Un nuevo monumento extremeño se ha incluido, a día de ayer, en la Lista Roja del Patrimonio, elaborada por la asociación Hispania Nostra. Extremadura: caminos de cultura ha tenido nuevamente el honor de colaborar en ello. Viajamos en este caso hasta la localidad pacense de La Lapa, enclavada en la comarca de Zafra-Río Bodión y a poca distancia del municipio zafrense, al que perteneció como aldea antaño. Si bien la historia de este pequeño pueblo permaneció vinculada otrora a la de la propia Zafra, existió un monumento cuyas crónicas mantuvieron mayor relación con las de la villa en sí. Hablamos del Convento de San Onofre, cuyos vestigios y ruinas aún intentan mantenerse en pie coronando la localidad lapeña desde la sierra a la que el poblado da nombre, orgullosos de su pasado y arañando al tiempo, en una lucha constante contra los elementos y las armas de la naturaleza, un puesto en el presente que hoy, una vez incluida en la Lista Roja del Patrimonio, esperemos que logre afianzar en el futuro.
El enlace a la ficha de este monumento dentro de la Lista Roja del Patrimonio lo tenéis a continuación:
Seguidamente, os dejo con una breve descripción del bien, acompañada de un resumen sobre la historia del propio inmueble, así como las indicaciones para poder, quien así lo desee, llegar al mismo.
Arriba: vista general de lo que fuera refectorio del Convento de San Onofre y celdas ubicadas en la planta alta, sobre el mismo, construido junto al bancal sur que delimitaba en esta zona el monasterio franciscano.
Abajo: restos de muros y aljibes persisten en pie sobre el bancal norte, rodeados de escombros del propio convento cubiertos de maleza y vegetación, en clara consonancia con la Ermita de San Juan Evangelista, apartada de la abadía pero perteneciente al propio conjunto monumental, restaurada recientemente.
- Historia/descripción del bien:
D. Lorenzo II Suárez de Figueroa, segundo Señor y primer Conde de Feria, manda
edificar en 1.447, una vez trasladada su residencia a Zafra, la ermita y
oratorio de San Onofre junto a la aldea de La Lapa, enclavada a los pies de la
Sierra de igual nombre y bautizada como tal por existir en ella una cueva o
“la-pá”, en portugués, de la que manaba abundante agua. Sobre el pueblo, y
junto a la fuente, la ermita se transformará pocos años después, y bajo mandato
de D. Gómez Suárez de Figueroa, II Conde de Feria, en convento, comenzándose
las obras en 1.480 y consagrándose después a través de la Bula otorgada en
1.489 por Inocencio VIII. Cedido inicialmente a la Orden de los Franciscanos de
la Provincia de Observantes de Santiago, vinculados con el zafrense Monasterio
de San Benito, acogerá a partir de 1.507 a diversos hermanos franciscanos descalzos de la Custodia del Santo Evangelio, nombrada más tarde Custodia de Extremadura, cuya presencia en el cenobio permitirá la inclusión de éste en 1.519 a la recién creada Provincia franciscana descalza de San Gabriel. Los frailes
descalzos encontrarán en aquel lugar un enclave ideal para ejercer la contemplación y el
retiro espiritual, tal y como llevaba a cabo el santo bajo el que toma
advocación el lugar y como ya ejercían los que visitaban la ermita original. Será
en este convento donde, tras ser elegido Guardián del mismo en 1.532, resida
el descalzo San Pedro de Alcántara hasta 1.535, escribiendo durante su estancia aquí su
“Tratado de la Oración y Meditación”. Una de las dos ermitas con que contaba por
entonces el convento, dedicada a San Juan Evangelista y única que se mantiene actualmente
en pie, de planta cuadrada y portada de raíces mudéjares, se convertiría en el lugar primordial de oración,
recogimiento, penitencia y flagelación del santo patrono de Extremadura. Por
tal motivo, esta ermita sería bendecida años después por San Juan de Ribera
durante su ejercicio como Obispo de Badajoz.
Bajo el
mecenazgo y protección de sus patronos,
los Condes y Duques de Feria, el convento será restaurado en 1.560 tras
un incendio que asolará la iglesia y parte de las dependencias del mismo. Lorenzo
IV Suárez de Figueroa lo enriquecerá con nuevos retablos y altares en 1.583, ampliándose
el inmueble después, en 1.589, hasta alcanzar su máximo apogeo, logrando
albergar en su época de máximo esplendor cerca de 150 hermanos, alzándose como
uno de los mayores y mejor dotados conventos de la Provincia de San Gabriel. Estas
últimas obras serán encargadas al maestro Andrés de Maheda, quien ya habría
dirigido las reformas de la Iglesia de la Candelaria, en Zafra. A comienzos del
siglo XVII dos ermitas más serán levantadas e incluidas dentro de los términos
conventuales, dedicada una de ellas a San Buenaventura. La llegada del siglo
XIX, por el contrario, conllevará el declive progresivo del lugar, tras ser
expulsados los ocho hermanos que aún residían en el convento a raíz de la publicación
de la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica de 1.835, y la apropiación del
edificio y propiedades anexas al mismo por parte del Gobierno una vez decretada
la desamortización de Mendizábal en 1.836. En 1.842, con la independencia de la
villa de La Lapa de la jurisdicción de Zafra, el enclave fue cedido al nuevo
Ayuntamiento. Mientras que la iglesia del convento se convertía en 1.843 en la
parroquia de la nueva villa, el concejo habilitaría el resto de dependencias y
terrenos a Casa Consistorial, cárcel municipal y cementerio. Con la
construcción de la actual Iglesia Parroquial de San Onofre dentro del casco
urbano, a finales del siglo XIX, el antiguo convento fue definitivamente
abandonado, pasando a manos privadas. Una gran parte de las obras de arte religiosas
muebles fueron trasladadas a la parroquia actual, mientras que otras fueron
enajenadas o desaparecidas. El resto del inmueble sufrirá un rápido deterioro,
que conllevará la destrucción de gran parte de la estructura y estancias del
mismo.
Las ruinas actuales del Convento de San Onofre siguen teniendo como portada aquélla levantada, de cara al Oeste, como acceso a la ermita erigida en 1.447, de ladrillo y claro aire mudéjar, ampliada y convertida en convento cinco décadas después. Sobre la misma aún subsisten, aunque picados, los escudos de la Casa de Feria y de los Manuel, correspondientes a D. Lorenzo II Suárez de Figueroa y a su esposa María Manuel. Entre ellos, una cruz potenzada, símbolo de la Orden del Santo Sepulcro, podría hacer referencia igualmente a los franciscanos, encargados de la custodia de los Santos Lugares. Tras la conversión del edificio y sucesivas reformas y ampliaciones de 1.560 y 1.589, el mismo quedará delimitado, como en la actualidad persiste, entre dos bancales, ubicándose la iglesia del convento a la izquierda de la portada, sobre el bancal norte, y el refectorio junto al bancal sur. Las celdas se ubicarían sobre éste, así como sobre las cocinas, separadas del inmueble principal y levantadas en la zona oriental, junto al camino que llevaría a la Ermita de San Juan Evangelista. Diversos aljibes recogerían el agua de lluvia a través de tuberías cerámicas, mientras que el agua de manantial sería utilizada para el regadío de las huertas. Un claustro central daría paso a todas las estancias con que contaría este inmueble de dos plantas, mientras que un torreón escalonado adosado al bancal norte, dotado de almenas y matacanes, cumpliría más funciones de mirador que defensivas, utilizado para el recreo por los Condes y Duques de Feria durante sus estancias en el convento. El edificio quedaría en gran parte decorado a base de esgrafiados elaborados en 1.560, muchos de ellos con motivos geométricos, así como con motivos antropomorfos y vegetales. La capilla contaría además con bóveda cruzada, de la que subsisten algunos arranques.
Las ruinas actuales del Convento de San Onofre siguen teniendo como portada aquélla levantada, de cara al Oeste, como acceso a la ermita erigida en 1.447, de ladrillo y claro aire mudéjar, ampliada y convertida en convento cinco décadas después. Sobre la misma aún subsisten, aunque picados, los escudos de la Casa de Feria y de los Manuel, correspondientes a D. Lorenzo II Suárez de Figueroa y a su esposa María Manuel. Entre ellos, una cruz potenzada, símbolo de la Orden del Santo Sepulcro, podría hacer referencia igualmente a los franciscanos, encargados de la custodia de los Santos Lugares. Tras la conversión del edificio y sucesivas reformas y ampliaciones de 1.560 y 1.589, el mismo quedará delimitado, como en la actualidad persiste, entre dos bancales, ubicándose la iglesia del convento a la izquierda de la portada, sobre el bancal norte, y el refectorio junto al bancal sur. Las celdas se ubicarían sobre éste, así como sobre las cocinas, separadas del inmueble principal y levantadas en la zona oriental, junto al camino que llevaría a la Ermita de San Juan Evangelista. Diversos aljibes recogerían el agua de lluvia a través de tuberías cerámicas, mientras que el agua de manantial sería utilizada para el regadío de las huertas. Un claustro central daría paso a todas las estancias con que contaría este inmueble de dos plantas, mientras que un torreón escalonado adosado al bancal norte, dotado de almenas y matacanes, cumpliría más funciones de mirador que defensivas, utilizado para el recreo por los Condes y Duques de Feria durante sus estancias en el convento. El edificio quedaría en gran parte decorado a base de esgrafiados elaborados en 1.560, muchos de ellos con motivos geométricos, así como con motivos antropomorfos y vegetales. La capilla contaría además con bóveda cruzada, de la que subsisten algunos arranques.
Abajo: un torreón de mampostería escalonado, antiguamente almenado y circundado en su parte superior por matacanes, se levanta aún hoy en día a los pies del bancal norte, al que permanece unido, frente al valle donde La Lapa toma asiento, sirviendo de mirador desde el que observar la zona, destino para el cual seguramente se erigió, lejos de mantener funciones militares y en pro del recreo de los Condes y Duques de Feria durante sus estancias en el convento del que eran mecenas.
- Cómo llegar:
La localidad de La Lapa, cercana a Zafra, se mantiene unida a la ciudad zafrense a través de la carretera autonómica EX-320, vía que, en sentido contrario, conecta igualmente la villa lapeña con el municipio de Salvatierra de los Barros. Este pequeño pueblo pacense, de corta población y escaso número de calles, se abre sobre un valle en cuya falda meridional, sobre la Sierra a la que el pueblo da nombre, se mantienen en pie las ruinas del Convento de San Onofre. Atravesando la villa en dirección al cementerio municipal veremos, antes de alcanzar el camposanto y a nuestra mano izquierda, un sendero que sube la colina entre olivares y palomares, atisvando fácilmente los vestigios de la antigua abadía en un recodo del mismo. El Convento de San Onofre, de propiedad privada, permanece enclavado en una finca particular. En caso de desear acceder al interior del mismo, recomendamos desde este blog al visitante, como en ocasiones anteriores y similares, una serie de puntos a tener en cuenta:
1) Respetar en todo momento las propiedades de la finca, como vallados o cercas, intentando no salirse de los caminos marcados.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3) Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5) Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.
2) Respetar la vegetación y cultivos de la misma, sin realizar ningún tipo de fuego ni arrojar basura alguna.
3) Respetar al ganado que habitualmente hay pastando en la zona, y en caso de encontrarse con animales que lo protejan, no enfrentarse a los mismos.
4) Si observamos que se están practicando actividades cinegéticas (caza), abstenernos de entrar.
5) Si nos cruzamos con personal de la finca o nos encontramos con los propietarios de la misma, saludarles atentamente e indicarles nuestra intención de visitar el monumento, pidiendo permiso para ello. En caso de que no nos lo concediesen, aceptar la negativa y regresar.
Qué gran labor, Samuel.
ResponderEliminarHay una novela llamada "El escultor de afectos", de Tomás Cuevas Arroyo, falecido en enero de 2013. La historia transcurre en el convento de San Onofre. Es la última novela que leí. Quedé absolutamente maravillado. Algún día la voy a releer, a fin de conocer las ruinas del convento.
ResponderEliminarAprovecho a hacer una pregunta respecto de la novela: ¿Existe o existió en cercanías al convento un pueblo llamado "Cañameros"? Supongo que no, pero si alguien sabria decirme, agradecido estoy. Mi mail es scelave@hotmail.com
Salu2 y gracias!
Otra pregunta, otra vez yo (acabo de incluir mi mail): ¿Existe alguna página en donde se pueda ver una maqueta o diseño gráfico de lo que sería el convento en condiciones normales? Quiero decir, que se pueda ver según su fabricación original.
ResponderEliminarDisculpen la insistencia. Soy del sur de Argentina. Estuve googleando, pero no encontré nada semejante. Quizás ustedes estén más al tanto.
Gracias.