Arriba: vista general del muro de la epístola de la parroquia trujillanense de la Santísima Trinidad, en cuya pequeña portada se salvaguardan dos curiosos capiteles de origen visigodo.
Aunque algunas de nuestras ciudades y municipios pueden presumir de una larga historia cuyas primeras páginas se comenzaron a escribir a comienzos de nuestra era, o incluso varios siglos antes, la gran mayoría de las localidades extremeñas surgieron una vez finalizada la Reconquista de la región, como parte de una política de repoblación del territorio que pretendía sumar vecinos a unas tierras de baja densidad de habitantes, así como traer a las nuevas comarcas cristianas fieles que contrarrestaran la presencia de otras religiones y otras culturas vencidas.
No por ello las comarcas en repoblación carecían de historia, habiendo conocido el paso de diversos pueblos que ya antes habían hecho de aquellas tierras su hogar, y cuya presencia quedaba atestiguada en algunos casos con yacimientos próximos a las nuevas poblaciones, o vestigios reutilizados en su construcción, dotando a las municipios de unas raíces utópicas sobre las que asentar su nueva historia y afianzar la misma.
Arriba: detalle de la pieza visigoda tallada y reutilizada como capitel en la jamba izquierda de la puerta de la epístola parroquial.
Abajo: hermana de la anterior, la jamba derecha está coronada por otra pieza de proporciones parecidas, pero con distinta decoración lineal.
La localidad de Trujillanos fue fundada en 1.327 a raíz de la Carta Puebla que el Maestre de la Orden de Santiago Vasco Rodríguez de Cornago otorgó a Mérida para repoblación de este lugar cercano a la misma, con gentes venidas de Trujillo que dieron nombre a la población. De pequeñas dimensiones, el municipio se extendió a lo largo del Camino Real a Madrid, que atraviesa la localidad en su totalidad, siguiendo hoy en día conectada con la actual vía de comunicación que une Mérida con la capital del Estado, existiendo accesos señalados desde la autovía nacional A-5. En medio del antiguo trayecto que dio vida al pueblo se edificó en el siglo XV la iglesia parroquial del mismo, consagrada a la Santísima Trinidad y en la que destaca su torre fachada coronada por múltiples nidos de cigüeñas que hacen del monumento su hogar. Pero si hay algo curioso en la obra serían los capiteles de las jambas de la portada del muro de la epístola, o impostas del arco que da forma a dicha puerta: dos piezas visigodas talladas y labradas en granito.
De dimensiones parecidas pero no idénticas, las piezas visigodas de Trujillanos presentan una decoración sobria y tosca, con ciertas bolas labradas en el sillar ubicado al lado izquierdo, y lineal en el derecho, visualizándose en las caras externas de las mismas. Aunque se desconoce el origen de los sillares, a juzgar por su decoración discreta y ruda posiblemente procedieron de algún sencillo edificio visigodo construido en esta zona rural cercana a Emérita Augusta, ciudad que supo mantener su importancia urbanística con la llegada de los visigodos a Hispania. Varias ermitas y basílicas rurales se levantaron por la comarca, con menor calidad constructiva que aquéllas que aparecían en la urbe pero sirviendo religiosamente a los pobladores de los alrededores de la gran ciudad. Seguramente como vestigios de algún yacimiento cercano al municipio, o incluso encontradas a la hora de fundar el mismo, aparecieron estos dos recuerdos de otra época que los nuevos vecinos quisieron salvaguardar como parte del nuevo templo, considerándolas un tesoro histórico del municipio, y siendo ahora para el viajero todo un tesoro que puede hallar en su camino.
Arriba: vista general de la portada del muro de la epístola, embellecida y enriquecida por las dos piezas visigodas colocadas como impostas del arco de medio punto que conforma la misma.
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