense D. Bernabé
Moreno de Vargas, a través de "Historia de la ciudad de Mérida" editada
por primera vez en 1.633, fechando la consagración del templo en 1.430.
Coincidiría de esta manera su construcción, cronológicamente, con la
edificación de otros inmuebles religioso significativos de Arroyo de San
Serván, entonces Arroyo de Mérida, como la Ermita de Santa María de
Cubillana o la de San Pedro.
Arriba y abajo: de planta semicircular o absidiana, el cabecero de la Ermita de los Mártires culmina el edificio a escasa distancia del abismo que se abre a sus pies, erigido sobre diversas rocas que le sirven de firme sustento, ayudado por lo que parece un contrafuerte que frenaría el empuje de muros y cúpula sobre el escaso terreno restante.
Abajo: un menudo vano abocinado, conservado en el punto central del ábside y llamativo frente a la aparente nula presencia de ventanas en el resto del edificio, pudo estar rodeado antaño por un retablo cerámico o de azulejería junto al que descansasen las tallas en madera de los mártires emeritenses allí venerados, representados como eremitas cuya vida asceta decidieron llevar a cabo en el enclave donde el monumento religioso se levanta.
La Ermita de los mártires San Germán y San Serván cuenta con única nave
de único tramo, cuya longitud alcanza los veinte metros, con cuatro de
anchura, orientándose su cabecero, de planta absidiana, hacia el Este, siguiendo así la tradición constructiva católica.
Fabricada en mampostería, con no muy abundante presencia del ladrillo
entre sus muros, a falta absoluta de cubierta en los restos del templo
son los vestigios de un arranque curvado en sendos muros laterales lo
que permite pensar en la existencia de una original bóveda de cañón como
cierre del recinto interior. Una pechina de ladrillo, por su parte,
conservada en una esquina del ábside, entre altar y pared del evangelio,
serviría como testigo de lo que pudo ser una cúpula sobre el cabecero
del monumento. En la zona central del mismo, donde se ubicaban al parecer
un altar y retablo compuestos de azulejos, de los que no queda actualmente
constancia alguna, un vano abocinado mira hacia el horizonte. Pudieron
haber estado colocadas a sendos lados del ventanal las respectivas
imágenes de los santos titulares del edificio, talladas en madera y representados los mártires como ermitaños, posible inspiración de las
figuras que, aún hoy en día, sirven de elementos compositivos del escudo
de la localidad.
Una portada, de menudas dimensiones y con muy rebajado arco, casi
dintel, ejecutado con hilera de ladrillos, permitiría la conexión entre
cabecero y lo que, al parecer, era vivienda del guardés, de escasas
dimensiones y enclavada junto al lado del evangelio a la altura del
ábside. Si bien pudiera haber servido esta estancia contigua como
sacristía del templo, el conocimiento de la existencia del hogar del
santero junto a la capilla, así como una segunda puerta de acceso a la
misma desde el exterior, hace suponer este añadido recinto como
residencia del custodio. Restos también de una edificación, de menor
proporción que la anterior y junto a la portada del templo, abierta en
el muro de la epístola, permite pensar en la existencia de un soportal
previo al acceso al recinto sacro, donde el viajero o feligrés pudiera
descansar tras su peregrinaje al santo lugar, habiendo superado para
ello los casi cuatrocientos metros de altitud que distancian el llano
sobre el que se asienta el municipio de la cumbre donde se yergue la capilla.
Arriba y abajo: comunicada con el ábside a través de un acceso de discretas dimensiones (arriba), la que pudiera ser vivienda del guardés se ubicaba junto al lado del evangelio, con portada propia desde el exterior y paralela al muro, coronada con tejado a un agua, cuya línea de unión con el templo aún puede adivinarse entre los vestigios del conjunto.
Una tercera edificación, enclavada al Norte y a escasa distancia del
templo, bajo lo que pudo ser vivienda del guardés, completaría el
conjunto arquitectónico añadiendo una capilla anexa donde quedase
incluida y protegida, bajo muros de mampostería y bóveda de cañón
rebajada y ejecutada con ladrillo, la presunta cueva donde los eremitas
emeritenses buscaban cobijo. Lucido su interior, y decorado, según se
adivina por los escasos restos de pintura que han sobrevido hoy en día,
por paneles pictóricos que ornamentaran el menudo espacio, la existencia
de obras sobre sus paredes haría referencia a la importancia de tan
minúsculo lugar, completada su misión religiosa con la ubicación en su
interior de una imagen de la Virgen de la Guía, advocación mariana
presente también en la vecina Mérida, desde cuya capilla y camarín,
erigidos sobre la portada de Santa María que permite el acceso desde la
Plaza de España al interior de la Concatedral, mira a la ciudad, como lo hace también en otros puntos de la región, siendo así en Trujillo, enclavada la talla en una
similar capilla externa tras el cabecero de la iglesia de San Francisco,
o en Coria, donde la Virgen de Guía se asoma desde una hornacina tallada sobre la
puerta que, abierta en el cinturón defensivo de la localidad, lleva su
nombre.
Arriba y abajo: a escasa distancia del edificio religioso, bajo lo que pudo ser casa del santero, una capilla de reducidas dimensiones, cubierta con bóveda de cañón rebajado hoy en gran medida desaparecida, custodiaba lo que fuera una oquedad natural donde, según la tradición, buscaron refugio y se dedicaron a la vida ermitaña los santos hermanos posteriormente martirizados, convirtiendo el enclave con su presencia en este paraje como lugar sacro y punto de destino de peregrinos y creyentes desde la consagración del templo en el siglo XV.
Arriba y abajo: la capilla externa y contigua a la ermita, que en su día albergó una imagen mariana de la Virgen de la Guía, se presenta en la actualidad semiderruida y cubierta de restos constructivos, vegetación y tierra que sepultan parte de la construcción y cueva santa, sobreviviendo, bajo un posterior encalado, escasos restos de la pintura ornamental que al parecer pudo decorar el espacio interno (abajo), observándose diseños geométricos de tonos amarillentos y rojizos que, de manera similar a otros recintos sacros rurales extremeños decorados durante la Edad Moderna, pudieron componer motivos vegetales que enmarcaran sendos paneles contrapuestos en cuyo interior pudiera ser representado cada uno de los hermanos mártires, bien en su iconografía eremítica, o en la más popular como jóvenes legionarios, cuyo asesinato durante la persecución diocleciana engrosaría no sólo el listado de mártires hispanos, sino inclusive el de militares romanos ejecutados por no ceder en su fe en Cristo, donde despuntarían San Sebastián, San Jorge de Capadocia, San Mauricio y la Legión Tebana, incluyéndose en la misma los supuestos padre y hermanos de los mártires emeritenses, San Marcelo, San Emeterio y San Celedonio, respectivamente.
Destruidas al parecer por unos pastores en 1.920 las tallas de los
mártires, así como la imagen mariana depositada en la santa capilla
contigua, el abandono del templo comenzaría a darse a comienzos del
siglo XX, tras disminuir paulatinamente la devoción que recibía.
Suprimido el culto, caería en ruina el edificio hasta llegar del mismo a nuestros días tan sólo la planta del inmueble, los muros de
evangelio y epístola, parte del ábside, vestigios de la cenefa que
circundaría el interior de recinto sacro a modo de decoración, así como
parte del lucido interno y externo que cubriría paredes y bóvedas del templo y
anexos, ocultando la fábrica pétrea de edificio. La base
del torreón que, a los pies de la ermita, seguramente sirvió de
campanario, acoge hoy, derruido gran parte de la construcción primitiva, un vértice
geodésico al que poder ascender, como antaño se hiciere al campanile, a
través de una escalera de estrecha abertura que recorre la planta
cuadrada de lo que fuese sacra atalaya, convertido, amén de su uso
topográfico, en mirador privilegiado desde el cual poder observar no
sólo la plenitud de la Sierra de San Serván, sino además las moles de
otras serranías cercanas que, junto a la primera conforman las sierras
centrales de la provincia pacense, hasta alcanzar la mirada la Sierra
Grande de Hornachos. Las llanuras del valle del Guadiana, los cultivos
de las Vegas Bajas, las siluetas de localidades como Calamonte o la
propia Mérida se suman a tan extraordinaria visión que hacen del paraje
un enclave único donde poder apreciar y sentir la comunión entre
naturaleza y patrimonio cultural en una ermita que, a pesar de su ruina,
sigue revestida de la religiosidad que sirvió para escribir renglones no sólo en la historia de Arroyo de San Serván, sino también de Mérida y su comarca y, por ende, de toda Extremadura.
- Cómo llegar:
Arroyo de San Serván, ubicado en la comarca de Tierra de Mérida y distanciado por apenas 14 kilómetros de la capital autónoma, se mantiene unido tanto a la urbe emeritense como a la capital provincial a través de la autovía nacional A-5, figurando el pueblo al Sur del trazado de la misma. A través de la carretera BA-012 nos acercaremos al municipio, tomando en la primera rotonda de bienvenida la tercera salida. Esta vía, que nos desvía hacia el Este, figura como modo de acceso a la Casa Rural "Los Pozitos", enclavada a los pies de la Sierra de San Serván. Siendo recomendable dejar nuestro vehículo en la zona habilitada para el aparcamiento junto a la entrada al complejo turístico, parte de allí el sendero que alcanza la cumbre del Cerro de San Serván, fácilmente reconocible por la ubicación en ella de una serie de antenas y repetidores de señales televisivas.
Siguiendo en todo momento el camino, de considerable anchura pero de firme bastante pedregoso y resbaladizo en ocasiones, alcanzaremos la cúspide. La Ermita de los mártires San Germán y San Serván comparte cima con el conglomerado de antenas allí existentes. El monumento, erigido junto a un borde del cerro, mirando su ábside hacia poniente, se encuentra al final de una bifurcación que, a nuestra derecha, veremos que parte para bordear las casetas y repetidores por su zona sur. Tras andar junto a las alambradas que circundan y protegen el paso a los mismos, alcanzará nuestra mirada los restos del antiguo recinto sacro.
Aunque pudiera parecer lo contrario, el camino que sube hacia el Cerro de San Germán atraviesa un terreno de titularidad privada. Si bien la entrada y ascenso está permitido, sin que exista vallado que superar, en caso de que el lector decida visitar la ermita, lanzamos las siguientes recomendaciones:
1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3)
Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso
de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los
mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5)
Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los
propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra
intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso
de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.
Muy completo e intuitivo el reportaje fotográfico (¡a riesgo de despeñarte!).
ResponderEliminarSi en otra ocasión tienes la suerte de acceder al enclave con una atmósfera más nítida, podrás ver en lontananza el castillo de Feria; y, en días muy claros, incluso los de Alburquerque y Magacela.
Un cordial saludo.
¡Hola Villano! Como siempre, es un placer tenerte por aquí. Efectivamente no subí en el mejor momento para disfrutar de las vistas. Entre los nublados y una especie de niebla provocada por la quema de rastrojos, apenas se veían los cerros cercanos y las localidades inmediatas. Tomo nota de tu recomendación. El paraje bien merece una segunda visita.
Eliminar¡Un saludo!