Si hay algo que nos describe y a la par destaca en las obras de ingeniería romanas es, sin lugar a dudas, su expléndida funcionalidad. Funcionalidad conjugada en muchos casos con la estética y la belleza, pero no por ello careciendo de un alto grado de cualidad práctica. Una virtud arquitectónica con que los romanos firmaron todas sus obras a lo largo de todo su vasto Imperio, y que mostraba ante los pueblos contemporáneos a ellos, y a los que somos herederos de su tiempo, su mentalidad pragmática.
Pero la ingeniería romana va más allá. Si a mencionada funcionalidad le añadimos una gran dosis de buenhacer, excelencia en los materiales y empleo de las mejores técnicas arquitectónicas, obtenemos como resultado obras de una calidad inmensurable que les ha permitido, en la mayoría de los casos, desafiar el tiempo y llegar indemnes a la actualidad. Sólo frente a desafíos meteorológicos o catástrofes naturales extremas, o sufriendo indefensas los ataques que los pueblos lanzan en medio de sus locuras bélicas, han caído como víctimas heroicas que pierden su vida para ganar la inmortalidad de los héroes pasados.
Arriba y abajo: levantado sobre una llanura donde es fácil el estancamiento del agua en épocas pluviosas, la imagen árida que presenta el escenario donde se levanta el Puente de Santiago en épocas más cálidas (arriba) choca con la de los meses más lluviosos (abajo).
Cuando Roma traza la línea que atraviesa Extremadura a través de la Vía de la Plata, no construye sólo una calzada con que unir dos puntos en un mapa. Buscando la mayor funcionalidad en sus proyectos, diseñan un camino que logra convertirse en un nexo de unión cultural entre pueblos y regiones distantes, logrando mantenerse útil con el paso de los años, empapado de una calidad práctica que sabe servir no sólo a sus constructores, sino también a todos los que detrás de ellos van a llegar. Funcionalidad y buen hacer que empapan también a las obras de ingeniería que acompañan el imperial proyecto viario, llegando hasta nuestros días enlosados centenarios que cruzan puertos y montañas, o puentes que nos salvan de los cauces de los ríos para permitir que el caminante pueda seguir sin interrupciones el transcurso de su destino.
Arriba: aspecto que presenta la calzada enlosada sobre el Puente de Santiago, desgastada por el paso de los años y las incontables pisadas de todos aquellos que hicieron de la Vía de la Plata su propio camino.
El Puente romano-medieval de Santiago de Bencáliz toma su nombre de la dehesa y casa-fuerte que junto a él se ubica, propiedad que aparece en la Edad Media donde siglos antes se asentaba la villa romana de Bencáliz, próxima ésta a su vez de la mansio Ad Sorores, que acogía a los viajeros que desde Emérita Augusta partían hacia el Norte tras 26 millas de viaje dejando atrás la capital de la Lusitania.
Al igual que mencionada quinta, que ha visto cómo desde la dominación romana diversas familias hacían de estas tierras su hogar, transformando los edificios que allí se asientan según las épocas y necesidades, el Puente de Santiago se ha visto también transformado desde que en un primer momento se concluyera que en ese punto debería levantarse tal obra de ingeniería, salvando así no sólo las aguas del arroyo Santiago, que bajo él pasa, sino además haciendo frente a las frecuentes inundaciones que en la zona se producen en épocas lluviosas debido a la llanura en mencionado enclave del terreno. Es así por lo que, en el medievo, y tras la Reconquista de la región, mientras que la Casa fuerte de Bencáliz recuperaba la ermita de Santiago que allí perdura, construida sobre las bases de una antigua residencia romana, el Puente de Santiago se veía transformado y restaurado. Respetándose el ojo inicial e individual, con arco de medio punto compuesto a base de repetidos sillares graníticos, se alargó su trazado añadiéndole dos nuevos aliviaderos cuadrangulares, uno a cada lado del ojo central, reconstruyéndose el pretil y reformándose la calzada hasta alcanzar un ángulo agudo en su punto medio, solución arquitectónica propia de los puentes del medievo.
Arriba: a pesar de las cortas dimensiones del Puente de Santiago, la calzada del mismo se alarga más allá de su propia construcción y pretil, con una larga lengua que si bien no es alcanzada por el cauce del arroyo, sí salva al caminante de las aguas estancadas y humedales de la zona.
Curiosamente el Puente de Santiago de Bencáliz carece de pilas y tajamares que protejan la obra de fuertes corrientes y aumentos peligrosos del cauce del arroyo. Sí cuenta, sin embargo, con una larga lengua de calzada enlosada que parte de la pequeña construcción para alargarla varios metros más tanto en una dirección como en la contraria. Vemos así que la naturaleza de la obra encaja con la del arroyo y del enclave natural en que se asienta, basado en una llanura que recoge estacionalmente las aguas de lluvia de los contornos, con estancamiento acuático durante los meses más húmedos del año. Una vez más, tanto la ingeniería romana como sus herederos supieron adecuar la construcción a las necesidades del momento y zona, y a la funcionalidad de la misma, logrando dotar, incluso a una obra tan pequeña y desapercibida como es el Puente de Santiago de la grandiosidad del buenhacer, para beneficio del caminante y de la historia que con ellos han seguido escribiendo los pueblos.
Cómo llegar:
Recientemente restaurado, el Puente de Santiago de Bencáliz se encuentra dentro del término municipal de Cáceres, aunque alejado de la capital provincial por más de treinta kilómetros de distancia. Entre las localidades de Aldea del Cano y Casas de Don Antonio, al sur de la provincia, el puente aparece y forma parte del tramo de la Vía de la Plata que transcurre entre estos dos municipios, prácticamente paralelo en esta zona a la carretera nacional N-630.
Enclavado a la derecha de la calzada si subimos desde Mérida, o a la izquierda si viajamos hacia el Sur, el Puente de Santiago es perfectamente visible desde la carretera mencionada. Cerca de la obra, y antes de llegar a ella si bajamos hacia Casas de Don Antonio, el cruce de la carretera con el trazado original de la vía romana nos permite salirnos de ella, así como poder aparcar y disfrutar de su visita. En caso de pasarnos mencionado cruce, un poco más adelante y antes de llegar al kilómetro 580 otro desvío nos deja nuevamente apearnos a nuestra izquierda de la vía nacional, en la entrada a la dehesa de Bencáliz y cercanos al miliario romano XXVIII, del que ya hablamos en una entrada con anterioridad.
Muy interesante y muy bonito el puente. Me lo apunto para una excursión.
ResponderEliminarGracias!
Hola Tomás! Gracias a ti por pasarte por el blog y comentar! Si te pasas a ver el puente, te recomiendo también que visites los miliarios que hay cercanos, y de los que ya escribí en una entrada (Miliarios XXVII y XXVIII de la Vía de la Plata). Un saludo!
ResponderEliminarGracias a tu blog y a esta entrada descubrí a principios de verano que existía este puente cercano a Cáceres.
ResponderEliminarHoy ha sido el día elegido para visitarlo y me ha gustado mucho la excursión.
Tienes un blog muy bueno. Lo que más me gusta es que hablas de sitios apenas conocidos y que no dejan de ser bellos.
Un saludo.
Estimado memoriasdeunturista: muchísimas gracias por tu visita, tu comentario, tus palabras, y sobre todo por haber mencionado mi blog desde el tuyo, que ya incluí dentro de mi listado de blogs recomendados. Me alegra mucho saber que mi entrada ha servido para dar a conocer este pequeño monumento de nuestra región, y que además uno de mis lectores haya tomado la entrada como guía para visitarlo. Me alegra igualmente que te haya gustado y hayas pasado un buen día. Mi intención es justamente esa: darle una pequeña oportunidad a esos monumentos muchas veces desconocidos, pero no por ello carentes de importancia o belleza, y que pueblan nuetra región, haciendo de nuestra tierra un lugar con mucho más arte e historia de lo que parece. Espero que mis próximas entradas sigan cumpliendo esos objetivos, y gustando a los lectores. Un saludo!
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