domingo, 31 de marzo de 2019

Imagen del mes: Falo de la muralla romana de Mérida


Rescatado posiblemente de algún edificio donde se quiso ubicar como amuleto protector del lugar para el que fuese labrado, se conserva entre los sillares de refuerzo con que se forró la muralla original emeritense ante las invasiones bárbaras peninsulares un falo esculpido toscamente sobre la roca granítica, representación más cercana a lo apotropaico que al erotismo o la grosería que, pese a estar colocada boca abajo, no se ocultó de la visión pública, quizás como supervivencia de una superstición pagana que lo salvaría ante la explosión del cristianismo de la destrucción y el olvido, recobrándose en una función benefactora a escasos metros de una de las principales puertas del cerco, paso abierto encaminado hacia el Foro Provincial de la ciudad.
Mérida (Badajoz). Labrado posiblemente entre los siglos I a.C. y IV d.C., reutilizado en el reforzamiento ejecutado en el siglo V sobre la muralla augústea primitiva; estilo romano.


Arriba: esculpido habitualmente en horizontal, con ejemplos igualmente conocidos en diagonal con el glande apuntando hacia la zona superior del soporte sobre el que eran labrados, los falos protectores presentes en las urbes, casas y edificaciones romanas se representaban así en modo erecto, en clara alusión tanto a la varonil deidad de la fertilidad del que procedían, un siempre sexualmente excitado dios Príapo, como a la idea de fecundidad y prosperidad anexa de la que a su vez procedía el mito divino, conservados múltiples ejemplares a lo largo y ancho de lo que fuese el mundo romano sin que en Mérida faltasen éstos, observados tanto en el puente sobre el río Guadiana como en la arquería del acueducto de los Milagros, destacando en la muralla el que junto a la puerta que conducía al Foro Provincial desde la vega del Anas fuese allí colocado durante el reforzamiento del cercado de la ciudad, curiosamente mirando el glande hacia abajo, con los testículos marcados en su parte superior, dispuesto en una posición poco habitual seguramente por ser este sillar rescatado de alguna otra edificación previa donde luciría apaisadamente en su función apotropaica, hasta la tardía reutilización de la piedra que tomaría valor como pieza defensiva en sí, semiolvidado el valor mágico de la escultórica representación en relieve del pene protector que lucía la misma.


Arriba y abajo: ideado según algunos autores inicialmente más como símbolo de poder que bajo un fin defensivo en sí, el primitivo sistema amurallado emeritense, iniciado en época de Augusto nada más ser fundada la ciudad en el año 25 a.C. y coincidente con un periodo de paz que haría innecesario un cerco protector, constaba básicamente de un muro de sillarejo rematado en esquinas de torres y puertas con sillares graníticos, que ante la llegada en el siglo V de los pueblos bárbaros a la península Ibérica hubo de ser reforzado con una cortina de bloques pétreos que engrosasen el lienzo y multiplicasen el valor defensivo del sistema en sí, siendo a tal fin reutilizadas piezas rescatadas de edificaciones previas entre las que se encontraría el sillar base del falo protector, así como restos de fustes y otros elementos claramente diseñados en un principio para otro fin y destino urbano, redescubiertos en el tramo de muralla que cercaba el  flanco de poniente de la antigua colonia abierto sobre la ribera del Anas, actual yacimiento de Morería en el bautizado como Paseo de Roma de la capital extremeña.




Arriba y abajo: aunque no tan primordial ni monumental como las puertas abiertas en los extremos del Cardo y Decumanus Maximus de la colonia, una de las portadas principales de la ciudad (arriba) se abría desde el margen derecho del río Anas y a la izquerda de la conocida como Puerta del Puente en paralelo al decumano mayor hacia el segundo foro o Foro Provincial de la ciudad, defendida por un torreón que vigilaba el acceso a partir de la reforma del sistema amurallado ejecutado en el siglo IV, reforzado con una cortina de sillares un siglo después, engrosamiento que haría perder a la torre su adelantamiento respecto de la muralla original (abajo), claramente distinguible el cinturón primitivo del resultado final en base a la distinta fábrica de sendas obras, en sillarejo la inicial y a base de grandes sillares graníticos la más tardía (abajo, siguiente), donde quedaría incluida la pieza ornamentada con falo potector, que de tal manera pasaría a formar parte de la emeritense muralla romana.



 
Arriba y abajo: pese a un presumible más simbólico que práctico origen del sistema de amurallamiento de la colonia, no dejaría de contar la ciudad de Mérida desde su origen y hasta la definitiva reconquista en el siglo XIII de la localidad con un cinturón defensivo que, como el resto de la urbe, sufriría los constantes avatares históricos que se desarrollarían en el municipio, viéndose la misma afectada, en pro o en contra, por múltiples etapas cronológicas escritas sobre un inicial entramado levantado en edad augústea, reorganizado en el siglo IV durante el Bajo Imperio, así como fortalecido con un paño de sillares un siglo después, semidestruida parte de su estructura como castigo por su desacato ante el emir cordobés Abderramán II, reedificado el cerco por los andalusíes entre los siglos XI y XII, restando sin embargo y a diferencia de otras muchas poblaciones históricamente cercadas no muy cuantiosos metros de unas defensas que llegarían a rozar los 4 kilómetros de longitud, rescatados diversos tramos y retazos en base a los constantes descubrimientos y excavaciones que se dan continuamente por la ciudad, destacando por su antigüedad el flanco primitivo visitable en el Conjunto Arqueológico de Morerías (arriba), donde se recobraron algunos de los portillos que, mirando al río y de manera secundaria, permitían múltiples accesos a la urbe, facilitando el deambular sin necesidad de tener que dirigirse a las portadas principales de la ciudad, que quedarían así a salvo del colapso del tráfico (abajo), mientras que por su integridad se podría subrayar la torre albarrana musulmana y lienzo anexo que, entre las calles de Almendralejo y del Arzobispo Mausona, sobrevive en pie y prácticamente altura original desde el siglo XI, para cuya edificación se reutilizarían, como a lo largo de toda la historia emeritense, sillares romanos rescatados de infinidad de rincones de la ciudad (abajo, siguientes), creciendo así constantemente la ciudad tanto histórica como urbanísticamente sobre sí misma.





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